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sábado, 11 de noviembre de 2017

Carmena aboga desde el Vaticano por “transformar el modelo de la sexualidad”



En su última visita al Vaticano con motivo de una cumbre para analizar el tráfico de personas, la alcaldesa de Madrid ha declarado que se debe “transformar un modelo de sexualidad absolutamente masculino”.
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La alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, se ha convertido casi en una habitual del Vaticano, por no decir una autoridad moral en más de una materia moral. Cómo pueda compatibilizar esa admiración por Francisco -“la máxima autoridad moral del planeta”- y tanta romería (en el sentido literal) con su ‘fe’ comunista y su defensa de asaltos a capillas es, sin embargo, un misterio.

En la última y reciente visita de Carmena a la Ciudad Eterna con motivo de una cumbre de juezas y fiscales, convocada en el Vaticano a instancias del Papa para analizar el tráfico de personas, la alcaldesa ha demostrado que no carece de ambición en sus objetivos de mejora moral de nuestras sociedades. Ha declarado que se debe “transformar un modelo de sexualidad absolutamente masculino”, algo que, en mi experiencia, todavía no ha intentado reformador alguno.

Uno, con sus pocos alcances, estaba convencido de que el “modelo de sexualidad” es algo que la naturaleza ha fijado desde hace millones de años, y que todo lo que puede hacer el gobernante es tratar de encauzarlo de forma socialmente positiva y castigar los abusos.

Pero vivimos en la ‘sociedad líquida’, donde todo parece posible. Y si la ley hoy dispone que un hombre biológico ‘se convierta’, a todos los efectos jurídicos, en mujer por su sola declaración y voluntad (y viceversa), ¿por qué no habría el Poder de “transformar el modelo de sexualidad”?

A Carmena le gusta el Papa Francisco, al que definió como “un ejemplo», y en el Vaticano también deben de apreciarla bastante, y no solo por lo que lo visita. Es, después de todo, comunista, y todos sabemos que los comunistas piensan como los cristianos, como afirmó Su Santidad en célebres palabras. Por lo demás, nadie podría acusarle de rígida en cuestiones morales, de prometeica o de pelagiana, que son los verdaderos peligros que acechan a los católicos según la moderna vulgata.

Es una cercanía similar a la que tiene con respecto a ‘su’ obispo, el de la Diócesis de Madrid, don Carlos Osoro. El ordinario siempre ha tenido las mejores palabras para referirse a la alcaldesa, imaginamos que olvidando con verdadera caridad cristiana su agresivo laicismo o la presencia en su equipo de gobierno de figuras marcadas por un anticlericalismo furioso.

Son cosas del pasado, pelillos a la mar, y estamos seguros de que si es cierto que la portavoz del Ayuntamiento, Rita Maestre, encabezó en su día una horda que coreaba, entre otras rimas, aquella de que “hay que quemar la Conferencia Episcopal”, ahora esperarían que Su Ilustrísima no estuviera en el edificio en el momento del siniestro.

Carmena es, sobre todo, ecuménica en su ateísmo, admitiendo su aprecio “por cualquier autoridad, sea religiosa, local o política, que ejemplarice, que tenga una actitud didáctica a través de su ejemplo”. Se nos ocurre que quizá Genghis Khan fue enormemente didáctico sobre sus concepciones geopolíticas a través de su ejemplo, pero quizá es solo que no disponemos de la declaración completa.

También Osoro, como decíamos, le parece “ejemplar”, aunque solo sea porque se fía “de lo que me cuentan mis amigos que trabajan con él”.

En definitiva, abiertos a los aires de una nueva Iglesia, debemos hacer todos un supremo esfuerzo para dejar de ser rígidos (además de prometeicos y pelagianos) y acoger estos nuevos modelos que se nos proponen sin parar mientes en detalles menores y minucias como el hecho trivial de que no crean en Dios o que abanderen una ideología que exterminó, a menudo con atroces torturas, a cientos de miles de fieles -clérigos, religiosos y laicos- en todo el mundo.

Carlos Esteban