El texto completo puede verse en ACIPRENSA pinchando aquí. Es de ahí de donde entresaco la última pregunta que se le hace al Papa, relativa al fundamentalismo islámico. También se puede ver la página de RADIO VATICANO. De ella he sacado un audio que versa sobre la pregunta dirigida por Antoine Marie Izoarde, de un medio de comunicación francés, al que se puede acceder haciendo clic aquí.
Esta entrada la dedico a hacer algunos comentarios a la respuesta que da a este periodista el papa Francisco; y lo hago como si me dirigiera directamente a Francisco.
Santo Padre, primero que nada quiero felicitarlo a usted, y al P. Lombardi y al P. Spadaro por la fiesta de San Ignacio.
Si me permite, la pregunta es un poco difícil: los católicos están un poco en shock no solo en Francia luego del bárbaro asesinato del Padre Jacques Hamel que, como bien sabe, estaba en su iglesia mientras celebraba la Santa Misa.
Hace cuatro días aquí nos dijo que todas las religiones quieren la paz. Pero este santo sacerdote de 85 años ha sido claramente asesinado en el nombre del Islam.
Entonces Santo Padre, tengo dos pequeñas preguntas. ¿Por qué cuando usted habla de estos eventos violentos habla siempre de terroristas pero nunca de Islam, nunca utiliza la palabra Islam, y luego otra sobre la oración y el diálogo, que obviamente son esencialísimos. ¿Qué iniciativa concreta puede proponer o sugerir para contrastar la violencia islámica. Gracias Santidad.
Papa Francisco:
No me gusta hablar de violencia islámica, porque todos los días, cuando leo los diarios, veo violencia, aquí en Italia, alguien que mata a la novia, otro que mata a la suegra. Y estos son católicos bautizados, son católicos violentos.
¿Cómo puede saber usted si son católicos los que matan a la suegra? Y en el caso de que lo fueran, desde luego eso no es lo que les dicta su Religión.
Si yo hablo de violencia islámica, debo hablar de violencia católica; y no, los islámicos no todos son violentos; no todos los católicos son violentos.
El lenguaje que usa Su Santidad no es riguroso; no existe la violencia católica, en sí misma, porque el mensaje de Jesucristo es un mensaje de auténtica paz, no la que da el mundo, sino la que proviene de Él. En cambio, sí existe la violencia islámica, pues expresamente se dice en el Corán: "Matadlos a todos, dondequiera los encontréis", refiriéndose a los infieles, a los que no adoptan la religión islámica.
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Antoine Marie Izoarde, i.Media:
Santo Padre, primero que nada quiero felicitarlo a usted, y al P. Lombardi y al P. Spadaro por la fiesta de San Ignacio.
Si me permite, la pregunta es un poco difícil: los católicos están un poco en shock no solo en Francia luego del bárbaro asesinato del Padre Jacques Hamel que, como bien sabe, estaba en su iglesia mientras celebraba la Santa Misa.
Hace cuatro días aquí nos dijo que todas las religiones quieren la paz. Pero este santo sacerdote de 85 años ha sido claramente asesinado en el nombre del Islam.
Entonces Santo Padre, tengo dos pequeñas preguntas. ¿Por qué cuando usted habla de estos eventos violentos habla siempre de terroristas pero nunca de Islam, nunca utiliza la palabra Islam, y luego otra sobre la oración y el diálogo, que obviamente son esencialísimos. ¿Qué iniciativa concreta puede proponer o sugerir para contrastar la violencia islámica. Gracias Santidad.
Papa Francisco:
No me gusta hablar de violencia islámica, porque todos los días, cuando leo los diarios, veo violencia, aquí en Italia, alguien que mata a la novia, otro que mata a la suegra. Y estos son católicos bautizados, son católicos violentos.
¿Cómo puede saber usted si son católicos los que matan a la suegra? Y en el caso de que lo fueran, desde luego eso no es lo que les dicta su Religión.
Si yo hablo de violencia islámica, debo hablar de violencia católica; y no, los islámicos no todos son violentos; no todos los católicos son violentos.
