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jueves, 6 de agosto de 2015

Divorciados pero no excomulgados: el Sínodo de la Familia se convierte en el Sínodo de la confusión (Eulogio López)




Un nuevo artículo sobre lo mismo: el tema de los divorciados vueltos a casar, esta vez de Eulogio López, director de Hispanidad. Éste es el enlace al original. Y vuelvo a copiar aquí el contenido, porque da gusto oír a personas que siguen llamando "al pan, pan; y al vino, vino"

Divorciados pero no excomulgados: el Sínodo de la Familia se convierte en el Sínodo de la confusión
  • La comunión de los divorciados con segunda ronda es un sacrilegio, con excomunión o sin ella.
  • La misericordia consiste en odiar el pecado y amar al pecador, no al revés.
  • Cuando el Magisterio de la Iglesia precisa de un hermeneuta es que algo falla.
  • El arrejuntado empeñado en comulgar es como Enrique VIII: el soberbio que no está dispuesto a aceptar que él haga algo mal.
Quien aborta queda excomulgado, pero basta con que se confiese para que vuelva al estado de gracia y pueda comulgar. El problema del divorciado y arrejuntado es distinto. Es la diferencia entre estar y ser. La que aborta pecó -terrible pecado-, pero el que vive en una situación irregular está pecando, mismamente ahora mismo. ¿Que esta situación es muy habitual? Sí, como el pecado mismo: habitualísimo a lo largo de toda la historia de la humanidad.
Se ha armado buena con las palabras del papa Francisco, que en titular se recogen así: “El divorciado no está excomulgado, forma parte de la Iglesia”.
A partir de ahí empieza la hermenéutica del papa Francisco (no olvidemos que Su Santidad es porteño) y lo que implica la hermenéutica de quinta derivada.
Los hermeneutas piden que se lea toda la intervención del Francisco, y hacen muy bien. En el Nuevo Orden Mundial (NOM), vulgo progresía modernista, uno de los mayores divertimentos consiste en retorcer las palabras del Papa hasta hacerle decir lo que no quería decir.
Ahora bien, no olviden la regla de oro: si los medios manipulan una vez tu mensaje la culpa la tienen los medios. Si la manipulan dos, la culpa puede estar repartida entre manipulado y manipulador. Si te manipulan una tercera…
Además, las consecuencias y pormenores de la pena de excomunión las dejo para los especialistas en canónico. Una de mis grandes ventajas como católico es que nunca he creído mucho en el Derecho Canónico.
Pero sí creo en que la Iglesia vive de la Eucaristía y en que nada es más grave que el sacrilegio. Comulgar en pecado mortal es un “un horrible sacrilegio”.
En cualquier caso, a lo que estamos, Manuela, que se nos va la tarde. Para comulgar bien son necesarias tres cosas y la primera seguirá siendo necesaria hasta el fin de los tiempos: estar en gracia de Dios. También, no haber comido una hora antes de comulgar y saber a Quién se recibe.
El arrejuntado no es un apóstata. Está dentro de la Iglesia, ciertamente, pero no puede comulgar porque no está en gracias de Dios: cometería un sacrilegio.
Ciertamente, si tiene hijos con su segunda naranja (que no es la otra mitad de la media naranja sino que suele se ser un melón) no puede abandonar a los niños nacidos de su segunda convivencia. Tendrá que vivir “como hermano y hermana” con la neoparienta, que es algo que se presta a la retranca española pero que no debe resultar tan sencillo, sobre todo, si la segunda no es melón sino pera limonera y frondosa. Y no sólo tiene que vivir como hermano y hermana sino hacerlo patente para no dar escándalo. Tarea costosa a fe mía.
Más aclaraciones (al parecer, vivimos el Papado de las aclaraciones permanentes):
1. Acoger al divorciado y arrejuntado. Naturalmente que sí. Soy periodista y si no practicara esa obra de misericordia me temo que no tendría amigos en la profesión. Otra vez lo de San Agustín: odiar el pecado, amar al pecador. Una norma espiritual y una norma de vida: odiar la enfermedad y amar al enfermo, odiar la pobreza y amar al pobre, odiar la ignorancia y amar al ignorante, etc., etc., etc.
2. Las declaraciones del Papa Francisco llegan en vísperas de la segunda parte del temible Sínodo sobre la Familia, convertido ya en el Sínodo de la confusión. Volvemos al genial ensayo de Jacinto Choza tituladoElogio de los grandes sinvergüenzas, dentro del volumen “La supresión del pudor y otros ensayos”. Felipe IIera un mujeriego, pero no exigía que la Iglesia cambiara su doctrina para justificar sus revueltos de sábanas.Enrique VII sí, porque Felipe II era impuro pero Enrique VII era impuro y algo peor: soberbia.
Y el peligro de ser misericordioso con la soberbia (que no con el soberbio, distingamos entre la doctrina y la persona) es que si hay algo que la soberbia no acepta es precisamente la misericordia. Lo considera un insulto.
3. A la postre, la pregunta es: ¿qué es peor estar excomulgado o ser un sacrílego? Y una segunda: ¿no estar excomulgado significa poder acceder a la Eucaristía? No, por supuesto.
Sí, ya sé que el Papa Francisco no ha dicho eso, pero me temo que muchos quieren entender eso y han entendido eso.
Pero, a todo esto, ¿de qué estamos hablando realmente? Estamos hablando de un señor, el arrejuntado, al que le ha importado un bledo romper con la doctrina de la Iglesia pero que, eso sí, exige acceder a la Comunión. Y si no cree en la doctrina de la Iglesia, ergo no cree que en el trozo de pan consagrado está el mismísimo Dios, ¿para qué puñetas da la tabarra con la comunión? Porque es Enrique VIII. El soberbio que no está dispuesto a aceptar que él haga algo mal.
El Sínodo de la Familia, primera parte, se convirtió en el Sínodo de la confusión. Y mucho me temo que la segunda parte, es, como la canción infantil, “mucho más interesante”.
Eulogio López

