Me encontraba el otro día recordando una conversación que tuve, hace algún tiempo, con un profesor de filosofía, amigo mío, acerca de la Lógica. Hablábamos sobre las figuras y los modos del silogismo. Se me quedó grabado lo más típico, que es el silogismo en modo BÁRBARA, correspondiente a la primera figura, con el famoso ejemplo, de todos conocido:
Todos los hombres son mortales
Sócrates es hombre
Luego Sócrates es mortal
Las dos primeras proposiciones son las premisas y la tercera es la conclusión.
Posteriormente, razonando con esta lógica, intenté aplicarla a un caso actual. Y me dije:
El modernismo es la suma de todas las herejías
La Iglesia actual está impregnada de modernismo
Luego la Iglesia actual es hereje
La conclusión no tiene sentido. Luego debe de haber algún sofisma escondido como así es. La primera premisa es correcta y expresa una gran verdad: fue enunciada por el Papa San Pío X en su encíclica Pascendi. El error se encuentra en la segunda. Hay un matiz importante que, al no haberlo señalado, nos ha conducido a una conclusión falsa. Simplemente donde dice "La Iglesia actual" debemos escribir "Gran parte de la Iglesia actual". Y, por supuesto, la conclusión será, ahora, muy diferente.
El nuevo silogismo quedaría escrito de la siguiente manera:
El modernismo es la suma de todas las herejías (verdad)
Gran parte de la Iglesia actual está impregnada de modernismo (verdad)
Luego gran parte de la Iglesia actual se comporta heréticamente (verdad)
Aunque mis conocimientos de Lógica son escasos, me parece que he transformado un silogismo en modo BÁRBARA en otro silogismo en modo DARÍI, también de la primera figura. No estoy seguro ... pero, en fin, lo cierto es que la conclusión a la que ahora se llega sí es la correcta. Un buen filósofo podría, tal vez, corregirme y decirme que el silogismo es DATISI, de la 3ª figura; o DABITIS, de la 4ª. De todos modos, se llame como se llame, su conocimiento es irrelevante para nuestro propósito, en el sentido de que no afectaría a la conclusión, que es lo verdaderamente importante ... y preocupante.
Es un hecho comprobado que una inmensa mayoría de los que componen la Iglesia actual están inficionados de modernismo ... de donde se sigue, aplicando la lógica, que una gran mayoría de los que componen esta Iglesia nuestra ha caído en algún tipo de herejía (en concreto todos aquellos que se hayan dejado llevar por las corrientes modernistas e inmanentistas de la época en la que vivimos)
Si esto es así -y lo es- nos encontraríamos ante un fenómeno que jamás se ha producido en la Historia de la Iglesia (que yo sepa): estarían conviviendo, simultáneamente, una Iglesia "hereje", cuyo número de miembros sería mayoría, junto a otra Iglesia, que se mantiene "fiel" a la Tradición recibida, pero en clara y exigua minoría. Ambas bajo la autoridad de un único Papa, que es el "Papa legítimo", en teoría, conforme al Derecho Eclesiástico ... con la particularidad de que es afín a la primera Iglesia, a la Iglesia "nueva", una "Iglesia" que, por desgracia, no sería la Iglesia instituída por Jesucristo, aun cuando así se proclamara por todos. Desde que el papa Francisco tomó posesión de su Pontificado (hace ya casi tres años) todos los hechos lo van confirmando.
No tenemos más que leer el Denzinger-Bergoglio, en donde aparecen infinidad de dichos, escritos, homilías, entrevistas, llamadas telefónicas, reuniones, etc... en los que se pone de manifiesto que no es un Papa amante de la Tradición, sino que castiga continuamente a los tradicionalistas, considerándolos como una carga o un lastre que pesa sobre la Iglesia (sobre "su" Iglesia) y que hacen que "su" proyecto de Iglesia no se lleve a cabo con la celeridad que a él le gustaría.
