Volvieron los novicios de la JMJ. Por fin. Bueno, volvieron pero no les he visto la cogulla en todo este tiempo. Han regresado tan cansados y agotados, que no hacen otra cosa que dormir. Esto es lo que traen las peregrinaciones modernas. Hay tanta intensidad espiritual en cada acto litúrgico, que el cuerpo queda reventado y exhausto. Lo mismo le ha pasado al Abad, que ha tenido un ataque de artrosis como consecuencia del bailoteo conventual que se organizó en Cracovia y al que no pudo sustraerse -según él-, porque estaban los Obispos muy bailones y no podía hacerles el feo. Total, que los frailes ancianos, llevamos un mes de agosto de cocina y estropajos, de limpieza y aseos, de atender llamadas y rezar en el Coro solitos en Maitines. Solamente vemos a los ex-peregrinos en el refectorio -porque las ganas de comer no les han desaparecido tras el místico encuentro-, y en las vísperas que rezan piadosamente entre la siesta y el sueño nocturno.

Pero los informes que traen son muy buenos. Hablan sin parar de la maravilla que hay en la Iglesia actual. No hay fronteras. Todos unidos en la alabanza del Señor. Iglesia de jóvenes, para jóvenes y joven ella misma. Se respiraba (dicen) el influjo del Espíritu que sorprende siempre con sus soplos. Se abastaba alegría. Y las eucaristías -como dicen ellos-, eran increíblemente participativas, creativas, musicales y universales. Maravillaba (siguen contando), ver tanta pluralidad eclesial en lecturas, ofrendas, preces, bailes y pompas. Incluso se podía estar en misa en bañador y en colchoneta, con slips y en camiseta, con gorra y con la tableta, con los hermanos venidos de Sudamérica y con las hermanas llegadas de Europa, con curas de Canadá y monjas de Brasil. Todos juntos como hermanos (y hermanas). Todos arrejuntados en la misma marea eclesial, dando la vida por la fe y por Jesucristo, en el campo donde pasaron la noche anterior en animada vigilia eucarística.

A mitad del enfervorecido informe, me atreví a señalar que esas misas no son Misa. Las diga el Papa o su porquero. Brilla por su ausencia todo olor a espiritualidad, profundidad y belleza litúrgica. Hay exceso de olor a oveja, estando todos congregados como borregos. Donde esté una Misa como la que celebramos nosotros -dije refiriéndome a mis colegas senectos-, no cabe esa multitud drogada por los cantos, los sacos de dormir y las camisetas empapadas en sudor.

Los ojos de misericordia comprensiva de mis novicios, trocaron de repente en rojizo-odioso. Su habitual displicencia hacia los frailes de la forma extraordinaria (como nos llaman), se escoró hacia una evidente y acalorada borrasca. Y claro, suscitó en ellos una respuesta rápida e incalculada: Al menos no hay tantas genuflexiones como en la vuestra. Menos genuflexiones y más participación fraternal.

Como estaba delante el Padre Abad, no pude responderles como me hubiera pedido la naturaleza humana. Pero les hice una observación que les dejó perplejos: No os dais cuenta de que en esas misas de Francisco, hay muchas más genuflexiones que en las tridentinas. Y ya puestos, el Pontificado de Francisco está bien repleto de genuflexiones. Y si tal como va el abad, así va la comunidad… por extensión podemos decir que hay una actitud de genuflexión total en la mayor parte de la Jerarquía Episcopal, arrimada al ascua de su Pontífice. Bien sea por convicción, por peloteo o por trepismo. O por todo a la vez.

Es posible que la artrosis de Francisco le impida arrodillarse ante la Eucaristía. Lo puedo entender, pues yo mismo soy achacoso y antañón. Pero está constantemente genuflexo ante la opinión pública que le aclama, genuflexo ante el Sanedrín de rabinos judíos a los que ama, genuflexo ante el luteranismo protestante al que admira, ante el luteranismo de los obispos católicos alemanes a los que respeta y ni se atreve a levantarles la voz (teología de rodillas, dijo una vez), genuflexo ante los poderes públicos a los que critica con la boca pequeña, pero no se atreve a hacer referencias en modo singular, concretando e individualizando.



Está genuflexo ante el Islam, al que no se digna citar como responsable de matanzas indiscriminadas de cristianos (a los que no alude ni por equivocación): no estamos en guerra de religiones, claro. Genuflexo ante las ideologías imperantes LGTB a las que no menciona ni de pasada. Y mientras algunos de sus Obispos se enfrentan a leyes inicuas -como los de Alcalá, Getafe y otros que les han apoyado-, y son públicamente denunciados y atacados, él se genuflexa (como su pupilo Osoro) y pasa por alto una vez más las referencias personales: él, tan amigo de referencias personales cuando le interesa. 



Con lo fácil que sería hacer una breve referencia desde el balcón de los domingos. Es mucho más fácil decir que la culpa la tiene el ansia de poder de los poderosos (?), el orgullo de los ambiciosos (?) y las fluctuaciones del capital (?) o los intereses de los potentados(?). Así también yo me dedicaría a la denuncia profética. Mientras, se ha postrado genuflexo ante los hermanos Castro, genuflexo ante un Obama abortista o frente a los intereses rusos dejando abandonados a los católicos ucranianos.


Genuflexo ante artistas y actores desvergonzados (y desvergonzadas) a los que recibe para que le den el chequecito (véase Di Caprio). Genuflexo ante adúlteros convencidos y recalcitrantes, ante transexuales y ante homosexuales acompañados de su parejita. Genuflexo ante las autoridades de China, con olvido total de una iglesia y unos cristianos que llevan muriendo por defender su catolicismo, con el apoyo de sus Obispos, mucho antes de que él llegara a ser auxiliar de Buenos Aires. Genuflexo en fin, para no denunciar las misas negras organizadas en Estados Unidos o los cultos a Satanás.

Ni puedo, ni tengo tiempo, ni quiero adjuntar las referencias correspondientes para que mis novicios las busquen en internet. Están a la vista de todos en cualquier discurso y en cualquier viaje y en cualquier acción o declaración. En todo momento. Mientras tanto, la cristiandad está desgarrada. La confirmación en la fe de los hermanos, tarea eminente de Pedro, está olvidada y pisoteada. La doctrina, despreciada.

Me ha castigado el Padre Abad sin recreo durante un mes. Dice que hablo mucho, y sin pensar. Si se entera de lo que me he dejado en el tintero … me cuelga de la cogulla en la espadaña del convento. Menos mal que por la noche ha sacado Fray Malaquías una copita de licor de reserva de 1950, que él llama Licor Humani Generis, que hemos saboreado en la celda (Dios nos perdone). Este no es un licor modernista y por eso vale su peso en oro. He quedado genuflexo ante el báquico manjar. Los vinos posteriores a 1965 me sientan mal. Mi artrosis no me permite arrodillarme ante ellos.
Fray Gerundio