"Los divorciados vueltos a casar no están excomulgados" (Alejandro Villarreal)


Las palabras que dan título a este Blog, es decir: "Los divorciados vueltos a casar no están excomulgados" son del papa Francisco. El artículo que viene a continuación está escrito por Alejandro Villarreal. Puede leerse el original haciendo clic aquí. Me ha parecido interesante y por eso lo publico en este blog (añadiendo algunos enlaces que pueden completarlo).

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El papa Francisco ha vuelto a hablar sobre los “divorciados que se han casado de nuevo” (...). En esta ocasión ha repetido una frase que ya se le había escuchado antes:


Las personas divorciadas vueltas a casar “no están excomulgadas”, y no deben ser tratadas como tales, pues “ellas forman parte siempre de la Iglesia”

“En efecto, estas personas no son en efecto excomulgadas, no están excomulgados, y no van absolutamente tratadas como tales: ellas forman parte siempre de la Iglesia”
( Fuente: Aciprensa)

[Nota: En la audiencia general de los miércoles de ayer, 5 de agosto de 2015, se pueden leer cuáles  fueron, exactamente, sus
palabras. Hacer clic aquí]

Cualquier católico medianamente instruido sabe que los mal llamados divorciados (el divorcio no existe o no está reconocido entre los católicos) no necesariamente caen en excomunión. En general, quien incurre en excomunión es aquel que niega alguna verdad de Fe, pero no es necesario que alguien se “divorcie” negando, por ejemplo, que el matrimonio no sea un sacramento o que éste sea indisoluble. Quizás lo haga sabiendo que comete un pecado mortal y, temerariamente, se entrampe en esa situación. 

Lo que es innegable es que quien habiendo contraído matrimonio lícito en la Iglesia católica abandona a su cónyuge, ya sea de común acuerdo o no, y se junta con otra persona, comete un pecado mortal.

De esta manera, no es posible aconsejar que se le otorgue la comunión a alguien que viva en dichas circunstancias, no porque esté excomulgado sino porque está en pecado mortal, un pecado que no podrá borrarse sino cuando se recurra a la confesión y se haga firme propósito de enmienda. 

