El cardenal Schönborn |
Mi gran alegría ante este documento reside en el hecho de que, coherentemente, supera la artificiosa, externa y neta división entre "regular" e "irregular" y pone a todos bajo la instancia común del Evangelio, siguiendo las palabras de San Pablo: "Pues Dios encerró a todos los hombres en la rebeldía para usar con todos ellos misericordia”.(Rom 11, 32).
[Ya he hablado en mi comentario anterior acerca de la natural división entre "regular" e "irregular", aunque tal división sea considerada por Schönborn -o sea, por Francisco- como artificiosa. Y cita la Biblia para más INRI. Esto me recuerda el episodio de las tentaciones de Jesús en el desierto, cómo el Diablo usaba las mismas palabras bíblicas para engañar a Jesús. Claro que Jesús le respondía con otras citas de la Biblia mucho más claras y explícitas: "No sólo de pan vive el hombre ..." (Mt 4, 4) "No tentarás al Señor tu Dios" (Mt 4, 7)... y a la última y definitiva cuando el Diablo le mostró todos los reinos del mundo y le ofreció todo el poder y la gloria de esos reinos, diciéndole que todo sería suyo si lo adoraba ... Jesús le respondió: "Apártate, Satanás, porque escrito está: 'Al Señor, tu Dios, adorarás; y a Él solo servirás' " (Mt 4,10). Para saber discernir el bien del mal es preciso estar muy unidos a Jesús. De no ser así seremos engañados culpablemente.
Transcribo, a continuación, un texto tomado del libro "La oración", del padre Alfonso Gálvez, pues considero que viene muy a cuento con estas reflexiones. Comienza citando uno de los textos más antiguos de la literatura cristiana, del Pastor de Hermas y luego lo comenta:
"Esos -me dijo- son creyentes; y el que está sentado en la silla es un falso profeta, que destruye la mente de los siervos de Dios; mas destruye la de los vacilantes, no la de los fieles verdaderos. Los vacilantes acuden a él como a un adivino, y le preguntan sobre lo que les va a suceder; y él, el falso profeta, como quien no tiene en sí pizca de fuerza de espíritu divino, les contesta conforme a las preguntas de ellos, según los deseos de su maldad, y llena sus almas a la medida de lo que ellos pretenden. Y es que, estando él vacío, vacuamente responde a gentes vacuas; porque, cualquier cosa que se le pregunta, responde conforme a la vacuidad de quien le pregunta. Sin embargo, no deja de decir algunas palabras verdaderas, pues el diablo le llena de su propio espíritu, a ver si logra así hacer pedazos a alguno de los justos".
El falso profeta, por lo tanto, aparece con aires doctrinales y de suficiencia, con doctrina propia, independiente y distinta de la del Magisterio de la Iglesia -está sentado en la silla-, y la destrucción que lleva a cabo de los siervos de Dios comienza siendo doctrinal.
Pero los fieles destruidos no son los fieles verdaderos sino los vacilantes; o aquellos que, en el fondo de su corazón, ya han hecho una opción contra Dios. Estos vacilantes, aunque ya han decidido a favor de su egoísmo, buscan, no obstante, una cierta seguridad, y por eso preguntan al falso profeta, como si fuera un oráculo. El cual les contesta según los deseos de su maldad y lo que ellos quieren oír, y no según la verdad.
Aunque no deje de decir también cosas verdaderas, en un entresijo de verdades a medias mezcladas con falsedades, con el fin de dar más apariencia de verdad a sus reclamos y engañar así mejor a unos y a otros.
Al verdadero creyente no le queda otra salida, ante todo esto, que la de la obediencia humilde a la verdadera Iglesia y la práctica de la oración].
Continuará