Evidentemente no sé nada de las entrañas profundas de este Instituto de derecho pontificio. Nada de nada. Los conozco algo porque he tenido la suerte de que quisieran acudir a la parroquia para realizar una misión mariana, hemos convivido, rezado y trabajado juntos, y me parecen gente excepcional.
Doctrina segura. Liturgia impecable. Capacidad de servicio infinita. Ni un mal gesto, ni una palabra fuera de lugar. Todo lo contrario: disponibilidad, generosidad, altruismo. Todo lo que diga de ellos es poco. Más aún, que rápido tocamos el dinero, no solo no pidieron ni un solo euro a la parroquia, sino que al final de la misión pretendieron entregarnos las limosnas que habían recibido de la gente. Terminó la misión, acompañaron durante semanas a un grupo de fieles que quisieron consagrarse a la Virgen y hoy siguen mostrándose generosos y amigos con la parroquia en general y con un servidor en particular.
Pues rumores de intervención. Por cierto, ¿alguien sabe alguna cosa de los Franciscanos de la Inmaculada? Gente me dice que es que los Heraldos llevan unos hábitos que no son de hoy. Miren que me da la risa. Más desfasadas son las blusas de sor Mari Puri o las misas con vaquero y pan de molde y no pasa nada.
Puestos a intervenir, sugiero que se den una vuelta por la curia general de los jesuitas, a ver si alguien se va a pensar que si son intocables es porque tengan alguien de altísimo e inmaculado nivel que los proteja.
Digo lo de la intervención porque tener en la Iglesia una orden en la que el superior general directamente afirma que el demonio no existe o pone en dudas las palabras del mismo Cristo porque en aquellos tiempos no existían las grabadoras, es todo un peligro. Una orden con dieciséis mil miembros, que tiene en sus manos colegios, universidades, parroquias, centros de formación, puede hacer mucho bien o un desastre. Si el cura anda a peces -el superior general- cómo andarán los feligreses.
No pasa nada. Es libertad de expresión, apertura doctrinal, presencia en las periferias, comunión interreligiosa, mentalidad actual. Pero lo que no podemos es consentir a unos señores que hablan de Dios, de la devoción a la Virgen, que van a Fátima y promueven la consagración a María según el método de San Luis María Grignion de Monfort (autor de cabecera de Juan Pablo II), cuando todos sabemos que el demonio es simbólico y que la nueva evangelización no es convertir chinitos, que vaya patinazo el de San Francisco Javier, sino la alianza eterna de civilizaciones , la común religiosidad y la solidaridad eterna y universal en el amor el refugiado, la conmiseración con el desvalido y la patada en el trasero a esos carcas que no tienen derecho a estar en la Iglesia, y menos vestidos así.
Los Heraldos, en caso de que sean intervenidos, y mira que me lo barrunto, callarán, como los Franciscanos de la Inmaculada, rezarán por sus perseguidores y ofrecerán sus sacrificios a Dios y a la Virgen por la salvación del mundo.
Jorge González Guadalix