Sobre la segunda afirmación, que alude a ser miembro de la Iglesia, habría que distinguir entre los miembros vivos y los miembros muertos de la Iglesia. El Catecismo Mayor del gran pontífice católico San Pío X dice lo siguiente:

167.- ¿Basta para salvarse ser, como quiera, miembro de la Iglesia Católica? 

– No, señor; no basta para salvarse ser, como quiera, miembro de la Iglesia Católica, sino que es necesario ser miembro vivo.

168.- ¿Cuáles son los miembros vivos de la Iglesia? 

– Los miembros vivos de la Iglesia son todos y solamente los justos; a saber, los que están actualmente en gracia de Dios.

169.- ¿Y cuales son los miembros muertos? 

– Miembros muertos de la Iglesia son los fieles que se hallan en pecado mortal.

Entonces, podríamos decir que las afirmaciones de Francisco no son incorrectas, aunque con muchísimas salvedades y puntualizaciones, que brillan por su ausencia y, por lo tanto, es muy probable que puedan malinterpretarse, dando falsas esperanzas a quienes se encuentren en la situación de ser “divorciados vueltos a casar”.

Pues bien: podrían ser miembros de la Iglesia, pero serán siempre miembros muertos, que han perdido la gracia y que no podrán aspirar a salvar su alma si no rectifican su situación. Es de hacer notar que las salvedades y puntualizaciones es ya habitual que nunca se hagan y, por lo tanto, ese escenario de la malinterpretación siempre sea probable.

Esto nos lleva a preguntarnos: ¿Qué significan las palabras del papa Francisco? o ¿cómo podrían intepretarse? Estas afirmaciones nos llevan, al menos, a dos situaciones probables:
  1. Quienes las escuchan saben que su situación no es producto de haber negado ninguna verdad de Fe católica y, por lo tanto, no caen en excomunión, pero saben que viven en pecado mortal, y saben que, aunque son miembros de la Iglesia, son miembros muertos y, por lo tanto, no podrán comulgar hasta que confiesen sus pecados y hagan firme propósito de enmienda (comulgar en esas condiciones sólo atraerá su propia condenación como nos advierten las graves palabras de San Pablo: “Quien come el Cuerpo de Cristo indignamente, come su propia condenación” -1Cor. XI,27-) ... lo que incluirá el vivir en castidad, si es que no se tiene voluntad para volver con su esposa legítima a los ojos de Dios y rehacer la vida conyugal y, por supuesto, encargarse íntegramente de los hijos que haya procreado, legítimos e ilegítimos (e incluso de su o sus concubinas como podrían exigir las leyes civiles al respecto). En todo caso, el rectificar esta situación anómala será siempre conveniente hacerlo con el consejo de un buen director espiritual, un sacerdote que tenga bien clara la doctrina de la Iglesia y que no le dé falsas esperanzas.
  2. Quienes escuchan estas palabras malinterpretan que como el papa ha dicho que no están excomulgados, entonces pueden comulgar, ya que también ha dicho que son “miembros de la Iglesia”, y quizás malinterpreten que no sea necesario ningún trámite intermedio como sería la confesión y que tampoco exigiría ningún cambio en su vida. Quizás algunos lleguen al extremo de malinterpretar que puedan abandonar a su primera, segunda, tercera, etc., concubina (o concubino, con sus respectivos hijos) sin que esto les represente ningún cargo de conciencia, ya que ahora deben ser acogidos amorosamente dentro de la Iglesia.
Al menos éstos son los dos escenarios que yo puedo imaginar; y en el caso del primer escenario es casi improbable que se llegue a la conciencia de estar en pecado mortal sin la ayuda de un buen sacerdote o de tener a alguien cercano que, con verdadera caridad, le abra los ojos a los mal llamados “divorciados” vueltos a casar. El decirles a estas personas sobre la gravedad de su situación es el verdadero acto de amor al prójimo y no los simples actos exteriores que los hagan sentir bien en su pecado.