El lenguaje que usa Su Santidad no es riguroso; no existe la violencia católica, en sí misma, porque el mensaje de Jesucristo es un mensaje de auténtica paz, no la que da el mundo, sino la que proviene de Él. En cambio, sí existe la violencia islámica, pues expresamente se dice en el Corán: "Matadlos a todos, dondequiera los encontréis", refiriéndose a los infieles, a los que no adoptan la religión islámica.
Los musulmanes obligan a la "conversión", lo cual es un modo muy claro de violencia. Y todo ello viene recogido en el Corán ... ¡no así en el Evangelio! ... No, la comparación no hay que hacerla entre personas individuales que pueden ser violentas independientemente de la religión que profesen, si es que profesan alguna ... No, la comparación hay que hacerla entre Mahoma y Jesucristo. ¿Jesucristo fue violento? ¡No! ¿Mahoma fue violento? ¡Sí! Pues eso.
Es como la macedonia, hay de todo. Hay violentos de esta religión … una cosa es verdad: creo que en casi todas las religiones hay un pequeño grupo fundamentalista. Nosotros lo tenemos.
¡No es verdad! Nosotros no tenemos ningún grupo fundamentalista. Tenemos cristianos que son fieles a la Tradición de la Iglesia de siempre, la de dos mil años de Historia, aquellos que no se avergüenzan de Jesucristo y dan la cara y la vida por él, si es preciso, como el caso de este sacerdote de Francia que fue muerto por odio a la religión católica, mientras oficiaba la santa Misa ... ¡y al que sí había que proclamar santo ... puesto que ha muerto como mártir. Aquí hay completa seguridad de que el alma de este sacerdote está ya en el cielo, sin pasar por el purgatorio. ¿No podría, Su Santidad, decir esto, que es la pura verdad, cuando ni siquiera lo ha nombrado en su respuesta?
Es como la macedonia, hay de todo. Hay violentos de esta religión … una cosa es verdad: creo que en casi todas las religiones hay un pequeño grupo fundamentalista. Nosotros lo tenemos.
¡No es verdad! Nosotros no tenemos ningún grupo fundamentalista. Tenemos cristianos que son fieles a la Tradición de la Iglesia de siempre, la de dos mil años de Historia, aquellos que no se avergüenzan de Jesucristo y dan la cara y la vida por él, si es preciso, como el caso de este sacerdote de Francia que fue muerto por odio a la religión católica, mientras oficiaba la santa Misa ... ¡y al que sí había que proclamar santo ... puesto que ha muerto como mártir. Aquí hay completa seguridad de que el alma de este sacerdote está ya en el cielo, sin pasar por el purgatorio. ¿No podría, Su Santidad, decir esto, que es la pura verdad, cuando ni siquiera lo ha nombrado en su respuesta?
¿Es que éste sacerdote era un cristiano fundamentalista? ¿Lo son los Franciscanos y Franciscanas de la Inmaculada, cuya orden ha sido destrozada, bajo su conocimiento, cuando su único pecado era que celebraban también la misa en su forma extraordinaria, además de celebrar también el Novus Ordus Missae, siendo así que hay cardenales declarados abiertamente homosexuales y partidarios del divorcio y, sin embargo, no son destituidos de sus cargos, con el consiguiente escándalo para los creyentes? ¿Lo fue Jesucristo, quien dijo que no había venido a traer la paz sino la espada?
El fundamentalismo llega a matar, pero también se puede matar con la lengua; lo dice el Apóstol Santiago, no yo; y también con el cuchillo.
Esto decía, en efecto, el apóstol Santiago: "Ningún hombre ha podido jamás domar la lengua; es un mal incontrolable, llena de veneno mortal. Con ella bendecimos al Señor y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que han sido hechos a imagen de Dios. De la misma boca procede la bendición y la maldición. Esto, hermanos míos, no debe de ser así" (Sant 3, 8-10). Pues, continúa: "¿Acaso echa la fuente por el mismo caño agua dulce y amarga?" (Sant 3, 11).