En este blog hay suficientes entradas relativas a la actuación del papa Francisco en las cuales, de un modo documentado, incluyendo vídeos, se observa la deriva que está tomando la "nueva" Iglesia, en un intento de destruir todos los vestigios de la Iglesia de siempre y poniendo todo tipo de trabas a los que no sigan esa línea de actuación (Véase, por ejemplo, el caso de los Franciscanos de la Inmaculada y el caso de Monseñor Liviéres, entre otros muchos).
Y todo ello mediante imposiciones "arbitrarias", en tanto en cuanto la mayoría de ellas no se adecúa a la palabra de Dios ... sobre todo cuando se trata de esos temas que tanto le gustan como son el "ecumenismo" y el "diálogo interreligioso": Véase, por ejemplo, el vídeo del 7 de enero y el comentario realizado sobre el mismo, en este blog: ¿Dónde aparece ahí la verdad católica fundamental, cual es la de que Jesucristo es la piedra angular y que "en ningún otro hay salvación, pues ningún otro Nombre hay bajo el Cielo, dado a los hombres, por el que podamos salvarnos" (Hech 4, 12). Tenemos un Papa políticamente correcto, pero su misión no es esa, sino la de anunciar la Palabra de Dios, hecha realidad en Jesucristo: ¡Pero eso no lo vemos, en sus encuentro con judíos y musulmanes, por ejemplo!
A fuer de ser sinceros habría que consignar que lo que el papa Francisco está haciendo no es sino llevar a efecto una serie de puntos que ya se encuentran en algunos de los documentos del Concilio Vaticano II. De manera que habría que remontarse al 11 de octubre del año 1962, día en el que tuvo lugar la ceremonia de inauguración del Concilio Vaticano II por el papa Juan XXIII, cuya clausura tendría lugar el 8 de Diciembre de 1965 por el papa Pablo VI. El concilio -dijo- había sido convocado no para condenar errores ni formular nuevos dogmas sino para manifestar la verdad de Cristo al mundo contemporáneo, a su mentalidad y a su cultura.
Un "aggiornamento" que, bien entendido, debería de haber supuesto una adecuación de la verdad que no cambia y que siempre es nueva al clima cultural de la época actual; lo que supone tener siempre presente que "Jesucristo es el mismo ayer y hoy y lo será siempre" (Heb 13, 8). Desgraciadamente no ha sido así. Y es que el propio Concilio Vaticano II estaba ya inficionado de modernismo, lo que se puede comprobar mediante un estudio serio y cuidadoso de cada uno de los dieciséis documentos que lo componen. Además, sólo tenemos que ver los frutos obtenidos y todo lo que está ocurriendo hoy en día en la Iglesia, consecuencia lógica de lo que se sembró.
En un artículo que escribí, hace algún tiempo, decía yo, entre otras cosas, lo siguiente: Con la excusa de la "nueva pastoral" y de que los cristianos tenemos que estar pendientes de los llamados "signos de los tiempos", lo que de hecho se está haciendo -aunque se quieran cerrar los ojos para no ver- es un cambio en la doctrina: esto se negará ... pero los hechos están ahí, para que vea todo aquel que quiera ver.
Ante lo cual, uno se pregunta en qué medida son preceptivos los documentos emanados del Concilio Vaticano II [al que, por cierto, se le llama simplemente "el Concilio", como si fuera el único Concilio, cuando hay veinte concilios previos anteriores a el y éstos sí se definieron explícitamente como dogmáticos; siendo los más relevantes el Concilio de Trento y el Concilio Vaticano I].
Otro aspecto a tener en cuenta es que se habla de la Iglesia pre-conciliar y de la Iglesia post-conciliar, como si se tratase de dos Iglesias distintas. Es más: incluso, a veces, se da la impresión de que la Iglesia (su verdadera interpretación) ha comenzado hace tan solo cincuenta años, a raíz del Concilio Vaticano II, siendo así que la Iglesia surgió hace dos mil años y su raíz no se encuentra en el Concilio Vaticano II, sino que está en Jesucristo: hay que acudir siempre a las Sagradas Escrituras y a la Tradición multisecular de la Iglesia así como a las verdades dogmáticas definidas de una vez para siempre en los diferentes concilios anteriores al Concilio Vaticano II (éste es sólo meramente pastoral y no dogmático, como fue definido explícitamente por el papa Juan XXIII).
