Este post lo dedico a realizar una serie de reflexiones en torno al artículo anterior de José Luis Aberasturi (Infocatólica) titulado "En la Iglesia, ¿alguien sabe aún lo que significan las palabras?"
COMENTARIO PERSONAL
Lo cierto y verdad es que lo que viene expresado en algunos puntos de la AL es contradictorio con la Doctrina de la Iglesia de siempre. De ahí la queja -no respondida- que le han dirigido al Papa 45 personajes ilustres, sobre los problemas que plantea la AL. Un escrito claro no da lugar a posibles interpretaciones. Si ésas se han dado y se siguen dando, es señal de la ambigüedad de lo escrito en la AL ... aunque es correcto decir que sí tenemos ya interpretaciones "adecuadas" y "llenas de misericordia" que son las que ha dado el papa Francisco, primero en su regreso de Lesbos a Roma, dejándole esa labor a Schönborn. Y como guinda final, para que no haya lugar a dudas, frente a otros que piensen otra cosa, está la respuesta firmada que el santo Padre ha dado a los obispos argentinos, alabando el escrito que éstos han dirigido a sus sacerdotes y añadiendo que no hay otras interpretaciones.
Por cierto a los obispos de BA les respondió al día siguiente, mientras que los que le dirigieron esa carta al Papa pidiéndole que les diera una correcta interpretación de la AL, aún están a la espera de una respuesta que no les va a llegar (de esto hace ya varios meses). Y además, como se sabe quiénes son, no sería de extrañar -pues entre ellos hay sacerdotes y obispos que se les haya "llamado la atención" para que cambien su postura ... o que se atengan a las consecuencias: destitución, enviarlos a lugares desconocidos a predicar, etc.. Esto es una mera conjetura, muy personal y sin ningún fundamento, pero pienso que no es descabellada y no sería nada de extrañar que así pudiera ocurrir (o haya ocurrido ya, dado el silencio existente, en este sentido, desde hace algunos meses) tal y como están hoy las cosas en el Vaticano. Pero, si eso es así, entonces es que la respuesta está clara y que es cierto que se abre la puerta a "algunos divorciados vueltos a casar".
Esto es un hecho y, por lo tanto, incontrovertible. Otra cosa diferente es que sea lógico, que no lo es; o que sea lícito, que tampoco lo es; y así con todo.
El problema es más profundo y es que estamos asistiendo a una verdadera secularización de la Iglesia Católica, producto de la falta de verdadera fe en un Dios trascendente que se ha manifestado en Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre.
Desde el Concilio Vaticano II, imbuido de ideas modernistas, este proceso de secularización ha ido en aumento, hasta llegar a la situación actual en la que son muy pocos los católicos que tienen realmente fe en Jesucristo y en su Presencia Real en la Eucaristía; católicos para quienes no existe el pecado ni la necesidad de conversión; católicos que piensan que el Infierno no existe y caso de existir debe de estar vacío, porque Dios no puede ser tan cruel. [Ver artículo del mismo autor titulado "Jesús no condena a nadie". Es muy instructivo].
En fin, católicos que ya no son católicos, sino apóstatas, pues han perdido la fe en un Dios trascendente y se han quedado en una religión sólo para este mundo, pues no existe otro.
El catolicismo ha sido fagocitado por el mundo. Y cada día se diferencia menos del mundo. Pero eso ya no es verdadero catolicismo ... desde el momento en que se opone a la voluntad del fundador de la Iglesia, que es Jesucristo, cuyas palabras no pasarán, aunque el cielo y la tierra se derrumben y se destruyan.
El católico que lo sea de veras está necesitado de acudir a buenos pastores: buscarlos, pues aún sigue habiéndolos; y formarse en su fe, mediante la lectura meditada del Evangelio y del Nuevo Testamento, especialmente; además de poner todos los medios a su alcance para que Cristo vuelva a reinar en este mundo que lo ha rechazado en masa, siendo cada vez menos aquellos que están dispuestos a dar su vida antes que renegar de su fe.
Me vienen a la mente aquellas palabras de Jesús, en que decía: "Te alabo, Padre, Señor del Cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y prudentes y las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido" (Mt 11, 25-26). Y aquellas otras: "Venid a Mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, que Yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de Mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrareis descanso para vuestras almas. Pues mi yugo es suave y mi carga ligera" (Mt 11, 28-30).
Y el apóstol san Juan: "Esta es la victoria que ha vencido al mundo: nuestra fe" (1 Jn 5, 4) "¿Quién es el vencedor del mundo sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?" (1 Jn 5, 5).
Y que Dios es justo está muy claro: "¿Acaso Dios no hará justicia a sus elegidos, que claman a Él día y noche, y tendrá compasión de ellos? Os lo aseguro: les hará justicia enseguida" (Lc 18, 7-8a)
Ahora bien: "¿Pensáis que cuando venga el Hijo del Hombre encontrará fe sobre la tierra?" (Lc 18, 8b). Y dada la situación actual de apostasía universal, introducida en la misma Iglesia, uno no puede menos que preguntarse si no estaremos en los momentos que preceden a la segunda y definitiva venida del Hijo del Hombre, que vendrá "con gran poder y majestad" (Mt 24, 30).
El día y la hora sólo Dios lo conoce. Pero hay señales que nos dio Jesús y que nos deberían de hacer pensar y actuar en consecuencia: "Seréis aborrecidos de todos los pueblos a causa de mi Nombre" (Mt 24, 9). "Surgirán muchos falsos profetas que engañarán a muchos. Y, al crecer la maldad, se enfriará la caridad de muchos" (Mt 24, 11-12). Muchos serán engañados y renegarán de su fe. Quedarán muy pocos con fe, hasta el punto que "si no se acortasen aquellos días nadie se salvaría; pero por los elegidos se abreviarán aquellos días" (Mt 24, 22) "Mirad que os lo he avisado" (Mt 24, 25).
Pero no debemos de tener miedo. Así nos lo dijo Jesús: "Cuando comiencen a suceder estas cosas, tened ánimo y levantad vuestras cabezas, porque se aproxima vuestra Redención" (Lc 22, 28). Cada uno de nosotros podríamos preguntarnos si nos encontramos en ese número de los elegidos. No podemos saberlo. Lo que sí es cierto es que "quien persevere hasta el fin, ése se salvará" (Mt 24, 13). También conocemos la advertencia que nos dio Jesús: "Velad porque no sabéis en qué día vendrá vuestro Señor" (Mt 24, 42). Y: "Estad preparados porque a la hora que menos penséis vendrá el Hijo del Hombre" (Mt 24, 44)
De manera que esa es la receta: oración continua y vigilancia. Confianza en la Providencia. Y alegría. Imposible estar tristes si Jesús está en nuestro corazón. No importa que sean pocos los que se mantienen fieles. A ellos van dirigidas estas palabras: "Dichosos los siervos a quienes, al llegar el amo, los encuentre vigilantes. Os lo aseguro: se ceñirá la cintura, los pondrá a la mesa y los servirá DE UNO EN UNO" (Lc, 12, 37).
¿Por qué andar, entonces, preocupados, cuando el Señor es lo único importante y lo único que nos puede hacer felices? Él es la Vida. Y, sobre todo, nos quiere. "Y nosotros, que hemos creído, conocemos el amor que Dios nos tiene" (1 Jn 4, 16). Con esta confianza, escuchemos la voz de Jesús en lo más íntimo de nuestro corazón que nos dice: "No temas, mi pequeño rebaño, porque a vuestro Padre le ha parecido bien daros el Reino" (Lc 12, 32)
José Martí