El fundamentalismo llega a matar, pero también se puede matar con la lengua; lo dice el Apóstol Santiago, no yo; y también con el cuchillo.
Esto decía, en efecto, el apóstol Santiago: "Ningún hombre ha podido jamás domar la lengua; es un mal incontrolable, llena de veneno mortal. Con ella bendecimos al Señor y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que han sido hechos a imagen de Dios. De la misma boca procede la bendición y la maldición. Esto, hermanos míos, no debe de ser así" (Sant 3, 8-10). Pues, continúa: "¿Acaso echa la fuente por el mismo caño agua dulce y amarga?" (Sant 3, 11).
La lengua, es cierto, puede hacer mucho daño y "matar" cuando de ella no salen palabras provenientes del Espíritu, sino palabras meramente humanas. Pero también puede dar vida, si con nuestra lengua proclamamos la Palabra de Dios: "Mis palabras son Espíritu y son Vida" (Jn 6, 63).
Si pronunciamos palabras que no son de Dios ciertamente podemos matar el alma y el corazón de los niños, que es lo que sucede hoy tan a menudo, incluso en el seno de la Iglesia Jerárquica, para nuestra desgracia, pero si las palabras que salen de nuestro corazón son aquéllas aprendidas por el Espíritu Santo, van a producir también la "muerte", pero -y en ello coincidirá usted conmigo- esta "muerte" cristiana es "vida" para el alma; es una muerte a nuestro egoísmo y a nuestro hombre viejo; es una muerte necesaria si queremos madurar como personas y como cristianos, pues "si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo; pero si muere, produce mucho fruto" (Jn 12, 24).
El cristiano, en cuanto tal, no mata a nadie, sino que su "violencia" es contra sí mismo, contra aquello que encuentra en su alma que se opone a la voluntad de Dios, manifestada en Jesucristo, el único por el que nos puede venir la salvación a todos los hombres (cfr Hech 4, 12). ¿Dio Mahoma su vida por alguien?. No, no todas las religiones son iguales.
Hablar de fundamentalismo cristiano -tal y como se entiende esa palabra- es un sinsentido. A menos que estemos hablando de aquellos que han hecho suyas, en su propia vida, las palabras de san Pablo a los corintios: "En cuanto al fundamento, ninguno puede poner otro que el que ya está puesto, que es Jesucristo" (1 Cor 3, 11) ... Pero yo a éstos no les llamaría fundamentalistas [fundamentistas, en todo caso, aunque esa palabra no esté recogida en el Diccionario], sino auténticos cristianos que se mantienen fieles a la Piedra que es Jesús, fundador de la Iglesia, que es Una, Santa, Católica y Apostólica.
¡Nada que ver, por lo tanto, con el fundamentalismo islámico, que éste sí que mata, de palabra y de obra!. Y, además, precisamente aquellos que proceden como "verdaderos" musulmanes, fieles al Corán, (un libro inventado por Mahoma que no tiene nada de sagrado, aunque así se lo haya considerado y se le siga considerando por muchos) ésos son los verdaderamente peligrosos. No así los que viven el mensaje cristiano. La Biblia (en particular el Nuevo Testamento) y el Corán no son comparables ni compatibles.
Creo que no es justo identificar al Islam con la violencia. No es justo ni es verdad. He tenido un diálogo largo con el gran imán de la universidad Al Azhar. Sé cómo piensan ellos, buscan la paz, el encuentro.
Se trata de casos especiales ... ¡Y serán buenos y no violentos en la medida misma en la que no piensen ni actúen conforme se lee en el Corán! ... pues su contenido es la raíz del problema fundamentalista ... aunque esto es desconocido por la inmensa mayoría.
El Nuncio de un país africano me decía que en la capital del país donde está siempre hay un buen grupo de gente, siempre está lleno en la puerta santa por el jubileo y algunos van a confesarse, católicos, otros van y rezan, pero la mayoría van a rezar al altar de la Virgen. Estos son musulmanes que quieren hacer el jubileo. Son hermanos.
