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miércoles, 17 de febrero de 2016

Ada Colau está dolida consigo misma: todavía no puede fusilar católicos ni quemar iglesias (Eulogio López)


Hay gente que tiene conciencia, gente que tiene estómago y gente que carece de ambos. La blasfemia en un acto presidido por la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau (en la imagen), donde se hizo una blasfemia elegante, originalísima y lírica del Padre Nuestro (“santificado sea tu coño”) pertenece al tercer grupo, porque a cualquiera que no tuviera ni fe ni conciencia, pero sí estómago, un hecho así le produciría arcadas.

No les voy a decir a qué grupo pertenece esa alcaldesa de mirada perdida, un pelín, sólo un pelín, desequilibrada, llamada Ada Colau, pero sí que finalizado el acto no dejó de felicitar a las valientes que habían dado un paso al frente.

Mientras, el representante de ERC, Alfred Bosch, aseguraba que lo importante es la libertad de expresión, que es lo mismo que nosotros diremos cuando mentemos a la señora madre del señor Bosch: libertad de expresión.

Y ni una palabra por parte del jefe de filas de Colau, señor Iglesias, quien horas antes volvía a insultar a la Virgen María para intentar ridiculizar al ministro Jorge Fernández.

Porque lo peor no es la blasfemia de Barcelona ni la cretinada de Madrid: lo peor es que nadie se atreve a levantar la voz ante la majadera de Colau o ante el miserable de Pablo Iglesias. Lo peor es que nadie reacciona. Sobre todo, sus propios correligionarios, que son los únicos a los que tienen miedo personajetes como la Colau. La pobre está muy preocupada: todavía no puede fusilar curas ni quemar iglesias. La lentitud del proceso le exaspera.

Eulogio López
eulogio@hispanidad.com