Es preciso ir a la base, al fundamento y no darle tanta importancia -como se le está dando- al Concilio Vaticano II, un concilio meramente pastoral ... en teoría. Y para colmo se está haciendo hincapié, precisamente, en aquellos puntos del CVII que son más que discutibles: el resultado es que la gente conoce cada vez menos a Jesucristo y pierde la gran oportunidad de su vida, lo único que podría darles la verdadera felicidada, ya en este mundo, en la medida en la que ello es posible.
Brunero Gherardini, autoridad de reconocido prestigio en estos temas, en el prólogo de su excelente libro " Vaticano II: una explicación pendiente"; y en contestación a la pregunta que he formulado más arriba, afirma lo siguiente:
Un concilio es promovido y guiado por el Espíritu Santo. Esto no quita que la acción del Espíritu Santo pueda encontrar resistencia, formal o material, en la libertad de los hombres que dan vida al momento conciliar. De esta posibilidad surge el gran riesgo que se proyecta sobre el fin del concilio -de todo concilio en cuanto tal- que llega hasta la posibilidad del fracaso. Alguno ha ido más allá y se ha preguntado si un concilio ecuménico puede incurrir en errores sobre la fe y la moral. Los pareceres están en desacuerdo, pero se debería unívocamente convenir sobre la posibilidad de que prevalezca la perversa libertad humana contra la acción del Espíritu Santo. Mi parecer es que esto puede suceder, mas en el preciso momento en que se verifica, un concilio ecuménico deja de ser tal.
Si a todos los concilios se les debe religioso respeto y generosa adhesión, de esto no se sigue que todos ellos tengan una misma eficacia vinculante. La de un concilio rigurosamente dogmático no se pone ni siquiera en discusión: depende su infalibilidad e irreformabilidad y, por lo tanto, obliga a la Iglesia entera, en todos sus componentes (...)
Luego cuando un concilio se presenta a sí mismo, al contenido y a la razón de sus documentos bajo la categoría de la pastoralidad, autocalificándose así como pastoral, excluye, de este modo, todo intento definitorio. Por eso no puede pretender la calificación de dogmático, ni otros pueden conferírsela (...)
Ésta es la ratio que guió, desde el principio hasta el fin, al Vaticano II. Quien, citándolo, lo equipara al Tridentino y al mismo Vaticano I, acreditándole una fuerza normativa y obligatoria que, por sí mismo, no posee, hace algo ilegítimo; y, en última instancia, no respeta el concilio (...) Alguno dirá que nunca nadie ha definido como dogmático al Vaticano II y, a fin de cuentas, es cierto. Pero es también cierto e incontestable que magisterio, teología y operadores pastorales han hecho del Vaticano II un absoluto. Un error de base, sobre el cual se ha construído el edificio postconciliar y contra el cual es necesario, por fin, reaccionar.
Un poco más adelante, añade: "Sólo es lícito reconocer al Vaticano II una índole dogmática allí donde él repropone como verdad de fe dogmas definidos en precedentes concilios (...)". De manera que "si el Vaticano II no puede definirse, en sentido estricto, como "dogmático", sus doctrinas (...) no son ni infalibles ni irreformables ni, por lo tanto, son tampoco obligatorias: quien las negara no por esto sería formalmente hereje. Quien las impusiera como infalibles e irreformables estaría yendo contra el concilio mismo"
Como siempre, ante la duda, debemos de actuar según la recta conciencia: ésta es la que está en conformidad con la palabra de Dios, que podemos encontrar en las Sagradas Escrituras y en la Tradición Perenne de la Iglesia. Ese es el camino seguro. Y debemos de tener presente, y tomar ejemplo, de lo que dijeron Pedro y los Apóstoles al Sumo Sacerdote, cuando éste les reprendió por enseñar en nombre de Jesucristo: "Es preciso obedecer a Dios antes que a los hombres" (Hech 5, 29) -le contestaron.
