Ayer les dijimos que la Oficina Filatélica y Numismática del Vaticano
planea lanzar una estampilla con la imagen de Martín Lutero. Ahora, en una
reflexión publicada en el periódico oficial del Vaticano,
L’Osservatore Romano, para conmemorar el quinto centenario de la Reforma Protestante, el cardenal Kurt Koch, presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, realizó unas afirmaciones sorprendentes que parecen complementar al dedillo la extraña decisión.
Así como con la
reciente publicación de la guía sobre
Amoris Laetitia (discutiblemente herética) de los obispos malteses en
L’Osservatore Romano, la talla de la publicación es importante en sí misma. Recuerden
esta descripción de la finalidad del periódico, según el cardenal Tarcisio Bertone: “Creado para defender la religión católica y al Romano Pontífice, el diario se convirtió en el órgano oficial de la Sede Apostólica, que lo tornó un instrumento de valor para la difusión de las enseñanzas del sucesor de Pedro y de información sobre los eventos de la Iglesia.”
El texto con las afirmaciones de Koch aún no está disponible en inglés, pero uno de nuestros traductores, Andrew Guernsey, nos ofreció algunos extractos destacados. Cuando Koch habla de Lund, se refiere por supuesto a la visita papal del octubre pasado [énfasis nuestro]:
“…el evento de Lund no solo fue recibido con gratitud, sino también con críticas y oposición…Mientras del lado católico se teme una tendencia protestante, del lado protestante se ha hablado de una traición de la Reforma …
Estas expresiones, confesionalmente parciales y polémicas, que de parte de los católicos exacerbaban el rechazo de Lutero y su reforma, ya no son posibles en una era ecuménica. En una era ecuménica existe como regla general una participación conjunta en la vida de los otros, en la alegría y en el sufrimiento …
Es más, en el movimiento ecuménico, la idea se desarrolló hasta revelar que la Reforma no aplica solo a los protestantes sino también a los católicos y que, consecuentemente, la conmemoración de la Reforma hoy solo puede ocurrir en una comunión ecuménica. Esto se presenta a ambas partes como una invitación al diálogo sobre lo que los católicos pueden aprender de la Reforma y lo que los protestantes pueden extraer de la Iglesia Católica para enriquecer su propia vida.
…la conmemoración de la Reforma en el 2017 solo puede hacerse en una comunión ecuménica. En este contexto más amplio, queda más claro que a Martín Lutero sí le importaba. Él no quería en absoluto romper con la Iglesia Católica y fundar una iglesia nueva, pero tenía en mente la renovación de toda la cristiandad en el espíritu del Evangelio. Lutero ejercía presión para una reforma sustancial de la Iglesia y no una Reforma que condujera a la desintegración de la unidad de la Iglesia. El hecho de que su idea de reforma no pudiera realizarse en aquel tiempo se debe en gran parte a factores políticos. Mientras que, originalmente, el movimiento de reforma fue un movimiento de renovación dentro de la Iglesia, el nacimiento de la Iglesia Protestante fue, sobre todo, el resultado de decisiones políticas…
…Debido a que el verdadero objetivo de la reforma de Lutero era la renovación de toda la Iglesia, la división de la Iglesia, el nacimiento de una iglesia protestante y el alejamiento de las comunidades eclesiales protestantes de la Iglesia Católica no debieran ser considerados resultados exitosos de la Reforma sino una expresión de su fracaso temporal o al menos un recurso de emergencia. De hecho, el éxito verdadero y correcto de la reforma solo se realizará al superar las divisiones entre los cristianos, que se heredaron del pasado, y con la restauración de la Iglesia, una y unida, renovada en el espíritu del Evangelio.
Al respecto, el Concilio Vaticano Segundo, que unió de manera irrevocable el compromiso ecuménico de restaurar la unidad cristiana y la renovación de la Iglesia Católica, realizó una contribución esencial que al respecto nos permite afirmar que en el Concilio Vaticano Segundo, Martín Lutero habría “encontrado su propio concilio.” El concilio habría acudido a él en el tiempo en que él vivía.
…será un gran logro si la conmemoración da los pasos necesarios para una comunión eclesial vinculante. Este debe ser el objetivo de todo el esfuerzo ecuménico y es, por lo tanto, a este fin preciso que la conmemoración de la Reforma debe apuntar.
…Melanchthon ha demostrado ser un gran “ecumenista de su tiempo”, capaz de mostrarnos hoy el camino, mientras celebramos juntos la conmemoración de la Reforma. Esto será una oportunidad ecuménica solo si el 2017 marca no el final sino un nuevo comienzo en el camino del ecumenismo dirigido para alcanzar la comunión eclesial plena entre luteranos y católicos…
Aquí hay un par de cosas a considerar.
No tengo idea qué es una “era ecuménica”, o si hay una cura para eso. Lo que sé es que la
Gran Comisión es válida para todos los católicos de todos los tiempos, sin excepciones.
