Padre Jesuita Thomas Reese |
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Las instrucciones dictadas hace dos meses por el general de la Compañía de Jesús, el padre Arturo Sosa Abascal, acerca de "lo que verdaderamente dijo Jesús" a propósito del matrimonio y divorcio no han caído en saco roto.
Al contrario, hay quien las ha aplicado plenamente, empezando por los jesuitas, para concluir que "si un matrimonio está ya muerto" también Jesús permitiría hoy el divorcio.
El jesuita que ha llegado a esta conclusión partiendo de las premisas planteadas por su prepósito general no es un desconocido. Es el padre Thomas Reese, en el pasado director del semanario de los jesuitas de Nueva York, "America", y firma de relieve del "National Catholic Reporter".
Lo ha hecho en esta nota publicada en el NCR el 6 de abril:
> "What God has joined together …"
Sin embargo, antes de exponer su argumentación sería útil releer lo que dijo el padre Sosa en la entrevista al blog Rossoporpora del 18 de febrero pasado, tan explosiva como bien meditada, publicada sólo después de que él la hubiera controlado personalmente palabra por palabra.
Para saber "lo que verdaderamente dijo Jesús" –afirmó en esa entrevista el general de los jesuitas–, hay que tener muy en cuenta que "en esa época nadie tenía una grabadora para registrar sus palabras. Lo que se sabe es que las palabras de Jesús hay que ponerlas en contexto, están expresadas con un lenguaje, en un ambiente concreto, están dirigidas a alguien determinado".
Por consiguiente –prosiguió–, para entender qué quería decir Jesús con su frase: "Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre", no basta con detenerse en las palabras, sino que es necesario "poner en discernimiento", como hace el Papa Francisco, sin cerrarse en lo que se ha convertido en doctrina para la Iglesia, "porque la doctrina no sustituye al discernimiento".
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Las instrucciones dictadas hace dos meses por el general de la Compañía de Jesús, el padre Arturo Sosa Abascal, acerca de "lo que verdaderamente dijo Jesús" a propósito del matrimonio y divorcio no han caído en saco roto.
Al contrario, hay quien las ha aplicado plenamente, empezando por los jesuitas, para concluir que "si un matrimonio está ya muerto" también Jesús permitiría hoy el divorcio.
El jesuita que ha llegado a esta conclusión partiendo de las premisas planteadas por su prepósito general no es un desconocido. Es el padre Thomas Reese, en el pasado director del semanario de los jesuitas de Nueva York, "America", y firma de relieve del "National Catholic Reporter".
Lo ha hecho en esta nota publicada en el NCR el 6 de abril:
> "What God has joined together …"
Sin embargo, antes de exponer su argumentación sería útil releer lo que dijo el padre Sosa en la entrevista al blog Rossoporpora del 18 de febrero pasado, tan explosiva como bien meditada, publicada sólo después de que él la hubiera controlado personalmente palabra por palabra.
Para saber "lo que verdaderamente dijo Jesús" –afirmó en esa entrevista el general de los jesuitas–, hay que tener muy en cuenta que "en esa época nadie tenía una grabadora para registrar sus palabras. Lo que se sabe es que las palabras de Jesús hay que ponerlas en contexto, están expresadas con un lenguaje, en un ambiente concreto, están dirigidas a alguien determinado".
Por consiguiente –prosiguió–, para entender qué quería decir Jesús con su frase: "Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre", no basta con detenerse en las palabras, sino que es necesario "poner en discernimiento", como hace el Papa Francisco, sin cerrarse en lo que se ha convertido en doctrina para la Iglesia, "porque la doctrina no sustituye al discernimiento".
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Pues bien, el padre Reese empieza citando las palabras de Jesús sobre el matrimonio y el divorcio:
"Pues lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre… Si uno repudia a su mujer -no hablo de unión ilegítima- y se casa con otra, comete adulterio" (Mt 19, 6.9).
Para "los críticos de Papa Francisco" –dice–, estas palabras son "claras y definitivas y cierran la discusión".
Sin embargo, a continuación escribe que "hay por lo menos tres razones según las cuales estas palabras de Jesús no demuestran que el Papa Francisco se equivoque al abrir la posibilidad de que algunos divorciados que se han vuelto a casar reciban la comunión".
- La primera razón es que "Jesús ha dicho un montón de cosas que nosotros no observamos al pie de la letra y sin excepciones".
Y enumera varios ejemplos, del tipo de no jurar nunca sobre el cielo ni sobre la tierra, preguntándose seguidamente:
"Entonces, ¿por qué insistimos para que se apliquen, sin hacer ninguna excepción, las palabras de Jesús acerca del divorcio y, en cambio, nos escabullimos de otras muchas de las frases que pronunció?".
