Introduzco primero un vídeo de 1:04 minutos de duración en el que aparece el papa Francisco contestando algunas preguntas que le hacen niños de diferentes países.
A continuación un comentario de Fray Gerundio con relación a dicho libro:
Estos días sale a la luz el ya famoso libro de las respuestas del Papa, ante las preguntas escogidas de muchos niños de todo el mundo. Me río yo de los peces de colores. Esas preguntas de niños han sido elaboradas por sus mayores, han sido escogidas por los pelotilleros curiales y han sido respondidas, mucho antes de conocer las preguntas. Dicen que soy muy mal pensado, pero no me resisto a creer que muchas de las cuestiones han sido aprovechadas para meter de matute unas respuestas previamente pensadas. Primero contesto, después pregunto.
Me imagino a los arquitectos del libro conversando: ¿Aprovechamos para meter alguna cosita sobre la Misa Tradicional? ¿Cómo lo hacemos? -Ya está: un niño le pregunta al Papa si él era monaguillo y Francisco -que para esto no necesita asesores- contesta pegando un garrotazo vil de desprecio por esta Misa.
Y es así como en un libro de preguntas insulsas, con contestaciones geniales, aparece de repente, por arte de birlibirloque, un gesto más del Sumo Pontífice que, en ese momento, entra en proceso psicoanalítico y rememora su infancia, haciendo ver que el pobre niño Bergoglio lo pasaba fatal en esa misa, porque hay que tener en cuenta que: era muy aburrida, no entendían nada, el cura estaba de espaldas, el libro pesaba mucho y había que cambiarlo de sitio.
Estimado Alessio: Sí, yo era monaguillo. ¿Y tú? ¿Qué puesto ocupas entre los monaguillos del altar? Es más fácil ahora, ya sabes. Es posible que sepas que, cuando yo era un niño, se celebraba la Misa de forma diferente. En aquel entonces el cura miraba hacia el altar, que estaba junto a la pared, y no miraba hacia las personas. El libro con el que decía la Misa, el misal, se colocaba en el lado derecho del altar pero, antes de la lectura del Evangelio, se lo tenía que trasladar hacia el lado izquierdo. Ése era mi trabajo: llevarlo de derecha a izquierda. ¡Era agotador! ¡El libro era pesado! Lo tomaba con toda mi energía, pero yo no era tan fuerte. Una vez lo tomé y se cayó al suelo, por lo que el sacerdote tuvo que ayudarme. ¡Vaya trabajo que hice! La Misa tampoco era en italiano. El cura hablaba pero yo no entendía nada y tampoco lo entendían mis amigos. Así que, para divertirnos, nos gustaba hacer imitaciones del cura, alterando un poco las palabras para componer extraños dichos en español. Nos divertíamos y realmente disfrutábamos de servir en las Misas.
Parece que el niño Bergoglio era muy poco piadoso porque yo he conocido en mi infancia a muchos niños que estaban deseando ayudar a Misa. Y que comprendían el encanto de la Misa: habían sido educados en la belleza de la Misa y se sentían orgullosos de ser monaguillos. No se dedicaban a divertirse ni a imitar al cura. Al niño argentino le encantaba bailar, pero se aburría en Misa. Qué bien.
Fray Gerundio