Pensemos en que la esclavitud era considerada como algo normal, hasta el punto de que un esclavo era una posesión de su amo, como si fuese una cosa de usar y tirar. No se había desarrollado aún el concepto de persona, como un ser creado por Dios a su imagen y semejanza y, por lo tanto, capaz de amar y de ser amado. Esta noticia, esta buena nueva, fue Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, quien nos la trajo.
La dignidad y el valor de las personas, en cuanto tales, no es algo que haya traído la modernidad. Por el contrario, esta llamada "modernidad" quiere que el hombre vuelva a situaciones de esclavitud ya superadas gracias al Cristianismo. Así, por ejemplo, se quiere de nuevo denigrar a las personas a un nivel muchísimo más bajo que el de los simples animales, llegando a situaciones que estaban ya superadas como arcaicas y propias de gente ignorante y supersticiosa: Divorcio, aborto, matriarcado, homosexualidad y otras costumbres aberrantes. Todo ello fue superado en aquellos lugares adonde llegaba la cultura cristiana y la influencia de los santos, fieles imitadores de Jesucristo en el seno de la única Iglesia Santa, Católica y Apostólica.
La perversidad hoy en día es mucho mayor: al fin y al cabo son muchas las personas que vivían así, en parte, porque aún no les había llegado la Buena Nueva; es decir, no conocían a Jesucristo, ni podían conocerlo, porque aún no había venido a este mundo. ... pero ahora la situación es mucho peor, puesto que Jesucristo ha venido a este mundo y, además, son mucho mayores los medios técnicos de los que se dispone y que, con demasiada frecuencia, se usan para hacer el mal.
Y aún no hemos tocado fondo. Si releemos, por ejemplo, la entrada de este blog, de título: Vultum Dei quaerere: la muerte de la vida contemplativa femenina, a poco que se piense, nos encontramos con flagrantes contradicciones. Así, en la Constitución apostólica Sponsa Chisti podemos leer (punto 28):
En cuanto a la vida contemplativa de las Monjas debe conservarse como algo firme e inviolable lo que siempre estuvo en vigor según la mente de la Iglesia, a saber: que todos los monasterios de Monjas deben profesar canónicamente, siempre y en todas partes, la vida contemplativa como su fin primario y principal. Por lo cual, los trabajos y ministerios a los que las Monjas pueden y deben dedicarse, han de ser tales, y de tal manera han de ordenarse y disponerse cuanto al lugar, tiempo, modo y método, que no sólo quede a salvo la vida contemplativa, sólida y verdadera, de toda la Comunidad y de cada uno de sus miembros, sino que sea continuamente alimentada y fortalecida.
Y finaliza con estas palabras del Papa Pío XII (21 de noviembre de 1950):
Nadie se permita infringir o contradecir temerariamente este texto de Nuestra declaración y voluntad. Si alguien osare atentarlo sepa que incurrirá en la indignación del Dios omnipotente y de los bienaventurados Apóstoles Pedro y Pablo.
Dos días más tarde (23 de noviembre de 1950) aparece una instrucción para llevar a la práctica lo que se ha establecido en la Sponsa Christi, la llamada Inter Praeclara y hace tan solo 17 años, el papa Juan Pablo II, dio unas instrucciones, en el mismo sentido que Pío XII, en la Verbi Sponsa, donde afirmaba en el apartado 14, número 3:
Obligatoriedad de la clausura
3. a) En virtud de la ley de la clausura, las monjas, las novicias y las postulantes han de vivir dentro de la clausura del monasterio, y no les es lícito salir de ella, salvo en los casos previstos por el derecho; ni está permitido a nadie entrar en el ámbito de la clausura del monasterio, excepto en los casos previstos (...)
c) La ley de la clausura comporta obligación grave de conciencia, tanto para las monjas como para los extraños.
Y, como ya se señaló en dicha entrada, de pronto aparece una nueva Constitución apostólica, de Francisco, la Vultum Dei quaerere, referente a la vida contemplativa femenina, la cual, entre otras cosas, lo primero que hace es derogar la Constitución apostólica de Pío XII, Sponsa Chisti así como las instrucciones posteriores, Inter Praeclara y Verbi Sponsa, esta última de Juan Pablo II.
¿CÓMO ES POSIBLE QUE EL MAGISTERIO ACTUAL PUEDA DEROGAR EL MAGISTERIO ANTERIOR?
