Leyendo el artículo anterior de Bruno Moreno, me ha llamado particularmente la atención una afirmación que hace el redentorista Marciano Vidal, cuando dice:
“Amoris Laetitia es la contra Veritatis Splendor, es decir un texto que deseábamos como reparación a ese otro que frenó la renovación de la Teología moral del Vaticano II”.
Aun cuando esta entrada no está relacionada, de modo directo, con el artículo de Bruno, al leerlo me ha venido a la mente aquella famosa expresión del cardenal Ratzinger, cuando dijo aquello de que "La Gaudium et Spes es un Contra Syllabus"; una expresión de la que no se desdijo cuando llegó a ser Papa, adoptando el nombre de Benedicto XVI.
¡Esto es muy grave, pues equivale a afirmar que, en realidad, aun cuando se diga lo contrario, la Doctrina católica y el Magisterio actual suponen una ruptura -y no una continuidad- con el Magisterio anterior ... lo que llevado a su último grado es lo mismo que afirmar que "en la Iglesia católica tampoco hay verdades absolutas" (algo que le entusiasma particularmente al papa actual, ¿por qué no decirlo?).
Dicho con más claridad: ¡no hay Magisterio! Un Magisterio cambiante, en donde un Papa puede desmentir lo que, dogmáticamente se ha definido en Concilios anteriores, no es tal.
Francisco, de hecho, se está oponiendo al Magisterio anterior. Aun cuando esto no lo diga de una manera explícita, pues entonces sería acusado de hereje y dejaría de ser Papa, sin embargo, los hechos cantan: y éstos son los que nos permiten conocer la verdad ... ¡de verdad! ... según aquello que dijo nuestro Maestro: "Por sus frutos los conoceréis"(Mt 7, 20). ¡Estos frutos están a la vista de todos ... y no son buenos frutos!
Siguiendo con la lógica actual (modernista) desatada con la promulgación del Concilio Vaticano II por el papa Juan XXIII, en su mensaje de "apertura al mundo" o "aggiornamento", estamos llegando al cenit en el que el mundo está absorbiendo a la Iglesia, a un ritmo cada vez más acelerado, y ésta está perdiendo su propia identidad. Todo cuanto haga referencia a lo sobrenatural se oculta o se niega, incluso la existencia histórica de Jesucristo. Y atención porque esto ocurre en el mismo seno de la Iglesia católica ...
Ese caballo de Troya se encuentra infiltrado incluso -y, sobre todo-en las más altas jerarquías ... y todo ello ante el silencio lamentable -y culpable, por cobardía- de muchísimos de los Pastores de la Iglesia Católica. Ahí tenemos, por poner un ejemplo, el tema de las famosas Dubia de los cuatro cardenales, a las que el papa Francisco no se ha dignado contestar. ¿Por qué? Pues -a mi entender- porque aun cuando la respuesta que da la Iglesia a ellas está muy clara, y es de todos conocida, sin embargo, tal claridad no existe en Amoris Laetitia ... Como digo esa es la razón, a mi modo de ver, por la que el Papa calla y deja la respuesta a otros: Schönborn, Kasper, los obispos de Buenos Aires, etc...
La AL, en sus puntos conflictivos, va contra el Magisterio anterior. (como hemos podido leer en el artículo de Bruno al referirse al padre Marciano Vidal). Si el Papa responde formalmente a las Dubia tiene dos opciones:
- Hacerlo conforme a lo que siempre se ha manifestado como cierto en la Iglesia ... pero esto está en contra de casi todo lo que ha estado diciendo durante estos cuatro años de Pontificado: "El proselitismo es una solemne tontería"; "La rigidez de lo que siempre se ha hecho así", "el pecado contra el ecumenismo" ("no hay que tratar de convencer a los demás de la verdad de nuestra fe"), "cada uno con su dios", etc, etc, etc ...
- O bien, contestar conforme a la actual corriente modernista, que es la que él sigue y la que han seguido también todos los Pontífices anteriores a él, comenzando por el Papa Juan XXIII (comienzos del Concilio Vaticano II) y siguiendo con sus sucesores: Pablo VI, Juan Pablo I, Juan Pablo II y Benedicto XVI ... con la particularidad de que Francisco está llevando a cabo la "puesta en práctica" de algunos de los puntos de dicho Concilio (precisamente los más conflictivos con el sentir de la Iglesia de siempre) con una aceleración impresionante, como si se le acabara el tiempo y quisiera llevar adelante lo que otros comenzaron y dejaron a medio. Así lo declaró él mismo: "No sería de extrañar que pasara a la historia como el Papa que causó la división en la Iglesia". Y parece que se ha tomado la tarea muy en serio. Todo aquello (o aquél) que se oponga a sus planes es "eliminado", de alguna manera. Su agenda está perfectamente planeada y nada debe de interferir en ella.
