Por la gracia de Dios, recibida en el bautismo, somos realmente hijos de Dios y participamos de su propia naturaleza. Esto es algo que sólo los cristianos poseen y no es ningún mérito, sino un puro don, del que debemos estar inmensamente agradecidos. Y no sólo eso, sino que tenemos la obligación de llevar este Mensaje a todos los hombres: "Gratis lo habéis recibido, dadlo gratis" (Mt 10, 8). Debido a la generosidad y al Espíritu de los primeros cristianos ha llegado hasta nosotros esa gracia que debemos, a su vez, transmitir a nuestros hijos y a las generaciones que nos siguen. Tal es nuestra misión como cristianos. Y así se harán realidad aquellas palabras del Señor: "El Cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán" (Mt 24, 35).
Hoy en día la Iglesia atraviesa la mayor crisis de su historia, en una situación cercana a lo que podríamos llamar "apostasía general", que se ha extendido por toda la faz de la tierra. Esta crisis tiene su raíz en el "arrodillamiento ante el mundo" por parte de la Iglesia, en su deseo de hacer accesible el Mensaje de Jesús al mundo de hoy, suavizándolo para que sea aceptado ... con la "particularidad" de que este Mensaje se ha tergiversado, escamoteando determinadas verdades fundamentales, que son desconocidas por una inmensa cantidad de cristianos y añadiendo otras que están claramente en contra del Evangelio.
Todo esto es muy grave, porque la auténtica Palabra de Dios no le llega a la gente, dado que está manipulada y cambiada. Y no hablamos de algo irrelevante sino fundamental. Dijo Jesús de sí mismo: "Mis palabras son Espíritu y son Vida" (Jn 6, 63) ... pero esas palabras no les llegan a la mayoría del pueblo cristiano pues, como decía Pablo VI, ya en 1972 (hace 45 años) "el humo de Satanás se ha infiltrado en la Iglesia", y hoy estamos infinitamente peor que hace 45 años, por más que se pretenda ocultar. Esto no significa que entonces no hubiera problemas; por supuesto que los había: siempre los ha habido. Esto forma parte de la condición del cristiano ... Sin embargo, al pecado se le llamaba pecado y a la virtud, virtud. Esto hoy ha cambiado mucho. Y me vienen a la mente las palabras del profeta Isaías:
Hoy el mundo está urgentemente necesitado de santos, los cuales surgirán, sin lugar a dudas, pues Dios no nos puede dejar solos. De hecho, ya están entre nosotros aunque no sepamos sus nombres ni estén canonizados oficialmente. De no ser así, la Iglesia se habría ido ya a pique. Todavía sigue habiendo personas -afortunadas- a las que les llega íntegro (y no adulterado) el Mensaje de Jesús ... porque tienen buenos pastores. Quienes se encuentren entre ellos nunca podrán dar suficientes gracias a Dios por ese bien tan inmenso y tan inefable, cual es la escucha de la verdadera palabra de Dios, hecha realidad en sus vidas. Éstos son los que mantienen viva la Tradición Perenne de la Iglesia y los que no se han dejado arrastrar por las corrientes modernistas que tan vivamente influyeron en el último concilio, el Concilio Vaticano II ..., en cuyo centro había una mala simiente, que es la que ha ido creciendo, dando lugar a la penosa situación en la que se encuentran la Iglesia Católica y, por lo tanto, el mundo, pues a éste no le llega el Mensaje auténtico de Jesús que es el único que podría dar un sentido a sus vidas.
De ahí la necesidad acuciante de acudir de nuevo a la lectura meditada del Nuevo Testamento y de buscar buenos pastores que la sepan interpretar rectamente según el sentir de la Iglesia de 2000 años y no según el espíritu mundano, falsamente ecuménico, que pretende dar al traste con todas estas enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo.
Y no disponemos de ninguna otra arma más poderosa que la oración; una oración ardiente y confiada, conforme al consejo que Jesús nos ha dado: "La mies es mucha, pero los obreros pocos. Rogad, pues, al Señor de la mies que envíe obreros a su mies" (Lc 10, 2).
Pensemos que Jesús, que es nuestro Dios y nuestro Señor ... es también nuestro amigo:
Y luego, seguir los consejos que encontramos en las Sagradas Escrituras, sobre todo en el Nuevo Testamento, para poder vivir así como buenos cristianos, enamorados de Jesucristo. Teniendo en cuenta que, como nos dice san Pedro, "nuestro adversario, el diablo, como un león rugiente, ronda buscando a quién devorar" (1 Pet 5, 8b), tenemos que "ser sobrios y vigilar" (1 Pet 5, 8a) para poder "resistirle, firmes en la fe" (1 Pet 5, 9a), sin dejarnos engañar ni por él ni por el mundo.