- Tendríamos que preguntarnos, en primer lugar, ¿qué es el Magisterio de la Iglesia?. ¿Por qué tiene tanta importancia?
- Me parece que lo más apropiado es acudir al Catecismo de la Iglesia Católica (CIC) y averiguar lo que dice al respecto. Así lo he hecho y esto es lo que he leído (señalo lo más significativo):
Nº 84. "El depósito sagrado" de la fe ("depositum fidei"), contenido en la Sagrada Tradición y en la Sagrada Escritura (cfr 1 Tim 6, 20; 2 Tim 1, 12-14), fue confiado por los apóstoles al conjunto de la Iglesia (...)
En los apartados 85 y 86 del CIC se hace referencia al punto 10 de la Constitución Dogmática Dei Verbum sobre la Divina Revelación (Pablo VI, 18 de noviembre de 1965). Transcribo lo más relevante. Dice así:
La Sagrada Tradición y la Sagrada Escritura constituyen un solo depósito sagrado de la palabra de Dios, confiado a la Iglesia; fiel a este depósito (...) prelados y fieles colaboran estrechamente en la conservación, en el ejercicio y en la profesión de la fe recibida.
Pero el oficio de interpretar auténticamente la palabra de Dios, escrita o transmitida, ha sido confiado únicamente al Magisterio vivo de la Iglesia, cuya autoridad se ejerce en el nombre de Jesucristo [es decir, a los obispos en comunión con el sucesor de Pedro, el obispo de Roma, según se añade en el punto 85 del CIC].
Este Magisterio, evidentemente, no está sobre la palabra de Dios, sino que la sirve, enseñando solamente lo que le ha sido confiado, por mandato divino; y con la asistencia del Espíritu Santo la oye con piedad, la guarda con exactitud y la expone con fidelidad, y de este único depósito de la fe saca todo lo que propone como verdad revelada por Dios que se ha de creer.
Es evidente, por tanto, que la Sagrada Tradición, la Sagrada Escritura y el Magisterio de la Iglesia, según el designio sapientísimo de Dios, están entrelazados y unidos de tal forma que no tienen consistencia el uno sin el otro, y que, juntos, cada uno a su modo, bajo la acción del Espíritu Santo, contribuyen eficazmente a la salvación de las almas.
- Relacionado con esto mismo, he encontrado un artículo de Romano Amerio, de hace más de 20 años, titulado LA DISLOCACION DE LA FUNCION MAGISTERIAL DESPUÉS DEL CONCILIO VATICANO II , siendo Sumo Pontífice de la Iglesia el papa Juan Pablo II, del cual entresaco algunos párrafos que bien se pueden aplicar a los momentos actuales, incluso con más fuerza que cuando fueron escritos:
" El Papa tiene la obligación de custodiar y exponer el depósito de la Fe (la Revelación divina), pero no todas las palabras del Papa constituyen Magisterio, sino que con frecuencia son sólo expresión de las opiniones, pensamientos, y consideraciones difundidas hoy en la Iglesia. (...) Sintetizando mucho, la decadencia en autoridad que va desde la autoridad del Magisterio episcopal a la autoridad de los teólogos gira sobre una realidad concreta: el desarrollo por parte del Papa de sus propias opiniones privadas, en detrimento de la doctrina universal, de la Tradición (...) Es el espíritu del mundo, el espíritu del mundo que ha asaltado y penetrado la Iglesia.
Es evidente, por tanto, que la Sagrada Tradición, la Sagrada Escritura y el Magisterio de la Iglesia, según el designio sapientísimo de Dios, están entrelazados y unidos de tal forma que no tienen consistencia el uno sin el otro, y que, juntos, cada uno a su modo, bajo la acción del Espíritu Santo, contribuyen eficazmente a la salvación de las almas.
[NOTAS: Se pueden leer también en el CIC (Catecismo de la Iglesia Católica) los puntos 888 a 892; 2032 a 2040; 1548; 2037. En Catholic.net hay también un artículo que habla de este tema, titulado El Magisterio de la Iglesia, su infalibilidad. Pienso que es suficiente con esas lecturas].
