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The Francis Effect is the disarming and silencing of Catholic bishops, priests, and laity. Holding firm to Catholic doctrine and practise seems like an act of disloyalty to the pope, yet to acquiesce is to betray the Church. Catholics ask with Peter, “Lord, to whom shall we go?” (Jn. 6:69). It is imperative that they stay in the Church and stay armed for, if the shepherds have come down like Aaron to join in the Bacchanalia, then the Church needs Levites. “And when Moses saw that the people had broken loose (for Aaron had let them break loose, to their shame among their enemies), then Moses stood in the gate of the camp, and said, ‘Who is on the Lord’s side? Come to me.’ And all the sons of Levi gathered themselves together to him” (Ex. 32:25-27). Christ had already warned of this time, saying, “Then they will deliver you up to tribulation, and put you to death; and you will be hated by all nations for my name’s sake. And then many will fall away, ... and many false prophets will arise and lead many astray. And because wickedness is multiplied, most men’s love will grow cold. But he who endures to the end will be saved” (Mt. 24:9-13).
The Church is facing crisis; a crisis as grave as that posed by the Arians. Its resolution will bring recovery or death. To achieve the former, Catholics must stay in the Church and stay fully armed. For this, five things are necessary:
First, pray. The battle is the Lord’s. “But watch at all times, praying that you may have strength to escape all these things that will take place, and to stand before the Son of man” (Lk. 21:36). Pray above all for the pope as the early Church prayed unremittingly for Peter (Acts 12:5).
Second, study. Catholics must know the Faith, be familiar with the Scriptures, know the constant teaching of the Church, and understand the principles of moral theology. St. Athanasius stood alone against the world, therefore, “Remember your leaders, those who spoke to you the word of God; consider the outcome of their life, and imitate their faith. Jesus Christ is the same yesterday and today and forever. Do not be led away by diverse and strange teachings” (Heb. 13:7-9).
Third, transmit the Faith by teaching and sharing it within the family, by practising and praying together and for each other as a family.
Fourth, support each other and all true and authentic Catholic speakers and organisations. The 500 priests who sign an open letter asking that the Synod on the Family promote Catholic doctrine need to be praised and supported by all concerned Catholics.
Fifth, prepare for martyrdom. In the Nobis quoque of the Roman Canon we pray: To us, also, your servants, who, though sinners, hope in your abundant mercies, graciously grant some share and fellowship with your holy Apostles and Martyrs: with John the Baptist, Stephen, Matthias, Barnabas... and all your Saints; admit us, we beseech you, into their company, not weighing our merits, but granting us your pardon, through Christ our Lord. Amen.
TRADUCIDO POR "COMO VARA DE ALMENDRO"
El Efecto Francisco es el desarme y el silenciamiento de los obispos católicos, sacerdotes y laicos.
Mantener firme la doctrina y la práctica católica parece un acto de deslealtad hacia el Papa, pero aceptar [muchas de las cosas que dice el Papa] es traicionar a la Iglesia.
Los católicos preguntan a Pedro: “Señor, ¿a quién iremos?” (Juan 6:69). Es imperativo que permanezcan en la Iglesia y permanezcan armados, porque si los pastores han descendido como Aarón para unirse a las bacanales, entonces la Iglesia necesita levitas. “Y cuando Moisés vio que el pueblo se había desatado (porque Aarón los había soltado, para vergüenza entre sus enemigos), Moisés se paró a la puerta del campamento y dijo: ¿Quién está del lado del Señor? Venid a mí; y todos los hijos de Leví se juntaron con él" (Éxodo 32: 25-27).
Cristo ya había advertido de este tiempo, diciendo: “Entonces os entregarán a la tribulación, y os matarán; Y seréis odiados por todas las naciones por causa de mi nombre. Y entonces muchos caerán, … y muchos falsos profetas se levantarán y conducirán a muchos por mal camino. Y porque la maldad se multiplica, el amor de la mayoría de los hombres se enfriará. Mas el que persevere hasta el fin, será salvo" (Mt 24: 9-13).
