Cardenal Schönborn |
Obviamente, este principio continuo de "inclusión" preocupa a algunos. ¿No se habla aquí a favor del relativismo? ¿No se convierte en permisivismo la tan evocada misericordia? ¿ Se ha acabado la claridad de los límites que no se deben superar, de las situaciones que objetivamente se definen como irregulares, pecaminosas? Esta exhortación ¿no favorece una cierta laxitud, un "anything goes"? ¿La misericordia propia de Jesús ¿no es, a menudo, en cambio, una misericordia severa, exigente? Para aclarar esto el Papa Francisco no deja duda alguna sobre sus intenciones y nuestra tarea:
"Los cristianos no podemos renunciar a proponer el matrimonio con el fin de no contradecir la sensibilidad actual, para estar a la moda, o por sentimientos de inferioridad frente al descalabro moral y humano. Estaríamos privando al mundo de los valores que podemos y debemos aportar. Es verdad que no tiene sentido quedarnos en una denuncia retórica de los males actuales, como si con eso pudiéramos cambiar algo. Tampoco sirve pretender imponer normas por la fuerza de la autoridad. Nos cabe un esfuerzo más responsable y generoso, que consiste en presentar las razones y las motivaciones para optar por el matrimonio y la familia, de manera que las personas estén mejor dispuestas a responder a la gracia que Dios les ofrece” (AL 35)
El Papa Francisco está convencido de que la visión cristiana del matrimonio y de la familia tiene, también hoy en día, una fuerza de atracción inmutable. Pero exige "una saludable reacción autocrítica": "Tenemos que ser humildes y realistas para reconocer que, a veces, nuestro modo de presentar las convicciones cristianas, y la forma de tratar a las personas, han ayudado a provocar lo que hoy lamentamos (AL 36). " Hemos presentado un ideal teológico del matrimonio demasiado abstracto, casi artificiosamente construido, lejano de la situación concreta y de las posibilidades efectivas de las familias reales. Esta idealización excesiva, sobre todo cuando no hemos despertado la confianza en la gracia, no ha hecho que el matrimonio sea más deseable y atractivo, sino todo lo contrario” (AL 36)
[Que se hayan dado casos en que eso sea así es lógico. Aunque la Iglesia es Santa (así lo proclamamos en el Credo, como dogma de Fe) sin embargo está compuesta por personas humanas, cuya naturaleza está herida por el pecado de origen ... y, en ese sentido, se puede decir que es también pecadora en alguno de sus miembros. Lo que no se puede ni se debe hacer es generalizar. Si la Iglesia ha salido adelante a lo largo de dos mil años es porque ha contado con muy buenos y excelentes pastores, que han sabido querer y aconsejar bien a sus ovejas, las que les habían sido encomendadas por Dios; y no han adulterado ni escondido la Palabra divina, ni se han avergonzado de Jesucristo. No se trata de "idealizar", en el sentido peyorativo de esta palabra, como algo inalcanzable, la realidad de la indisolubilidad del matrimonio. Dios no pide imposibles. Y siempre concede su gracia si se tienen buenas disposiciones y se ponen los medios que Él ha dispuesto para que podamos vencer las tentaciones.
Si los preceptos de Dios no pudieran ser cumplidos, Dios no sería, entonces, justo, ni tendría corazón. Esto no es así, puesto que "Dios es Amor" (1 Jn 4, 8). Eso sí: con nuestras solas fuerzas no podríamos cumplirlos. Pensar de esa manera nos convertiría en pelagianos (herejes). "Sin Mí nada podéis hacer" (Jn 15, 5), decía Jesús. Sin su gracia estamos perdidos, pero esta gracia Dios no se la niega a nadie que acuda a Él y se la pida, con un corazón contrito y humillado. Dios se enternece cuando reconocemos nuestros pecados e imploramos su perdón, pues no desea otra cosa que nuestro bien, nuestro verdadero bien, que no siempre coincide con la idea de bien que nosotros nos fabricamos con demasiada frecuencia. Por decirlo de alguna manera, "a Dios se le cae la baba por nosotros" (por cada uno) porque nos quiere infinitamente ... y desea nuestra salvación y nuestro bien mucho más que nosotros mismos, aunque no seamos del todo conscientes de esta realidad]
[Que se hayan dado casos en que eso sea así es lógico. Aunque la Iglesia es Santa (así lo proclamamos en el Credo, como dogma de Fe) sin embargo está compuesta por personas humanas, cuya naturaleza está herida por el pecado de origen ... y, en ese sentido, se puede decir que es también pecadora en alguno de sus miembros. Lo que no se puede ni se debe hacer es generalizar. Si la Iglesia ha salido adelante a lo largo de dos mil años es porque ha contado con muy buenos y excelentes pastores, que han sabido querer y aconsejar bien a sus ovejas, las que les habían sido encomendadas por Dios; y no han adulterado ni escondido la Palabra divina, ni se han avergonzado de Jesucristo. No se trata de "idealizar", en el sentido peyorativo de esta palabra, como algo inalcanzable, la realidad de la indisolubilidad del matrimonio. Dios no pide imposibles. Y siempre concede su gracia si se tienen buenas disposiciones y se ponen los medios que Él ha dispuesto para que podamos vencer las tentaciones.
