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martes, 26 de mayo de 2015

Apostasía y rechazo de Dios (1 de 2)

Con razón decía Jesucristo del Diablo que era el Príncipe de este mundo (Jn 12, 31; Jn 14, 30), aunque será echado fuera (Jn 12, 31) ... y contra Jesús no puede nada (Jn 14, 30).  Comenzó engañando a nuestros primeros padres, prometiéndoles que serían como Dios ... en realidad, más que Dios. Ellos serían los que decidirían acerca de lo bueno y de lo malo. Nadie tendría que imponérselo. Les hizo olvidar su condición de criaturas, de seres creados y dependientes, y ellos cayeron voluntariamente en el engaño ... 

La realidad con la que se encontraron, al pecar, era completamente diferente a lo que el Diablo -el gran mentiroso- les había prometido: al desobedecer a Dios, por soberbia, pensando sólo en ellos mismos y no valorando todo el bien que habían recibido de Dios, cayeron en el mayor de los pecados que, además, transmitieron a todos sus descendientes. Todos nacemos en estado de pecado (excepto la Virgen María, que recibió de Dios esa gracia), pecado de naturaleza, no personal, pero que nos impediría entrar en el cielo. Mediante el sacramento del bautismo, que imprime carácter, nacemos a la vida sobrenatural y nos convertimos en verdaderos hijos de Dios, hermanos de Jesucristo, y sin mérito alguno por nuestra parte.


Hoy el mundo se ha vuelto loco y sigue el ejemplo de nuestros primeros padres, cuando pecaron (aunque ellos se arrepintieron; no así el mundo de hoy). La soberbia, que es el mayor de los pecados, el pecado contra el Espíritu Santo, que no puede ser perdonado, ha invadido el mundo en el que vivimos. Hemos llegado a una situación tal que no se consiente que nadie pueda decir a otro lo que está bien y lo que está mal: cada uno lo decide según su conciencia. Un ejemplo de ello lo encontramos en el lema, hoy tan de moda, esgrimido por las "feministas" [ "Nosotras parimos, nosotras decidimos"], para justificar el derecho al aborto.

El argumento, si es que puede llamarse así a lo que no procede del recto pensar, la razón fundamental por la que se procede así no es otra, en el fondo, que la búsqueda del propio placer (el camino fácil): "La mujer se fijó en que el árbol era bueno para comer, atractivo a la vista y que aquel árbol era apetecible para alcanzar sabiduría; tomó de su fruto, comió, y a su vez dio a su marido, que también comió" (Gen 3, 3,6). 


El hijo se considera un estorbo, una carga; esto mismo ocurre con relación a las personas mayores, con los discapacitados, etc... Por ser más débiles, son considerados como menos personas: todo lo contrario al pensamiento de Dios, quien ama a los humildes, es decir, a los que se dejan decir cosas y se dejan amar por Él: esos son los sencillos, los pobres y los que heredarán el Reino, en contra del parecer de este mundo narcisista, que considera que todo acaba con la muerte.

Retrocedemos a la ley del más fuerte, a la eugenesia, que fue practicada por Hitler con relación a los judíos y a todas aquellas personas que no cumplían determinados requisitos de pureza aria. Tales personas eran exterminadas en campos de concentración. Esto lo vemos como una atrocidad, pues lo es; y, sin embargo, el aborto se está considerando ya como algo "normal" e incluso como signo de "progreso" y como un "derecho" de la mujer, en contra del mandamiento divino: "No matarás" (Ex 20, 13). Es una realidad, comprobable por la historia, que cuando el hombre rechaza a Jesucristo se vuelve insensible e inhumano. 

Pese a lo cual, las cosas son como son, el hombre no puede cambiar las leyes de la naturaleza, aunque quiera. La ley natural se impone a nuestras ideas perversas. Por muchas leyes que el hombre se invente, el aborto seguirá siendo un crimen, el más horrendo de todos. Y castigado por la Iglesia con la pena máxima, que es la excomunión, para todos aquellos católicos que colaboren, de alguna manera, en que esos abortos se produzcan: la propia mujer que aborta, los médicos y enfermeros que colaboran, los que trabajan en clínicas abortistas, los que votan a partidos pro-abortistas, etc... [Esto se encuentra en el Código de Derecho Canónico, punto 1398; así como en el Catecismo de la Iglesia Católica, núm. 2272

Puesto que la mentira no tiene consistencia en sí misma y necesita de la verdad para negarla, se acude a la argucia de "intentar" cambiar la realidad a nuestro capricho para que todas las cosas sean conformes a nuestro pensamiento cambiante. Y se pondrán todos los medios para que lo que siempre se ha considerado como normal en la sociedad, sea visto (y enseñado así a los niños en el colegio, de modo obligatorio) como una rareza.