- Hacerlo conforme a lo que siempre se ha manifestado como cierto en la Iglesia ... pero esto está en contra de casi todo lo que ha estado diciendo durante estos cuatro años de Pontificado: "El proselitismo es una solemne tontería"; "La rigidez de lo que siempre se ha hecho así", "el pecado contra el ecumenismo" ("no hay que tratar de convencer a los demás de la verdad de nuestra fe"), "cada uno con su dios", etc, etc, etc ...
- O bien, contestar conforme a la actual corriente modernista, que es la que él sigue y la que han seguido también todos los Pontífices anteriores a él, comenzando por el Papa Juan XXIII (comienzos del Concilio Vaticano II) y siguiendo con sus sucesores: Pablo VI, Juan Pablo I, Juan Pablo II y Benedicto XVI ... con la particularidad de que Francisco está llevando a cabo la "puesta en práctica" de algunos de los puntos de dicho Concilio (precisamente los más conflictivos con el sentir de la Iglesia de siempre) con una aceleración impresionante, como si se le acabara el tiempo y quisiera llevar adelante lo que otros comenzaron y dejaron a medio. Así lo declaró él mismo: "No sería de extrañar que pasara a la historia como el Papa que causó la división en la Iglesia". Y parece que se ha tomado la tarea muy en serio. Todo aquello (o aquél) que se oponga a sus planes es "eliminado", de alguna manera. Su agenda está perfectamente planeada y nada debe de interferir en ella.
Y claro está: La primera opción supone, como digo, un contradecirse a sí mismo en todo lo que ha venido haciendo y diciendo, y lo colocaría en contra del gran número de cardenales modernistas que nos "pastorean" (los que ya estaban antes y los que él ha ordenado después) ... mientras que la segunda equivaldría a declararse formalmente hereje, en cuyo caso sería depuesto como Papa. De modo que opta por callarse y pasar a los demás la patata caliente ...
Mientras tanto, la confusión reina en la Iglesia ... y aquellos que se atreven a hablar claramente tienen en contra suya no sólo a los mass media (anticatólicos la mayoría), lo que tiene su "lógica", sino también a muchos de los miembros de la Iglesia (tanto pastores como seglares ... que pasan por católicos cuando, en realidad, no lo son, porque han perdido la fe).
No hay Magisterio. Cada Papa puede contradecir a los Papas anteriores, en cuestiones dogmáticas ... y no pasa nada. Es un hecho -y no una opinión- que todo esto ha surgido a partir del Concilio Vaticano II, al cual defienden los modernistas a capa y espada (¿Por qué será?).
Curiosamente, el Concilio Vaticano II, que es el número veintiuno de todos los Concilios Ecuménicos que han habido en la historia de la Iglesia, comenzando por el primero que fue el Concilio de Jerusalén, es el único que se ha definido a sí mismo como meramente pastoral. Y, por otra parte, sin embargo, se exige una adhesión total al mismo, superior a todo cuanto se ha dicho por los padres de la Iglesia, superior a lo que está escrito en el Evangelio, superior a la fidelidad a los dogmas establecidos como definitivos a lo largo de dos mil años de historia de la Iglesia. ¿Acaso la Iglesia Católica comenzó hace cincuenta años? ¿Por qué ese empeño en imponer a los católicos "doctrinas" anticatólicas" (aun cuando no se diga así expresamente) que son las mismas que el mundo adopta? ¿Cómo se ha podido llegar a esta situación?