- La segunda razón es que "Jesús no establece ningún castigo para el divorcio y las segundas nupcias. No dice que estas personas serán enviadas al infierno. No dice que deben ser excluidas de la comunidad cristiana. No dice tampoco que no pueden acercarse a la comunión. Ni dice que no pueden ser perdonadas".
Pero en cambio, "establece castigos para otros pecados", sobre todo para quien no da de comer al hambriento, de beber al sediento, etcétera. Signo que para él estos pecados son mucho más graves que el divorcio, aunque la Iglesia piense lo contrario. De todas formas, no está dicho que la amenaza del infierno "tenga que ser tomada al pie de la letra".
- La tercera razón es "el contexto histórico" de las palabras de Jesús. "Donde Jesús vivía y enseñaba, el divorcio valía sólo para los hombres"; tanto es así que en el Evangelio de Mateo habla sólo de repudio de la mujer por parte del marido. Y si lo prohibe es para no exponer más a la mujer al ostracismo con el que se castigaba a todas las repudiadas.
"Fue sólo a partir del siglo XIX -prosigue el padre Reese-, cuando las divorciadas empezaron a recibir alguna protección por parte de las leyes civiles. Por lo tanto, durante una gran parte de la historia humana el divorcio ha sido una injusticia devastadora para las mujeres. Y Jesús, con justicia, lo condenó, pues prácticamente todos los divorcios estaban hechos por hombres llenos de poder contra mujeres privadas de poder".
Entre paréntesis, el padre Reese observa que "Marcos, cuyo Evangelio se utilizaba en Roma, transformó en sexualmente neutral la enseñanza de Jesús", haciéndole pronunciar también una condena del repudio del marido por parte de la mujer y de las segundas nupcias de ésta. Y esto el evangelista lo hizo "porque en Roma, las esposas de las clases más altas podían divorciarse de sus maridos".
Bastaría esta observación para anular todo su razonamiento. Pero el padre Reese la deja caer y llega a esta perentoria conclusión:
"Hoy vivimos en un mundo diferente. ¿Cómo podemos estar tan seguros que Jesús respondería hoy de la misma manera respecto al divorcio? Es verdad, muchos divorcios conllevan pecado, fracaso moral y gran dolor. Es verdad, en una gran parte de los divorcios a las mujeres les toca la peor parte. El divorcio no es algo que podemos quitarnos de encima, pero una vez que ha sucedido y que un matrimonio ha muerto, ¿puede haber una posibilidad de sanación y una vida nueva? El Papa Francisco piensa que sí. Y también yo lo pienso".
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Desde luego, el padre Reese va mucho más allá de la comunión a los divorciados que se han vuelto a casar. En nombre de Jesús liberaliza el divorcio y hace que el propio Papa lo liberalice.
Éste [o sea, el papa Francisco], de hecho, la única vez en la que ha comentado en una homilía, en Santa Marta el pasado 24 de febrero, las palabras de Jesús sobre matrimonio y divorcio no lo hizo literalmente, sino que llegó a decir incluso que "Jesús no responde si [el repudio] es lícito o no lo es".
Si éste es el "discernimiento" que el prepósito general de los jesuitas ha dicho que hay que ejercer sobre las palabras atribuidas a Jesús por los Evangelios, hay que observar, por consiguiente, que no sólo el padre Reese se ha atenido a ellas, sino que también el jesuita que ha subido a la cátedra de Pedro lo ha hecho. Con las conclusiones que vemos.
Evidentemente, no han servido para nada las numerosas críticas (la última ha sido la del cardenal Raymond L. Burke) dirigidas a la entrevista del padre Sosa, incluido el argumentado "Promemoria" entregado al Papa y al prefecto de la congregación para la doctrina de la fe, del que informó Settimo Cielo a finales de marzo.
A estas críticas el padre Sosa replicó el 9 de abril en la televisión, en TgCom24, confirmando plenamente sus tesis:
"Nadie tiene la memoria escrita o grabada de las palabras que dijo Jesús. Las comunidades cristianas escribieron los Evangelios para transmitir sus palabras, pero mucho tiempo después y mediante distintas comunidades de referencia. Además, hay que entender las palabras de Jesús en su contexto; y la Iglesia, entendida en sentido amplio, las interpreta. La doctrina surge un poco de esta interpretación que hace la Iglesia. Cuando se interpreta, es para entender mejor qué dijo Jesús directamente. Si entendemos mejor qué dijo Jesús, entonces entenderemos mejor cómo debemos comportarnos para ser como Él".
Pero si, como dice el padre Sosa, es la Iglesia "entendida en sentido amplio" la que "interpreta" las palabras de Jesús, ¿de verdad son suficientes un par de jesuitas –con un Papa hermano suyo– para darle la vuelta a lo que han dicho en dos milenios los Padres de la Iglesia, los Papas, los concilios y, antes que ellos, los Evangelios, sobre la indisolubilidad del matrimonio?
Sandro Magister