Pero la Constitución Apostólica Vultum Dei quaerere (VDQ), sobre la “vida contemplativa femenina,” representa un extremo nuevo y sorpresivo de esta doblez. El mismo Papa que condena como farisaica la “exclusión” y elogia como cristiana la “inclusión”, que dice rechazar “el camino de la exclusión de personas en nuestra comunidad” y defiende “el camino de la inclusión”, ha ordenado: (1) la exclusión de extranjeras en el reclutamiento de conventos de clausura, que son monasterios para mujeres; y (2) la exclusión de ancianas en la determinación de la autonomía conventual—autonomía que la misma VDQ destruye al exigir que todos los monasterios se unan a federaciones cuyo marco jurídico (incluyendo presidente y consejo) terminará inevitablemente dominando o absorbiéndolos por completo.
No tengo nada que agregar al análisis exhaustivo de Hilary White sobre esta inmensa y destructiva bomba, el último paso de la campaña bergogliana para convertir a toda la Iglesia en el equivalente de una república bananera en la que los católicos tradicionalistas viven con miedo del Papa y de sus amigotes modernistas. Aquí me concentraré en el insólito y descarado llamamiento de la VDQ a excluir a las mujeres de la vida contemplativa según su nacionalidad o su edad.
Me refiero, en primer lugar, al Art. 3, §6 de las regulaciones finales de la VDQ, el cual estipula lo siguiente:
Aunque la constitución de comunidades internacionales y multiculturales ponga de manifiesto la universalidad del carisma, hay que evitar en modo absoluto el reclutamiento de candidatas de otros países con el único fin de salvaguardar la supervivencia del monasterio. Que se elaboren criterios para asegurar que esto se cumpla.
Observen que esta cláusula no prohíbe per se el reclutamiento de novicias para asegurar la supervivencia de un monasterio, lo cual podría entenderse para evitar el reclutamiento apresurado de candidatas poco adecuadas con el fin de asegurar la continuidad. En realidad sólo prohíbe con ese propósito el reclutamiento en otros países. Es decir, el Papa de la Inclusión, el Papa que clama constantemente contra los “muros” que restringen la inmigración, ahora hace de la nacionalidad por sí sola un criterio para la exclusión en cualquier convento-monasterio del mundo.
No se dejen engañar por la frase “con el único fin de salvaguardar la supervivencia del monasterio…” En la práctica, la palabra “único” no significará nada. Simplemente facilita la prohibición del reclutamiento extranjero, al no haber impedimento para el reclutamiento doméstico “con el único fin de salvaguardar la supervivencia del monasterio.”
Ahora, ¿qué tiene que ver el país de origen con la aptitud de la candidata para el noviciado? Absolutamente nada. De hecho, el carácter internacional de las poblaciones conventuales es una tradición en la Iglesia. Por tanto, la misma VDQ—de manera típicamente Novus Ordo—debe decir que respeta aquello mismo que destruye: es decir, las “comunidades internacionales y multiculturales pon[en] de manifiesto la universalidad del carisma.”
Frente a esta desvergonzada hipocresía, el incansable defensor bergogliano Andrea Tornielli escribió el artículo titulado “Por qué Francisco exhorta contra el ‘reclutamiento’ de monjas jóvenes de países pobres.” El artículo es un clásico ejemplo de propaganda neocatólica del género Lo que el Papa Realmente Quiere Decir. Pretendiendo no notar lo que Francisco ha decretado, Tornielli escribe: “El origen de una novicia no debiera ser nunca un problema, como tampoco la existencia de comunidades internacionales y multiculturales. Pero un entrenamiento vocacional riguroso no debe ser opcional y tampoco tomar atajos.”
Cierto, el origen de una novicia no debiera ser un problema, y los conventos pueden ser y debieran ser multinacionales. Pero Francisco ha hecho que por primera vez en la historia de los conventos la nacionalidad sea un problema. Sin embargo, Tornielli querría que nosotros creamos que lo que Francisco “en verdad” quiso decir es que “un entrenamiento vocacional riguroso no debe ser opcional y tampoco tomar atajos.” Excepto que eso no es lo que dice el § 6.
La regulación no dice nada sobre el entrenamiento riguroso o la falta del mismo en las novicias; y para el caso, tampoco habla de “monjas jóvenes de países pobres.” En su lugar, simplemente declara que se prohíbe en todo el mundo el reclutamiento de otros países para el sostenimiento de un monasterio. El entrenamiento de reclutas es un asunto completamente aparte. Sobre este tema, observa Hilary White, Francisco impuso a cada monasterio una absurda condición que vale para todos, de “no menos de nueve años y no más de doce.” Ese no es un período de formación; es un desmoralizante período para desalentar las vocaciones reteniendo la gracia fortalecedora de los votos finales.
No se puede ocultar la verdad de lo que Francisco ha hecho: ha decretado la sentencia de muerte de incontables conventos de la iglesia occidental basándose únicamente en el criterio de la nacionalidad de las candidatas. Ese es el cínico poder de juego de un político eclesiástico, no de un defensor misericordioso de la “inclusión y la diversidad”.
