La ONU asegura que el día 8 de marzo es el Día Internacional de la Mujer Trabajadora. Yo diría que es el día del aquelarre feminista mundial. Y de las mentiras, oiga que, dichas todas ellas en el lapso de 24 horas, pues así como que dan para mucho.
Mentiras varias: las mujeres cobran un 40% menos de pensión que los hombres en la Unión Europea. Natural. Se han incorporado más tarde al puesto de trabajo, y además afrontaron la mayor, y única, discriminación laboral respeto al varón: la maternidad. Por tanto, cotizaban menos, por tanto cobran menos pensión pública.
Más mentiras: las mujeres cobran el 19% (o el 20, o el 25, o el 30 si colara) menos que los hombres por un mismo trabajo. Mentira. Por un mismo trabajo no, o de otra forma que se vayan a los tribunales. Otra cosa es que las empresas prefieran hombres a mujeres porque los hombres nunca se quedarán embarazados. Otra vez la maternidad como discriminación (natural, no obra del machismo) de la mujer.
Ahora bien, la maternidad discrimina laboralmente a la mujer que ha decidido no trabajar en una empresa y quedarse en casa a cuidar y educar a sus hijos. Y ojo, que a veces se ve obligada a trabajar porque la familia necesita dos salarios, cuestión esta, la de los bajos salarios, contra la que nunca protestan las feministas. Ellas están a otra casa.
Lógico, lo único que preocupa a las feministas, lo que realmente odian, es la maternidad. El resto es engaño y estafa. Por tanto, la clave no es perseguir al varón para que haga más en casa -nunca les parecerá suficiente- o dar la murga en la tele para recordar lo marginadísimas que están las señoras. La solución es el salario maternal, verdadera cuarta pata de la sociedad del bienestar (junto a pensiones, sanidad y educación). Porque es de justicia: la mujer está tan en forma o más que el hombre y, sin embargo, si quiere tener hijos (otra cosa es que no quiera tenerlos), o si quiere criar a sus hijos en casa, es acreedora a una compensación pública por su desventaja ante el varón.
Salario maternal y no discriminación laboral para la mujer que decida trabajar y, sobre todo, discriminación por edad, que es mucho más grave. Si no existiera esa discriminación la mujer podría criar a sus hijos y cuando éstos fueran mayores, regresar a la vida activa. Aunque lo cierto es que si una mujer decide no tener hijos el aparato productivo no le pondrá pega alguna por el hecho de ser mujer.
Por lo demás, este aquelarre global del 8 de marzo incide en aquello que pierde a las mujeres: convertirse en el centro de atención de todo lo que le rodea. En este caso, mayormente, quejarse.
Por el contrario, la mujer discreta se convierte en el eje de las sociedades. La virtud de la mujer no es ser más lista que el hombre, que en algunos aspectos lo es y en otros no (suponiendo que sepamos qué es la inteligencia, yo tengo dudas). La virtud de la mujer es su capacidad de entrega, muy superior a la del varón. Recordemos la ‘demoniaca’ pero certera y brillante, distinción de Lewis: “Una mujer entiende por interés tomarse molestias por los demás; un hombre entiende por interés no molestar a los demás”.
Y no olvidemos lo que subyace al fondo: el feminismo odia la maternidad, porque la maternidad es servicio … que no sumisión.
Por supuesto, no existe el Día Internacional de la Mujer Madre. Eso no interesa al Nuevo Orden Mundial (NOM).
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com