Los verdaderos pobres, los pobres según el Evangelio, son ignorados, en el mejor de los casos, cuando no perseguidos abiertamente: "Todos los que quieran vivir piadosamente en Cristo Jesús sufrirán persecución" (2 Tim 3, 12). La pobreza cristiana es una virtud expresiva del máximo amor posible. Y así lo dice san Pablo: "Nuestro Señor Jesucristo, siendo rico, se hizo pobre por vosotros, para que vosotros os enriqueciérais con su pobreza" (2 Cor 8,9).
Pobre es aquel que lo deja todo por amor a Jesucristo, el que renuncia a todo, incluso a su propia vida, pues sabe que "sólo una cosa es necesaria" (Lc 10, 42). Estos son los pobres a los que Jesús se refiere cuando dice en el Sermón de la montaña : "Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos" (Mt 5, 3). Y a ellos se refiere también cuando exclama: "Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la Tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y prudentes y las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así te ha parecido bien" (Mt 11, 25-26).
El pobre según el Evangelio, el que vive la pobreza cristiana, no es ningún miserable. Es pobre porque está dispuesto a ofrecer todas las cosas y a renunciar a ellas, e incluso a su propia vida, si tal es la voluntad de Jesucristo con relación a él. De este modo no desprecia nada sino que da a todas las cosas su auténtico valor. Y como san Pablo, "todo lo estima como pérdida y lo considera como basura ante el sublime conocimiento de Cristo Jesús" (Fil 3, 8).
Para eso vino, precisamente, Jesús: para "evangelizar a los pobres" (Lc 18), pues sólo éstos son los que reciben su Mensaje. O, lo que es igual, quien no recibe el mensaje de Jesús no es pobre, tal y como se entiende la pobreza en el Evangelio. La pobreza cristiana es una de las mayores gracias que Dios concede a quien lo ama de veras; en la pobreza se revela la autenticidad del amor que se dice tener, pues el que ama lo da todo a la persona amada y se queda sin nada. Toda la razón de ser de su vida, lo único que da sentido a su vida, es estar con Aquél a quien ama, por encima de todo, y por quien se siente, a su vez, amado. Pobreza cristiana, Amor evangélico, Alegría perfecta, ..., conforman un todo que sólo se conoce bien cuando se experimenta.
Nada que ver con la pobreza marxista, que es la que todo el mundo entiende como pobreza y que, desde luego, no trae consigo la alegría ni nada que se le parezca, sino sólo miseria de todo tipo (económico, social, personal, ...), tristeza, depresión y desesperación.
La pobreza marxista se basa en el odio y en la lucha de clases y lleva a la miseria más inhumana, como puede verse que ocurre en todos aquellos países gobernados por regímenes comunista, en los que el hombre es un mero instrumento y pierde todo su valor como persona, siendo reducido al papel de robot.
Y son, precisamente, aquéllos que tanto hablan de "pobreza" y de "opción preferencial por los pobres" los que se han enriquecido a costa del trabajo de esos pobres a los que "dicen" defender, hipócritamente: nada más lejos de la realidad. Sin ir más lejos, ahí tenemos a Fidel Castro, que introdujo en Cuba el régimen marxista, desde el 1 de enero de 1959: Cuba ya no es la que era. Fidel posee una de las mayores fortunas del mundo, mientras la población cubana se encuentra en la miseria. ¿Donde queda la preocupación por los pobres? Y si nos fijamos en Venezuela, se está llegando a unos niveles de miseria tales que se dice que no van a tener ni siquiera para papel higiénico en el mes de Julio.
Todos los regímenes marxistas, basados en la mentira sobre el ser humano, y tomando como base de actuación el odio y la lucha de clases, han conducido siempre -y esto es historia comprobada- a la más tremenda de las miserias y a la alienación completa de las personas.
No son estos pobrecillos, que viven en la miseria, aquellos a los que se refiere el Evangelio, cuyo mensaje es de amor y de alegría auténtica, hecho realidad en los santos, que son los que han salvado a la Iglesia en los momentos más críticos de su historia. La pobreza cristiana no es la pobreza marxista. La primera rebosa amor, libertad y progreso. La segunda odio, esclavitud y miseria.
Padre Alfonso Gálvez |
A continuación coloco un enlace a un trozo de homilía del padre Alfonso Gálvez, de 9:45 min de duración, en donde habla, precisamente, de este tema tan importante de la pobreza cristiana que no debe confundirse jamás con la pobreza marxista. No tienen nada que ver la una con la otra. Se puede escuchar el audio pinchando aquí. Merece la pena porque, entre otras razones, además del aprendizaje que conlleva la escucha de estas palabras del padre Alfonso, se nota que le salen del corazón, un corazón muy unido al de Jesucristo(1). Y por eso llegan también a nuestro corazón y podemos entenderlas. Rezuman verdadera sabiduría y un inmenso amor a la Iglesia Católica; y van dirigidas a todos los cristianos de buena voluntad.
(1) Puedo dar fe de ello porque lo conozco desde que yo era un niño de 12 años ... y sé muy bien lo que digo.
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(1) Puedo dar fe de ello porque lo conozco desde que yo era un niño de 12 años ... y sé muy bien lo que digo.