Evidentemente, yo no voy a juzgar a ningún musulmán concreto, como tampoco a ningún católico concreto. Esto sólo lo puede hacer Dios. Ahora bien: dicho esto, deberá usted convenir conmigo en que los musulmanes no son hermanos nuestros, en tanto en cuanto no tienen el mismo Dios que los cristianos.
Para un cristiano, Dios se ha manifestado en Jesucristo y "el que niega al Hijo niega también al Padre" (1 Jn 2, 22b). En cambio, "quien confiesa al Hijo, también posee al Padre" (1 Jn 2, 23 b).
Los musulmanes odian a Jesucristo, luego odian a Dios, a quien no conocen. Porque, efectivamente "a Dios nadie lo ha visto jamás" (Jn 1, 18a). Esto es obvio, puesto que Dios es Espíritu Puro; en cambio, "Dios Unigénito, que está en el seno del Padre, él mismo es quien os lo ha dado a conocer" (Jn 1, 18b). Eso fue lo que ocurrió cuando Dios, sin dejar de serlo, se hizo hombre; y desde entonces sí lo podemos conocer: "Felipe: el que me ve a Mí, ve al Padre. ¿Cómo dices tú: muéstranos al Padre?" (Jn 14, 9b) "Yo y el Padre somos uno" (Jn 10, 30)
De ahí esas palabras tan fuertes del apóstol san Juan: "¿Quién es mentiroso sino el que niega que Jesús es el Cristo? Éste es el Anticristo, que niega al Padre y al Hijo" (1 Jn 2, 22). Y por eso digo que un cristiano no puede considerar como hermano a un musulmán, por la sencilla razón de que no lo son, al no ser hijos de un mismo Padre.
Cuando estuve en Centroáfrica estuve con ellos, con el imán salí en el papamóvil. Se puede convivir.
¿Y por qué no? Son personas como nosotros, criaturas de Dios. Normalmente, las personas se suelen entender si hablan el mismo idioma. Y la relación con cualquier persona es fundamental. Al fin y al cabo, somos animales sociales. No vamos a estar discutiendo o peleándonos continuamente. Simplemente no se sacan a relucir aquellos temas que podrían dar lugar a enfrentamientos y de cuyo resultado no se obtendría ningún bien. Y así se puede hablar, aunque sea del tiempo o de lo bonita que es una ciudad.
Son grupitos fundamentalistas. Yo me pregunto, ¿cuántos jóvenes que nosotros, europeos, hemos dejado vacíos de ideales, que no tienen trabajo y van a la droga o el alcohol, se juntan en grupos fundamentalistas?
Habría mucho que decir al respecto. Somos libres y no estamos condicionados a optar por el camino del mal, es decir, del pecado, que es el único que nos esclaviza y nos conduce a la autodestrucción. El paro o la falta de trabajo no conducen, por sí mismos, a la droga o al alcohol o a formar parte de un grupo fundamentalista. Sí, en cambio, la falta de ideales. Pero no cualquier ideal, sino el único ideal que merece tal nombre; y al cual hemos renunciado: Europa, en su conjunto, ha rechazado sus raíces cristianas, esas que la han llevado a su auténtico progreso, material y espiritual (ambos).
Creo que no es justo identificar al Islam con la violencia. No es justo ni es verdad. He tenido un diálogo largo con el gran imán de la universidad Al Azhar. Sé cómo piensan ellos, buscan la paz, el encuentro.
Se trata de casos especiales ... ¡Y serán buenos y no violentos en la medida misma en la que no piensen ni actúen conforme se lee en el Corán! ... pues su contenido es la raíz del problema fundamentalista ... aunque esto es desconocido por la inmensa mayoría.
El Nuncio de un país africano me decía que en la capital del país donde está siempre hay un buen grupo de gente, siempre está lleno en la puerta santa por el jubileo y algunos van a confesarse, católicos, otros van y rezan, pero la mayoría van a rezar al altar de la Virgen. Estos son musulmanes que quieren hacer el jubileo. Son hermanos.
