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martes, 15 de marzo de 2016

Confesión sin "confesión"

Coloco aquí un vídeo de gloria.tv de 44 segundos de duración


Según Francisco para confesarse sólo hay que entrar al confesionario. "Él habló con el gesto al entrar en el confesionario" -fueron sus palabras. O sea, no importa si el penitente se queda callado, pues lo que cuenta es el gesto: Esta afirmación de Francisco tiene el "pequeño" inconveniente de que es falsa: ¡eso no es lo que enseña la Iglesia! 

Para que un sacramento sea tal sacramento se requiere de materia y forma. Si falta uno de estos dos ingredientes, deja de haber sacramento. En el caso de la confesión, la materia se refiere a los pecados dichos al confesor y la forma a la absolución de esos pecados por parte del sacerdote, quien actúa "in Persona Christi", de modo que es a Cristo a quien, en verdad, se dirige el penitente al confesar sus pecados; y de ahí la importancia del secreto de confesión: un sacerdote que viole el secreto de confesión queda automáticamente excomulgado.

Es un acto de humildad confesar los pecados y un acto de orgullo el retenerlos. Ya conocemos el dicho de que "el demonio produce vergüenza para confesar los pecados y la quita para cometerlos".  ¿Cómo puede un confesor absolver a un penitente que no ha dicho nada?. No tiene potestad para ello, en virtud del propio sacramento.

¡Qué mal se entiende la misericordia! El santo Padre, en concreto, dijo -en otro momento-que "la confesión no es un juicio sino un encuentro con un Dios que perdona y olvida cada pecado". ¡Claro que perdona, pero a aquel que se arrepiente de los pecados que ha cometido ... y para que el sacerdote conozca esos pecados y pueda perdonarlos, es necesario que el sujeto que se confiesa hable y no permanezca en silencio, sin decir palabra: ¡el simple gesto de estar ahí, en el confesionario,  no es suficiente para que sus pecados queden perdonados! 

Tal afirmación del papa Francisco contradice la enseñanza de la Iglesia Católica en materia de confesión. Además, en contra de lo que dice Francisco, la confesión sí es un juicio: "Si alguno dijere que la confesión de todos los pecados no es un acto judicial ... sea anatema". (Concilio de Trento). Y Santo Tomás de Aquino habló de tres características, con relación a los pecados cometidos: dolor al considerarlos, humildad al confesarlos e intransigencia al satisfacer por ellos:de esta manera se expía la pena eterna. La confesión, instituida por Jesucristo, es así uno de los instrumentos, el más importante, tal vez, de los que Dios se sirve para ejercer su misericordia con nosotros ... ¡si hacemos uso de ellos! 

Dice Fray Gerundio en uno de sus artículos que si, para enaltecer la misericordia de Dios y su capacidad de perdón, se dice que no hay que decir los pecados y solamente arrepentirse, se está bombardeando directamente la doctrina de la integridad de la confesión. Se ve que cuando el niño Bergoglio ayudaba a Misa, aburrido, tampoco se aprendió bien el Catecismo de entonces, que ponía como condición de una confesión bien hecha el decir los pecados al confesor. Seguro que este niño poco piadoso ya pensaba entonces: Si alguna vez soy Papa, quitaré estas tonterías.

José Martí

Sobre el libro "Querido papa Francisco" dirigido a los niños

Introduzco primero un vídeo de 1:04 minutos de duración en el que aparece el papa Francisco contestando algunas preguntas que le hacen niños de diferentes países.


A continuación un comentario de Fray Gerundio con relación a dicho libro:


Estos días sale a la luz el ya famoso libro de las respuestas del Papa, ante las preguntas escogidas de muchos niños de todo el mundo. Me río yo de los peces de colores. Esas preguntas de niños han sido elaboradas por sus mayores, han sido escogidas por los pelotilleros curiales y han sido respondidas, mucho antes de conocer las preguntas. Dicen que soy muy mal pensado, pero no me resisto a creer que muchas de las cuestiones han sido aprovechadas para meter de matute unas respuestas previamente pensadas. Primero contesto, después pregunto.


Me imagino a los arquitectos del libro conversando: ¿Aprovechamos para meter alguna cosita sobre la Misa Tradicional? ¿Cómo lo hacemos? -Ya está: un niño le pregunta al Papa si él era monaguillo y Francisco -que para esto no necesita asesores- contesta pegando un garrotazo vil de desprecio por esta Misa.

Y es así como en un libro de preguntas insulsas, con contestaciones geniales, aparece de repente, por arte de birlibirloque, un gesto más del Sumo Pontífice que, en ese momento, entra en proceso psicoanalítico y rememora su infancia, haciendo ver que el pobre niño Bergoglio lo pasaba fatal en esa misa, porque hay que tener en cuenta que: era muy aburrida, no entendían nada, el cura estaba de espaldas, el libro pesaba mucho y había que cambiarlo de sitio.

