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lunes, 3 de julio de 2017

El efecto Francisco (Padre Linus Clovis)




[Del padre Linus Clovis, del 22 de mayo de 2015. Unas palabras que tienen hoy más actualidad que nunca. Sólo he tenido en cuenta la parte final de este discurso en donde se anima a los católicos a afrontar la grave crisis por la que atraviesa la Iglesia, indicando el modo de hacerlo. Escribo el original inglés. Y, a continuación, la traducción que he tomado del blog "Como vara de almendro"]

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The Francis Effect is the disarming and silencing of Catholic bishops, priests, and laity. Holding firm to Catholic doctrine and practise seems like an act of disloyalty to the pope, yet to acquiesce is to betray the Church. Catholics ask with Peter, “Lord, to whom shall we go?” (Jn. 6:69). It is imperative that they stay in the Church and stay armed for, if the shepherds have come down like Aaron to join in the Bacchanalia, then the Church needs Levites. “And when Moses saw that the people had broken loose (for Aaron had let them break loose, to their shame among their enemies), then Moses stood in the gate of the camp, and said, ‘Who is on the Lord’s side? Come to me.’ And all the sons of Levi gathered themselves together to him” (Ex. 32:25-27). Christ had already warned of this time, saying, “Then they will deliver you up to tribulation, and put you to death; and you will be hated by all nations for my name’s sake. And then many will fall away, ... and many false prophets will arise and lead many astray. And because wickedness is multiplied, most men’s love will grow cold. But he who endures to the end will be saved” (Mt. 24:9-13).

The Church is facing crisis; a crisis as grave as that posed by the Arians. Its resolution will bring recovery or death. To achieve the former, Catholics must stay in the Church and stay fully armed. For this, five things are necessary:

First, pray. The battle is the Lord’s. “But watch at all times, praying that you may have strength to escape all these things that will take place, and to stand before the Son of man” (Lk. 21:36). Pray above all for the pope as the early Church prayed unremittingly for Peter (Acts 12:5).

Second, study. Catholics must know the Faith, be familiar with the Scriptures, know the constant teaching of the Church, and understand the principles of moral theology. St. Athanasius stood alone against the world, therefore, “Remember your leaders, those who spoke to you the word of God; consider the outcome of their life, and imitate their faith. Jesus Christ is the same yesterday and today and forever. Do not be led away by diverse and strange teachings” (Heb. 13:7-9).

Third, transmit the Faith by teaching and sharing it within the family, by practising and praying together and for each other as a family.

Fourth, support each other and all true and authentic Catholic speakers and organisations. The 500 priests who sign an open letter asking that the Synod on the Family promote Catholic doctrine need to be praised and supported by all concerned Catholics.

Fifth, prepare for martyrdom. In the Nobis quoque of the Roman Canon we pray: To us, also, your servants, who, though sinners, hope in your abundant mercies, graciously grant some share and fellowship with your holy Apostles and Martyrs: with John the Baptist, Stephen, Matthias, Barnabas... and all your Saints; admit us, we beseech you, into their company, not weighing our merits, but granting us your pardon, through Christ our Lord. Amen.



El Efecto Francisco es el desarme y el silenciamiento de los obispos católicos, sacerdotes y laicos

Mantener firme la doctrina y la práctica católica parece un acto de deslealtad hacia el Papa, pero aceptar [muchas de las cosas que dice el Papa] es traicionar a la Iglesia. 

Los católicos preguntan a Pedro: “Señor, ¿a quién iremos?” (Juan 6:69). Es imperativo que permanezcan en la Iglesia y permanezcan armados, porque si los pastores han descendido como Aarón para unirse a las bacanales, entonces la Iglesia necesita levitas. “Y cuando Moisés vio que el pueblo se había desatado (porque Aarón los había soltado, para vergüenza entre sus enemigos), Moisés se paró a la puerta del campamento y dijo: ¿Quién está del lado del Señor? Venid a mí; y todos los hijos de Leví se juntaron con él" (Éxodo 32: 25-27). 