Aún más cínico es el Art. 8 § 1, el cual profesa respetar la autonomía conventual a la vez que la socava: “A la autonomía jurídica ha de corresponder una real autonomía de vida, lo cual significa: un número aunque mínimo de hermanas, siempre que la mayoría no sea de avanzada edad…”
¿Qué tiene que ver la edad de una monja con su participación en la autonomía del convento? Obviamente nada. Aquí también el hedor de la hipocresía llega hasta las narices, dado que antes de eso la VDQ de Francisco declara: “Por otro lado, como recordaba san Benito, en la vida comunitaria es fundamental ‘venerar a los ancianos y amar a los jóvenes’….” ¿Cómo “venera” Francisco a los ancianos cuando declara que la mayoría autónoma del convento no debe estar compuesta por monjas de avanzada edad? ¿Y cómo define él “avanzada edad”? ¿Tan ancianas como él? Francisco, el Papa de la Inclusión, que profesa la veneración de los ancianos, se involucra aquí en una total discriminación en la autonomía de los conventos basándose nada más que en la edad cronológica. Francisco no es tan mayor como para gobernar la Iglesia universal con puño de acero, pero las monjas “de avanzada edad” son demasiado ancianas como para constituir una mayoría autónoma en un pequeño convento.
No se puede ocultar la verdad de lo que Francisco ha hecho: ha decretado la sentencia de muerte de incontables conventos de la iglesia occidental basándose únicamente en el criterio de la nacionalidad de las candidatas. Ese es el cínico poder de juego de un político eclesiástico, no de un defensor misericordioso de la “inclusión y la diversidad”.
Aún más cínico es el Art. 8 § 1, el cual profesa respetar la autonomía conventual a la vez que la socava: “A la autonomía jurídica ha de corresponder una real autonomía de vida, lo cual significa: un número aunque mínimo de hermanas, siempre que la mayoría no sea de avanzada edad…”
¿Qué tiene que ver la edad de una monja con su participación en la autonomía del convento? Obviamente nada. Aquí también el hedor de la hipocresía llega hasta las narices, dado que antes de eso la VDQ de Francisco declara: “Por otro lado, como recordaba san Benito, en la vida comunitaria es fundamental ‘venerar a los ancianos y amar a los jóvenes’….” ¿Cómo “venera” Francisco a los ancianos cuando declara que la mayoría autónoma del convento no debe estar compuesta por monjas de avanzada edad? ¿Y cómo define él “avanzada edad”? ¿Tan ancianas como él? Francisco, el Papa de la Inclusión, que profesa la veneración de los ancianos, se involucra aquí en una total discriminación en la autonomía de los conventos basándose nada más que en la edad cronológica. Francisco no es tan mayor como para gobernar la Iglesia universal con puño de acero, pero las monjas “de avanzada edad” son demasiado ancianas como para constituir una mayoría autónoma en un pequeño convento.
Pero hay más. El Art. 8, § 2 dispone que “Cuando no subsistan los requisitos para una real autonomía de un monasterio, la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica estudiará la oportunidad de constituir una comisión ad hoc formada por el Ordinario, por la Presidente de la federación, por el Asistente federal y por la Abadesa o Priora del monasterio. En todo caso, dicha intervención tenga como fin actuar un proceso de acompañamiento para revitalizar el monasterio, o para encaminarlo hacia el cierre.”
¿Comprendieron eso? Cuando un monasterio carezca los “requisitos” para una “real autonomía” quedará sujeto a una comisión que lo “revitalizará” o lo cerrará. Y uno de los requisitos para una “real autonomía” es que la mayoría no sea de avanzada edad.
Permítanme unir los puntos: habiendo prohibido Francisco el reclutamiento de candidatas extranjeras para conservar vivo el convento—porque, después de todo, son extranjeras—significa simplemente el cierre de todo convento en el cual las monjas “de edad avanzada” constituyan una mayoría.
¿Por qué medir las palabras? VDQ demuestra una vez más, pura y simplemente, que el actual Romano Pontífice reinante es un dictador. Como en toda dictadura, la hipocresía oficial y el engaño del pueblo son esenciales para su consolidación de poder sin resistencia significativa. Y hay muchos sicofantes para ayudar al dictador a alcanzar su objetivo, defendiendo el poder plenario del Papa sobre la Iglesia (que no está en duda) mientras justifican o encubren su abuso inadmisible y continuo.
¿Nuestros remedios? Sólo estos tres: oración, protesta y petición. Porque a diferencia de una república bananera, la constitución divina de la Iglesia no admite revolución ni derrocamiento. Estamos siendo castigados con este pontificado, y debemos soportar el castigo el tiempo que Dios quiera. Sólo podemos orar para que, habiendo cumplido nuestro deber, estos días sean acortados.
Christopher A. Ferrara
¿Por qué medir las palabras? VDQ demuestra una vez más, pura y simplemente, que el actual Romano Pontífice reinante es un dictador. Como en toda dictadura, la hipocresía oficial y el engaño del pueblo son esenciales para su consolidación de poder sin resistencia significativa. Y hay muchos sicofantes para ayudar al dictador a alcanzar su objetivo, defendiendo el poder plenario del Papa sobre la Iglesia (que no está en duda) mientras justifican o encubren su abuso inadmisible y continuo.
¿Nuestros remedios? Sólo estos tres: oración, protesta y petición. Porque a diferencia de una república bananera, la constitución divina de la Iglesia no admite revolución ni derrocamiento. Estamos siendo castigados con este pontificado, y debemos soportar el castigo el tiempo que Dios quiera. Sólo podemos orar para que, habiendo cumplido nuestro deber, estos días sean acortados.
Christopher A. Ferrara