También el Apóstol san Pablo nos habla en términos parecidos: "Mirad que nadie os atrape por medio de vanas filosofías y falacias, según la tradición de los hombres, conforme a los elementos del mundo y no según Cristo" (Col 2, 8). Y, en otro lugar nos dice que no tenemos que ser ingenuos sino "ser conscientes del momento presente" (Rom 13, 11a) porque, como dice en su carta a los romanos y nos lo dice también a nosotros: "Ya es hora de que despertéis del sueño, pues ahora nuestra salvación está más cerca que cuando abrazamos la fe. La noche está avanzada, el día está cerca. Abandonemos, por tanto, las obras de las tinieblas y revistámonos con las armas de la luz" (Rom 13, 11b-13)
Y, por supuesto -y por encima de todo- están las palabras de Jesús, que siempre son reconfortantes y que nos ayudan en esa lucha que tenemos que mantener todos los días. Él nunca nos engaña:
"Mirad que os envío como ovejas en medio de lobos. Sed, pues, prudentes como serpientes y sencillos como palomas" (Mt 10, 16)
Cierto que somos humanos y sufriremos muchas heridas en esta difícil batalla por ser fieles al Señor en medio del mundo, pero sabemos que podemos acudir a Jesús, en todo momento, y escuchar de su propia boca estas consoladoras y maravillosas palabras, que dejan atrás todos los problemas, por muy graves que éstos nos puedan parecer:
Hoy en día la Iglesia atraviesa la mayor crisis de su historia, en una situación cercana a lo que podríamos llamar "apostasía general", que se ha extendido por toda la faz de la tierra. Esta crisis tiene su raíz en el "arrodillamiento ante el mundo" por parte de la Iglesia, en su deseo de hacer accesible el Mensaje de Jesús al mundo de hoy, suavizándolo para que sea aceptado ... con la "particularidad" de que este Mensaje se ha tergiversado, escamoteando determinadas verdades fundamentales, que son desconocidas por una inmensa cantidad de cristianos y añadiendo otras que están claramente en contra del Evangelio.
Todo esto es muy grave, porque la auténtica Palabra de Dios no le llega a la gente, dado que está manipulada y cambiada. Y no hablamos de algo irrelevante sino fundamental. Dijo Jesús de sí mismo: "Mis palabras son Espíritu y son Vida" (Jn 6, 63) ... pero esas palabras no les llegan a la mayoría del pueblo cristiano pues, como decía Pablo VI, ya en 1972 (hace 45 años) "el humo de Satanás se ha infiltrado en la Iglesia", y hoy estamos infinitamente peor que hace 45 años, por más que se pretenda ocultar. Esto no significa que entonces no hubiera problemas; por supuesto que los había: siempre los ha habido. Esto forma parte de la condición del cristiano ... Sin embargo, al pecado se le llamaba pecado y a la virtud, virtud. Esto hoy ha cambiado mucho. Y me vienen a la mente las palabras del profeta Isaías:
¡Ay de los que llama al mal bien y al bien mal, de los que ponen tinieblas por luz y luz por tinieblas, de los que cambian lo amargo en dulce y lo dulce en amargo! ¡Ay de los que se ven sabios y se tienen por sensatos! (Is 5, 20-21)La gravedad de la situación actual se manifiesta, entre otras cosas, por la gran ausencia de vocaciones al sacerdocio entre los jóvenes. Aquí vienen muy a propósito las siguientes palabras de san Pablo a los romanos, cuando les dice: "Todo el que invoque el nombre del Señor se salvará. Pero, ¿cómo invocarán a Aquél en quien no han creído? Y, ¿cómo creerán en Aquél a quien no han oído? Y, ¿cómo oirán si nadie les predica? Y, ¿cómo predicarán si no son enviados?" (Rom 10, 13-15).
Hoy el mundo está urgentemente necesitado de santos, los cuales surgirán, sin lugar a dudas, pues Dios no nos puede dejar solos. De hecho, ya están entre nosotros aunque no sepamos sus nombres ni estén canonizados oficialmente. De no ser así, la Iglesia se habría ido ya a pique. Todavía sigue habiendo personas -afortunadas- a las que les llega íntegro (y no adulterado) el Mensaje de Jesús ... porque tienen buenos pastores. Quienes se encuentren entre ellos nunca podrán dar suficientes gracias a Dios por ese bien tan inmenso y tan inefable, cual es la escucha de la verdadera palabra de Dios, hecha realidad en sus vidas. Éstos son los que mantienen viva la Tradición Perenne de la Iglesia y los que no se han dejado arrastrar por las corrientes modernistas que tan vivamente influyeron en el último concilio, el Concilio Vaticano II ..., en cuyo centro había una mala simiente, que es la que ha ido creciendo, dando lugar a la penosa situación en la que se encuentran la Iglesia Católica y, por lo tanto, el mundo, pues a éste no le llega el Mensaje auténtico de Jesús que es el único que podría dar un sentido a sus vidas.
De ahí la necesidad acuciante de acudir de nuevo a la lectura meditada del Nuevo Testamento y de buscar buenos pastores que la sepan interpretar rectamente según el sentir de la Iglesia de 2000 años y no según el espíritu mundano, falsamente ecuménico, que pretende dar al traste con todas estas enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo.