Evidentemente, yo no voy a juzgar a ningún musulmán concreto, como tampoco a ningún católico concreto. Esto sólo lo puede hacer Dios. Ahora bien: dicho esto, deberá usted convenir conmigo en que los musulmanes no son hermanos nuestros, en tanto en cuanto no tienen el mismo Dios que los cristianos.
Para un cristiano, Dios se ha manifestado en Jesucristo y "el que niega al Hijo niega también al Padre" (1 Jn 2, 22b). En cambio, "quien confiesa al Hijo, también posee al Padre" (1 Jn 2, 23 b).
Los musulmanes odian a Jesucristo, luego odian a Dios, a quien no conocen. Porque, efectivamente "a Dios nadie lo ha visto jamás" (Jn 1, 18a). Esto es obvio, puesto que Dios es Espíritu Puro; en cambio, "Dios Unigénito, que está en el seno del Padre, él mismo es quien os lo ha dado a conocer" (Jn 1, 18b). Eso fue lo que ocurrió cuando Dios, sin dejar de serlo, se hizo hombre; y desde entonces sí lo podemos conocer: "Felipe: el que me ve a Mí, ve al Padre. ¿Cómo dices tú: muéstranos al Padre?" (Jn 14, 9b) "Yo y el Padre somos uno" (Jn 10, 30)
De ahí esas palabras tan fuertes del apóstol san Juan: "¿Quién es mentiroso sino el que niega que Jesús es el Cristo? Éste es el Anticristo, que niega al Padre y al Hijo" (1 Jn 2, 22). Y por eso digo que un cristiano no puede considerar como hermano a un musulmán, por la sencilla razón de que no lo son, al no ser hijos de un mismo Padre.
Cuando estuve en Centroáfrica estuve con ellos, con el imán salí en el papamóvil. Se puede convivir.
¿Y por qué no? Son personas como nosotros, criaturas de Dios. Normalmente, las personas se suelen entender si hablan el mismo idioma. Y la relación con cualquier persona es fundamental. Al fin y al cabo, somos animales sociales. No vamos a estar discutiendo o peleándonos continuamente. Simplemente no se sacan a relucir aquellos temas que podrían dar lugar a enfrentamientos y de cuyo resultado no se obtendría ningún bien. Y así se puede hablar, aunque sea del tiempo o de lo bonita que es una ciudad.
Son grupitos fundamentalistas. Yo me pregunto, ¿cuántos jóvenes que nosotros, europeos, hemos dejado vacíos de ideales, que no tienen trabajo y van a la droga o el alcohol, se juntan en grupos fundamentalistas?
Habría mucho que decir al respecto. Somos libres y no estamos condicionados a optar por el camino del mal, es decir, del pecado, que es el único que nos esclaviza y nos conduce a la autodestrucción. El paro o la falta de trabajo no conducen, por sí mismos, a la droga o al alcohol o a formar parte de un grupo fundamentalista. Sí, en cambio, la falta de ideales. Pero no cualquier ideal, sino el único ideal que merece tal nombre; y al cual hemos renunciado: Europa, en su conjunto, ha rechazado sus raíces cristianas, esas que la han llevado a su auténtico progreso, material y espiritual (ambos).
Perdidas sus raíces, una vez que Jesucristo ha sido rechazado por el mundo, el hombre se ha quedado solo e indefenso, a merced de cualquiera ... pues ha perdido también su capacidad de pensar y de razonar, quedando reducido a repetir lo que dicen los medios de comunicación, los cuales son hábilmente usados por el Sistema ... y confluyen, casi todos, en el rechazo del catolicismo. Los mass media se han convertido, salvo rarísimas excepciones poco influyentes, en adoctrinadores del Pensamiento Único. Bajo capa de buenismo, se esconde un gran fondo de maldad, pues su verdadero objetivo es la desaparición de Cristo de la faz de la tierra.
Sí podemos decir que el así llamado ISIS es un Estado Islámico que se presenta como violento, porque cuando se ve sus documentos de identidad. Este es un grupo fundamentalista que se llama ISIS. No es verdad ni es justo que el Islam sea terrorista.