Sinceramente, yo no veo aquí la pastoralidad por ninguna parte. Sí veo rigidez (en cuanto a llevar adelante los propios planes personales), justo aquello de lo que tanto acusa Francisco a los que se mantienen fieles a la Tradición de la Iglesia ... ¡aunque parezca increíble que eso esté ocurriendo! [ Me vienen a la mente algunos casos, como el de los Franciscanos de la Inmaculada, la destitución del Monseñor Liviéres, el caso de Malta y el cardenal Burke, etc..., al mismo tiempo que es permisivo con casos flagrantes de muchos cardenales, obispos y sacerdotes (o monjas) cuyo mensaje es clarísimamente heterodoxo]. Veo muchas contradicciones y cada día aparecen "mensajes" papales que hacen sufrir a aquellos a quienes les importa la Iglesia y el mensaje de Jesucristo, pues en la mayoría de sus declaraciones y de sus actuaciones el Papa aparece como si fuese un enemigo declarado de la propia Iglesia que le ha sido encomendada para "guardar el depósito de la fe" (1 Tim 6, 20) y para "confirmar en la fe a sus hermanos" (Lc 22, 32)
Ante lo cual sólo puedo sacar una conclusión, que es la que salta a la vista, por más que no lo queramos reconocer ... puesto que no podemos ir en contra de lo que percibimos y vemos como real, no podemos ir en contra de nuestra razón y llamar blanco a lo que es negro y viceversa. O, en palabras de san Pablo: "Nada podemos contra la verdad, sino en favor de la verdad" (2 Cor 13, 8).
La conclusión es que estamos ante una nueva Iglesia que no es la verdadera Iglesia. El relativismo y el modernismo se han infiltrado en ella de tal manera que su autodestrucción es cuestión de no demasiado tiempo ... a menos que surja algún milagro ... o bien que nos encontremos en un situación bastante cercana al final de los tiempos. De hecho, las señales que vemos, en ese sentido, son bastante claras. No obstante, tal afirmación no pretende ser apodíctica, puesto que "acerca de aquel día y hora nadie sabe, ni los ángeles del cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre" (Mt 24, 36) pero tampoco se puede desdeñar como algo imposible, pues tal día vendrá [pues habrá un final] y vendrá cuando menos se lo espere: "A la hora que menos penséis vendrá el Hijo del Hombre" (Mt 24, 44).
Entonces, ¿qué? ¿Tenemos que preocuparnos? ¿Tenemos que hundirnos? ¿Estamos condenados al desaliento? ... ¡Todo lo contrario! : "Cuando comiencen a suceder estas cosas, tened ánimo y levantad vuestras cabezas, porque se aproxima vuestra Redención" (Lc 21, 28).
Mientras tanto, sigamos siendo fieles al Magisterio de la Iglesia de siempre, aquélla a través de la cual nos habla el Espíritu Santo, esa Iglesia de veinte siglos, fundada por Jesucristo, aquella de la que dijo que "las puertas del infierno no prevalecerán contra ella" (Mt 16, 18). Esa Iglesia, aquella que está formada por los verdaderos cristianos, fieles a Jesucristo y a la Tradición y al Magisterio Perenne de la Iglesia por Él fundada, digo, esa Iglesia existe.
Tengamos en cuenta lo que dijo el Señor, Aquél que no puede engañarse ni engañarnos: "El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán" (Mt 24, 35). De manera que pasaremos tribulaciones e incompresiones, por parte -incluso- de los que dicen llamarse nuestros hermanos en Cristo, hasta el punto de que -según palabras del mismo Jesús- "se acerca la hora en la que quien os dé muerte piense que así sirve a Dios" (Jn 16, 2). Todo lo cual es cierto: "Os digo esto para que cuando llegue la hora os acordéis de ello, de que ya os lo anuncié" (Jn 16, 4). Es más, sigue diciendo Jesús: "Seréis odiados por TODOS a causa de mi Nombre. Pero ni un solo cabello de vuestra cabeza perecerá. Con vuestra paciencia salvaréis vuestras almas" (Lc 21, 17-19)
Como vemos, junto al problema tenemos la solución. Con la paciencia salvaremos nuestras almas. Para lo cual es preciso que hagamos mucha oración porque, si no, ¿de dónde nos vendrían las fuerzas para hacer frente a aquellos que quieren perdernos?. Leamos y meditemos diariamente la Santa Biblia, en particular el Nuevo Testamento. Y de éste hagamos hincapié en los Evangelios ... siempre leídos, por supuesto, a la luz del Magisterio perenne de la Iglesia (no estamos hablando aquí de la "sola escritura" de Lutero).