Tampoco sé lo que significa una “comunión ecuménica” para prelados como Koch. Nosotros
ya sabemos que el rechazo del concepto de “ecumenismo de retorno” — la idea de que toda actividad ecuménica debe estar dirigida hacia la conversión a la fe verdadera de los cristianos no católicos — está en ascenso en el Vaticano del siglo 21. En círculos ecuménicos escuchamos muchas veces sobre esta idea de “caminar juntos”, como si todos estuviéramos siguiendo caminos paralelos hacia el cielo, sin importar nuestras significativas diferencias teológicas.
Koch también dice que la división provocada por Lutero fue un fracaso de su parte; algo bastante tibio, pero que en realidad es una crítica más severa de lo que hubiera esperado. Luego dice, “De hecho, el éxito verdadero y correcto de la reforma solo se realizará al superar las divisiones entre los cristianos, que se heredaron del pasado y con la restauración de la Iglesia, una y unida, renovada en el espíritu del Evangelio.”
Eso suena vagamente al lenguaje del “ecumenismo de retorno”. No estoy seguro, porque el concepto de iglesia unificada — que debiera ser evidente en sí mismo — no está definido aquí como “la Iglesia Católica”. Si se refiere a esto, son buenas noticias, pero es raro, considerando el clima ecuménico en Roma.
Luego revela lo verdaderamente llamativo, al decir que “el Concilio Vaticano Segundo, que unió de manera irrevocable el compromiso ecuménico de restaurar la unidad cristiana y la renovación de la Iglesia Católica, realizó una contribución esencial que al respecto nos permite afirmar que en el Concilio Vaticano Segundo, Martín Lutero habría “encontrado su propio concilio.” El concilio habría acudido a él en el tiempo en que él vivía.”
Recuerdo una historia que me contó un amigo hace mucho tiempo, en los primeros tiempos de mi exploración del catolicismo tradicional. Dijo que conducía por un paisaje rural de Virginia y se le pinchó una goma. Al darse cuenta que no llevaba una de repuesto, caminó hacia la puerta del edificio más cercano — una iglesia luterana — y preguntó si podía utilizar su teléfono. (Esto fue antes de la omnipresencia de los teléfonos celulares). Dijo que fueron muy amigables y que, mientras estaba allí, como cristianos obedientes que eran, lo invitaron a la celebración dominical. Le entregaron un programa que llevaba impreso en su interior el texto de la liturgia.
“Era la Novus Ordo”, me dijo, con una expresión de sorpresa en su rostro. “Casi palabra por palabra, con unos pocos pequeños cambios.”
Siempre me sorprendió, incluso entonces, antes de estar más atento a la crisis, que la liturgia católica, de realizarse correctamente, debiera ser una piedra de tropiezo para los protestantes. Fundamentalmente, tenemos una teología sacramental muy diferente. Con el paso del tiempo, pude comprender mejor la verdadera intención ecuménica, no solo detrás del cambio de la liturgia — a la manera protestante — sino también de la gran influencia protestante sobre el mismo Concilio Vaticano Segundo.
Y si bien la historia de mi amigo era de naturaleza anecdótica, no teológica, es razonable que si la liturgia católica post-conciliar resulta agradable a los luteranos, el concilio que montó el escenario para la creación de dicha liturgia bien podría haber sido aceptable al mismo Lutero. El cardenal Koch ciertamente parece pensarlo, ¿y por qué no debiéramos confiar en su palabra? Él es el hombre encargado de comprender las diferencias y las características compartidas entre nuestras dos religiones, y está bastante alineado con los que más sintonizan el llamado “espíritu del Vaticano II”.
Entonces uno se pregunta a qué se refiere Koch cuando habla de dar “los pasos necesarios para una comunión eclesial vinculante.” ¿Esta unidad, es algo que él vislumbra bajo la versión “sin dientes” del catolicismo post-conciliar, ofensivo (e inspirador) para nadie en absoluto? ¿O es algo aún menor — una federación de iglesias afiliadas libremente al Papa?
Lamentablemente, sólo podemos especular al respecto. Sea lo que sea, va a ser algo menor (o quizás mayor, dependiendo de cómo se mire) de lo que debiera ser, y eso es un problema. Necesitamos la restauración de un catolicismo auténtico — litúrgicamente, teológicamente, doctrinalmente, y catequísticamente — antes de poder hacer algo bueno a través de la evangelización. Me he preguntado muchas veces si muchos de los protestantes convertidos al catolicismo a partir del Concilio Vaticano Segundo se habrían convertido a la Iglesia pre-conciliar — y si no, ¿por qué no? ¿Se convirtieron a la totalidad de la verdad o solo a la muy redactada — y francamente, atontada — versión de esta potencia religiosa que era fuerza impulsora de la civilización cristiana?
Como les dije antes, sospecho que uno de los próximos temas en la agenda
será la inter-comunión. Si estoy en lo cierto, se siente (a pesar de ciertos ruidos positivos sobre la “unidad”) como si en verdad solo fuera un paso más hacia justificar lo impensable.
(Traducción de Marilina Manteiga)