Estimado Alessio: Sí, yo era monaguillo. ¿Y tú? ¿Qué puesto ocupas entre los monaguillos del altar? Es más fácil ahora, ya sabes. Es posible que sepas que, cuando yo era un niño, se celebraba la Misa de forma diferente. En aquel entonces el cura miraba hacia el altar, que estaba junto a la pared, y no miraba hacia las personas. El libro con el que decía la Misa, el misal, se colocaba en el lado derecho del altar pero, antes de la lectura del Evangelio, se lo tenía que trasladar hacia el lado izquierdo. Ése era mi trabajo: llevarlo de derecha a izquierda. ¡Era agotador! ¡El libro era pesado! Lo tomaba con toda mi energía, pero yo no era tan fuerte. Una vez lo tomé y se cayó al suelo, por lo que el sacerdote tuvo que ayudarme. ¡Vaya trabajo que hice! La Misa tampoco era en italiano. El cura hablaba pero yo no entendía nada y tampoco lo entendían mis amigos. Así que, para divertirnos, nos gustaba hacer imitaciones del cura, alterando un poco las palabras para componer extraños dichos en español. Nos divertíamos y realmente disfrutábamos de servir en las Misas.

Parece que el niño Bergoglio era muy poco piadoso porque yo he conocido en mi infancia a muchos niños que estaban deseando ayudar a Misa. Y que comprendían el encanto de la Misa: habían sido educados en la belleza de la Misa y se sentían orgullosos de ser monaguillos. No se dedicaban a divertirse ni a imitar al cura. Al niño argentino le encantaba bailar, pero se aburría en Misa. Qué bien.

Fray Gerundio

El Arzobispo Lefebvre nunca fue Sedevacantista (John Salza y Robert Siscoe)


Me interesa resaltar aquí la figura de Monseñor Lefebvre,  que nació el 19 de noviembre de 1905 y murió el 25 de marzo de 1991, a los 85 años de edad. El 25 de marzo de este año se cumplirán 25 años desde su fallecimiento. Sus restos se hallan inhumados en el Seminario de Écône, bajo la leyenda que él mismo deseaba que fuese escrita sobre su tumba: Tradidi quod et accepi ("He transmitido lo que recibí").

Fue fundador de la Fraternidad Sacerdotal de San Pío X, en Friburgo (Suiza) en el año 1971. Lo que me ha motivado a escribir esta entrada, en particular, es señalar y remachar que Monseñor Lefebvre nunca fue Sedevacantista. Él hablaba de que la Iglesia se había desviado del camino de la doctrina verdadera con algunas cuestiones del Vaticano II y luego con la praxis tolerada y permitida por Roma. Pero nunca dijo que los Papas Conciliares o posteriores al Concilio Vaticano II fueran ilegítimos (ni siquiera Pablo VI ni Juan Pablo II).


Lo que aparece escrito en esta entrada forma parte de un artículo de John Salza y Robert Siscoe, autores de un libro de 700 páginas, titulado ¿Verdadero o falso Papa? publicado en diciembre de 2015, que habla sobre la crisis post-conciliar en la Iglesia. En particular, refutan a los llamados Sedevacantistas. Monseñor Lefebvre nunca lo fue.


Es importante explicar los pasos lógicos necesarios para convertirse en Sedevacantista. Hay cinco estadios claros que uno atraviesa, siendo el último no sólo el rechazo del Papa, sino también el rechazo de la entera Iglesia visible sobre la cual él gobierna. Al explicar estos estadios, demostraremos que el Arzobispo Lefebvre nunca fue más allá del primer estadio, el inicial, en el que simplemente se cuestiona si es posible que los Papas conciliares sean Papas ilegítimos. Este primer paso es uno que muchos católicos tradicionalistas han tomado, pero la mayoría nunca avanza hasta el segundo estadio. Éstos son los cinco estadios desde católico a sedevacantista.

Estadio 1 – Fase de cuestionamiento: como hemos indicado, la primera fase es una en la que muchos católicos tradicionalistas 
han estado alguna vez. Ciertamente, escandalizados por las palabras y acciones de los Papas recientes y la situación desesperante de la Iglesia, se preguntan si quizás la respuesta es que estos hombres no han sido Papas verdaderos (algunos quizás lo pregunten en público, pero sin llegar a formar un juicio definitivo al respecto). Ambos autores enfrentamos esta fase, al menos preguntándonos en privado entre nosotros mismos, lo que nos llevó a investigar la posición Sedevacantista. Luego de la renuncia del papa Benedicto XVI y la elección del papa Francisco, quien ha hecho mucho daño a la Iglesia en un período corto de tiempo, incluso muchos católicos conservadores (no tradicionalistas) ahora también se encuentran en esta fase de cuestionamiento. A la luz de los continuos escándalos papales del Vaticano, el paso por esta fase es inteligible y no hay nada malo ni pecaminoso en ello. Además, casi todos los católicos que entran en este estadio nunca van más allá.