Tengamos en cuenta lo que dijo el Señor, Aquél que no puede engañarse ni engañarnos: "El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán" (Mt 24, 35). De manera que pasaremos tribulaciones e incompresiones, por parte -incluso- de los que dicen llamarse nuestros hermanos en Cristo, hasta el punto de que -según palabras del mismo Jesús- "se acerca la hora en la que quien os dé muerte piense que así sirve a Dios" (Jn 16, 2). Todo lo cual es cierto: "Os digo esto para que cuando llegue la hora os acordéis de ello, de que ya os lo anuncié" (Jn 16, 4). Es más, sigue diciendo Jesús: "Seréis odiados por TODOS a causa de mi Nombre. Pero ni un solo cabello de vuestra cabeza perecerá. Con vuestra paciencia salvaréis vuestras almas" (Lc 21, 17-19)
Como vemos, junto al problema tenemos la solución. Con la paciencia salvaremos nuestras almas. Para lo cual es preciso que hagamos mucha oración porque, si no, ¿de dónde nos vendrían las fuerzas para hacer frente a aquellos que quieren perdernos?. Leamos y meditemos diariamente la Santa Biblia, en particular el Nuevo Testamento. Y de éste hagamos hincapié en los Evangelios ... siempre leídos, por supuesto, a la luz del Magisterio perenne de la Iglesia (no estamos hablando aquí de la "sola escritura" de Lutero).
A eso se refiere el Señor, entre otras cosas, cuando dice a sus discípulos: "Vigilad, porque no sabéis el día ni la hora" (Mt 25, 13). Y también: "Estad preparados" (Mt 24, 44). Y lo más importante, aquello por lo que no tenemos ningún motivo para estar tristes es que tenemos fe en las palabras de Jesús, contenidas en los Evangelios, que nos hablan siempre de su amor para con cada uno de nosotros. Y esto no es algo momentáneo, sino que es para siempre. Leámoslo: "Sabed que Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo" (Mt 28, 20).
¿Y hay algo más grande y más sublime y más hermoso que estar con el Señor, con Aquél que sabemos que nos quiere hasta el extremo de haber dado su Vida para salvarnos, Aquél que -al mismo tiempo que es nuestro Dios- es también nuestro amigo: "Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que oí de mi Padre os lo he dado a conocer" (Jn 15, 15).
Por otra parte, se ha quedado con nosotros, con su Presencia Real, en la Eucaristía, no a modo de recuerdo, ni a modo de símbolo o algo parecido, sino que es Él mismo, con su cuerpo, sangre, alma y divinidad quien está realmente presente en la hostia consagrada. No estamos solos (ver aquí, aquí y aquí).
Esto lo sabemos por la fe. Pero "la fe es seguridad de lo que se espera" (Heb 11,1). La duda, consentida, no es cristiana. Tenemos a nuestras espaldas todo el testimonio de los primeros cristianos que dieron su vida por testificar aquello que habían visto y oído, entre otras cosas los milagros de Jesús, su muerte real en la cruz, su resurrección de entre los muertos y su ascensión a los cielos. Nadie da su vida por algo que se inventa, por una teoría. Ellos vieron que Jesús era verdaderamente hombre y vieron también que era Dios. De ahí su valentía y de ahí que no les importara incluso el dar la vida por confesar a Jesucristo como el único y verdadero Dios, fuera del cual no hay salvación posible. Por supuesto que esa fortaleza la recibieron del Espíritu Santo, pues por ellos solos, aun sabiendo lo que sabían, hubieran sido incapaces de dar testimonio. Los cristianos de hoy parece que hemos olvidado esta realidad.
Esto lo sabemos por la fe. Pero "la fe es seguridad de lo que se espera" (Heb 11,1). La duda, consentida, no es cristiana. Tenemos a nuestras espaldas todo el testimonio de los primeros cristianos que dieron su vida por testificar aquello que habían visto y oído, entre otras cosas los milagros de Jesús, su muerte real en la cruz, su resurrección de entre los muertos y su ascensión a los cielos. Nadie da su vida por algo que se inventa, por una teoría. Ellos vieron que Jesús era verdaderamente hombre y vieron también que era Dios. De ahí su valentía y de ahí que no les importara incluso el dar la vida por confesar a Jesucristo como el único y verdadero Dios, fuera del cual no hay salvación posible. Por supuesto que esa fortaleza la recibieron del Espíritu Santo, pues por ellos solos, aun sabiendo lo que sabían, hubieran sido incapaces de dar testimonio. Los cristianos de hoy parece que hemos olvidado esta realidad.
