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sábado, 8 de abril de 2017

Aclarando ideas (V) La Iglesia debe proteger la Presencia Real de Cristo en la Eucaristía, con claridad y sin confusión posible ... ¡O tendríamos otra Iglesia que no sería la de Cristo! [Froilán Aulé]


Para destruir la fe hay que apuntar al corazón de la Iglesia Católica, de su vida espiritual, de su razón primera de ser y eso se logra minando el dogma de la presencia real y substancial y banalizando la celebración, es decir atacando la liturgia.

Ya en 1965, al final del Concilio, circulaban teorías como la transignificación y la transfinalización sobre la Eucaristía que, pretendiendo dar una forma nueva y más entendible al dogma de la transubstanciación, en realidad lo que hacían era minar la fe
en la presencia real del Hijo de Dios en el augusto sacramento. Tuvo que salir al paso Pablo VI con su encíclica Mysterium Fidei. Tales teorías heréticas eran las mismas opiniones de Lutero dichas con otras palabras.

-En la misma línea de desacralizar y banalizar la Eucaristía se inserta la comunión en la mano. En Argentina como en todos los demás países de América e incluso los latinos de Europa se introdujo el indulto forzadamente y dolosamente -como lo hace notar el Obispo ahora emérito de San Luis (Argentina), Mons. Juan Rodolfo Laise -sobre poblaciones católicas que deseaban seguir comulgando como siempre; y llega a decir, demostrándolo, que la reintroducción de la Comunión en la mano no es otra cosa que el triunfo de una desobediencia.

"Desobediencia gravísima ante todo porque se trata de la Eucaristía. Luego porque implica la resistencia abierta a una directiva clara, explícita y sólidamente fundamentada del Papa Pablo VI; por su extensión universal; y porque quienes no obedecieron no fueron sólo fieles o sacerdotes, sino en muchos casos obispos y hasta Conferencias Episcopales enteras; gravísima, porque no solamente permaneció impune sino que obtuvo un éxito rotundo; gravísima, en fin, porque ha logrado que su carácter de desobediencia permaneciese oculto, haciendo que se crea, al contrario, que se estaba adoptando una propuesta venida de Roma, Por todo esto creemos poder afirmar que la introducción y difusión por todo el mundo de la práctica de la comunión en la mano constituye la más grave desobediencia a la autoridad papal de los últimos tiempos"

Sin embargo, es tan grande el poder de algunas Conferencias Episcopales y también el hecho que la desacralización se extendió de tal manera y ganó los ánimos de las personas que quitarla, para muchos -si no para la mayoría- es quitarles un derecho (¡!) ¡Como si nosotros no tuviésemos no el derecho sino el deber de reverenciar, respetar y adorar al Señor en la Eucaristía! Derecho es el de Dios de ser tratado con santo temor y reverencia a su divina majestad.

Se sabe que los últimos Prefectos del Culto Divino y Disciplina de los Sacramentos querrían volver a la comunión de rodillas y en la boca, pero no pueden. Esta es la triste realidad.

La pregunta entonces es ¿cómo se ha podido llegar a esto? La respuesta es obligada: porque nunca en la Iglesia se ha tolerado la difusión de errores y abusos tan ampliamente.

Si antes, con los Papas Juan Pablo II y Benedicto no fue posible revertir la situación ahora lo es mucho menos. La desacralización ahora se presenta con mayor gravedad al admitirse dar la comunión a quienes están en situación permanente de pecado mortal olvidando las palabras de san Pablo: «Quien coma el pan o beba el cáliz del Señor indignamente, será reo del cuerpo y de la sangre del Señor. Examínese, por tanto, cada uno a sí mismo, y entonces coma del pan y beba del cáliz; porque el que come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación»" (1 Cor 11, 27-29).

