Hoy en día -y desde hace ya bastante tiempo- la gente "piensa" lo que los medios de comunicación de masas quieren que la gente piense. Está todo muy bien orquestado y organizado por aquellos que quieren acabar con la influencia del cristianismo en la sociedad, una influencia que -todo hay que decirlo- se ha manifestado altamente positiva en lo que concierne al verdadero desarrollo y progreso de la Humanidad.
Claro está: es necesario acudir a las fuentes y a aquellos historiadores que han sabido interpretarlas de modo objetivo sin dejarse llevar por ideologías de ningún signo: por ello mismo han sacado a relucir también los fallos humanos de ciertos cristianos que han abusado de su condición de tales, pero han dejado patente, al mismo tiempo, que se trataba de una minoría y que tal minoría no era representativa del sentir de la Iglesia, a la cual se oponían, en realidad, con su "modus vivendi". Nunca se debe de juzgar el todo por una parte. Ésta es una máxima filosófica que debe de tenerse en cuenta a la hora de dilucidar o de reflexionar acerca de una determinada época histórica ... hecho lo cual el balance que resulta para la civilización cristiana ha sido -y sigue siendo- de una importancia fundamental y decisiva para el progreso bien entendido, aquél que abarca a toda la persona humana.
Sin embargo, hoy en día se rechaza -en términos generales- tal influencia, hasta el extremo de que Europa entera ha renegado de sus raíces cristianas. El proceso de descristianización de la sociedad está ya muy avanzado y la apostasía generalizada es un hecho que va en aumento.
En todo ello, no cabe la menor duda, ha tenido mucho que ver aquél cuya existencia se niega, pero que es quien está llevando las riendas de todo este proceso ...; digámoslo sin subterfugios, puesto que es así, por más que se niegue y se mire para otra parte: el diablo. Éste no es un personaje ficticio ni inventado, sino que es muy real. En palabras de Jesucristo, el diablo es, por una parte, el padre de la mentira y de todos los mentirosos, y por otra es también el "príncipe de este mundo" ... Ya sabemos a qué atenernos.
Porque así es: es el diablo, de todas todas (ése en quien no se cree y que, precisamente, por ello, realiza su labor con tanta eficacia) el que está gobernando hoy el mundo ... y tiene muchos y muy fieles servidores, contando entre ellos -por supuesto-, a socialistas, comunistas y masones ... aunque también -y esto es lo más grave- cuenta con muchos servidores dentro de la misma Iglesia, en cuyo seno se ha infiltrado, cual caballo de Troya ... y está llevando a cabo un proceso de demolición como jamás se había visto hasta ahora. Y esto es sólo el comienzo de lo que está por venir.
Como digo, ya nadie cree en la existencia del diablo, lo que es para éste un auténtico triunfo, dado que así lleva a cabo su papel perverso y su obra demoledora de la Iglesia de un modo casi imperceptible, pero tremendamente eficaz.
Es preciso, por lo tanto, volver a predicar de nuevo a Jesucristo, puesto que ya nadie habla de Él y la gente no le conoce; tenemos una gran responsabilidad: la de hacer llegar a tantísima gente que aún no conoce al Señor, todas aquellas verdades que nosotros, los cristianos, por pura gracia, hemos recibido y que nos han sido transmitidas, con fidelidad, por las Sagradas Escrituras, por la Tradición y por el Magisterio de la Iglesia de siempre, a lo largo de dos mil años de Historia.
Para que esta misión sea efectiva, lo primero que tenemos que hacer es "rogar al Señor de la mies para que envíe obreros a su mies" (Mt 9, 38). Y rogar de modo insistente y con confianza, pues el Señor no puede abandonar a los suyos. Y luego, procurar vivir conforme a las enseñanzas de Jesús, para hacer de su Vida nuestra vida, de modo que la gente, de alguna manera, vea a Jesús en nosotros. Esto es posible. Lo ha sido hasta ahora y puede y debe de seguir siéndolo, si somos valientes y ponemos en Dios toda nuestra confianza, sin temores absurdos que no conducen a nada.
