La Correctio, de la que soy uno de sus primeros firmantes, identifica “7 posiciones heréticas sobre el matrimonio, la vida moral, y la recepción de los sacramentos” que se han diseminado a lo largo de la Iglesia solo sobre la base de las novedades morales de Amoris Laetitia (AL). Entre estas propuestas inauditas, la principal es que las personas divorciadas vueltas a casar pueden recibir la absolución y la sagrada comunión sin abandonar sus relaciones sexuales adúlteras mientras “disciernen” su obligación moral dentro de “la complejidad concreta de los límites” (AL 303). En resumen, la ética casuística aplicada al sexto mandamiento, el cual no admite excepciones, para justificar las relaciones sexuales fuera del matrimonio, que son intrínsecamente malas y nunca permisibles, no importan las circunstancias.
Citando a Juan Pablo II en Veritatis Splendor, cuya enseñanza, en línea con toda la tradición, hoy está siendo derrocada en la práctica, una diócesis tras otra:
El sitio Pro Francisco presenta una carta abierta a Francisco que deja en claro que los firmantes no están interesados en defender la fe, la Iglesia o incluso el papado, sino simplemente y tan solo a Francisco y sus novedades, precisamente porque rompen radicalmente con el auténtico Magisterio:
Los preceptos negativos de la ley natural son universalmente válidos: obligan a todos y cada uno, siempre y en toda circunstancia. En efecto, se trata de prohibiciones que vedan una determinada acción «semper et pro semper», sin excepciones, porque la elección de ese comportamiento en ningún caso es compatible con la bondad de la voluntad de la persona que actúa, con su vocación a la vida con Dios y a la comunión con el prójimo. Está prohibido a cada uno y siempre infringir preceptos que vinculan a todos y cueste lo que cueste, y dañar en otros y, ante todo, en sí mismos, la dignidad personal y común a todos.La Correctio demuestra además que, sin dejar lugar a dudas, Francisco ha fomentado que estas opiniones se diseminen en la Iglesia Católica gracias a sus declaraciones escritas y orales en favor de las mismas, y con su negativa a responder preguntas y solicitudes de cuatro cardenales y casi un millón de fieles relacionadas con AL.
El sitio Pro Francisco presenta una carta abierta a Francisco que deja en claro que los firmantes no están interesados en defender la fe, la Iglesia o incluso el papado, sino simplemente y tan solo a Francisco y sus novedades, precisamente porque rompen radicalmente con el auténtico Magisterio:
Querido y estimadísimo Papa Francisco,
Sus iniciativas pastorales y la justificación teológica de las mismas están actualmente bajo el ataque vehemente de un grupo de la Iglesia. Con esta carta abierta, deseamos expresar nuestra gratitud por su valiente y teológicamente sólido liderazgo papal.
En poco tiempo ha conseguido remodelar la cultura pastoral de la Iglesia Católica Romana de acuerdo con su origen en Jesús. Las personas heridas y la naturaleza herida le llegan directo al corazón. Percibe la Iglesia como un hospital de campaña en los márgenes de la vida. Le preocupa cada persona amada por Dios. En el encuentro con un otro, la compasión y no la ley, tendrá la última palabra. Dios y su misericordia caracterizan la cultura pastoral que usted espera de la Iglesia. Sueña con una “Iglesia madre y pastora”. Compartimos su sueño.
Le pedimos que no se desvíe del camino que ha emprendido, y le aseguramos nuestro pleno apoyo y oración constante.
- Sólo Francisco, entre todos los Papas de la historia de la Iglesia, se preocupa por los “heridos”.
- Sólo Francisco ve a la Iglesia “como un hospital de campaña en los márgenes de la vida” (lo que sea que esto signifique).
- Sólo Francisco se preocupa “por cada persona amada por Dios”.
- Sólo Francisco hará que “la compasión y no la ley” tenga la última palabra.
- Sólo con Francisco “Dios y su misericordia caracterizan la cultura pastoral”.
- Sólo Francisco, entre todos los Papas, sueña con “una Iglesia madre y pastora”, algo que seguramente no era antes de él.
