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sábado, 12 de agosto de 2017

Luz en esta oscuridad: la historia de una monja verdadera (por Hilary White)



Hace un tiempo conocí a una joven que había venido a Italia a orar ante las tumbas de los santos y pedir su intercesión por un proyecto que sentía que Dios le estaba pidiendo que emprendiera. Llegó a la antigua ciudad vestida con un hábito azul y blanco – como espero siga vistiendo el resto de su vida –que la convertía, no por casualidad, en una viva imagen de la Santísima Virgen María. Doy fe de que llamaba la atención.
Esa tarde había estado haciendo tiempo como siempre en la tienda de los monjes, cerca de la portería, charlando y recibiendo consejos del hermano Ignatius. Entró esta joven monja y preguntó si le podían mostrar la cripta de la Basílica de San Benito, la antigua capilla subterránea que fuera originalmente el hogar de los mellizos Benito y Escolástica.

Cuando volvió, con el rostro resplandeciente como suele sucederles a las personas después de la visita, le ofrecí recorrer la ciudad y señalarle algunos lugares de interés. En realidad estallaba mi curiosidad periodística; había aquí un hábito que no había visto nunca antes, y ansiaba conocer su historia.


Resultó ser que esta hermana norteamericana había sido una Clarisa en la comunidad de la Madre Angélica, pero sintió el llamado a salirse y tomar otro camino, y fundar una nueva comunidad bajo un buen obispo norteamericano que buscaba hermanas de alta exposición como testigos para su diócesis. ¿Testigos de qué? A nivel más básico, quizás de que aún queda algo de bueno en el mundo, como dijo Sam Gamgee, y valga la pena luchar por ello. Una imagen como la de esta monja, así vestida, era como una luz brillante resplandeciendo en la oscuridad, reconocible hasta por aquellos que olvidaron los nombres de Jesucristo y de Su madre inmaculada.

Su visita fue en el verano, y cada verano se realiza en esa ciudad un festival de música. Muchas de las viejas iglesias que permanecen cerradas el resto del año (por orden del obispo) se abren para ser utilizadas como salones. Muy cerca de la basílica está la pequeña iglesia de San Lorenzo, construida a comienzos del siglo V y que se cree fue el lugar donde los hermanos santos fueron bautizados en el año 480 DC. La hermana estaba fascinada por ver ese lugar, aunque por décadas no se hubiese dicho misa en ella.

Por supuesto que, cuando llegamos, el hábito de la hermana capturó la atención de todos y uno de los organizadores se acercó a presentarse y preguntarle si ella podía tocar. Cuando respondió no solo que tocaba sino que además había compuesto una canción en honor a Nuestra Señora, fue llevada hasta el piano. Me senté a escuchar y observar cuidadosamente las reacciones de las personas, obviamente seglares, todos de fuera de la ciudad. Fue como si hubieran visto a una criatura mágica, un ser de un tiempo antiguo casi olvidado, un tiempo legendario que volvió a la vida.

Cuando la hermana terminó de tocar y cantar, y estábamos listas para irnos, el amable organizador nos escoltó hasta la puerta y le agradeció nuevamente. En el último momento, y con una reticencia visible, le preguntó: “Espero no le moleste mi pregunta, ¿es usted católica?” La hermana, obviamente tomada por sorpresa, respondió: “Bueno, sí. Por supuesto que soy una monja católica”. Luego ella le preguntó, “¿Es usted católico?” El hombre parecía avergonzado y dijo, “Bueno, mi madre es católica…”


Mientras caminamos por la ciudad, la hermana me contó cómo había surgido el plan para su comunidad, de la necesidad de un catolicismo visible en los campus universitarios de los Estados Unidos. Tras décadas de sacerdotes y hermanas pasando de incógnito, los jóvenes necesitaban ver que todavía había creyentes. Después de la impresión que había dejado en los sofisticados jóvenes neo-paganos italianos, no iba a discutirle. Era obvio que ella había recibido el llamado para realizar esa tarea, la de simplemente ser vista como una católica, una de las obras espirituales de misericordia. Más tarde tuve el gusto de conocer a las dos señoras que viajaban con ella, que estaban considerando unirse al proyecto. Me entristeció verlas partir cuando fueron a pasar el día a Asís. Recuerdo orar diciendo: “Si tan solo hubiera más”.