Para llevar a cabo esta monumental mentira el Sistema, extendido por todas los puntos del planeta, cuenta con muchísimo dinero y con todo el poder mediático. Se cuenta con el hecho, confirmado por la experiencia, de que la mayoría de la gente no tiene opinión propia: sólo "piensa" lo que lee en los periódicos y en los demás medios de comunicación de masas: televisión, internet, redes sociales, etc... Es decir: el Sistema piensa por la gente,  que es claramente manipulada y engañada, pues, además, son tan hábiles el arte de la mentira que quienes lleguen a pensar como el Sistema (pensamiento único: todos piensan lo misma) estarán convencidos de que son ellos mismos quienes piensan así, sin que nadie les haya manipulado, se considerarán a sí mismos gente culta, pues conocen cómo son las cosas: lo han leído en los periódicos (única fuente de conocimiento de una gran mayoría de personas). Y el Sistema lo sabe. Y actúa con astucia y de modo coherente, para que la gente llegue a pensar que les están diciendo la verdad.


Uno de los medios más potentes para que el Sistema se haga con el Poder absoluto ya está en marcha: es algo tan simple como la manipulación del lenguaje (de modo sistemático) y la utilización del "nuevo lenguaje" en todos los medios ... para lo cual es fundamental hacerse con el el Sistema Educativo. Para que toda esta maquinaria funcione y permanezca, es esencial que los niños estén en contacto con los padres el menor tiempo posible, pues éstos podrían llegar a "contaminar" a sus propios hijos, con su sentido común. 

Se "educará" a maestros y profesores especialistas en el nuevo lenguaje, el cual se impondrá como obligatorio, penándose, de alguna manera, y cada vez con mayor fuerza, a quienes no lo utilicen. El trasfondo, lo que se esconde detras de todo este mecanismo de actuación es que se piensa que las cosas serán distintas si se les cambia de nombrePor supuesto que eso no es así, pero esta actuación está basada en la experiencia histórica, tanto antigua, como presente: no existe lo que no se conoce. El Sistema se encargará de silenciar, por los medios de que dispone, que son muchos y muy poderosos, a todos aquellos que se le opongan.

Cualquiera que tenga dos dedos de frente se rebelará, en principio, contra esta tontería supina y sin sentido (como no podría ser de otra manera), pero al final una gran mayoría acabará claudicando, porque no tienen la cultura suficiente, ya que no la han recibido, y no están acostumbrados a pensar. 

Recordemos el viejo dicho de "donde va Vicente, ahí va la gente". De manera que, con el paso del tiempo, y más bien poco tiempo, a base de mentiras repetidas una y otra vez, en todos los medios, sin descanso, se conseguirá que, sin que haya derramamiento de sangre, el número de personas que se adapte al nuevo lenguaje será cada vez mayor ... y el conjunto de la nación pasará a llamar a las cosas por un nombre distinto al que les corresponde. 


¿Tan importante es ésto? ... Pues sí lo es. De hecho, llevamos ya bastante tiempo utilizando ese nuevo lenguaje; aunque irán surgiendo nuevos términos, poco a poco, que se impondrán de modo obligatorio y totalitario a todos los ciudadanos, comenzando -como digo- por los niños pequeños, que no recibirán otro tipo de educación que ésta: un auténtico "adoctrinamiento", en todo regla, que no busca el bien común de la gente sino sólo el sometimiento de todos los ciudadanos a una única forma de pensar, no importando si es o no verdad lo que aprenden ... Eso de la verdad será algo irrelevante.


Sagaces como son, venderán su producto como propio de la era moderna, inculcándole a la gente, un día sí y otro también, que estamos en un proceso de avance y que es preciso seguir "progresando" en el camino comenzado; y no retroceder para no quedarnos en la retaguardia, con respecto al resto de naciones: un sofisma, que no resiste al análisis, y que está hábilmente trabajado al objeto de persuadir a la gente para que ésta piense lo que ellos quieren que piense. Y por desgracia, esta gente que ha sido educada, durante tantos años, para no pensar ni tener espíritu crítico ... acostumbrada, como está, a que sean otros los que decidan y los que piensen por ellos, caerá atrapada como moscas en la miel.
(Continuará)