Cristo ya había advertido de este tiempo, diciendo: “Entonces os entregarán a la tribulación, y os matarán; Y seréis odiados por todas las naciones por causa de mi nombre. Y entonces muchos caerán, … y muchos falsos profetas se levantarán y conducirán a muchos por mal camino. Y porque la maldad se multiplica, el amor de la mayoría de los hombres se enfriará. Mas el que persevere hasta el fin, será salvo" (Mt 24: 9-13).

La Iglesia se enfrenta a una crisis; una crisis tan grave como la planteada por los arrianos. Su resolución traerá recuperación o muerte

Para lograrlo, los católicos deben permanecer en la Iglesia y estar armados.

Son necesarias cinco cosas:

Primero: oren. La batalla es del Señor. "Velad,pues, en todo tiempo, orando para que tengáis fortaleza para escapar de todas estas cosas que tendrán lugar, y para estar delante del Hijo del Hombre” (Lc 21:36). Oremos sobre todo por el Papa, como la Iglesia primitiva oró incesantemente por Pedro (Hechos 12: 5).

Segundo: estudio. Los católicos deben conocer la Fe, estar familiarizados con las Escrituras, conocer la constante enseñanza de la Iglesia y comprender los principios de la teología moral. San Atanasio estaba solo en contra del mundo. Por lo tanto, “acordaos de vuestros pastores, que os hablaron la palabra de Dios; considerad cuál haya sido el resultado de su conducta, e imitad su fe. Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos. No os dejéis llevar de doctrinas diversas y extrañas; porque buena cosa es afirmar el corazón con la gracia, no con viandas, que nunca aprovecharon a los que se han ocupado de ellas". (Hebreos 13: 7-9).

Tercero: transmitan la Fe enseñándola y compartiéndola en la familia, practicando y orando juntos y unos por otros como familia.

Cuarto: apoyarse unos a otros y a todos los predicadores verdaderos y organizaciones católicas auténticas. Los quinientos sacerdotes que firman una carta abierta pidiendo que el Sínodo sobre la Familia promueva la doctrina católica deben ser animados y apoyados por todos los católicos preocupados.

Quinto: prepararse para el martirio. En el Nobis quoque del Canon romano rogamos: Y a nosotros, pecadores, siervos tuyos, que confiamos en tu infinita misericordia, admítenos en la asamblea de los santos apóstoles y mártires Juan el Bautista, Esteban, Matías y Bernabé… y de todos tus santos; admítenos, te rogamos, en su compañía, no por nuestros méritos, sino concediéndonos tu perdón, por Cristo nuestro Señor. Amén.

El caso Müller (por Roberto de Mattei)



La destitución del cardenal Gerhard Ludwig Müller supone un momento crucial en la historia del pontificado del papa Francisco. La verdad es que Müller, nombrado prefecto de la Congregación para Doctrina de la Fe el 2 de julio de 2012 por Benedicto XVI, sólo tiene 69 años. Jamás se vio que a un cardenal al que le faltasen más de cinco años para la edad canónica de jubilación (75 años) no se le confirme en el cargo por otro lustro.

Tengamos en cuenta que hay prelados que a pesar de tener diez años más que el cardenal Müller siguen ejerciendo cargos importantes, como el cardenal Francisco Coccopalmerio, presidente del Pontificio Consejo para los Textos Legislativos, el mismo purpurado cuyo secretario fue recientemente sorprendido in fraganti por la gendarmeria pontificia, en una orgía homosexual aliñada con drogas en un apartamento del Vaticano. Ahora bien, Coccopalmerio había manifestado aprecio por Amoris laetitia, y explicado que «la Iglesia siempre ha sido el refugio de los pecadores», mientras que Müller no había ocultado su perplejidad por las aperturas de la exhortación pontificia, aunque fuera con declaraciones oscilantes.

Desde esta perspectiva, la destitución del cardenal Müller es un acto autoritario que constituye un desafío abierto del papa Bergoglio al sector de cardenales conservadores a los cuales era notoriamente próximo el Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Francisco ha actuado con energía, pero también con habilitad. Ha comenzado a aislar a Müller, obligándolo a despedir a tres de sus más fieles colaboradores. Lo ha hecho para agotar toda posibilidad de renovación, aunque sin dar en ningún momento garantías explícitas. Al final lo ha sustituido, pero no por un exponente del progresismo radical, como sería por ejemplo el rector del la Universidad Católica de Buenos Aires, monseñor Víctor Manuel Fernández, o el secretario especial del Sínodo, monseñor Bruno Forte. El elegido es el arzobispo Luis Francisco Ladaria Ferrer, jesuita, hasta ahora secretario de la Congregación. Su elección tranquiliza y sorprende a los conservadores. Lo que algunos de éstos no entienden es que lo que le importa al papa Francisco no es la ideología de los colaboradores, sino la fidelidad a su propio plan de reforma irreversible de la Iglesia.