Entender estas palabras de otra manera sería entender el Sacramento del Matrimonio de forma diferente a como la Iglesia lo ha hecho en todo tiempo y lugar; y eso sí sería negar una verdad de Fe. Sería contribuir a la protestantización de la Iglesia que ha estado tan de moda entre los modernistas desde hace al menos 50 años; pues los grupos que han abandonado la seguridad doctrinal de la Iglesia no reconocen al matrimonio como un sacramento y, por lo tanto, es objeto de veleidades humanas, como el divorcio.

Finalmente, éstos son algunos cánones del Concilio de Trento, respecto al Sacramento del Matrimonio, que conviene recordar y cuya negación sí amerita la excomunión:

CAN. I. Si alguno dijere que el Matrimonio no es verdadera y propiamente uno de los siete Sacramentos de la ley Evangélica, instituido por Cristo nuestro Señor, sino inventado por los hombres en la Iglesia; y que no confiere gracia; sea excomulgado.

CAN. II. Si alguno dijere que es lícito a los cristianos tener a un mismo tiempo muchas mujeres, y que esto no está prohibido por ninguna ley divina; sea excomulgado.

CAN. VII. Si alguno dijere que la Iglesia yerra cuando ha enseñado y enseña, según la doctrina del Evangelio y de los Apóstoles, que no se puede disolver el vínculo del matrimonio por el adulterio de uno de los dos consortes; y cuando enseña que ninguno de los dos, ni aun el inocente que no dio motivo al adulterio, puede contraer otro matrimonio viviendo el otro consorte; y que cae en fornicación el que se casare con otra, dejada la primera por adúltera, o la que, dejando al adúltero, se casare con otro; sea excomulgado.

fuente: http://www.mercaba.org/CONCILIOS/Trento11.htm

Papa Francisco: encuentro del 11 de Julio en Paraguay DIÁLOGO INTERRELIGIOSO IMPOSIBLE, AUNQUE LO DIGA EL PAPA (1/2)

(Para leer la segunda parte pinchar aquí)
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El 11 de julio de 2015 el papa Francisco tuvo un encuentro con los representantes de la sociedad civil de Paraguay, en el Estadio León Condou. El texto completo puede visualizarse pinchando aquí. Me limito aquí a hacer algún comentario acerca de algunas expresiones que utiliza el santo Padre (éstas vienen en rojo oscuro; las mías en azul).

Ahora también es verdad que el diálogo no es fácil, hay que superar muchas dificultades y a veces parece que nosotros nos empecinamos en hacer las cosas más difíciles todavía. Para que haya diálogo es necesaria una base fundamental. Una identidad. Por ejemplo, yo pienso en el diálogo interreligioso, donde representantes de las diversas religiones hablamos, nos reunimos a veces para hablar diversos puntos de vista. Pero cada uno habla desde su identidad: yo soy budista, yo soy evangélico, yo soy ortodoxo, yo soy católico, pero cada uno dice su identidad, no negocia su identidad.



[¿Qué sentido tiene un diálogo en el que lo único que se busca es saber lo que el otro piensa, cuando lo que en un verdadero diálogo es la verdad lo que debe buscarse; y no el consenso?]

La uniformidad nos anula, nos hace autómatas. La riqueza de la vida está en la diversidad por lo que el punto de partida no puede ser voy a dialogar pero aquel está equivocado. 


[Por lo visto, el punto de partida debe ser, entonces: yo estoy equivocado y estoy aquí para aprender algo del otro ... y esto es de aplicación sólo para los católicos ... ¡si son precisamente los demás quienes deben aprender la doctrina que hemos recibido de Jesús para hacerla llegar a todas las gentes! ¿O ha cambiado ahora ese mensaje?] 


No, no, no podemos presumir que el otro está equivocado 


[Según esto, la seguridad en la verdad recibida es presunción, tenemos que dudar de lo nuestro; si alguien está seguro de algo es considerado un extremista, incapaz de dialogar] 


Yo voy con lo mío y voy a escuchar qué dice el otro, en qué me enriquece el otro, en qué el otro me hace caer en la cuenta que yo estoy equivocado, y en qué cosas le puedo dar yo al otro, es un ida y vuelta, ida y vuelta pero con el corazón abierto con presunciones de que el otro está equivocado, mejor irse a casa y no intentar un diálogo.