De entrada, debemos de tener muy claro que es imposible que se dén dos Magisterios en el seno de una misma y única Iglesia. Dios no puede permitir que existan en la Iglesia dos magisterios legítimos y, al mismo tiempo, distintos, enseñando doctrinas contradictorias o diferentes (donde cada uno, por su cuenta, exige un asentimiento completo)
Así lo dijo Jesús: Todo reino dividido contra sí mismo queda desolado; y cae casa sobre casa.(Lc 11, 17). Cierto que es un hecho innegable que existen grandes divisiones internas en el seno de la Iglesia entre los mismos Jerarcas, unas divisiones que no tendrían por qué darse ... pero se dan. No es ésa, por supuesto, la voluntad de Jesucristo, quien rogó a su Padre, en la misma noche en la que iba a ser apresado por los judíos para darle muerte, diciéndole: "Que sean uno, Padre, como Tú y Yo somos uno" (Jn 17, 22).
Así lo dijo Jesús: Todo reino dividido contra sí mismo queda desolado; y cae casa sobre casa.(Lc 11, 17). Cierto que es un hecho innegable que existen grandes divisiones internas en el seno de la Iglesia entre los mismos Jerarcas, unas divisiones que no tendrían por qué darse ... pero se dan. No es ésa, por supuesto, la voluntad de Jesucristo, quien rogó a su Padre, en la misma noche en la que iba a ser apresado por los judíos para darle muerte, diciéndole: "Que sean uno, Padre, como Tú y Yo somos uno" (Jn 17, 22).
¡Es de resaltar -y esto es muy importante- que Jesús, en esta oración sacerdotal en la que se dirige a su Padre, poco antes de morir, está refiriendose únicamente a sus discípulos, es decir, a los cristianos; es decir, a nosotros que, por pura gracia, lo somos, sin merecimiento alguno de nuestra parte! ... No se está refiriendo el Señor al conjunto de la humanidad, a aquellos a quienes aún no ha llegado su mensaje; y menos aún a los que lo han rechazado abiertamente: ruega al Padre sólo por sus ovejas ... y entre ellas se encuentran aquéllos que creerán en Él por las palabras de sus discípulos y que se harán también, a consecuencia de ello, discípulos suyos (Jn 17, 20).
Como se ha comentado ya varias veces en este blog son los frutos los que dirimen si una pastoral ha sido o no ha sido una buena pastoral. Y no hay más que apoyarse en las palabras de nuestro Maestro, quien dijo: "Por sus frutos los conoceréis" (Mt 7, 20) ... Es un hecho indiscutible que tales frutos, en concreto aquellos que se han producido a partir del Concilio Vaticano en el seno de la Iglesia, no han sido buenos.
Si recordamos, fue el propio cardenal Ratzinger, cuando era Prefecto para la Doctrina de la Fe, quien así lo reconoció y lo expresó, al afirmar que la Gaudium Spes era un anti-Syllabus, afirmación de la que no se desdijo al llegar a la condición de Papa, de manera tal que la que el mismo Benedicto XVI llamó "hermenéutica de la continuidad" no es tal: la Tradición de siempre, previa al Concilio Vaticano II, ha experimentado un cambio radical a lo largo de estos cincuenta años posteriores a dicho Concilio. Son ya varias las generaciones de fieles cristianos que no han conocido otra cosa y, lógicamente, no pueden percibir ningún cambio ni realizar ninguna comparativa con el Magisterio anterior.
Sin embargo, existe una gran diferencia entre ambos Magisterios. Esto lo saben, por supuesto, todos cuantos han conocido cómo era la Iglesia antes del Concilio Vaticano II y cómo es ahora. También hay jóvenes que conocen estas diferencias, pero son los menos, son la excepción.
De manera, pues, que lo que comenzó con la pretensión de ser una nueva Evangelización, un mejor modo de acercarse al mundo actual para que el Evangelio sea mejor conocido y llegue a un mayor número de personas, todo esto que, ciertamente, estaba bien (al menos, en teoría) ... ha degenerado: Hoy en día una inmensa mayoría de cristianos católicos no conocen las verdades fundamentales de su fe.
Y todo esto sin considerar que hay determinados textos del Concilio Vaticano II que se pueden considerar realmente irreconciliables con la Doctrina multisecular de la Iglesia, de ser tomados al pie de la letra ... en todo caso están escritos en un lenguaje tan ambiguo que pueden dar lugar, como así ha ocurrido, a interpretaciones erróneas ... o tal vez no tan erróneas, lo que sería aún más grave. Me vienen a la mente el diálogo interreligioso y el mal llamado ecumenismo (no pretendo ser exhaustivo), temas que han dado lugar a situaciones un tanto atípicas, por no expresarlo de un modo más fuerte, como es el caso de los famosos encuentros de Asís, que comenzaron con el papa Juan Pablo II el 27 de octubre de 1986 y que equiparan, de alguna manera a todas las religiones, como si dieran lo mismo tener una religión u otra ... Al menos, eso es lo que parece. Y de no ser así, la confusión está servida.