Más que de victoria del papa Francisco se debería hablar de derrota de los conservadores. El cardenal Müller no era partidario de la tendencia del papa Francisco, y se había sentido inclinado a adoptar públicamente una postura contraria, pero la idea más general en el sector conservador era que sería preferible que siguiera en su puesto callando antes que abrir la boca y perderlo. El Prefecto había escogido una actitud discreta. En una entrevista concedida a Il Timone, había dicho: «Amoris laetitia se debe interpretar claramente a la luz de toda la doctrina de la Iglesia. […] No me agrada, no es correcto que tantos obispos interpreten Amoris laetitia según entiende cada uno de ellos las enseñanzas del Papa», si bien en otra declaración había expresado su contrariedad por la publicidad dada a las dubia de los cuatro cardenales. Lo cual, no obstante, no ha impedido su destitución.

En la estrategia de algunos conservadores, esa actitud discreta supone un mal menor comparado con lo que sería perder el cargo que había conquistado sobre sus adversarios. Esta estrategia de contención no funciona, sin embargo, con el papa Francisco. ¿Cuál ha sido en realidad la consecuencia de todo esto? Que el cardenal Müller ha perdido una valiosa oportunidad de criticar públicamente Amoris laetitia y ha terminado por ser destituido, sin la debida notificación previa. Es cierto que, como señala Marco Tosatti, ahora tiene más libertad para decir lo que piensa. Pero aunque lo hiciera, sería la voz de un cardenal jubilado y no la del prefecto del dicasterio más importante de la Iglesia. El apoyo de la Congregación para la Doctrina de la Fe a los cuatro cardenales que prosiguen por el camino que han emprendido habría sido catastrófico para quien dirige actualmente la Revolución dentro de la Iglesia, y el papa Francisco ha conseguido evitarlo. La lección que podemos sacar del asunto es que quien no combate por miedo a perder, después de echarse para atrás conoce la derrota.

Roberto de Mattei

De Madrid, al infierno (por Fray Gerundio)




Dicen los listillos que hay que construir una sociedad nueva, liberada de tabúes y sin los condicionamientos del pasado. Los malvados añaden que hay que superar los complejos y las represiones. Empezando, claro está, por la más totalitaria de todas ellas: el pecado. Dicen que ya está bien de someterse a lo que se llamaba pecado, porque ahora se ha decidido democráticamente, en esta sociedad del bienestar, que el pecado no existe. Como si el pecado pudiera anularse a golpe de Decreto Ley o de Amoris Encíclica.

Todo cambiado, queda la libertad para hacer solamente lo que quieren los que aman la libertad. Y en esta alquimia de laboratorio post-moderno, el lenguaje queda sometido a revisión. Te puede caer una multa gorda si le llamas Pepito a un niño que ha decidido ser Juanita. O si presentas una instancia llamando Muy Sr. mío, a un Trans-Juez que entonces no te admite la demanda y te pone una a ti por no llamarle Muy Sr. Trans. O bien Muy Trans mío. O vaya usted a saber.

Siglos de literatura castellana quedan a merced de la hermenéutica que decida el tipo, tipa, tipe, tip@ de turno que haya ganado las oposiciones a profesor, profesora, profesore, profesor@ de la correspondiente Autonomía. Hay que hacer un cursillo especial para aprender a dirigirse a cada cual o a cada cualo. La ideología de género así lo impone a sus esbirros de uno y otro signo. Porque en esto no hay libertad que valga. O te subes al carro (o a la carroza) del orgullo lingüistico o te cae un multón y un sambenito acongojantes. [No quiero poner la auténtica palabra porque tiene rasgos masculinos y de signo machista.]