[No hay presunción de ningún tipo porque lo que tenemos no es nuestro, sino que lo hemos recibido; hemos recibido de Dios su Palabra, que se identifica con Jesucristo, para transmitirla a los demás; y para ello debemos de estar dispuestos a jugarnos la vida, si fuera preciso ... pero ¿cómo me voy a jugar la vida por algo de cuya veracidad dudo? ¿Acaso el diálogo con los demás supone una duda continua respecto al propio ser? Eso no tiene sentido. ¡Y no se trata de convencer a los demás, en el sentido de coaccionarles, pero sí de hacer todo lo posible y lo imposible, para que todos lleguen al conocimiento de la Verdad ... ¡Y ésta sólo se encuentra en Jesucristo! Claro está: Si esto no se admite (¡y los no católicos, por definición, no lo admiten!) entonces ciertamente lo mejor es irse a casa y no intentar un diálogo ..., como dice el santo Padre, pero no por las razones que aduce para ello sino porque sería una pérdida de tiempo, en el mejor de los casos el "dialogar" con un mahometano o con un judío, por ejemplo, pues los tales odian a Cristo ... y no es ya que no lo conozcan sino que no están dispuestos tampoco a conocerlo. El "diálogo", para ellos, sólo tendría sentido, si nuestra Religión se pusiera a la par con la suya lo cual no podemos hacer, por razones obvias]

El diálogo es para el bien común [¿solamente?] y el bien común se busca desde nuestras diferencias dándole posibilidad siempre a nuevas alternativas 


[Depende: habría que matizar un poquito puesto que hay "nuevas alternativas" (expresión ambigua) que de ninguna de las maneras serían posibles para un cristiano, so pena de dejar de serlo] 


Es decir, buscar algo nuevo;  cuando hay verdadero diálogo
siempre se termina en un (permítanme la palabra, pero la digo noblemente) en un acuerdo nuevo, donde todos nos pusimos de acuerdo "en algo"

[Pero, ¿es posible llegar a un acuerdo sobre algo entre dos personas si una de ellas dice que ese algo es negro y la otra insiste en que es blanco? ¿Habría que decir, entonces, que ese algo es gris, para evitar confrontaciones? ¿Eso supondría un acercamiento a la verdad?  Porque se diga como se diga, tal modo de pensar o de actuar supone admitir que todo es relativo. Y es más: si el diálogo se repite en otro momento o entre otras personas, nos encontraríamos con que entonces tampoco sería gris sino verde ... y así hasta el fin de los tiempos: la verdad se difumina, imperando el relativismo y el historicismo. Lo que es verdad en una época de la historia es mentira en otra, etc ... ¡Si Jesucristo no hubiera venido y nos hubiera hablado! ... ¡tal vez se podría hablar en esos términos! Pero Jesús vino, y con su Venida las cosas son como Él las piensa, que es quien las ha creado, incluyéndonos a nosotros] 

¿Hay diferencias? Quedan a un costado, en la reserva, pero en ese punto en que nos pusimos de acuerdo, o en esos puntos en que nos pusimos de acuerdo, nos comprometemos y los defendemos, es un paso adelante 

[¡Por supuesto que hay diferencias! Es una pregunta cuya respuesta se conoce de antemano; pero el problema es que se trata de diferencias esenciales, que no pueden quedar a un costado, como dice el papa Francisco. No se trata de diferencias de gustos o de estilos: de ser así no habría ningún tipo de problema y el diálogo sería perfectamente posible ... ¡pero no es así!] 

Esa es la cultura del encuentro. 