No todos opinan de ese modo; y tienen fundadas razones para ello. Lo han vivido en su propia carne. Tal es el caso, por ejemplo, de Raad Salam Naamán quien es, además, un experto en estos temas.
[Se puede leer también un breve artículo de Michael Matt, de The Remnant, que ha salido posteriormente. Para ello pinchar aquí]
El terrorismo está en todo lados. Piense en el terrorismo tribal de algunos países africanos.
Sólo si los hombres se dejan transformar por Jesucristo se acabaría el terrorismo. Por eso no se puede decir que hay que respetar todas las culturas o que España hizo mal cuando evangelizó América. El proselitismo, en contra de lo que usted dice, no es una solemne tontería.
Si un padre está completamente convencido de algo que sabe, sin lugar a dudas, que es lo mejor para su hijo ... ¿acaso no se moverá para procurárselo? Lo hará, incluso aun cuando sea malo, como decía Jesús (cfr Lc 11, 13).
Y así, si un cristiano ha descubierto, por pura gracia, que Jesucristo es el único que da sentido a la vida, ¿cómo se puede quedar esa joya para sí mismo?: "Si evangelizo ... es una obligación que me incumbe. Pues, ¡ay de mí si no evangelizara ...!" (1 Cor 9, 16), decía san Pablo.
Y quienes evangelizan no lo hacen por puro gusto personal o para ser vistos por los hombres o para medrar o trepar. No, sino que lo hacen obligados. "Si evangelizara por propio gusto, tendría derecho a recompensa; pero si lo hago por fuerza, cumplo con una misión que se me ha confiado. ¿Cuál es entonces mi recompensa? Que predique el Evangelio, entregándolo gratuitamente, sin hacer valer mis derechos por la evangelización" (1 Cor 9, 17-18).
Y aquí es bueno recordar también aquello que decía también san Pablo a los corintios: "Es preciso que los hombres vean en nosotros ministros de Cristo y administradores de los misterios de Dios. Ahora bien: lo que se busca en los administradores es que sean fieles" (1 Cor 4, 1-2). Fidelidad ¿a qué? ... Pues fidelidad al depósito recibido. Así exhortaba san Pablo a su discípulo Timoteo: "Timoteo, guarda el depósito" (1 Tim 6, 20). "Te ordeno, en presencia de Dios (...) que conserves el mandamiento sin tacha, ni reproche, hasta la manifestación de nuestro Señor Jesucristo" (1 Cor 6, 13a. 14).
Esto es tan importante que , sigue diciendo san Pablo, "aunque nosotros o un ángel del cielo os anunciara un evangelio distinto del que os hemos anunciado, ¡sea anatema!" (Gal 1, 8). La Palabra de Dios no se puede tergiversar, ni cambiar, ni escamotear, pues como dice el autor de la carta a los hebreos, hablando de Jesucristo: "Su Palabra es viva y eficaz; y más aguda que espada alguna de dos filos. Penetra hasta la frontera del alma y del espíritu, hasta las articulaciones y médulas, y puede distinguir los sentimientos y pensamientos del corazón. Y no existe criatura alguna que esté oculta a su penetrante mirada, sino que todas están desnudas y descubiertas a sus ojos, delante de quien hemos de rendir cuentas" (Heb 4, 12-13).
Nunca se insistirá lo suficiente en este punto, puesto que es el fundamento de nuestra fe. Sin él, toda la fe y la Iglesia se derrumbarían. Fidelidad, pues, al depósito recibido, sin ocultar, ni añadir ni quitar nada. Dice san Juan en el Apocalipsis, poniendo en boca de Jesucristo estas palabras: "Si alguien añade algo a esto, Dios enviará sobre él las plagas descritas en este libro; y si alguien sustrae alguna palabra a la profecía de este libro, Dios le quitará su parte del árbol de la vida y de la ciudad santa que se describen en este libro" (Ap 22, 18-19).