Esto es hoy especialmente importante y urgente, pues son muchos los falsos profetas que se han infiltrado en el seno de la Iglesia y ocupan algos cargos de responsabilidad. Sólo debemos de seguirlos cuando lo que digan esté en conformidad con lo que la Iglesia siempre ha dicho ... pues los pastores, desde los sacerdotes hasta los obispos y el Papa, son esclavos de la Palabra de Dios y no pueden permitirse el lujo de dar sus propias opiniones. Si esto ocurriera, no sólo no estarímos obligados a obedecerles sino que nuestra obligación sería la desobediencia, por un motivo muy claro; y es que los tales no serían ya verdaderos pastores, al no ser portavoces de la palabra de Dios.
Nuestros oídos y nuestro corazón deben de estar a la escucha de la Palabra del Buen Pastor, Aquél que dio su Vida por sus ovejas, Aquél a quien le importan las ovejas. Ésa es la única Voz que llega al corazón. Y las ovejas de su rebaño conocen esa Voz y la siguen. Y no seguirán la voz de los extraños, porque son ladrones y salteadores. Así nos lo hizo saber Jesús, nuestro Maestro y Señor, nuestro Amigo, Aquel que dijo: "He aquí que estoy a la puerta y llamo. Si alguno escucha mi Voz y abre la puerta, Yo entraré a él y cenaré con él y él cenará conmigo" (Ap 3, 20).
Si los pastores nos hablan realmente de Él lo notaremos, porque su Voz se dirige siempre al corazón y éste no puede menos que conmoverse si se encuentra frente a frente con la verdadera Palabra de Dios, que es Jesús, Aquel por quien suspira y de quien está enamorado. Esto lo sabía muy bien la esposa del Cantar. Escuchemos lo que dice, pues sus palabras expresan, con gran belleza poética, sus ansias de estar con Él (las mismas que nosotros debemos de tener):
En este blog hay suficientes entradas relativas a la actuación del papa Francisco en las cuales, de un modo documentado, incluyendo vídeos, se observa la deriva que está tomando la "nueva" Iglesia, en un intento de destruir todos los vestigios de la Iglesia de siempre y poniendo todo tipo de trabas a los que no sigan esa línea de actuación (Véase, por ejemplo, el caso de los Franciscanos de la Inmaculada y el caso de Monseñor Liviéres, entre otros muchos).
Y todo ello mediante imposiciones "arbitrarias", en tanto en cuanto la mayoría de ellas no se adecúa a la palabra de Dios ... sobre todo cuando se trata de esos temas que tanto le gustan como son el "ecumenismo" y el "diálogo interreligioso": Véase, por ejemplo, el vídeo del 7 de enero y el comentario realizado sobre el mismo, en este blog: ¿Dónde aparece ahí la verdad católica fundamental, cual es la de que Jesucristo es la piedra angular y que "en ningún otro hay salvación, pues ningún otro Nombre hay bajo el Cielo, dado a los hombres, por el que podamos salvarnos" (Hech 4, 12). Tenemos un Papa políticamente correcto, pero su misión no es esa, sino la de anunciar la Palabra de Dios, hecha realidad en Jesucristo: ¡Pero eso no lo vemos, en sus encuentro con judíos y musulmanes, por ejemplo!
A fuer de ser sinceros habría que consignar que lo que el papa Francisco está haciendo no es sino llevar a efecto una serie de puntos que ya se encuentran en algunos de los documentos del Concilio Vaticano II. De manera que habría que remontarse al 11 de octubre del año 1962, día en el que tuvo lugar la ceremonia de inauguración del Concilio Vaticano II por el papa Juan XXIII, cuya clausura tendría lugar el 8 de Diciembre de 1965 por el papa Pablo VI. El concilio -dijo- había sido convocado no para condenar errores ni formular nuevos dogmas sino para manifestar la verdad de Cristo al mundo contemporáneo, a su mentalidad y a su cultura.