Hoy, después de leer dos artículos, uno de Steve Skojec para One Peter Five sobre el “grupo de investigación” encargado para “examinar” la “historia” de Humanae Vitae, y otro de Chris Ferrara en The Remnant, nombrando al grupo de hombres con quienes el papa Francisco se rodea, que promueven intereses a favor de la homosexualidad en la Iglesia, me encontré pensando en aquella tarde con la hermana, como por una alarma ante una sed extrema. La comparación entre las dos imágenes no podría haber sido más dura; el contraste entre la verdad, la belleza y la bondad representada en aquella monja joven, y la abominable, farsante maldad, una anti-Iglesia anti-real, dándose a conocer ahora en Roma.

Estos orgullosos, sonrientes, mezquinos bandidos y tramposos en el Vaticano, sus oscuras y encogidas mentes pequeñas escarbando afanosamente en sus aburridas fantasías de poder, dinero y sexo, no tienen nada que ofrecer al mundo que el mundo no tenga ya en exceso. Sencillamente, se han unido al mundo, se han arrojado de cabeza en sus persecuciones deprimentes y monótonas. 

De hecho, desde la elección de este Papa, hemos visto que el único interés que el mundo tiene en ellos es por el increíble espectáculo que dan con su traición abierta a la fe y su divino fundador. Al menos podemos decir que el mundo, en su ignorancia, simplemente se deshizo de la perla de gran valor; pero estos hombres, conociendo su valor, la vendieron a cambio de unas pocas noches en un prostíbulo barato – una especialidad alemana.

Piensen por un momento en las prioridades de la pandilla actual en el Vaticano. En primer lugar, tal como señaló nuestro amigo Chris el otro día, tuvimos un ataque sistemático al sexto mandamiento. Como pieza central del pontificado de Francisco tenemos a Walter Kasper promoviendo el adulterio como un estilo de vida moralmente legítimo, un triunfo de último minuto en el trabajo de toda su vida y que, sin dudas, será lo que la historia más recuerde sobre este pontificado. Ahora, inevitablemente, tenemos prelados como Bruno Forte y Joseph Tobin, Reinhard Marx, Christoph Schonborn, James Martin et al, siguiendo detrás, exaltando la sodomía y conduciendo a la Iglesia a la Homosexualidad Santa, un objetivo que ya parece ser vivido por los subalternos de los colaboradores más cercanos al Papa.

En cuanto a los asuntos financieros, tenemos al antiguo jefe de los Franciscanos Menores, una persona que interesa a Interpol por un escándalo financiero masivo que involucra una sospecha de malversación de fondos de proporciones épicas por parte de la orden. Este fue uno de los primeros nombramientos de Francisco, el hombre que puso a cargo de todas las órdenes religiosas y cuya primera tarea fue el intento de saquear las cuentas bancarias de las asociaciones laicas de los Frailes Franciscanos de la Inmaculada, estimadas en 30 millones de euros. Poco tiempo después tuvimos un fraude similar – en realidad un ataque – según lo reportado, por un monto similar, contra los Caballeros de Malta. Y para no pensar que ambos frentes de batalla son distintos, recordemos que la facción ganadora del escándalo de los Caballeros de Malta fue descubierta originalmente distribuyendo condones a las prostitutas de Asia. Y sé que en breve saldrá a la luz información mucho, mucho peor sobre embustes financieros en el Vaticano.

¿Es necesario que recite todos los antecedentes? Son más o menos siempre los dos mismos temas. Es decir, hasta que se llega a la cúpula. Con Francisco parece ser algo más personal. No es la persecución ardiente y sofocante del dinero y la carne. Él ha dejado en claro en los últimos años que su interés es puramente de poder. Él ha utilizado a estos hombres con sus objetivos menores para sujetar y aferrarse al que es en realidad el puesto más poderoso del mundo. A juzgar por su cadena interminable de invectivas blasfemas contra las cosas santas, los objetivos del papa Francisco Bergoglio son bastante más elevados que los de los hombres que ha colocado a su alrededor.
Sin dudas, quizás haya sido esto lo que más endulzó los oídos del mundo que odia a Dios. Lo único que hizo que este Papa fuera noticia fue la interminable sarta de porquerías – herejías, blasfemias, insultos a la fe, la Iglesia y Dios, y expresiones de odio hacia los católicos – que salen a diario de su boca como de una alcantarilla. Él ha deleitado al mundo, que odia la fe y a los fieles, con interminables expresiones de solidaridad hacia ellos y todo lo que ellos aman; él piensa como ellos, y lo aman por eso.