Si los preceptos de Dios no pudieran ser cumplidos, Dios no sería, entonces, justo, ni tendría corazón. Esto no es así, puesto que "Dios es Amor" (1 Jn 4, 8). Eso sí: con nuestras solas fuerzas no podríamos cumplirlos. Pensar de esa manera nos convertiría en pelagianos (herejes). "Sin Mí nada podéis hacer" (Jn 15, 5), decía Jesús. Sin su gracia estamos perdidos, pero esta gracia Dios no se la niega a nadie que acuda a Él y se la pida, con un corazón contrito y humillado. Dios se enternece cuando reconocemos nuestros pecados e imploramos su perdón, pues no desea otra cosa que nuestro bien, nuestro verdadero bien, que no siempre coincide con la idea de bien que nosotros nos fabricamos con demasiada frecuencia. Por decirlo de alguna manera, "a Dios se le cae la baba por nosotros" (por cada uno) porque nos quiere infinitamente ... y desea nuestra salvación y nuestro bien mucho más que nosotros mismos, aunque no seamos del todo conscientes de esta realidad]
Permítanme relatarles una experiencia de Sínodo de octubre pasado: Que yo sepa, dos de los trece "circuli minores" comenzaron su trabajo haciendo que cada participante contase su propia situación familiar. Pronto se descubrió que casi todos los obispos o los otros participantes del “circulus minor" enfrentaban, en sus familias, los temas, las preocupaciones, las "irregularidades" de las cuales nosotros, en el Sínodo, habíamos hablado de forma algo abstracta. El Papa Francisco nos invita a hablar de nuestras familias "tal cual son".Y ahora, lo magnífico del camino sinodal y de su proseguimiento con el Papa Francisco: Este sobrio realismo sobre las familias "tal cual son" ¡no nos aleja para nada del ideal!. Por el contrario: el Papa Francisco consigue con el trabajo de ambos Sínodos situar a las familias en una perspectiva positiva, profundamente rica de esperanzas. Pero esta perspectiva alentadora sobre las familias exige esa "conversión pastoral" de la que hablaba Evangelii gaudium de una manera tan emocionante.
[Sigo pensando en Schönborn, con todos mis respetos, como un "pelotas", un pelotillero de Francisco, para quien todo cuanto dice es positivo y motivo de emoción y de alegría y no sé cuantas cosas más. Por supuesto que hay que conocer y hablar de las familias "tal cual son", pero no para justificar su conducta, si ésta es errónea, pues entonces los hechos se convertirían en ley, aunque fuesen hechos reprobables: se sustituiría la ley de Dios por las ocurrencias de los hombres, lo cual no va a justificar ni a sanar a esas familias, a las que se les estaría conduciendo por un mal camino, aquel que lleva a la perdición. Hay que ser más cauto al hablar de temas tan serios, porque está en juego la felicidad presente y futura de estas personas]
[Sigo pensando en Schönborn, con todos mis respetos, como un "pelotas", un pelotillero de Francisco, para quien todo cuanto dice es positivo y motivo de emoción y de alegría y no sé cuantas cosas más. Por supuesto que hay que conocer y hablar de las familias "tal cual son", pero no para justificar su conducta, si ésta es errónea, pues entonces los hechos se convertirían en ley, aunque fuesen hechos reprobables: se sustituiría la ley de Dios por las ocurrencias de los hombres, lo cual no va a justificar ni a sanar a esas familias, a las que se les estaría conduciendo por un mal camino, aquel que lleva a la perdición. Hay que ser más cauto al hablar de temas tan serios, porque está en juego la felicidad presente y futura de estas personas]
Continuará