Bien es verdad que, en estos encuentros, para evitar sincretismos, se usó la fórmula: “No rezar juntos, sino estar juntos para rezar” “No hay que esperar una oración común, no es posible. Pero estaremos juntos en el mismo lugar para rezar. Hay que respetar la plegaria de cada uno, permitir a todos expresarse en la plenitud de su fe, de sus creencias”. Lógicamente todo esto suena bien al oído.
El problema radica en que no tiene mucho sentido que cada cual rece a "su dios", como si hubiera muchos dioses ... y el Dios de los cristianos sería "un dios" más, equiparable a los demás "dioses". Si los primeros cristianos hubiesen actuado así, si se hubieran prestado a colocar a Jesucristo en el Panteón de los dioses, como "un dios" más dentro del conjunto del resto de los dioses, la Religión católica no hubiese existido jamás: afortunadamente -Dios es Providente- actuaron en conformidad con la vocación que había recibido, siendo conscientes, como lo eran, de que la salvación sólo se encuentra en Jesucristo (Hech 4, 12) : Se jugaron la vida y murieron mártires antes que renegar de su fe ... no considerando en absoluto, ni por un momento, que daba la mismo adorar a un dios o a otro dios.
Los primeros cristianos, así como todos los verdaderos cristianos que les sucedieron, se dedicaron a evangelizar los distintos lugares del mundo, entre ellos, el continente americano. De este modo cumplían el mandato que Jesucristo les dio, una vez que resucitó de entre los muertos: "Id por todo el mundo y enseñad a todas las gentes ... enseñándoles a guardar TODO lo que Yo os he mandado" (Mt 28, 19.20).
Es increíble que la Iglesia actual haya pedido perdón por haber actuado así, cuando lo que ha hecho es sencillamente limitarse a cumplir el encargo que había recibido de Jesús, o sea, cumplir con la misión de evangelizar a todos los pueblos. Cierto que hubieron excesos, por parte de algunos que se llamaban a sí mismos católicos, pero que no actuaron como tales ... Lógicamente son esos excesos e injusticias de algunos los que, en realidad, deben de ser condenados, pero tal condena no puede (no debe) realizarse nunca, como sí se ha hecho, actuando en contra de la verdad histórica: Pinchar aquí y aquí
Se podrían poner miles de ejemplos, con relación a los frutos obtenidos, como veníamos diciendo, aunque nos limitaremos a señalarar sólo unos pocos, a modo de recordatario (puesto que ya nos hemos referido antes a ellos); y si nuestra mente sigue estando abierta a la verdad, si todavía seguimos llamando a las cosas por su nombre, nos será fácil llegar a la conclusión de que, efectivamente, se ha producido un cambio -de hecho- en la enseñanza de la Iglesia (y no precisamente, un cambio a mejor), hasta el punto de que podemos afirmar que nos encontramos ante una "nueva Iglesia". Esto es sumamente grave y puede tener -y tendrá, casi con toda seguridad- consecuencias gravísimas e imprevisibles, en un futuro no demasiado lejano, si es que aún siguen aplicándose las leyes de la lógica ...
Y esto será así (yo, al menos así lo pienso) a menos que se produzca algún tipo de cambio inesperado (¡un milagro, vamos!) que produzca una vuelta a la Tradición y a la Iglesia de siempre. Claro está: Dios no suele actuar de esa manera; por lo que dicho cambio es altamente improbable, por no decir imposible.
Desde luego, tal y como están las cosas, no cabe la menor duda de que Dios va a intervenir ... No ni el cómo ni el cuándo lo hará, pero es seguro que lo hará. En cierto modo sí sabemos cuándo ... será cuando menos se piense, cuando nadie piense que pueda producirse. Al menos esas fueron las palabras de Jesús.