Y no disponemos de ninguna otra arma más poderosa que la oración; una oración ardiente y confiada, conforme al consejo que Jesús nos ha dado: "La mies es mucha, pero los obreros pocos. Rogad, pues, al Señor de la mies que envíe obreros a su mies" (Lc 10, 2).
Pensemos que Jesús, que es nuestro Dios y nuestro Señor ... es también nuestro amigo:
"Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que os mando. Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; a vosotros, en cambio, os he llamado amigos, porque todo lo que oí de mi Padre os lo he dado a conocer" (Jn 15, 14-15)Como amigos suyos que somos, el Señor cuenta con nosotros; cuenta con nuestro cariño y con nuestra generosidad, al igual que nosotros contamos con Él. ¿Lo vamos a dejar en la estacada? ¿Nos vamos a acobardar de ser sus amigos? Pues tengamos presentes estas palabras de Jesús:
"Si alguno se avergüenza de Mí y de mis palabras, en esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga en la gloria de su Padre con sus santos ángeles" (Mc 8, 38).Es preciso que en nuestra mente y en nuestro corazón resuenen constantemente las palabras del Señor: "Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo" (Mt 28, 20) ... ¡y que nos las creamos de verdad, porque son verdad! ... y entonces, a pesar de cualquier tipo de contrariedad o de persecución-que siempre las vamos a encontrar- con la ayuda del Señor, que nunca nos va a faltar, seremos capaces de mantenernos realmente tranquilos en medio de ese ambiente crispado de odio: "Si Dios está con nosotros, ¿quién contra nosotros?" (Rom 8, 31); " ... en todas estas cosas vencemos con creces gracias a Aquél que nos amó" (Rom 8, 37)
Sabiendo que Jesús es nuestro Señor y nuestro Dios, pero también nuestro amigo, que nos ha dado, con su gracia, la participación de su propia naturaleza y que en Él formamos un solo cuerpo, manteniendo cada uno su propia personalidad; sabiendo que tenemos por madre a su propia madre, la Virgen María; sabiendo que son infinidad el número de santos que han alcanzado ya la Gloria y que forman parte de la Iglesia triunfante y que rezan por nosotros; sabiendo todas estas cosas y mucho más, creo que podemos estar "tranquilos", pues teniéndole a Él lo tenemos todo y nada más podemos desear.Mientras tanto, como fieles de la Iglesia militante, nuestra misión es la de luchar con las armas propias del cristiano (Ef 6, 10-18), con la confianza puesta completamente en Nuestro Amigo y Señor, así como en su Madre, la Virgen María, que es también Madre nuestra; y en la de todos los santos que interceden continuamente por nosotros: san José, los santos Apóstoles, san Agustín, santo Tomás de Aquino, etc.
Y luego, seguir los consejos que encontramos en las Sagradas Escrituras, sobre todo en el Nuevo Testamento, para poder vivir así como buenos cristianos, enamorados de Jesucristo. Teniendo en cuenta que, como nos dice san Pedro, "nuestro adversario, el diablo, como un león rugiente, ronda buscando a quién devorar" (1 Pet 5, 8b), tenemos que "ser sobrios y vigilar" (1 Pet 5, 8a) para poder "resistirle, firmes en la fe" (1 Pet 5, 9a), sin dejarnos engañar ni por él ni por el mundo.
También el Apóstol san Pablo nos habla en términos parecidos: "Mirad que nadie os atrape por medio de vanas filosofías y falacias, según la tradición de los hombres, conforme a los elementos del mundo y no según Cristo" (Col 2, 8). Y, en otro lugar nos dice que no tenemos que ser ingenuos sino "ser conscientes del momento presente" (Rom 13, 11a) porque, como dice en su carta a los romanos y nos lo dice también a nosotros: "Ya es hora de que despertéis del sueño, pues ahora nuestra salvación está más cerca que cuando abrazamos la fe. La noche está avanzada, el día está cerca. Abandonemos, por tanto, las obras de las tinieblas y revistámonos con las armas de la luz" (Rom 13, 11b-13)
Y, por supuesto -y por encima de todo- están las palabras de Jesús, que siempre son reconfortantes y que nos ayudan en esa lucha que tenemos que mantener todos los días. Él nunca nos engaña:
"Mirad que os envío como ovejas en medio de lobos. Sed, pues, prudentes como serpientes y sencillos como palomas" (Mt 10, 16)
Cierto que somos humanos y sufriremos muchas heridas en esta difícil batalla por ser fieles al Señor en medio del mundo, pero sabemos que podemos acudir a Jesús, en todo momento, y escuchar de su propia boca estas consoladoras y maravillosas palabras, que dejan atrás todos los problemas, por muy graves que éstos nos puedan parecer:
"Venid a Mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, que Yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de Mí, que soy manso y humilde de corazón; y encontraréis descanso para vuestras almas. Pues mi yugo es suave y mi carga ligera" (Mt 11, 28-30)
José Martí