Y siendo esto tan grave, como lo es, nos encontramos con que se nos quiere quitar la auténtica Palabra de Dios, cambiándola por palabras inventadas por hombres. Así ha ocurrido poco antes de la JMJ de Cracovia de este año: Pinchar aquí. La misma noticia en este corto video de Gloria TV:
El terrorismo es también ..., pero no sé si decirlo porque es algo peligroso ..., el terrorismo crece cuando no hay otra opción, cuando en el centro de la economía mundial está el dinero y no la persona, el hombre y la mujer. Esto ya es el primer terrorismo. Ignorar la maravilla de la creación, que es el hombre y la mujer, es un terrorismo de base contra toda la humanidad. Pensemos en eso.
En otras palabras, si le he entendido bien: la causa del terrorismo consiste en que no se aprecia a las personas, por sí mismas, como tales personas, y en que se pone el hincapié sólo en el dinero, lo cual crea unas diferencias tan grandes entre ellas que al final estas diferencias se dirimen mediante la violencia.
En parte, eso es cierto. Pero el problema de fondo, un fondo más allá de ese fondo, es que es imposible querer y apreciar, de verdad, a las personas, si no está de por medio el amor a Dios, que es la causa de todo lo creado y que, además, se hizo hombre, en la Persona de su Hijo, para que nosotros pudiéramos ser elevados, por pura gracia, a la categoría de hijos de Dios, siempre que pongamos los medios que Él ha establecido para ello, cuales son la guarda de sus mandamientos: "Quien acepta mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama" (Jn 14, 21a), decía Jesús. Y también: "Si me amáis guardaréis mis mandamientos" (Jn 14, 15). La pérdida del sentido de lo sobrenatural, el olvido y el rechazo de Dios, el pecado, en definitiva, es la verdadera causa de la miseria y de la corrupción, así como de todo aquello que nos hace sufrir.
Y así, si un cristiano ha descubierto, por pura gracia, que Jesucristo es el único que da sentido a la vida, ¿cómo se puede quedar esa joya para sí mismo?: "Si evangelizo ... es una obligación que me incumbe. Pues, ¡ay de mí si no evangelizara ...!" (1 Cor 9, 16), decía san Pablo.
Y quienes evangelizan no lo hacen por puro gusto personal o para ser vistos por los hombres o para medrar o trepar. No, sino que lo hacen obligados. "Si evangelizara por propio gusto, tendría derecho a recompensa; pero si lo hago por fuerza, cumplo con una misión que se me ha confiado. ¿Cuál es entonces mi recompensa? Que predique el Evangelio, entregándolo gratuitamente, sin hacer valer mis derechos por la evangelización" (1 Cor 9, 17-18).
Y aquí es bueno recordar también aquello que decía también san Pablo a los corintios: "Es preciso que los hombres vean en nosotros ministros de Cristo y administradores de los misterios de Dios. Ahora bien: lo que se busca en los administradores es que sean fieles" (1 Cor 4, 1-2). Fidelidad ¿a qué? ... Pues fidelidad al depósito recibido. Así exhortaba san Pablo a su discípulo Timoteo: "Timoteo, guarda el depósito" (1 Tim 6, 20). "Te ordeno, en presencia de Dios (...) que conserves el mandamiento sin tacha, ni reproche, hasta la manifestación de nuestro Señor Jesucristo" (1 Cor 6, 13a. 14).
Esto es tan importante que , sigue diciendo san Pablo, "aunque nosotros o un ángel del cielo os anunciara un evangelio distinto del que os hemos anunciado, ¡sea anatema!" (Gal 1, 8). La Palabra de Dios no se puede tergiversar, ni cambiar, ni escamotear, pues como dice el autor de la carta a los hebreos, hablando de Jesucristo: "Su Palabra es viva y eficaz; y más aguda que espada alguna de dos filos. Penetra hasta la frontera del alma y del espíritu, hasta las articulaciones y médulas, y puede distinguir los sentimientos y pensamientos del corazón. Y no existe criatura alguna que esté oculta a su penetrante mirada, sino que todas están desnudas y descubiertas a sus ojos, delante de quien hemos de rendir cuentas" (Heb 4, 12-13).