De que las puertas del Infierno no pueden prevalecer sobre la verdadera Iglesia tenemos una certeza absoluta, puesto que son palabras del mismo Jesús quien también dijo: "el cielo y la tierra pasarán pero Mis palabras no pasarán" (Mt 24, 35). Por eso, nuestra actitud, como cristianos, ha de ser aquélla a la que nos exhortaba el autor de la carta a los hebreos, cuando les escribía: "No perdáis vuestra confianza, que tiene una gran recompensa" (Heb 10, 35).
Pero dicho lo cual, es evidente que no podemos cerrar los ojos, como el avestruz ... o mirar para otra parte; y aunque veamos que se están dando en la Iglesia situaciones anormales, ignorarlas como si no estuviese ocurriendo nada. Eso no podemos hacerlo. Si procediésemos de esa manera estaríamos actuando en contra de la voluntad de nuestro Maestro y Señor, quien dijo de Sí mismo: "Yo soy la Verdad" (Jn 14, 6) "Todo el que es de la verdad escucha mi Voz" (Jn 18, 37) ... y no podríamos ni siquiera pretender ser buenos discípulos de Jesús.
Como se ha comentado ya varias veces en este blog son los frutos los que dirimen si una pastoral ha sido o no ha sido una buena pastoral. Y no hay más que apoyarse en las palabras de nuestro Maestro, quien dijo: "Por sus frutos los conoceréis" (Mt 7, 20) ... Es un hecho indiscutible que tales frutos, en concreto aquellos que se han producido a partir del Concilio Vaticano en el seno de la Iglesia, no han sido buenos.
Si recordamos, fue el propio cardenal Ratzinger, cuando era Prefecto para la Doctrina de la Fe, quien así lo reconoció y lo expresó, al afirmar que la Gaudium Spes era un anti-Syllabus, afirmación de la que no se desdijo al llegar a la condición de Papa, de manera tal que la que el mismo Benedicto XVI llamó "hermenéutica de la continuidad" no es tal: la Tradición de siempre, previa al Concilio Vaticano II, ha experimentado un cambio radical a lo largo de estos cincuenta años posteriores a dicho Concilio. Son ya varias las generaciones de fieles cristianos que no han conocido otra cosa y, lógicamente, no pueden percibir ningún cambio ni realizar ninguna comparativa con el Magisterio anterior.
Sin embargo, existe una gran diferencia entre ambos Magisterios. Esto lo saben, por supuesto, todos cuantos han conocido cómo era la Iglesia antes del Concilio Vaticano II y cómo es ahora. También hay jóvenes que conocen estas diferencias, pero son los menos, son la excepción.
De manera, pues, que lo que comenzó con la pretensión de ser una nueva Evangelización, un mejor modo de acercarse al mundo actual para que el Evangelio sea mejor conocido y llegue a un mayor número de personas, todo esto que, ciertamente, estaba bien (al menos, en teoría) ... ha degenerado: Hoy en día una inmensa mayoría de cristianos católicos no conocen las verdades fundamentales de su fe.
Y todo esto sin considerar que hay determinados textos del Concilio Vaticano II que se pueden considerar realmente irreconciliables con la Doctrina multisecular de la Iglesia, de ser tomados al pie de la letra ... en todo caso están escritos en un lenguaje tan ambiguo que pueden dar lugar, como así ha ocurrido, a interpretaciones erróneas ... o tal vez no tan erróneas, lo que sería aún más grave. Me vienen a la mente el diálogo interreligioso y el mal llamado ecumenismo (no pretendo ser exhaustivo), temas que han dado lugar a situaciones un tanto atípicas, por no expresarlo de un modo más fuerte, como es el caso de los famosos encuentros de Asís, que comenzaron con el papa Juan Pablo II el 27 de octubre de 1986 y que equiparan, de alguna manera a todas las religiones, como si dieran lo mismo tener una religión u otra ... Al menos, eso es lo que parece. Y de no ser así, la confusión está servida.
Bien es verdad que, en estos encuentros, para evitar sincretismos, se usó la fórmula: “No rezar juntos, sino estar juntos para rezar” “No hay que esperar una oración común, no es posible. Pero estaremos juntos en el mismo lugar para rezar. Hay que respetar la plegaria de cada uno, permitir a todos expresarse en la plenitud de su fe, de sus creencias”. Lógicamente todo esto suena bien al oído.
