(...) [Así ocurre también] con el concepto de Iglesia, por ejemplo. La Iglesia ha sostenido durante veinte siglos, sin la menor vacilación, que Jesucristo fundó una sola Iglesia, la cual es precisamente la Católica: Credo... in Unam Sanctam Catholicam et Apostolicam Ecclesiam. El último Documento Magisterial al respecto, anterior al Concilio Vaticano II, es la Encíclica de Pío XII Mystici Corporis (1943) en la que el Papa dice, expresamente, después de insistir en que la Iglesia es un Cuerpo y es Única, que la Iglesia de Cristo ``es'' la Iglesia de Roma. Sin embargo, el Concilio Vaticano II (Lumen Gentium, Capítulo I, n. 8, b) introduce el importante cambio de sustituir el verbo es por la expresión subsiste en. Según lo cual [se dice que] la Iglesia de Cristo "subsiste en" la Iglesia Católica. Lo que indudablemente la priva de su condición de Única, dando entrada así a las otras religiones a las que repetidamente se las reconoce también como válidos instrumentos de salvación. Fue precisamente el Cardenal Ratzinger el principal artífice de este cambio.
(...) Que no se trata de una interpretación arbitraria por nuestra parte lo prueba el hecho de los Encuentros de Asís, en los que se concedió paridad a todas las religiones, incluidas las de aquéllos que no profesan culto a Dios alguno. En los altares de la Patria del Serafín de Asís fueron entronizados por igual los cultos cristianos, judíos, musulmanes, brahmanistas, hinduístas; y hasta las prácticas de los brujos africanos y la magia negra de los vudús. Queda disipada cualquier duda cuando se considera que en las Encíclicas del Papa Juan Pablo II (especialmente las tres primeras, por él llamadas Trinitarias), se reconoce el legítimo valor de salvación de todas las religiones. Un Magisterio que, en último término, vino a acabar definitivamente con la actividad misionera de la Iglesia, puesto que las Encíclicas de Juan Pablo II también defienden la teoría del cristianismo anónimo y de la salvación universal de todos los hombres, sin excepción.
Por su parte, el Papa Pío XII (en su Encíclica Humani Generis, 1950) condenó expresamente la teoría de Henri de Lubac, según la cual la gracia es debida a la naturaleza humana, así como las doctrinas de la evolución creadora de Teilhard de Chardin. Los cuales personajes fueron rehabilitados después por los Papas Juan XXIII y Juan Pablo II (de Lubac fue elevado a la categoría de Cardenal).
(...) En una de sus homilías, hoy olvidadas, el Papa Benedicto XVI proclamó que cuando hablamos del Cielo no aludimos a un lugar determinado: "No nos referimos a un lugar cualquiera del universo, como a una estrella o algo parecido", decía. Para continuar insistiendo en que "con ese término queremos afirmar que Dios tiene un lugar para nosotros". Para explicar lo cual se valía el Papa del recuerdo cariñoso que de un fallecido conservan en el corazón sus seres queridos.
Es absolutamente cierto que el término lugar no puede ser entendido, cuando se refiere a la vida eterna, en el mismo sentido que se le atribuye en ésta. Aunque de todos modos habrá de tener un significado real. ¿Dónde, si no, se encuentran ahora los cuerpos humanos de Jesucristo y de la Virgen María? Por otra parte, la resurrección de los cuerpos es un dogma de Fe, de manera que su situación en la vida eterna no se puede reducir a la condición de un mero estado o de un recuerdo en la mente de alguien (aunque ese alguien sea Dios).
Ni podemos olvidar tampoco las palabras del mismo Jesucristo: "En la casa de mi Padre hay muchas moradas. De lo contrario, ¿os hubiera dicho que voy a prepararos un lugar? Cuando me haya marchado y os haya preparado un lugar, de nuevo vendré y os llevaré junto a mí, para que donde yo estoy, estéis también vosotros" (Jn 14: 2-3). Así pues, ¿qué querría decir el Maestro con dichas palabras...?
De ahí el grupo de católicos, llamados en la actualidad a vivir en una época de vicisitudes y contradicciones, que desean vivir en paz según la Doctrina en la que fueron bautizados y conforme al Evangelio que la Iglesia les había enseñado desde siempre, [deben de tener en cuenta lo que decía el apóstol san Pablo, con relación al Evangelio]: " ... no es que haya otro, sino que hay algunos que os inquietan y quieren cambiar el Evangelio de Cristo. Pero aunque nosotros mismos o un ángel del cielo os anunciásemos un Evangelio diferente del que os hemos predicado ¡sea anatema!" Gálatas (1: 7--8).
(...) Sólo resta aludir a la última y más grave determinación llevada a cabo por el moderno Catolicismo: la práctica supresión del Misterio del Sacrificio Redentor tal como fue instituido por voluntad de Jesucristo en la Santa Misa.
(...) se impuso la difícil tarea de eliminar el Misterio de la Redención -la idea de la Muerte Sacrificial de Cristo en la Cruz- de la mente y del corazón de los cristianos. Cosa que no consiguió durante veinte siglos, ..., hasta que el Modernismo, al que ya se creía desaparecido, revivió en el seno de la Iglesia a partir del Concilio Vaticano II.
Fue entonces cuando lo que parecía imposible sucedió efectivamente. El concepto de la Misa como renovación del Sacrificio de Cristo -no una repetición, sino un hacerse presente aquí y ahora en toda su realidad la Muerte del Señor- se difumina hasta casi desaparecer, a fin de ser sustituido por la idea prevalente y casi única de la Misa como comida de solidaridad o fraternidad (...) El culto a Dios cedió su paso al culto al Hombre, de manera que, desde ahora, el valor sobrenatural del sufrimiento y de la muerte, la necesidad de expiar por los pecados y de compartir la Muerte del Redentor, fueron sustituidos por las modernas concepciones que encarnaban la Nueva Primavera y la Nueva Edad, que se abrían a un Mundo Nuevo convertido en la etapa final de la existencia humana. (...) Otra vez Satanás se ha sentido seguro de su Victoria y esta vez sin nadie que se lo impida.
Sin nadie que se lo impida..., hasta que llegue por fin el Supremo Juez y se haga realidad lo que estaba profetizado: el Diablo, el seductor, fue arrojado al estanque de fuego y azufre, donde están también la bestia y el falso profeta, y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos (Ap 20:10). Y aquéllos que permanecieron fieles al Señor y habían seguido viviendo de Esperanza, pese a todo, confiados en la Promesa de Aquél que había dicho que vendría de nuevo, verán colmados, por fin, los anhelos de su corazón: Y vi un cielo nuevo y una tierra nueva, pues el primer cielo y la primera tierra desaparecieron, y el mar ya no existe. Vi también la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que bajaba del cielo de parte de Dios, ataviada como una novia que se engalana para su esposo (Ap 21: 1-2 y las Puertas del Infierno no prevalecerán contra Ella (Mt 16:18)
Padre Alfonso Gálvez