La Conferencia Episcopal Española, en un alarde de velocidad y eficacia, superando sus propios récords y ante la consternación y asombro del pueblo fiel, ha presentado los nuevos cambios del Misal Romano. Dicen que son variados y concienzudos, aunque el cambio estrella es el que se refiere a la utilización del ya famoso Pro multis en la fórmula de la consagración del cáliz. Claro que para no agobiar demasiado al personal con esta velocidad de crucero episcopal, se comenzará a utilizar a partir del primer domingo de Cuaresma de forma obligatoria y no antes, según reza el comunicado oficial.
Es curioso que en un país como España, en que los cambios post-conciliares se hicieron con inusitada celeridad, y los cambios post-post-conciliares fueron uniformemente acelerados hasta la fecha actual, nuestra celosa Conferencia Episcopal haya tardado 10-años-10 en acceder modositamente al cambio de la malhadada fórmula de la consagración, desde que Benedicto XVI dictara la norma en el año 2006 con caráter urgente y con el mandato expreso de que en un plazo de tres años estuviera cambiada en todo el orbe cristiano. -¿Está usted loco, Ratzing?, dijeron muchos. Esto hay que hacerlo bien y eso lleva su tiempo. No nos agobiemos.
En ese mismo minuto, con obediencia filial a Benedicto, se puso en marcha la maquinaria de la Conferencia para hacer las cosas debidamente. Nada de correr. Nada de precipitarse. La Misa es una cosa muy seria y no hay que hacer los cambios así porque sí. En esto fue importantísima la ayuda y colaboración del eminente Presidente de la Comisión de Liturgia, Mons. López Martín, obispo de León (España) conocido de sobra en los ambientes tradicionales como enemigo número uno de la Misa Tradicional, impedida en su diócesis -ahora sí-, con extrema rapidez para cortar cualquier iniciativa. Que para eso es el Presidente de la Comisión y miembro del Culto Divino, qué caramba.
En esto, como en todo, se la pegaron a los fieles. Lo mismo que les dijeron (vía Beato Pablo VI que en gloria esté), que la Misa Tradicional había quedado abrogada, lo mismo que Juan Pablo II (idem), siguió manteniendo la engañifa durante su largo Pontificado, insistieron en que la expresión por muchos era inequívocamente incompatible con el pensamiento hebreo. Los muchos eran la totalidad, según los inteligentes y cucos peritos del momento. Así que era mejor decir por todos. Como en aquel momento todavía no estábamos bajo la dictadura de las feministas y feministos, no nos colaron “por todos y por todas”, como hacen ahora los curas más espirituales, preocupados por la Redención Universal y Universala. Seguro que en la Última Cena se dijo así.
Total, que tras diez años de concienzudos análisis se va moviendo la rueda. Claro que no es esperable que nadie haga caso, tal como están las cosas. Si ya en sus tiempos el Arzobispo de Buenos Aires decía misas callejeras, que ahora son encumbradas por su olor a oveja y por su periferialidad, sobre unas cajas de cartón a modo de altar, ¿por qué no vamos ahora nosotros a ignorar esta norma que quiere acabar con el maravilloso mundo de la creatividad litúrgica, tan predicada desde el Concilio?
Fray Malaquías y yo recordábamos la otra tarde, aquellos tiempos en que la fórmula de la consagración era universal en la Iglesia. No había Conferencias Episcopales porque todavía no se le había ocurrido esto al Demonio. No había lenguas vernáculas, sino el lenguaje de la Iglesia. No había complejos de inferioridad ante el mundo. Había unanimidad. Y en la Misa y por tanto en la fórmula de la consagración, toda la Cristiandad decía lo mismo al consagrar. En Madrid y en Otawa. En Sebastopol y en Lyón. En Viena y en Villaverde del Monte. Con la precisión del que cree absolutamente en la transubstanciación del pan y el vino en el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo. Ahora, puesta en duda la Presencia Real, ¿qué importan las fórmulas?
Así hemos pasado cincuenta años. La Conferencia Española ha dado el paso valientemente y con coraje mitrado a los diez años. Pero todavía queda la Conferencia Episcopal Italiana, que es más lenta todavía (¡). Esa va a tardar más tiempo en cambiar la norma, porque tiene un sátrapa gobernando en sinodalidad, que no deja moverse a nadie en la foto. Así que para ilustrar el cataclismo eclesial que vivimos, veremos a toda la Cristiandad diciendo una fórmula de consagración, mientras que el Papa (en territorio italiano dependiente de la Conferencia Episcopal Italiana) dice otra fórmula distinta en Santa Marta y en el Vaticano. Ya sólo falta Francisco. El mundo al revés. A lo mejor Francisco se niega a utilizar estas fórmulas, que reflejan más preocupación hipócrita que verdadera comprensión del mensaje evangélico.
Fray Malaquias y yo, hemos elevado una oración por nuestros Obispos, para que el stress no les anule en su trabajo diocesano. Y para que sean custodios firmes del cumplimiento de las nuevas normas ante su presbiterio. Amén.
Fray Gerundio