Estadio 2 – Opinión Privada: La siguiente fase ocurre cuando uno concluye personalmente (el intelecto llega al juicio y lo sostiene) que el Papa no es el Papa verdadero. Algunos sacerdotes que alcanzan este estadio se niegan a incluir el nombre del Papa en el canon de la misa. Esta persona es un Sedevacantista privado.

Estadio 3 – Opinión Pública: Esta fase ocurre cuando la persona profesa públicamente su opinión que el Papa no es el Papa verdadero; e incluso puede intentar persuadir a otros para que tomen esa posición. Mientras que esta persona es un Sedevacantista público, también está en condiciones de aceptar que su opinión podría estar teóricamente equivocada.

Estadio 4 – Hecho público/Sedevacantismo: Esta fase ocurre cuando la persona presenta su opinión de que el Papa no es el verdadero Papa como un hecho, sin ninguna posibilidad de error. Y, consecuentemente, esta persona sostiene que los demás deben 
también aceptar su opinión como un hecho o dejarían de ser católicos, al menos en el orden objetivo. Tales personas son conocidas como Sedevacantistas “dogmáticos”.

Estadio 5 – Hecho público/Ecclesiavacantismo: Fase final conclusión lógica de la anterior. En esta fase la persona perdió la fe en la entera Iglesia visible. Cuando la persona llega a este estado, considera que la Iglesia es una Iglesia completamente falsa; y ataca viciosamente a la Iglesia con el objeto de desacreditarla. En esta fase, que usualmente va de la mano de la fase anterior, los errores del clero no se exponen con el objetivo de defender la fe, sino para burlarse y desacreditar a la misma Iglesia. Aquellos que se encuentran en esta fase declaran que uno no puede tener nada que ver con la Iglesia visible, pues creen que es una Iglesia falsa.

El Arzobispo Lefebvre nunca fue más allá del cuestionamiento del Primer Estadio.

En palabras del propio Arzobispo:

"Un Papa, ¿puede ser liberal y permanecer Papa? La Iglesia siempre ha amonestado severamente a los católicos liberales. No los ha excomulgado a todos. También aquí debemos permanecer dentro del espíritu de la Iglesia. Debemos rechazar el liberalismo, venga de donde venga, porque la Iglesia siempre lo ha condenado con severidad, por ser contrario al Reinado de Nuestro Señor y, en particular, al Reinado Social".

"El alejamiento de los cardenales de más de 80 años y los conciliábulos que prepararon los dos últimos Cónclaves no tornan inválida la elección de esos Papas: inválida es mucho afirmar, pero sí eventualmente dudosa. Mas la aceptación unánime del hecho, posterior a la elección por parte de los cardenales y del clero romano, basta para convalidar la elección. Esta es la opinión de los teólogos".

"La cuestión de la visibilidad de la Iglesia es demasiado importante para su existencia, como para que Dios pueda omitirla durante décadas. El argumento de los que afirman la inexistencia del Papa pone a la Iglesia en situación confusa. ¿Quién nos dirá dónde está el futuro Papa? ¿Cómo podría ser designado un Papa donde no hubiera más cardenales? Este espíritu es un espíritu cismático, al menos para la mayoría de los fieles, que se afiliarán a sectas verdaderamente cismáticas, como la del Palmar de Troya, la de la Iglesia Latina de Toulouse y otras. Nuestra Fraternidad rechaza absolutamente compartir estos razonamientos. Queremos permanecer adheridos a Roma, al sucesor de Pedro, pero rechazamos su liberalismo, por fidelidad a sus Antecesores. No tenemos miedo de decirlo, respetuosa pero firmemente, como San Pablo frente a San Pedro".

"Por eso, lejos de rechazar las oraciones por el Papa, aumentamos nuestros rezos y suplicamos para que el Espíritu Santo lo ilumine y lo fortalezca en el sostén y defensa de la fe".

“Y por eso jamás he rechazado ir a Roma a su llamado o al llamado de sus representantes. La Verdad debe afianzarse en Roma más que en cualquier otro lugar. Pertenece a Dios, quien la hará triunfar".

“En consecuencia, no se puede tolerar en los miembros, sacerdotes, hermanos, hermanas, oblatas de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X que rehúsen rezar por el Papa y que afirmen que todas las Misas del Novus Ordo Missae son inválidas. Ciertamente sufrimos por esta incoherencia continua, que consiste en elogiar todas las orientaciones liberales del Vaticano II y al mismo tiempo tratar de atenuar sus efectos … Esto nos debe incitar a rogar y a mantener firmemente la Tradición, pero no por eso afirmar que el Papa no es Papa.”

Aquí tenemos el verdadero pensamiento del Arzobispo Lefebre en cuanto al Sedevacantismo y la propia Iglesia visible. Él rechazó el “espíritu cismático” del Sedevacantismo y se “negó” a “tolerar” a aquellos que abrazaran dicha posición. En otras palabras, el Arzobispo Lefebvre rechazó el Sedevacantismo, tanto en la teoría como en la práctica.

John Salza y Robert Siscoe