Parece ser que el obispo emérito de Syros, Santorini y Creta ha escrito una carta con acusaciones terribles a los cuatro cardenales que presentaron sus dubia al Papa sobre la Amoris Laetitia. Este obispo emérito de una diócesis griega con un número de católicos similar al de una parroquia pequeñita en España ha hecho
públicas sus acusaciones con un lenguaje durísimo y altisonante contra los cardenales Caffarra, Meisner, Burke y Brandmüller, por el terrible delito de haber pedido aclaraciones sobre una serie de puntos oscuros de la exhortación Amoris Laetitia
[Texto completo de la carta de Mons. Frangkiskos Papamanolis (en Aleteianoticias )]
¿Tendrá razón en lo que dice este obispo capuchino de nombre tan peculiar? Veamos brevemente sus acusaciones una a una.
1) Los cuatro cardenales deberían haber renunciado al cardenalato antes de presentar sus dubia y no deberían haber usado el título de cardenal.
¿En qué basa esta afirmación Mons. Papamanolis? En nada. Ni en el derecho canónico, ni en la moral, ni en las costumbres de la Iglesia, ni en el sentido común ni en nada. Aparentemente, es así
porque él lo dice. Como dice el viejo adagio, quod gratis asseritur, gratis negatur. Cuando algo se afirma sin argumentos, no hace falta desmontarlo con argumentos, porque es
una afirmación sin valor.
2) Causaron escándalo.
Esta acusación parece tener más peso. Es cierto que todo este asunto está creando escándalo en muchos fieles y el escándalo es algo que los católicos debemos tomarnos muy en serio, recordando las palabras de Cristo: Al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le colgasen al cuello una piedra de molino y lo echasen al mar. Sin embargo,
resulta deshonesto acusar de escándalo a quien lo único que hace es señalar la causa del problema. El culpable del escándalo es el que crea el problema, no el que lo señala para que se solucione.
La confusión que ha rodeado a algunas afirmaciones vagas del Papa en la exhortación apostólica y en declaraciones a los medios de comunicación, unidas a afirmaciones directamente heterodoxas de numerosos clérigos, incluidos obispos y cardenales, es la que ha causado y sigue causando un gran escándalo. La única solución posible a ese escándalo es clarificar lo que cada uno está diciendo, para que todos sepamos a qué atenernos.
3) Deberían haber escrito privadamente.
De hecho, eso es lo que hicieron. A pesar de que tenían todo el derecho del mundo a presentar sus dubia de forma pública, lo hicieron discretamente, de forma privada, demostrando así su buena fe. Y sólo al no recibir respuesta durante dos meses (y, es de suponer, cuando se les indicó que ya no se les iba a responder), hicieron públicas sus preguntas.
En cualquier caso, las afirmaciones que dieron lugar a los dubia fueron públicas y, por lo tanto, requieren una aclaración pública. En la Iglesia, la fe no es una cuestión privada de unos pocos privilegiados que mantienen en la ignorancia a los demás. La fe católica es la heredad de todos los católicos, tanto clérigos como fieles, y por lo tanto todos tienen derecho a que se aclare lo que está confuso.
4) Sus palabras son gravemente ofensivas para el Obispo de Roma.
Es difícil entender dónde puede estar la ofensa. Un dubium es la herramienta habitual por medio de la cual se solicitan explicaciones a la Santa Sede sobre algo que no está claro. En Roma se reciben multitud de ellas, sobre
liturgia,
moral,
Sagrada Escritura,
dogmas,
sacramentos,
competencias eclesiales,
derecho canónico y un largo etcétera.
Nada tienen de raro estas preguntas, luego es de suponer que, si a alguien le molestan es porque prefiere que no se contesten con claridad.
5) Con sus palabras están juzgando a todo aquel que piensa diferente de ellos.
Esta
afirmación es
increíble. Según Monseñor Papamanolis
ya no se puede defender la doctrina de la Iglesia porque eso significa juzgar a los demás. Esa actitud, llevada a sus últimas consecuencias, implica que no se puede decir nada de nada, porque siempre habrá alguien que no esté de acuerdo y que, según Mons. Papamanolis, estaría siendo juzgado.
Nada tiene esto que ver con lo que la Iglesia ha enseñado siempre. Juzgar a los demás en el sentido prohibido por Cristo es algo muy diferente de proclamar la fe católica y de juzgar los comportamientos a la luz de esa fe.
6) Han cometido un grave pecado de herejía y quizá de apostasía.
Esto sería cómico, si no diera cierta vergüenza ajena. En primer lugar porque, después de acusar de manera infundada a los cuatro cardenales de juzgar a los demás, pasa inmediatamente y sin ruborizarse a juzgarlos como pecadores, herejes y apóstatas.
Por otra parte, las acusaciones en sí son ridículas. ¿Sabrá monseñor Papamanolis lo que significan esos términos? ¿Cómo puede alguien caer en herejía y en apostasía por citar una encíclica de San Juan Pablo II? ¿También era un hereje y apóstata San Juan Pablo II?
¿Cómo va a convertirse alguien en hereje por preguntar al Papa lo que quiere decir con una frase confusa? Es un puro disparate.
7) A pesar de ese grave pecado de herejía y apostasía, supone que comulgarán, pero a la vez se escandalizarán de que los divorciados en una nueva unión comulguen también.
Como hemos visto, el supuesto grave pecado de herejía y apostasía es imaginario, así que
esta acusación carece de sentido. En cualquier caso, incluso si ese pecado hubiera existido,
nada tendría eso
que ver con el hecho (evidente) de que alguien que está en situación de adulterio público no puede comulgar. Después del jardín de infancia, las acusaciones del tipo “Pero seño, Pepito es todavía peor que yo” no tienen ningún valor.
8) Se atreven a acusar al Papa Francisco de herejía.
Aquí ya la imaginación del buen obispo alcanza cotas estratosféricas. Preguntar a alguien qué quiere decir no es acusarle de herejía, sino justamente eso: preguntarle qué quiere decir.
Si Mons. Papamanolis quiere saber lo que es acusar de herejía basta que lea su propia carta, en la que literalmente acusa de herejía y posible apostasía a los cuatro cardenales.
9) Rencores personales, que no vamos a analizar porque no vienen al caso (y que resulta llamativo que se hayan incluido en una carta pública).
En fin, a poco que se examinen
las acusaciones realizadas por Mons. Papamanolis, resulta evidente que
no tienen absolutamente ninguna sustancia.
Y uno no puede evitar preguntarse el porqué de estas reacciones desorbitadas contra los dubia de los cuatro cardenales. ¿Por qué no se responde a algo tan rutinario como unos dubia que sólo piden aclarar lo que se ha dicho? ¿Por qué todos los que hablan de dar la comunión a divorciados recasados “en circunstancias especiales” nunca explican cuáles son esas circunstancias? ¿Por qué prefieren moverse en la penumbra y la confusión sin arrojar luz sobre lo que realmente quieren decir? ¿Por qué les molesta que alguien pida claridad?
Todo el que obra mal odia la luz, y no se acerca a la luz para que sus acciones no queden expuestas (Jn 3, 20)
Bruno Moreno
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