Es decir, sólo Francisco parece listo para conseguir la grandiosa obra de transformar la Iglesia Católica en una secta liberal protestante que ni siquiera Lutero soñó con crear y que ciertamente podría considerar una horripilante perversión libertina de la religión cristiana.
Es obvio que estos progresistas radicales pro Papa—solo por este Papa—son unos hipócritas totales que rechazan el propio concepto de Romano Pontífice, cuyos pronunciamientos autorizados sobre la fe y la moral deben ser aceptados. Es menos obvio que al demandar obediencia al “valiente y teológicamente sólido liderazgo papal” de este Papa únicamente, promueven el mismo error teológico de otros dos sectores dentro de la Iglesia: los sedevacantistas y los neocatólicos.
Los tres grupos insisten en que un Papa no puede cometer un error sobre la fe y la moral en ningún documento papal que elija promulgar.
Esa opinión deja de lado los límites estrictos de la infalibilidad papal y la vital distinción entre el Magisterio auténtico de dos mil años de vida, por un lado, y por otro lado las enseñanzas de un Papa en particular que ciertamente es capaz de equivocarse y por tanto de separarse del auténtico magisterio cuando no está hablando ex cathedra. La historia lo ha demostrado más de una vez, y Francisco es, a estas alturas, el mejor ejemplo histórico de la capacidad papal de equivocarse fuera del ámbito de las definiciones dogmáticas formales.
Cada uno de estos tres grupos utiliza esa teoría indefendible, pero por motivos diferentes:
Cada uno de estos tres grupos utiliza esa teoría indefendible, pero por motivos diferentes:
Los progresistas demandan obediencia a Francisco porque es el Papa que estaban esperando, mientras que toman o dejan según su antojo las enseñanzas de los demás Papas.
Los sedevacantistas necesitan un Papa inerrante e irresistible para afirmar que los Papas conciliares, habiendo errado en algún pronunciamiento o decisión, no pueden ser Papas. A los sedevacantistas les encanta sostener que los tradicionalistas deben obedecer indudablemente a los Papas conciliares en todo lo que declaren o rechazarlos totalmente como impostores, no habiendo via media por la que uno puede “reconocer pero resistir” a un Romano Pontífice descarriado en un caso particular. Ellos defienden una caricatura absurda y atemporal del papado, que lo convierte en una absoluta dictadura.
Los neocatólicos no pueden admitir que fallaron en reconocer la crisis eclesial tal como es—un quiebre catastrófico con la Tradición, aprobada o tolerada por los Papas conciliares—y por lo tanto elaboran una tortuosa “lectura ortodoxa” de las innumerables y dudosas afirmaciones o acciones papales, incluyendo las desastrosas novedades de Amoris Laetitia, para poder negar que tal crisis existe.Podemos estar seguros de que los tres grupos actuarán como uno solo, denunciando toda crítica a las siempre crecientes novedades bergoglianas, sin importar de qué traten (incluyendo diaconisas, sacerdotes casados, inter-comunión con protestantes, y la “revisión” de Humanae Vitae, que según se dice, ya se encuentran en etapa de planificación).
Es probable que el resultado sea—ciertamente ya ha comenzado—una persecución interna brutal de los defensores de la Tradición, no muy diferente a la que vivieron los seguidores de San Atanasio durante la crisis Arriana.
Prepárense para lo peor. Pero esperen lo mejor: si la Iglesia no es rescatada de las garras de Francisco y sus colaboradores, entonces después de él, cuando todo parezca perdido, toda esta crisis eclesial tendrá un final muy dramático. La restauración eclesial es inevitable porque el Espíritu Santo así lo quiere, aunque no vivamos para verlo.
Christopher A. Ferrara
(Traducido por Marilina Manteiga. Artículo original)
Prepárense para lo peor. Pero esperen lo mejor: si la Iglesia no es rescatada de las garras de Francisco y sus colaboradores, entonces después de él, cuando todo parezca perdido, toda esta crisis eclesial tendrá un final muy dramático. La restauración eclesial es inevitable porque el Espíritu Santo así lo quiere, aunque no vivamos para verlo.
Christopher A. Ferrara
(Traducido por Marilina Manteiga. Artículo original)