Mons. Athanasius Schneider comenta en una entrevista: "Que Cristo, bajo las especies eucarísticas, haya llegado a ser hoy en día el más débil, vulnerable, indefenso y deshonrado en la Iglesia es un claro y lamentable síntoma de hasta qué punto se han deteriorado el amor y la fe plena en la Eucaristía y la Encarnación. Ciertamente, la esencia del protestantismo consiste en rechazar la plena verdad de la Encarnación con todas sus consecuencias: la visibilidad de la Iglesia, la vida de sacramentos, la realidad y grandeza de la Presencia Eucarística, las características encarnativas de la liturgia.

La crisis actual de la Iglesia se manifiesta principalmente en estas dos actitudes: una espiritualidad gnóstica y un naturalismo horizontal, cuya raíz está en el antropocentrismo, el cual por su parte es un rasgo típico del protestantismo".

Confusión

La confusión no es católicaEs, en cambio, la nota propia de las comunidades cristianas protestantes. En ellas la confusión y la división son crónicas, congénitas, pues nacen inevitablemente del libre examen interpretativo y de la carencia de Autoridad apostólica.

El papa León X, en la bula Exsurge Domine (1520), condena esta proposición de Lutero: «Tenemos camino abierto para enervar la autoridad de los Concilios y contradecir libremente sus actas y juzgar sus decretos y confesar confiadamente lo que nos parezca verdad, ora haya sido aprobado, ora reprobado por cualquier Concilio» (n. 29: DS 1479).

Partiendo de esas premisas, una comunidad cristiana solamente puede llegar a la confusión y la división. Este modo protestante de acercarse a la Revelación pone la libertad por encima de la verdad, y así destruye la libertad y la verdad. Hace prevalecer la subjetividad individual sobre la objetividad de la enseñanza de la Iglesia, y pierde así al individuo y a la comunidad eclesial. Es éste un modo tan inadecuado de acercarse a la Revelación divina que no se ve cómo pueda llegarse por él a la verdadera fe, sino a lo que nos parezca. No se edifica, pues, la vida sobre roca, sino sobre arena.

La fe católica

Lo más grave de Lutero fue hacer añicos la roca que sostiene todo el edificio cristiano: la fe en la enseñanza de la Iglesia apostólica. Y lógicamente todo el edificio se viene abajo.

La fe teologal cristiana es cosa muy distinta, esencialmente diferente, de la libre opinión de un parecer personal. Como enseña el Catecismo, «por la fe, el hombre somete completamente su inteligencia y su voluntad a Dios... La Sagrada Escritura llama "obediencia de la fe' a esta respuesta del hombre a Dios que revela (cf. Rm 1, 5; 16, 26)» 

La fe cristiana es, en efecto, una «obediencia», por la que el hombre, aceptando ser enseñado por la Iglesia apostólica, Mater et Magistra, se hace discípulo de Dios, y así recibe Sus «pensamientos y caminos», que son muy distintos del parecer de los hombres (Is 55, 8)" [63].

La nueva Iglesia

-Para los modernistas -y en esto coinciden con sus oponentes tradicionalistas- a partir del Concilio nace una nueva Iglesia.

Los primeros para justificar todos los cambios y herejías y los segundos para denunciarlos y no aceptar en bloque al Concilio Vaticano II, origen de la revolución en la Iglesia. Frente a ellos el Papa Benedicto habla de una hermenéutica de la continuidad, entre el pre y el post-Concilio. Y emprende, sin resultado positivo, porque no fue secundado, una "reforma de la reforma litúrgica" como camino corrector para poner nuevamente las cosas en su lugar, ya que en la liturgia que se fue imponiendo a partir de Concilio, él ve la devastación de la fe. 

A este punto, necesario es aclarar que nada tiene que ver lo que se hizo en liturgia con el Concilio porque la Constitución sobre la liturgia, Sacrosantum Concilium, pide, por ejemplo, mantener el latín

El quitar el sagrario del medio y las imágenes incluso de la Santísima Virgen, la celebración del sacerdote "versus populum", la comunión en la mano, todo se hizo apelando a un difuso "espíritu del Concilio" y a misteriosas "razones pastorales".

Continuará