El problema radica en que no tiene mucho sentido que cada cual rece a "su dios", como si hubiera muchos dioses ... y el Dios de los cristianos sería "un dios" más, equiparable a los demás "dioses". Si los primeros cristianos hubiesen actuado así, si se hubieran prestado a colocar a Jesucristo en el Panteón de los dioses, como "un dios" más dentro del conjunto del resto de los dioses, la Religión católica no hubiese existido jamás: afortunadamente -Dios es Providente- actuaron en conformidad con la vocación que había recibido, siendo conscientes, como lo eran, de que la salvación sólo se encuentra en Jesucristo (Hech 4, 12) : Se jugaron la vida y murieron mártires antes que renegar de su fe ... no considerando en absoluto, ni por un momento, que daba la mismo adorar a un dios o a otro dios.
Los primeros cristianos, así como todos los verdaderos cristianos que les sucedieron, se dedicaron a evangelizar los distintos lugares del mundo, entre ellos, el continente americano. De este modo cumplían el mandato que Jesucristo les dio, una vez que resucitó de entre los muertos: "Id por todo el mundo y enseñad a todas las gentes ... enseñándoles a guardar TODO lo que Yo os he mandado" (Mt 28, 19.20).
Es increíble que la Iglesia actual haya pedido perdón por haber actuado así, cuando lo que ha hecho es sencillamente limitarse a cumplir el encargo que había recibido de Jesús, o sea, cumplir con la misión de evangelizar a todos los pueblos. Cierto que hubieron excesos, por parte de algunos que se llamaban a sí mismos católicos, pero que no actuaron como tales ... Lógicamente son esos excesos e injusticias de algunos los que, en realidad, deben de ser condenados, pero tal condena no puede (no debe) realizarse nunca, como sí se ha hecho, actuando en contra de la verdad histórica: Pinchar aquí y aquí
Se podrían poner miles de ejemplos, con relación a los frutos obtenidos, como veníamos diciendo, aunque nos limitaremos a señalarar sólo unos pocos, a modo de recordatario (puesto que ya nos hemos referido antes a ellos); y si nuestra mente sigue estando abierta a la verdad, si todavía seguimos llamando a las cosas por su nombre, nos será fácil llegar a la conclusión de que, efectivamente, se ha producido un cambio -de hecho- en la enseñanza de la Iglesia (y no precisamente, un cambio a mejor), hasta el punto de que podemos afirmar que nos encontramos ante una "nueva Iglesia". Esto es sumamente grave y puede tener -y tendrá, casi con toda seguridad- consecuencias gravísimas e imprevisibles, en un futuro no demasiado lejano, si es que aún siguen aplicándose las leyes de la lógica ...
Y esto será así (yo, al menos así lo pienso) a menos que se produzca algún tipo de cambio inesperado (¡un milagro, vamos!) que produzca una vuelta a la Tradición y a la Iglesia de siempre. Claro está: Dios no suele actuar de esa manera; por lo que dicho cambio es altamente improbable, por no decir imposible.
Desde luego, tal y como están las cosas, no cabe la menor duda de que Dios va a intervenir ... No ni el cómo ni el cuándo lo hará, pero es seguro que lo hará. En cierto modo sí sabemos cuándo ... será cuando menos se piense, cuando nadie piense que pueda producirse. Al menos esas fueron las palabras de Jesús.
De que las puertas del Infierno no pueden prevalecer sobre la verdadera Iglesia tenemos una certeza absoluta, puesto que son palabras del mismo Jesús quien también dijo: "el cielo y la tierra pasarán pero Mis palabras no pasarán" (Mt 24, 35). Por eso, nuestra actitud, como cristianos, ha de ser aquélla a la que nos exhortaba el autor de la carta a los hebreos, cuando les escribía: "No perdáis vuestra confianza, que tiene una gran recompensa" (Heb 10, 35).
Pero dicho lo cual, es evidente que no podemos cerrar los ojos, como el avestruz ... o mirar para otra parte; y aunque veamos que se están dando en la Iglesia situaciones anormales, ignorarlas como si no estuviese ocurriendo nada. Eso no podemos hacerlo. Si procediésemos de esa manera estaríamos actuando en contra de la voluntad de nuestro Maestro y Señor, quien dijo de Sí mismo: "Yo soy la Verdad" (Jn 14, 6) "Todo el que es de la verdad escucha mi Voz" (Jn 18, 37) ... y no podríamos ni siquiera pretender ser buenos discípulos de Jesús.
(Continuará)