Un "aggiornamento" que, bien entendido, debería de haber supuesto una adecuación de la verdad que no cambia y que siempre es nueva al clima cultural de la época actual; lo que supone tener siempre presente que "Jesucristo es el mismo ayer y hoy y lo será siempre" (Heb 13, 8). Desgraciadamente no ha sido así. Y es que el propio Concilio Vaticano II estaba ya inficionado de modernismo, lo que se puede comprobar mediante un estudio serio y cuidadoso de cada uno de los dieciséis documentos que lo componen. Además, sólo tenemos que ver los frutos obtenidos y todo lo que está ocurriendo hoy en día en la Iglesia, consecuencia lógica de lo que se sembró.
En un artículo que escribí, hace algún tiempo, decía yo, entre otras cosas, lo siguiente: Con la excusa de la "nueva pastoral" y de que los cristianos tenemos que estar pendientes de los llamados "signos de los tiempos", lo que de hecho se está haciendo -aunque se quieran cerrar los ojos para no ver- es un cambio en la doctrina: esto se negará ... pero los hechos están ahí, para que vea todo aquel que quiera ver.
Ante lo cual, uno se pregunta en qué medida son preceptivos los documentos emanados del Concilio Vaticano II [al que, por cierto, se le llama simplemente "el Concilio", como si fuera el único Concilio, cuando hay veinte concilios previos anteriores a el y éstos sí se definieron explícitamente como dogmáticos; siendo los más relevantes el Concilio de Trento y el Concilio Vaticano I].
Otro aspecto a tener en cuenta es que se habla de la Iglesia pre-conciliar y de la Iglesia post-conciliar, como si se tratase de dos Iglesias distintas. Es más: incluso, a veces, se da la impresión de que la Iglesia (su verdadera interpretación) ha comenzado hace tan solo cincuenta años, a raíz del Concilio Vaticano II, siendo así que la Iglesia surgió hace dos mil años y su raíz no se encuentra en el Concilio Vaticano II, sino que está en Jesucristo: hay que acudir siempre a las Sagradas Escrituras y a la Tradición multisecular de la Iglesia así como a las verdades dogmáticas definidas de una vez para siempre en los diferentes concilios anteriores al Concilio Vaticano II (éste es sólo meramente pastoral y no dogmático, como fue definido explícitamente por el papa Juan XXIII).
Es preciso ir a la base, al fundamento y no darle tanta importancia -como se le está dando- al Concilio Vaticano II, un concilio meramente pastoral ... en teoría. Y para colmo se está haciendo hincapié, precisamente, en aquellos puntos del CVII que son más que discutibles: el resultado es que la gente conoce cada vez menos a Jesucristo y pierde la gran oportunidad de su vida, lo único que podría darles la verdadera felicidada, ya en este mundo, en la medida en la que ello es posible.
Brunero Gherardini, autoridad de reconocido prestigio en estos temas, en el prólogo de su excelente libro " Vaticano II: una explicación pendiente"; y en contestación a la pregunta que he formulado más arriba, afirma lo siguiente:
Un concilio es promovido y guiado por el Espíritu Santo. Esto no quita que la acción del Espíritu Santo pueda encontrar resistencia, formal o material, en la libertad de los hombres que dan vida al momento conciliar. De esta posibilidad surge el gran riesgo que se proyecta sobre el fin del concilio -de todo concilio en cuanto tal- que llega hasta la posibilidad del fracaso. Alguno ha ido más allá y se ha preguntado si un concilio ecuménico puede incurrir en errores sobre la fe y la moral. Los pareceres están en desacuerdo, pero se debería unívocamente convenir sobre la posibilidad de que prevalezca la perversa libertad humana contra la acción del Espíritu Santo. Mi parecer es que esto puede suceder, mas en el preciso momento en que se verifica, un concilio ecuménico deja de ser tal.
Si a todos los concilios se les debe religioso respeto y generosa adhesión, de esto no se sigue que todos ellos tengan una misma eficacia vinculante. La de un concilio rigurosamente dogmático no se pone ni siquiera en discusión: depende su infalibilidad e irreformabilidad y, por lo tanto, obliga a la Iglesia entera, en todos sus componentes (...)
Luego cuando un concilio se presenta a sí mismo, al contenido y a la razón de sus documentos bajo la categoría de la pastoralidad, autocalificándose así como pastoral, excluye, de este modo, todo intento definitorio. Por eso no puede pretender la calificación de dogmático, ni otros pueden conferírsela (...)