Los seglares y los que odian la fe – incluyendo a los que aún gustan de llamarse a sí mismos católicos – han seguido de cerca todas sus acciones y decisiones como gobernante de la Iglesia, con las que ha ido taladrando uno a uno los bastiones, (e intentos de reforma) que sus dos predecesores inmediatos colocaron para sostener un edificio medianamente arruinado.

Incluso, de no haber leído jamás algo dicho por Francisco, sus nombramientos han hablado bastante; reconocidos homosexuales, defraudadores, simoníacos y farsantes, marxistas y herejes desvergonzados y aquellos que odian las tradiciones de la fe. 

Su ataque a las enseñanzas de la Iglesia sobre el matrimonio y el sexo ya ha sido más o menos completado, los mecanismos usuales de “filtración” de rumores comenzaron a avisarnos que su próximo objetivo será la liturgia. Los así llamados periodistas “católicos liberales” publicitaron alegremente todas sus señales mientras castigaban a los tradicionalistas y conservadores por sus “teorías conspirativas”.

Sabemos de personas que lidiaron con él en Sudamérica, que ahora atestiguan su comportamiento actual, que es un coleccionista de información sobre hombres con mucho que esconder, un manipulador que simplemente no duda en destruir a sus oponentes. Su amor por la ambigüedad, la evasión y la confusión, hablan de su duplicidad – hasta sus colaboradores periodísticos más entusiastas fueron encontrados llamándolo “ladino”. Es un mentiroso comprobado y se ha rodeado de mentirosos, pero en el caso de Bergoglio, la mentira se combina con una crueldad calculada y una furia brutal y vengativa hacia cualquiera que se anime a sostener no solo la antigua fe católica, sino la decencia humana común. Su verdadera naturaleza ya no es secreto, aunque haya una especulación creciente acerca de su verdadero origen.

Para muchos de nosotros, seguir el avance de este pontificado es una tarea dolorosa mental y emocionalmente, similar a la de investigar el submundo criminal. Tiene el efecto de desgastarnos lentamente, mientras que, al mismo tiempo, captura todos nuestros pensamientos y atención. El auténtico horror de todo esto que se desarrolla como una pesadilla imparable, mantiene la atención y produce una sensación de impotente indignación.

Aquella tarde invité a la hermana a tomar el té y le pregunté por qué consideraba fundar una nueva comunidad religiosa en tiempos como estos. Parecía una invitación a ser marcada en un clima en que la verdadera fe no puede ser tolerada ni siquiera dentro de las instituciones de la Iglesia. Sé lo difícil que ha sido para los fundadores de comunidades i
ncluso bajo los pontificados previos, comparativamente más benignos. La hermana estaba lejos de ser ingenua; sabía que los hombres del Vaticano están buscando específicamente auténticas expresiones de fe y devoción católicas, para aplastarlas.

Pero con sus respuestas humilló mi cobardía. “¿Qué mejor tiempo que este?” Ella simplemente avanza con fe y confianza, obedeciendo el llamado a realizar una obra que debe hacerse.

He dicho muchas veces que ya pasamos el punto del activismo mundano como respuesta útil o proporcional a la ola que cae sobre nosotros. Pero también es demasiado fácil adoptar una mentalidad de bunker, especialmente entre los tradicionalistas que están acostumbrados a separarse del catolicismo “convencional”. Es natural la desesperación por correr hacia las colinas y esconderse, mantener la cabeza gacha y esperar a que pase la tormenta. Y justo ese es el problema, por supuesto, dado que ese naturalismo alimenta toda la catástrofe.

Aquí estaba esta joven monja, sabiendo todo esto, y mostrándonos el heroísmo que es hoy un simple requisito. Apostándolo todo en una causa que en un sentido natural ya parece perdida. Buscamos maneras de sacarlo de nuestra cabeza. Queremos hacer cualquier cosa menos enfrentar la probabilidad de que no quede nada por delante salvo la destrucción. Buscamos un obispo o cardenal que venga cabalgando a último momento y salve la situación. Rastrillamos los nombres del Colegio Cardenalicio para encontrar alguno que pueda salvarnos en el próximo cónclave. Cualquier cosa menos enfrentar la aterradora posibilidad de que no vendrá nadie. De que ya es demasiado tarde, y no queda un lugar seguro.

Se aproxima un valle de oscuras sombras, y no tenemos otro camino. Pero no nos referimos a la “tragedia” de la cruz, o el “fracaso” de la cruz, sino al triunfo de la cruz, la victoria de la cruz.
Hilary White

(Traducido por Marilina Manteiga. Artículo original)