La Iglesia se enfrenta a una crisis; una crisis tan grave como la planteada por los arrianos. Su resolución traerá recuperación o muerte.
La Iglesia se enfrenta a una crisis; una crisis tan grave como la planteada por los arrianos. Su resolución traerá recuperación o muerte.
Para lograrlo, los católicos deben permanecer en la Iglesia y estar armados.
Son necesarias cinco cosas:
Primero: oren. La batalla es del Señor. "Velad,pues, en todo tiempo, orando para que tengáis fortaleza para escapar de todas estas cosas que tendrán lugar, y para estar delante del Hijo del Hombre” (Lc 21:36). Oremos sobre todo por el Papa, como la Iglesia primitiva oró incesantemente por Pedro (Hechos 12: 5).
Segundo: estudio. Los católicos deben conocer la Fe, estar familiarizados con las Escrituras, conocer la constante enseñanza de la Iglesia y comprender los principios de la teología moral. San Atanasio estaba solo en contra del mundo. Por lo tanto, “acordaos de vuestros pastores, que os hablaron la palabra de Dios; considerad cuál haya sido el resultado de su conducta, e imitad su fe. Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos. No os dejéis llevar de doctrinas diversas y extrañas; porque buena cosa es afirmar el corazón con la gracia, no con viandas, que nunca aprovecharon a los que se han ocupado de ellas". (Hebreos 13: 7-9).
Tercero: transmitan la Fe enseñándola y compartiéndola en la familia, practicando y orando juntos y unos por otros como familia.
Cuarto: apoyarse unos a otros y a todos los predicadores verdaderos y organizaciones católicas auténticas. Los quinientos sacerdotes que firman una carta abierta pidiendo que el Sínodo sobre la Familia promueva la doctrina católica deben ser animados y apoyados por todos los católicos preocupados.
Quinto: prepararse para el martirio. En el Nobis quoque del Canon romano rogamos: Y a nosotros, pecadores, siervos tuyos, que confiamos en tu infinita misericordia, admítenos en la asamblea de los santos apóstoles y mártires Juan el Bautista, Esteban, Matías y Bernabé… y de todos tus santos; admítenos, te rogamos, en su compañía, no por nuestros méritos, sino concediéndonos tu perdón, por Cristo nuestro Señor. Amén.
Primero: oren. La batalla es del Señor. "Velad,pues, en todo tiempo, orando para que tengáis fortaleza para escapar de todas estas cosas que tendrán lugar, y para estar delante del Hijo del Hombre” (Lc 21:36). Oremos sobre todo por el Papa, como la Iglesia primitiva oró incesantemente por Pedro (Hechos 12: 5).
Segundo: estudio. Los católicos deben conocer la Fe, estar familiarizados con las Escrituras, conocer la constante enseñanza de la Iglesia y comprender los principios de la teología moral. San Atanasio estaba solo en contra del mundo. Por lo tanto, “acordaos de vuestros pastores, que os hablaron la palabra de Dios; considerad cuál haya sido el resultado de su conducta, e imitad su fe. Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos. No os dejéis llevar de doctrinas diversas y extrañas; porque buena cosa es afirmar el corazón con la gracia, no con viandas, que nunca aprovecharon a los que se han ocupado de ellas". (Hebreos 13: 7-9).
Tercero: transmitan la Fe enseñándola y compartiéndola en la familia, practicando y orando juntos y unos por otros como familia.
Cuarto: apoyarse unos a otros y a todos los predicadores verdaderos y organizaciones católicas auténticas. Los quinientos sacerdotes que firman una carta abierta pidiendo que el Sínodo sobre la Familia promueva la doctrina católica deben ser animados y apoyados por todos los católicos preocupados.
Quinto: prepararse para el martirio. En el Nobis quoque del Canon romano rogamos: Y a nosotros, pecadores, siervos tuyos, que confiamos en tu infinita misericordia, admítenos en la asamblea de los santos apóstoles y mártires Juan el Bautista, Esteban, Matías y Bernabé… y de todos tus santos; admítenos, te rogamos, en su compañía, no por nuestros méritos, sino concediéndonos tu perdón, por Cristo nuestro Señor. Amén.