Nunca se insistirá lo suficiente en este punto, puesto que es el fundamento de nuestra fe. Sin él, toda la fe y la Iglesia se derrumbarían. Fidelidad, pues, al depósito recibido, sin ocultar, ni añadir ni quitar nada. Dice san Juan en el Apocalipsis, poniendo en boca de Jesucristo estas palabras: "Si alguien añade algo a esto, Dios enviará sobre él las plagas descritas en este libro; y si alguien sustrae alguna palabra a la profecía de este libro, Dios le quitará su parte del árbol de la vida y de la ciudad santa que se describen en este libro" (Ap 22, 18-19).
Y siendo esto tan grave, como lo es, nos encontramos con que se nos quiere quitar la auténtica Palabra de Dios, cambiándola por palabras inventadas por hombres. Así ha ocurrido poco antes de la JMJ de Cracovia de este año: Pinchar aquí. La misma noticia en este corto video de Gloria TV:
Duración: 27 segundos
En otras palabras, si le he entendido bien: la causa del terrorismo consiste en que no se aprecia a las personas, por sí mismas, como tales personas, y en que se pone el hincapié sólo en el dinero, lo cual crea unas diferencias tan grandes entre ellas que al final estas diferencias se dirimen mediante la violencia.
En parte, eso es cierto. Pero el problema de fondo, un fondo más allá de ese fondo, es que es imposible querer y apreciar, de verdad, a las personas, si no está de por medio el amor a Dios, que es la causa de todo lo creado y que, además, se hizo hombre, en la Persona de su Hijo, para que nosotros pudiéramos ser elevados, por pura gracia, a la categoría de hijos de Dios, siempre que pongamos los medios que Él ha establecido para ello, cuales son la guarda de sus mandamientos: "Quien acepta mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama" (Jn 14, 21a), decía Jesús. Y también: "Si me amáis guardaréis mis mandamientos" (Jn 14, 15). La pérdida del sentido de lo sobrenatural, el olvido y el rechazo de Dios, el pecado, en definitiva, es la verdadera causa de la miseria y de la corrupción, así como de todo aquello que nos hace sufrir.
Por eso, si nuestros sufrimientos los unimos a los de Jesucristo, adquieren, entonces, un carácter redentor. Nos convertimos en corredentores con Cristo. Y de ese modo, todo adquiere sentido, incluidas las contrariedades, la enfermedad y la muerte, pues éstas se convierten así en motivo de salvación para nosotros y para muchas otras personas ... según aquello que decía san Pablo y que, de otro modo, no podríamos comprender: "Ahora me alegro en los padecimientos por vosotros y completo en mi carne lo que falta a la Pasión de Cristo por su cuerpo, que es la Iglesia" (Col 1, 24).
[En esto consiste el Misterio del Cuerpo Místico de Cristo, que tan bien explica san Pablo en 1 Cor 12, 12-31. Un tema del que ya hablé en mi otro blog, en tres entradas (pinchar aquí, aquí y aquí). La encíclica de Pío XII viene en varios idiomas; yo he colocado el enlace al inglés, pues en la página web del Vaticano no viene la traducción al español; ésta puede encontrarse haciendo clic aquí]
[En esto consiste el Misterio del Cuerpo Místico de Cristo, que tan bien explica san Pablo en 1 Cor 12, 12-31. Un tema del que ya hablé en mi otro blog, en tres entradas (pinchar aquí, aquí y aquí). La encíclica de Pío XII viene en varios idiomas; yo he colocado el enlace al inglés, pues en la página web del Vaticano no viene la traducción al español; ésta puede encontrarse haciendo clic aquí]
Y si es que ahora comprendemos algo, por muy poco que sea, es debido a la fe, "la fe, que es seguridad de lo que se espera" (Heb 11, 1), que es un don de Dios y que debemos pedirle en cada instante, todos los días de nuestra vida, conscientes de que "todo el que pide, recibe" (Lc 11, 10) y de que, por lo tanto, Él nos la concederá, sin ningún género de duda.
José Martí