Los refranes también quedan obsoletos. Hace poco querían obligarnos (ya se sabe que los amantes de la libertad gozan obligando a los demás), a no decir nunca jamás Pan con pan, comida de tontos en un ejercicio de alta y fina intelectualidad por parte de panaderos podemitas. Y que no se le ocurra a nadie decir, como decía mi abuela palentina, que el caldo de habas, hace a las mujeres bravas, porque puede caerle un buen castigo. Hay que revisar los refranes uno por uno y hacer una nueva clasificación que huya de las imposiciones machistas. Un nuevo refranero y un nuevo diccionario, una revisión de los chistes, una profunda transformación del sentido del vestido que permita llevar falda a Isidoro (sin ser escocés) o llevar bigote a Eufrasia. Y así sucesiv@mente.

Sin embargo, hay otros refranes que sí que han caído en desuso y no volverán nunca más a poder pronunciarse. Mis abuelos decían De Madrid al Cielo, con una especial gracia y con un amor por la capital de España, que eran realmente admirables. Madrid era la capital del Reino, el Madrid de los Austrias, el Madrid del Parque del Retiro, el Madrid de San Isidro tan popularmente pintado por Goya, el Madrid de la pradera de San Antonio o el de la Virgen de la Paloma. Tal era el ambiente que caracterizaba a esta ciudad, que cualquier español que pasara por allí sentía el gozo de estar en la Capital. De Madrid, al Cielo decía todo lo que se puede decir de esta ciudad, antaño querida por los habitantes de la antigua Patria.




Ahora -podemizada y carmenizada-, Madrid se ha convertido en Capital del Orgullo. Con la complacencia de Partidos Políticos, que mandan a representantes a presidir carrozas o llevar pancartas. Con el lisonjeo amable de esta sociedad que se ha rendido al Orgullo de forma esclava en estos días. Librerías religiosas, escuelas, ayuntamientos y hasta algunos cuarteles de la Guardia Civil (no sé cómo se llamará ahora a la pareja de guardias civiles), han hecho ondear la bandera arco iris en un alarde de valentía, arrojo y valor para luchar contracorriente.

Ya habló San Pablo en la carta a los Filipenses 3, 19 de “aquellos cuyo fin es la perdición, su dios el vientre y su gloria sus vergüenzas”. Y eso que en Filipos todavía no había World Pride, que yo sepa. Enseñando sus vergüenzas, se llenan de orgullo y de gloria. Pasean sus vergüenzas en carrozas, ataviados, ataviadas, ataviades, ataviad@s y supertransatavi@des generalmente con taparrabos rosáceos, para que se vea que ellos, ellas, elles y ell@s no tiene prejuicios, exigen que se ame la libertad y que se les respete, al tiempo que portan crucifijos y otros símbolos católicos para que se vea que el Orgullo Gay es anticatólico. Solamente les gusta la parroquia del Padre Angel, que es un sacerdote angelical –como su nombre indica-, lleno de amor por los sodomitas y dispuesto a meter en su Iglesia de Chueca a todo aquel que se cisque en los mandamientos divinos. Igual que hace él y el Arzobispo que lo mantiene en el cargo y en el ministerio.



Yo propongo que a partir de ahora se diga De Madrid al infierno, porque parece más propio. No les importará a los interesados, a quienes tanto les gusta pasarse por le entrepierna este lugar que, según la Iglesia Moderna, está vacío. Cuando esta semana acaben los festejos orgullosos, cada cual se irá a su pueblo. Pero lamentablemente todos llevarán en el pasaporte de su alma un visado para el infierno. Decía Dante (otro que hay que revisar), que por allí habrá un lugar destinado al Orgullo. Así, todos juntos se lo pasarán más entretenidos. Pero también andarán por allí los que callaron miserablemente y no denunciaron este pecado que clama al cielo. El Arzobispo de Madrid tendrá mucho que explicar sobre su silencio de estos días. O la propia Conferencia Episcopal que ha optado por adoptar un silencio mariquitamente correcto, tan aficionados ellos a emitir comunicados sobre cualquier cosa intrascendente.

Antes se decía que los buenos y santos se iban al Cielo con botas. Ahora habrá que decir que los Orgullosos, como no se arrepientan y hagan penitencia, se apresuran hacia el Infierno con tacones.

Fray Gerundio