[¿Del "encuentro"? ¿De qué "encuentro"? ¿Qué es lo que se puede encontrar ahí? Porque si algo está claro -o debe de estarlo- es que lo que todos deseamos encontrar (lo sepamos y no), y lo único que puede darnos la felicidad -y esto no es discutible- es el propio Jesucristo, entendido como lo que es: verdadero Dios y como verdadero hombre. Para desgracia del pueblo cristiano y de toda la humanidad, en verdad, esto no se predica y muchos de los que se dicen católicos lo desconocen. ¿Cómo es posible que nos atrevamos a decir que al avergonzarnos de Jesús, renegando de nuestra fe, entonces podemos encontrarnos con los demás? Eso no tiene ni pies ni cabeza, por no utilizar palabras mayores: ¡ Es en Jesús, y sólo en Jesús, donde el encuentro es posible! ... Si sobre esto tenemos alguna duda, es señal clara e inequícoca de que nuestra fe está por los suelos y necesitamos urgentemente del Señor, o estamos perdidos] 

No le tenemos que temer, no tenemos que ignorar el conflicto, por el contrario somos invitados a asumir el conflicto. Si no asumimos el conflicto, si no asumimos el conflicto nos va a dar dolor de cabeza. Que vaya con su idea a su casa y yo me quedo con la mía. No podemos dialogar nunca. 

[Una cosa es asumir el conflicto, que lo hay; y otra es el diálogo. No debemos confundir los términos. Si hablamos con propiedad y si las palabras significan realmente algo, es preciso, entonces, partir del hecho de que la verdad existe ... y que, además, se puede conocer. El católico, por pura gracia, posee esa verdad: ¡esto es muy importante ... y no es ninguna presunción ni somos, por ello, mejores que los demás! ... Al contrario, es una pesada carga la que Jesús nos ha impuesto a los católicos: "Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura" (Mc 16, 15)  Y san Pablo:  "¡Ay de mí si no evangelizara!"  (1 Cor 9, 16). No, "no es algo que nos guste",  "no es algo de lo que podamos presumir". Se trata de algo que hemos recibido y que tenemos la obligación de transmitir a los demás, so pena de traicionar a Jesucristo y de perder nuestra verdadera vida, la cual se encuentra junto a Jesús y sólo en Él. Y es ese "estar con Jesús" lo único que hace esta carga no sólo soportable sino incluso amable: "Tomad sobre vosotros mi yugo y aprended de Mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Pues mi yugo es suave y mi carga ligera" (Mt 11, 29-30) 

Cuando se está seguro de estar en la Verdad, no por nosotros mismos ni por nuestros méritos personales, sino por la gracia de la fe que Dios nos ha concedido ...  una seguridad que, como digo,  proviene directamente de Dios encarnado en la Persona de su Hijo, Jesucristo nuestro Señor, ... , nuestra misión como cristianos no es la de "dialogar", en el sentido en el que el mundo entiende esta palabras, sino la de llevar a la gente al Señor, que es el único modo que tienen de ser verdaderamente felices. No hay otro camino:  "Yo soy el camino" (Jn 14, 6), decía Jesús. Y san Pablo, hablando de Jesucristo: "Ningún otro Nombre hay bajo el cielo, dado a los hombres, por el que podamos salvarnos" (Hech 4, 12) 


Esto es algo que ni siquiera podemos, ni siquiera deberíamos plantearnos, si tuviésemos fe, porque las palabras de Jesús son Espíritu y son Vida (cfr Jn 6, 63), son intemporales; están dichas para todo momento y lugar. Su actualidad es hoy aún mayor, si cabe, que cuando fueron pronunciadas, dado que "Jesucristo es el mismo ayer y hoy y lo será siempre" (Heb 13, 8).  


De manera que si la persona con la que se "dialoga" no quiere ni oír hablar de esta realidad, que es la que define a un católico y le hace ser lo que es ... desde luego es imposible llegar a ningún tipo de acuerdo ... Para ello sería necesario un milagro, pero no es ese el camino ordinario de actuar de Dios ... Y aunque podría hacerlo y alguna vez lo ha hecho, siendo el caso más claro y conocido el de la conversión "extraordinaria" de san Pablo (cfr Hech 9, 1-19),  Dios no suele proceder así normalmente; y con esto debemos contar]

(Continuará)