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Porque sólo la arrogancia suprema explicaría su declarada inserción en el informe intermedio del Falso Sínodo 2014 (con aprobación de Francisco), de aquellas infames afirmaciones sobre “valorar” la “orientación homosexual” y reconocer que las “uniones homosexuales” pueden proveer un “valioso soporte para la vida de las parejas” cuando practican la sodomía.
En su suprema arrogancia, Forte no vio inconvenientes en informar a los asistentes de la conferencia de prensa del 3 de mayo sobre Amoris Laetitia que durante el Sínodo, Francisco hizo una broma (“una battuta”) diciendo que “si hablamos explícitamente sobre la comunión para los divorciados vueltos a casar armaremos un tremendo lío.” Entonces, Francisco le dijo a Bruno: “no hablaremos de esto abiertamente; háganlo de tal manera que las premisas estén ahí, luego yo sacaré las conclusiones.”
A lo que Bruno agregó: “típico de un jesuita.” El relato de la prensa nota que Bruno se refirió con esto a que Francisco el jesuita mostró una “sabiduría que facilita la maduración necesaria para arribar en Amoris Laetitia.” Este comentario encaja perfectamente con la afirmación del mismo Francisco—o más aún con su advertencia—al final del Sínodo Falso del 2014: “Tenemos todavía un año por delante para madurar, con verdadero discernimiento espiritual, las ideas propuestas y encontrar soluciones concretas a tantas dificultades e innumerables desafíos que las familias deben afrontar.”
Una vez más, Forte no dice nada que no fuera ya perfectamente obvio: que el Sínodo Falso era un mero vehículo para entregar lo que Francisco ya había decidido hacer. Sin embargo, lo sorprendente de la confesión de Bruno es su completa falta de preocupación en revelar explícitamente al mundo que el “viaje sinodal” fue un ejercicio de astucia y engaño diseñado para esconder a los fieles y unos pocos opositores de la jerarquía lo que Francisco tenía en mente desde el comienzo de su pontificado, cuando colmó de alabanzas desde el balcón de San Pedro durante su primer Ángelus la “teología de la misericordia” del cardenal Kasper.
En otras palabras, a Bruno sencillamente no le interesa si el mundo sabe que Francisco estuvo involucrado en una operación de masiva estafa eclesial, culminando en un documento que ataca las mismas bases del orden moral reduciendo la ley natural a una “ley general” y la indisolubilidad del matrimonio a un “ideal”.
De lo que se deduce que a Francisco tampoco le importa dado que, por supuesto, no negarán la revelación de Forte, así como nunca negaron la revelación de la mujer argentina a la que Francisco dio permiso telefónico para recibir la sagrada comunión aunque ella viviera en adulterio con un hombre divorciado. Francisco, sencillamente, dijo a la mujer que haga lo que él ya había planeado permitir a toda la Iglesia universal—pero sólo en “ciertos casos” (código Novus Ordo para referirse inmediatamente a todos los casos).
La revelación de Bruno es significativa por otra razón: confirma la total inutilidad de pedirle a Francisco una “interpretación legítima” de Amoris Laetitia que reafirme la enseñanza inmutable de la Iglesia sobre la imposibilidad de admitir a los sacramentos a los adúlteros públicos. ¿Por qué “interpretaría” Francisco su propio documento en una manera totalmente contraria al objetivo de toda su estrategia y conspiración junto a personas como Forte?
Bruno & Jorge |
Y sólo la suprema arrogancia explicaría la revelación frontal de Bruno sobre lo que de cualquier manera sabemos desde hace tiempo: que todo el “proceso sinodal” estuvo manipulado por Francisco para encaminar su proyecto mimado hasta su desenlace predeterminado: una “exhortación apostólica” post-sinodal que permita la admisión de los divorciados “vueltos a casar” a la sagrada comunión, así como fueron admitidos durante el ejercicio de Francisco en el arzobispado de Buenos Aires.
En su suprema arrogancia, Forte no vio inconvenientes en informar a los asistentes de la conferencia de prensa del 3 de mayo sobre Amoris Laetitia que durante el Sínodo, Francisco hizo una broma (“una battuta”) diciendo que “si hablamos explícitamente sobre la comunión para los divorciados vueltos a casar armaremos un tremendo lío.” Entonces, Francisco le dijo a Bruno: “no hablaremos de esto abiertamente; háganlo de tal manera que las premisas estén ahí, luego yo sacaré las conclusiones.”
A lo que Bruno agregó: “típico de un jesuita.” El relato de la prensa nota que Bruno se refirió con esto a que Francisco el jesuita mostró una “sabiduría que facilita la maduración necesaria para arribar en Amoris Laetitia.” Este comentario encaja perfectamente con la afirmación del mismo Francisco—o más aún con su advertencia—al final del Sínodo Falso del 2014: “Tenemos todavía un año por delante para madurar, con verdadero discernimiento espiritual, las ideas propuestas y encontrar soluciones concretas a tantas dificultades e innumerables desafíos que las familias deben afrontar.”
Una vez más, Forte no dice nada que no fuera ya perfectamente obvio: que el Sínodo Falso era un mero vehículo para entregar lo que Francisco ya había decidido hacer. Sin embargo, lo sorprendente de la confesión de Bruno es su completa falta de preocupación en revelar explícitamente al mundo que el “viaje sinodal” fue un ejercicio de astucia y engaño diseñado para esconder a los fieles y unos pocos opositores de la jerarquía lo que Francisco tenía en mente desde el comienzo de su pontificado, cuando colmó de alabanzas desde el balcón de San Pedro durante su primer Ángelus la “teología de la misericordia” del cardenal Kasper.
En otras palabras, a Bruno sencillamente no le interesa si el mundo sabe que Francisco estuvo involucrado en una operación de masiva estafa eclesial, culminando en un documento que ataca las mismas bases del orden moral reduciendo la ley natural a una “ley general” y la indisolubilidad del matrimonio a un “ideal”.
De lo que se deduce que a Francisco tampoco le importa dado que, por supuesto, no negarán la revelación de Forte, así como nunca negaron la revelación de la mujer argentina a la que Francisco dio permiso telefónico para recibir la sagrada comunión aunque ella viviera en adulterio con un hombre divorciado. Francisco, sencillamente, dijo a la mujer que haga lo que él ya había planeado permitir a toda la Iglesia universal—pero sólo en “ciertos casos” (código Novus Ordo para referirse inmediatamente a todos los casos).
La revelación de Bruno es significativa por otra razón: confirma la total inutilidad de pedirle a Francisco una “interpretación legítima” de Amoris Laetitia que reafirme la enseñanza inmutable de la Iglesia sobre la imposibilidad de admitir a los sacramentos a los adúlteros públicos. ¿Por qué “interpretaría” Francisco su propio documento en una manera totalmente contraria al objetivo de toda su estrategia y conspiración junto a personas como Forte?
En la dictadura de la misericordia bergogliana, no hay apelación a la justicia.
Cristhopher A. Ferrara.
Cristhopher A. Ferrara.