Ésta es la ratio que guió, desde el principio hasta el fin, al Vaticano II. Quien, citándolo, lo equipara al Tridentino y al mismo Vaticano I, acreditándole una fuerza normativa y obligatoria que, por sí mismo, no posee, hace algo ilegítimo; y, en última instancia, no respeta el concilio (...) Alguno dirá que nunca nadie ha definido como dogmático al Vaticano II y, a fin de cuentas, es cierto. Pero es también cierto e incontestable que magisterio, teología y operadores pastorales han hecho del Vaticano II un absoluto. Un error de base, sobre el cual se ha construído el edificio postconciliar y contra el cual es necesario, por fin, reaccionar.
Un poco más adelante, añade: "Sólo es lícito reconocer al Vaticano II una índole dogmática allí donde él repropone como verdad de fe dogmas definidos en precedentes concilios (...)". De manera que "si el Vaticano II no puede definirse, en sentido estricto, como "dogmático", sus doctrinas (...) no son ni infalibles ni irreformables ni, por lo tanto, son tampoco obligatorias: quien las negara no por esto sería formalmente hereje. Quien las impusiera como infalibles e irreformables estaría yendo contra el concilio mismo"
Como siempre, ante la duda, debemos de actuar según la recta conciencia: ésta es la que está en conformidad con la palabra de Dios, que podemos encontrar en las Sagradas Escrituras y en la Tradición Perenne de la Iglesia. Ese es el camino seguro. Y debemos de tener presente, y tomar ejemplo, de lo que dijeron Pedro y los Apóstoles al Sumo Sacerdote, cuando éste les reprendió por enseñar en nombre de Jesucristo: "Es preciso obedecer a Dios antes que a los hombres" (Hech 5, 29) -le contestaron.
Esto es hoy especialmente importante y urgente, pues son muchos los falsos profetas que se han infiltrado en el seno de la Iglesia y ocupan algos cargos de responsabilidad. Sólo debemos de seguirlos cuando lo que digan esté en conformidad con lo que la Iglesia siempre ha dicho ... pues los pastores, desde los sacerdotes hasta los obispos y el Papa, son esclavos de la Palabra de Dios y no pueden permitirse el lujo de dar sus propias opiniones. Si esto ocurriera, no sólo no estarímos obligados a obedecerles sino que nuestra obligación sería la desobediencia, por un motivo muy claro; y es que los tales no serían ya verdaderos pastores, al no ser portavoces de la palabra de Dios.
Nuestros oídos y nuestro corazón deben de estar a la escucha de la Palabra del Buen Pastor, Aquél que dio su Vida por sus ovejas, Aquél a quien le importan las ovejas. Ésa es la única Voz que llega al corazón. Y las ovejas de su rebaño conocen esa Voz y la siguen. Y no seguirán la voz de los extraños, porque son ladrones y salteadores. Así nos lo hizo saber Jesús, nuestro Maestro y Señor, nuestro Amigo, Aquel que dijo: "He aquí que estoy a la puerta y llamo. Si alguno escucha mi Voz y abre la puerta, Yo entraré a él y cenaré con él y él cenará conmigo" (Ap 3, 20).
Si los pastores nos hablan realmente de Él lo notaremos, porque su Voz se dirige siempre al corazón y éste no puede menos que conmoverse si se encuentra frente a frente con la verdadera Palabra de Dios, que es Jesús, Aquel por quien suspira y de quien está enamorado. Esto lo sabía muy bien la esposa del Cantar. Escuchemos lo que dice, pues sus palabras expresan, con gran belleza poética, sus ansias de estar con Él (las mismas que nosotros debemos de tener):
¡La voz de mi Amado!
Ya está aquí, ya viene
saltando por los montes,
brincando por los cerros.
Mi Amado parece una gacela,
un cervatillo.
Vedle. Está detrás de nuestra tapia.
Mira por las ventanas,
atisba por las celosías
(Cant 2, 8-9)
José Martí