Luego de haber visto el escandaloso video del Sumo Pontífice, y junto con el video innumerables actitudes suyas que más que confirmar en la fe hacen dudar a los católicos, no puedo dejar de pensar en este famoso texto del sacerdote argentino p. Meinvielle:
«Como se hayan de cumplir, en esta edad cabalística, las promesas de asistencia del Divino Espíritu a la Iglesia y cómo se haya de verificar el portae inferi non prevalebunt, las puertas del infierno no han de prevalecer, no cabe en la mente humana. Pero así como la Iglesia comenzó siendo una semilla pequeñísima (Mt 13, 32) y se hizo árbol y árbol frondoso, así puede reducirse en su frondosidad y tener una realidad mucho más modesta. Sabemos que el mysterium iniquitatis ya está obrando (2 Tes 2, 7); pero no sabemos los límites de su poder. Sin embargo, no hay dificultad en admitir que la Iglesia de la publicidad pueda ser ganada por el enemigo y convertirse de Iglesia Católica en Iglesia gnóstica. Puede haber dos Iglesias, con obispos, sacerdotes y teólogos publicitados, y aun con un Pontífice de actitudes ambiguas; y otra, Iglesia del silencio, con un Papa fiel a Jesucristo en su enseñanza y con algunos sacerdotes, obispos y fieles que le sean adictos, esparcidos como “pusillus grex” por toda la tierra. Esta segunda sería la Iglesia de las promesas, y no aquella primera, que pudiera defeccionar. Un mismo Papa presidiría ambas Iglesias, que aparente y exteriormente no sería sino una. El Papa, con sus actitudes ambiguas, daría pie para mantener el equívoco. Porque, por una parte, profesando una doctrina intachable sería cabeza de la Iglesia de las Promesas. Por otra parte, produciendo hechos equívocos y aun reprobables, aparecería como alentando la subversión y manteniendo la Iglesia gnóstica de la Publicidad.»
Meinvielle, De la cábala al progresismo, Editorial Calchaquí, 1970, Salta, p. 461 – 462.
Aunque algunos tildaron esta afirmación de falsa eclesiología y de incluso de “síntoma de arrogancia”, la verdad es que estas palabras, escritas en 1970, fueron proféticas.
Lo primero que debe observarse es que esta actitud de confusión no ha comenzado con Francisco, sino que viene desde hace muchos años. Este video no lo podría haber realizado el Sumo Pontífice reinante si no hubiese existido el Asís I y el II bajo el pontificado de Juan Pablo II y el Asís III bajo Benedicto XVI, donde ya se había colocado a la religión verdadera al lado de cualquier esperpento, bajo la capa de “pluralismo religioso”.
Tampoco este video podría haberse realizado si la Iglesia hubiese actuado con rapidez frente a los errores, por ejemplo, de Karl Rahner, en donde desalentaba la predicación misionera como consecuencia de aplicar su famoso “cristianismo anónimo”, por querer conciliar la doctrina tradicional con la filosofía contemporánea (Kant – Hegel – Heidegger). Y Rahner no está condenado, ni por Juan XXIII, ni por el Pablo VI, ni por Juan Pablo II, ni por Benedicto XVI. No sólo no está condenado, sino que sus discípulos fueron promovidos por los supuestos Papas santos anteriormente nombrados a las principales cátedras universitarias y a las principales sedes episcopales del mundo.
Por lo tanto, el Papa Francisco es el último colofón de un estado de descomposición de la Iglesia jerárquica que no ha comenzado hoy, sino que ahora se nota más palmariamente.
A pesar de todo, el Papa no puede defeccionar en la doctrina, esto es, en el anuncio de la verdad católica en los documentos magisteriales (por ejemplo, la encíclica Lumen Fidei, no la exhortación apostólica Evangelii Gaudium, que es un discurso parenético, y que no creo que se lo pueda considerar parte del Magisterio).
Sólo con sus hechos, esto es, con sus videos, con su modo de gobierno (por ejemplo, al desdibujar la indisolubilidad del matrimonio con el Motu Proprio Mitis Iudex) e incluso con sus gestos y palabras equívocos puede alentar la subversión. Esto es lo que está definido en el Concilio Vaticano por inspiración divina, y no por falsa hidrocefalia. El mito a desmontar es la impecabilidad de los Sumos Pontífices, y su canonización inmediata. O darle a su palabra más autoridad de la que tiene, como el darle a su palabra sobre el cambio climático en la encíclica Laudato Sì la misma autoridad que al juicio moral sobre el aborto, o al parangonarla con la histórica encíclica Rerum Novarum, de León XIII…
Aun así, los Papas nombrados no han errado en materia doctrinal, esto es, cuando han hablado como Sumo Pontífice, en materia de fe y moral, con intención de definir, y para toda la Iglesia. No han cometido herejía, que es lo que no pueden. Pero no sólo se ataca la fe cometiendo herejías.
Nosotros debemos seguir perteneciendo a la Iglesia de las promesas, las que realizó Jesucristo y los Apóstoles, y no Rahner, Francisco o los modernistas. Debemos seguir rezando y haciendo penitencia por la confusión que están generando los malos Pastores. Y debemos seguir gritando como en el desierto, como san Juan Bautista. ¡Es imposible permanecer callados! De otro modo, nuestro silencio ya se transformaría en complicidad.
Nosotros debemos seguir perteneciendo a la Iglesia de las promesas, las que realizó Jesucristo y los Apóstoles, y no Rahner, Francisco o los modernistas. Debemos seguir rezando y haciendo penitencia por la confusión que están generando los malos Pastores. Y debemos seguir gritando como en el desierto, como san Juan Bautista. ¡Es imposible permanecer callados! De otro modo, nuestro silencio ya se transformaría en complicidad.
Fr. Esteban Kriegerisch, op.