- Relacionado con esto mismo, he encontrado un artículo de Romano Amerio, de hace más de 20 años, titulado LA DISLOCACION DE LA FUNCION MAGISTERIAL DESPUÉS DEL CONCILIO VATICANO II , siendo Sumo Pontífice de la Iglesia el papa Juan Pablo II, del cual entresaco algunos párrafos que bien se pueden aplicar a los momentos actuales, incluso con más fuerza que cuando fueron escritos:
" El Papa tiene la obligación de custodiar y exponer el depósito de la Fe (la Revelación divina), pero no todas las palabras del Papa constituyen Magisterio, sino que con frecuencia son sólo expresión de las opiniones, pensamientos, y consideraciones difundidas hoy en la Iglesia. (...) Sintetizando mucho, la decadencia en autoridad que va desde la autoridad del Magisterio episcopal a la autoridad de los teólogos gira sobre una realidad concreta: el desarrollo por parte del Papa de sus propias opiniones privadas, en detrimento de la doctrina universal, de la Tradición (...) Es el espíritu del mundo, el espíritu del mundo que ha asaltado y penetrado la Iglesia.
La prepotencia de la razón particular se revela en la pretensión de escoger: "esto no lo creo, porque no me parece razonable ni posible; sin embargo esto lo creo, porque lo encuentro razonable o posible". (...) La herejía es una "elección" de las cosas que se creen, elección que se hace en función de un criterio individual, mientras que todos los artículos de fe deben creerse simplemente porque son revelados.
Cuando se dice que el hombre puede salvarse sin la gracia, sin el bautismo, en virtud de sus obras de hombre religioso, bueno, pío y justo, se entra en el sistema pelagiano (...) el mundo entero se está pelagianizando.
[De potencia absoluta, Dios puede salvar sin bautismo a cualquier hombre; pero de potencia ordenada no, porque la salvación sin bautismo no es el sistema, no se inscribe en la economía pensada y querida por Dios. La salvación sin el bautismo es excepcional, extraña al sistema, porque no pertenece al sistema, que se articula sobre Cristo y sobre la Trinidad misma de Dios].
Hoy el hombre sólo quiere creer lo que alcanza a comprender; de ese modo la fe hunde sus raíces en el hombre y las arranca de donde deben permanecer: en Dios, en Cristo Jesús, en el Verbo que se revela, como recuerda el Apóstol: "no eres tú quien sostiene la raíz, sino la raíz a tí" (Rom. 11, 18).
Convendría tener reparos, temor, pavor a la contradicción. Hoy la contradicción no causa terror: por el contrario, vamos a su encuentro, la acogemos, la abrazamos; todo puede encontrarse en todo, y los no católicos también son católicos."
- No es el único ejemplo éste de la vida consagrada. Podríamos contar infinidad de ellos. En concreto, recuerdo que Ratzinger, siendo cardenal, y hablando de un documento concreto del Vaticano II, la Gaudium et Spes (GS), dijo que [en conexión con los textos sobre la libertad religiosa y las religiones del mundo] es una revisión del "Syllabus" de Pío IX, una especie de contra-Syllabus". Esto lo escribía en 1982 ... pero cuando fue elegido Papa el 19 de abril de 2005, recién cumplidos los 78 años, y adoptó el nombre de Benedicto XVI no se desdijo de lo que había dicho 23 años antes, cuando era Prefecto de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe.
- Sandro Magister, en el año 2011, siendo papa Benedicto XVI, escribió un artículo que tituló Un nuevo Syllabus para el siglo XXI. En el mismo aparece parte de una conferencia del obispo Athanasius Schneider, dada en Roma el 17 de diciembre de 2010, titulada EL DESAFÍO DE LAS INTERPRETACIONES CONTRASTANTES. Monseñor Schneider afirma, entre otras cosas, lo siguiente:
Hay necesidad de un nuevo Syllabus, dirigido esta vez no tanto contra los errores provenientes de afuera de la Iglesia, sino contra los errores difundidos dentro de la Iglesia por parte de los partidarios de la tesis de la discontinuidad y de la ruptura, con su aplicación doctrinal, litúrgica y pastoral.Tal Syllabus debería constar de dos partes: la parte que señala los errores y la parte positiva con las proposiciones aclaratorias, conclusivas y de precisiones doctrinales. (...)
Estos dos elementos constituyen la condición indispensable para que la confusión doctrinal, litúrgica y pastoral disminuya notablemente y la obra pastoral del Concilio Vaticano II pueda proporcionar muchos y duraderos frutos en el espíritu de la Tradición, que nos enlaza con el espíritu que ha reinado en todo tiempo, en todas partes y en todos los verdaderos hijos de la Iglesia Católica, la cual es la única y la verdadera Iglesia de Dios en la tierra.
(Continuará)