Me aflige y atribula ver por doquier la foto de los dos obispos malteses, tan orgullosos ellos, tan erguidos y arrogantes, satisfechos de sí mismos, el más gordito casi pavoneándose de su hazaña. Por fin han podido tener su espacio. La red bergogliana se enorgullece con ellos y su actitud: Los obispos de Malta han dado ejemplo y orientación a sus fieles. Supongo que el jubilado y ocupadísimo cardenal Kasper y el flamante cardenal Cupich les mandarían un buz telefónico a estos dignos sucesores de los Apóstoles. Estos sí que se preocupan por sus fieles. Francisco los sacó en su Periódico Romano y sospecho que la edición protestante del mismo en Buenos Aires, también se habrá hecho eco del acontecimiento. Es verdad que han orientado a sus fieles: les han dado el GPS ideal para llegar al infierno, mal que le pese al rojerío arco iris (porque ahora va todo junto), que nos abruma con sus directrices.
Si como resultado del proceso de discernimiento, llevado a cabo con “humildad, reserva, amor a la Iglesia y a su enseñanza, en la búsqueda sincera de la voluntad de Dios y con el deseo de alcanzar una respuesta a ella más perfecta” (Amoris laetitia, 300), una persona separada o divorciada que vive una nueva unión llega –con una conciencia formada e iluminada– a reconocer y a creer estando en paz con Dios, no se le podrá impedir acercarse a los sacramentos de la reconciliación y de la eucaristía (cfr. Amoris laetitia, notas 336 y 351).
Me preguntaba uno de mis novicios espabilado, si esta conciencia que se siente en paz con Dios, se puede aplicar también a dos maromos/maromas que se sienten felices conviviendo y con la conciencia tranquila. O a un pecador solitario que se siente asímismo en paz con Dios y con una conciencia clara de que hace lo correcto, porque se lo ha recomendado su psicólogo para que libere sus tensiones internas. O a un célibe, que se siente sólo y abandonado -y recurre a cualquier barraganía aunque sea momentánea-, pero eso sí, con paz con Dios, por supuesto.
Mi respuesta ha sido de lo más conservadora: Hijo mío, siguiendo las enseñanzas de la Amoris, sigue a quién quieres seguir y haz lo que te diga tu conciencia. Si estás en paz y con conciencia clara de que debes pensar a lo maltés, cupichita y kasperita, hazlo. Si piensas que no, no lo hagas. Encontrarás mucha más gente por el camino ancho de la Amoris Laetitia que lleva a la vidilla, pero muy pocos por el camino de los dubbia. Tú sabrás.
Por su parte, las redes hartas de Bergoglio y de sus mariachis les han llamado de todo a los dos malteses, porque en realidad lo son: apóstatas es lo menos que se puede decir. Traidores a sus ovejas y lobos del rebaño. Excomulgados.
Pero en realidad, los malteses son el farolillo de cola de toda una lista de obispos, que han animado a sus fieles a los mismos pecados. Sandro Magister, el expulsado de Bergoglio, lo resume muy bien con su titular: La góndola de Malta se une a la flota del Papa. Porque no hay que olvidar, que en la propia Diócesis de Roma se interpreta la maldita Amoris Laetitia en el mismo sentido que señala su Obispo Bergoglio. Según instrucciones del cardenal Vallini (Vicario para la Diócesis de Roma), así hay que entender el tema. Y suponemos que este Vicario purpurado hace lo que le dice su Jefe, porque si no estaría ya destinado como cardenal-arzobispo en la Antártida. Y el propio Obispo de Roma, que desde su elección no ha dejado de estar en Buenos Aires, lo interpreta así en su carta explicativa a los indignos obispos argentinos que le preguntaron cuál era la conducta a seguir. Ergo si los obispos de Malta están excomulgados…
Pero no hay que preocuparse. Los días van pasando y las posturas se tienen que ir clarificando. Como decía el Señor, el que no está conmigo está contra Mí y el que conmigo no recoge, desparrama. No valen los tisquismiquis del si…, pero no. Tenemos ahora mismo muchos obispos a favor del adulterio y la profanación de la Eucaristía. A muchos defensores a capa y espada de Bergoglio y sus irrupciones en la tradición de la Iglesia y la moral sacramental. Y enfrente, tenemos unos pocos que piensan que eso es sencillamente intolerable.
Una vez más, San Pablo vuelve a la carga: El que coma indignamente el Cuerpo de Cristo, está comiendo su propia condenación. Mal que le pese a toda la casta bergogliana. Creo que muchos condenados en el infierno (y los que ellos hayan enviado) tendrán que llevar la Amoris Laetitia en su frente como señal de identificación.
Me apena profundamente pensar que todos los Obispos de la Conferencia Episcopal Española, prietas las filas, se hayan puesto ya el pin de la AL en sus ojales. Su unanimidad para defender lo indefendible, va a quedar en cueros cuando todo esto estalle. Ni uno solo ha sido capaz de decir que en su Diócesis se seguirá aplicando la doctrina de siempre sobre el matrimonio. Ellos están en otras cosas. Efectivamente, el camino que conduce a la perdición está abarrotado de mitras. Y como guía, el Obispo de Roma. Que Dios nos asista.