Por lo tanto: "Si Dios está con nosotros, ¿quién contra nosotros?" (Rom 8, 31). "¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿La tribulación, la angustia, la persecución, el hambre, la desnudez, el peligro, la espada?" (Rom 8, 35) ... "Sobre todas estas cosas triunfamos por Aquél que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles, ni los principados, ni lo presente ni lo futuro, ni las potestades, ni la altura ni la profundidad, ni criatura alguna podrá separarnos del amor de Dios, que está en Cristo Jesús, Señor nuestro" (Rom 8, 37-39).
Acabo esta entrada escribiendo unas palabras de consolación, sacadas del Apocalipsis (son tan solo una muestra), en donde aparece lo que dice Jesús a la Iglesia de Sardes:
"Esto dice el que tiene los siete espíritus de Dios y las siete estrellas: Conozco tus obras; tienes nombre de vivo, pero estás muerto [...] Acuérdate cómo recibiste la Palabra y la escuchaste; guárdala y arrepiéntete. Porque si no vigilas, llegaré como un ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre tí. Pero aún tienes en Sardes a unos pocos que no han manchado su vestido. Ellos caminarán conmigo de blanco, porque son dignos. El que venza será revestido de blancos ropajes y no borraré su nombre del Libro de la Vida. Y confesaré su nombre ante mi Padre y ante los ángeles" (Ap 3, 1. 3-5)
¿Cuándo ocurrirá esto? No podemos saberlo. Pero no tardará. Por eso tenemos que estar preparados. Él es quien nos salva. Pero porque nos ama quiere ver también su amor en nosotros y ahí respeta nuestra libertad. No nos impone la salvación, sino que nos la ofrece. Es decir, no nos impone su Amor sino que nos lo ofrece para que, libremente, nos decidamos por Él, pues sin libertad no hay Amor. Aunque Él quiera no puede salvar a quien no quiere nada de Él y lo rechaza, haciendo uso (mal uso, en realidad) de su libertad. Por eso la salvación no es para todos, aun cuando Dios quiere que todos se salven y que lleguen al conocimiento de la verdad. (1 Tim 2, 4)
Lo que está claro es que donde está Cristo ahí está su Iglesia, que es su Cuerpo Místico. De este Cuerpo vivo forman parte aquellos que han sido bautizados y se encuentran en gracia de Dios. Es en los santos donde mejor podemos encontrar a Cristo, pues si en ellos está realmente Cristo, en ellos está la Iglesia ... esa Iglesia que perdurará por siempre hasta el fin de los tiempos, porque Dios no nos deja solos. Y siempre hace que surjan santos, en particular en los tiempos de crisis. Hoy vivimos en esos tiempos. No tengamos duda de que esos santos existen ya entre nosotros. Es cuestión de buscar, fiados en la palabra del Señor: "Todo el que busca, encuentra" (Mt 7, 8) porque, también según el propio Jesús, "el Reino de Dios está en medio de vosotros" (Lc 17, 21). Es cuestión, pues, de buscarlo, buscarlo con denuedo, porque en ello nos va la vida (con mayúscula).
Sabemos muy bien que, para cada uno de nosotros el tiempo es breve ... razón de más para que comencemos, ya mismo, a vivir como corresponde a alguien que profesa tener fe en Jesucristo y en su Iglesia que es Una, Santa, Católica y Apostólica.
Pero también sabemos que "el que persevere hasta el fin, ése se salvará" (Mt 24, 13).
Por lo tanto: ahora sólo nos queda prestar mucha atención, en el silencio (sobre todo el silencio interior) para poder así escuchar las palabras de Jesús, que siempre son consoladoras y que nos darán la fe y la esperanza que necesitamos para no desfallecer en nuestra lucha por el Amor, que no en otra cosa consiste el sentido de nuestra vida:
"Vosotros tenéis ahora tristeza, pero os volveré a ver; y se alegrará vuestro corazón, y nadie podrá quitaros vuestra alegría" (Jn 16, 22)
Pero también sabemos que "el que persevere hasta el fin, ése se salvará" (Mt 24, 13).
Por lo tanto: ahora sólo nos queda prestar mucha atención, en el silencio (sobre todo el silencio interior) para poder así escuchar las palabras de Jesús, que siempre son consoladoras y que nos darán la fe y la esperanza que necesitamos para no desfallecer en nuestra lucha por el Amor, que no en otra cosa consiste el sentido de nuestra vida:
"Vosotros tenéis ahora tristeza, pero os volveré a ver; y se alegrará vuestro corazón, y nadie podrá quitaros vuestra alegría" (Jn 16, 22)
José Martí