Jesús es "el buen pastor. El buen pastor da su vida por sus ovejas" (Jn 10, 11). A Jesús le importamos [¡tremendo misterio éste del Amor que Dios nos tiene!] hasta el extremo de dar su vida por nosotros [como así ocurrió]. Si ponemos un poco de atención, observaremos que Jesús no se refiere a Sí mismo como un buen pastor, un pastor cualquiera, sino como el buen pastor; es decir, el único buen Pastor que se preocupa de verdad por sus ovejas: "Yo doy mi vida por las ovejas" (Jn 10, 15b). Y aunque dice que tiene también "otras ovejas que no son de este aprisco" (Jn 10, 16a), refiriéndose a aquéllas que no forman parte de su Iglesia, sin embargo, "a ésas es preciso que Yo también las guíe"(Jn 10, 16b). De ahí viene la enorme importancia de la misión encomendada por Jesús a sus apóstoles: "Id al mundo entero y predicad el Evangelio a toda criatura" (Mc 16, 15). Así "oirán Su voz" (Jn 10, 16c). Y si esa palabra cae en buena tierra dará fruto (Mt 13, 8). Y entonces "habrá un solo rebaño y un solo Pastor" (Jn 10, 16d).
Éste fue el sentido de la vida de Jesús, para eso vino al mundo y fundó su Iglesia, al objeto de que a todos les llegara su Mensaje, el Único capaz de proporcionar la salvación y la felicidad a todo hombre que viene a este mundo. Y ése tiene que ser también el sentido de nuestra vida. Los discípulos de Jesús -es decir, los cristianos- estamos llamados a configurarnos con nuestro Maestro y a vivir su propia Vida. La gente, cuando nos mire, debería verle a Él en nosotros. Sólo así, conformada nuestra vida a la Suya, podríamos dar un verdadero testimonio de Jesús y contribuir a la conversión y a la salvación de todos los hombres, pues nuestros sufrimientos, unidos a los de Jesucristo, salvan al mundo. Así lo afirmaba san Pablo: "Ahora me alegro de mis padecimientos por vosotros, y completo en mi carne lo que falta a la Pasión de Cristo por su Cuerpo, que es la Iglesia" (Col 1, 24)
Hoy en día, sin embargo, hay muchos que aparecen como pastores [en teoría representantes de Cristo, el único Pastor] pero que no hablan conforme al sentir y al Espíritu de Cristo. No transmiten la palabra de Dios sino preceptos puramente humanos. Son falsos pastores, asalariados: "Y el asalariado, el que no es pastor, de quien no son propias las ovejas, ve venir al lobo, deja las ovejas y huye -y el lobo las arrebata y las dispersa-, porque es asalariado y no le importan las ovejas" (Jn 10, 12-13). Son "extraños" y, como dijo Jesús, las ovejas "no siguen a un extraño, sino que huyen de él, porque no conocen la voz de los extraños" (Jn 10, 5). Aunque esto ocurre sólo con las ovejas acostumbradas a oir la voz del buen Pastor; que, gracias a ello, no son engañadas, pues conocen bien el Mensaje de Jesucristo y saben que quienes les hablan, aunque utilicen sus Palabras, lo hacen dándole un sentido que no tienen, un sentido puramente humano y distinto al que Jesús le daría; un sentido que no coincide con el sentido que el Magisterio de la Iglesia ha estado enseñando, a lo largo de veinte siglos ... Por eso huyen de ellos.
Vivimos, sin embargo, en un mundo que ha dado la espalda a Dios. Y una de las mayores desgracias con las que nos encontramos -por no decir la mayor desgracia- es que, a día de hoy, hay muchísima gente que todavía desconoce la voz de Jesucristo, su auténtica voz: aunque es doloroso decirlo, es lo cierto que nos encontramos con sacerdotes -e incluso obispos y cardenales- que han perdido la fe. De manera que lo que anuncian al pueblo cristiano no es ya la verdadera Palabra de Dios, no anuncian a Jesucristo, por más que usen palabras contenidas en el Evangelio, engañando a muchos.
Situación realmente lamentable: cada día es más frecuente encontrarse con "católicos" que como tales se consideran pero que, en realidad, no lo son. Y no lo son, desde el momento en que admiten, como normales, un conjunto de graves errores que están expresamente condenados por el Magisterio de la lglesia; por ejemplo: la licitud de los anticonceptivos, el divorcio, el aborto, la homosexualidad, etc...). Y no creen, además, en los misterios fundamentales del Cristianismo, como son -entre otros- la realidad del pecado original y la historicidad del Evangelio. Ésta conlleva la creencia, sin ningún género de duda, en la Virginidad de María, en la Encarnación del Hijo de Dios y los milagros que hizo durante su vida terrenal; la Redención del pecado por su muerte en la Cruz, su Resurrección y Ascensión en cuerpo y alma a los Cielos, la existencia del Cielo y del Infierno, la Presencia real de Jesucristo en la Eucaristía, etc ... Todas estas cosas, que son esenciales para la existencia de la Iglesia, hoy apenas se predican. Son muchos los cristianos que desconocen su fe y que viven conforme a los mismos criterios del mundo, sin diferenciarse de los demás en cuanto a su modo de pensar y en cuanto a su vida. Y, sin embargo, según la Sagrada Escritura, "quien desee hacerse amigo del mundo se convierte en enemigo de Dios" (Sant 4, 4).
(Continuará)