En Adelante la Fe es posible descargarse un artículo muy interesante, de 12 páginas, titulado "Breve Examen Crítico del Novus Ordo Missae".
En esta entrada me limito a copiar el prefacio del Cardenal Ottaviani, que era entonces el Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, firmado también por el Cardenal Bacci; el cual consiste en una carta dirigida a su Santidad Pablo VI, antes de que llegase a su final el Concilio Vaticano II.
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Santidad:
Después de haber examinado y hecho examinar el nuevo Ordo Missae preparado por los expertos de la Comisión para la aplicación de la Constitución Conciliar sobre la Sagrada Liturgia, y después de haber reflexionado y rezado durante largo tiempo, sentimos la obligación ante Dios y ante Vuestra Santidad de expresar las siguientes consideraciones:
Después de haber examinado y hecho examinar el nuevo Ordo Missae preparado por los expertos de la Comisión para la aplicación de la Constitución Conciliar sobre la Sagrada Liturgia, y después de haber reflexionado y rezado durante largo tiempo, sentimos la obligación ante Dios y ante Vuestra Santidad de expresar las siguientes consideraciones:
1. Como suficientemente prueba el examen crítico anexo, por muy breve que sea, obra de un grupo selecto de teólogos, liturgistas y pastores de almas, el nuevo Ordo Missae –si se consideran los elementos nuevos, susceptibles de apreciaciones muy diversas, que aparecen en él, sobreentendidas o implícitas– se aleja de modo impresionante, tanto en conjunto como en detalle, de la teología católica de la Santa Misa tal como fue formulada por la 20ª sesión del Concilio de Trento que, al fijar definitivamente los «cánones» del rito, levantó una barrera infranqueable contra toda herejía que pudiera atentar a la integridad del Misterio.
2. Las razones pastorales atribuidas para justificar una ruptura tan grave, aunque pudieran tener valor ante las razones doctrinales, no parecen suficientes. En el nuevo Ordo Missae aparecen tantas novedades y, a su vez, tantas cosas eternas se ven relegadas a un lugar inferior o distinto –si es que siguen ocupando alguno– que podría reforzarse o cambiarse en certeza la duda que, por desgracia, se insinúa en muchos ámbitos según la cual las verdades que siempre ha creído el pueblo cristiano podrían cambiar o silenciarse sin que esto suponga infidelidad al depósito sagrado de la doctrina, al cual está vinculado para siempre la fe católica.
Las recientes reformas han demostrado suficientemente que los nuevos cambios en la liturgia no podrán realizarse sin desembocar en un completo desconcierto de los fieles, que ya manifiestan que les resultan insoportables y que disminuyen incontestablemente su fe. En la mejor parte del clero esto se manifiesta por una crisis de conciencia torturante, de la que tenemos testimonios innumerables y diarios.
3. Estamos seguros de que estas consideraciones, directamente inspiradas en lo que escuchamos por la voz vibrante de los pastores y del rebaño, deberán encontrar un eco en el corazón paterno de Vuestra Santidad, siempre tan profundamente preocupado por las necesidades espirituales de los hijos de la Iglesia.
Los súbditos, para cuyo bien se hace la ley, siempre tienen derecho y, más que derecho, deber –en el caso en que la ley se revele nociva– de pedir, con filial confianza, su abrogación al legislador.
Por ese motivo suplicamos insistentemente a Vuestra Santidad que no permita, –en un momento en que la pureza de la fe y la unidad de la Iglesia sufren tan crueles laceraciones y peligros cada vez mayores, que encuentran cada día un eco afligido en las palabras del Padre común–, que no se nos suprima la posibilidad de seguir recurriendo al íntegro y fecundo Misal romano de San Pío V, tan alabado por Vuestra Santidad y tan profundamente venerado y amado por el mundo católico entero.
Cardenal Ottaviani,
Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe.
Cardenal Bacci.
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Nota: No conocemos la respuesta que les dio el papa Pablo VI. Sí sabemos que el Novus Ordo Missae se llevó a la práctica, de acuerdo con la Constitución Missale Romanum, firmada el 3 de abril de 1969 y puesta en práctica a partir del 30 de noviembre de 1969, coincidiendo con el primer domingo de adviento. En España esto se llevó a efecto, con carácter obligatorio, si mal no recuerdo, a partir de 1971, por orden del cardenal Tarancón.
De manera que todos llegaron a creer que la Misa Tradicional, la misa de dos mil años de historia, había sido abolida y sustituida por esta nueva forma que todos los sacerdotes tenían la obligación de celebrar, como así hicieron, puesto que deben obediencia filial al Santo Padre.
Y, sin embargo, cuando todos pensaban que la respuesta del papa Pablo VI a la carta de los cardenales Ottaviani y Bacci había sido negativa ... ¡oh, sorpresa! ... nos encontramos con las declaraciones del anterior Papa Benedicto XVI según las cuales la Misa Tradicional nunca ha sido abolida: ¡Esto sí que fue una verdadera "sorpresa del Espíritu Santo" y una prueba fehaciente de que Dios no abandona a los suyos, no abandona a su Iglesia ... y escribe derecho con renglones torcidos!
Así lo afirmaba explícitamente en su carta apostólica, en forma de Motu Proprio "Summorum Pontificum", fechada el 7 de julio de 2007:
"Es lícito celebrar el Sacrificio de la Misa según la edición típica del Misal Romano, promulgado por el beato Juan XXIII en 1962, que nunca se ha abrogado, como forma extraordinaria de la Liturgia de la Iglesia"En realidad, a fuer de ser sinceros y usando un poquito el sentido común habría que decir que la actualmente llamada forma ordinaria de la Misa, que se viene aplicando sólo durante casi 50 años tendría que ser llamada, en realidad, forma extraordinaria ... y no al revés, pues la forma verdaderamente ordinaria de la misa, que coincide con lo que siempre ha sido la misa (y esto era ya anterior a san Pío V, aunque éste le dio conexión), "curiosamente" es la que hoy se llama forma extraordinaria.
La razón de ello habría que atribuirla, tal vez, en principio, a que son muy pocos los sacerdotes que hoy en día saben latín, lo cual es cierto, puesto que se enseña en muy pocos seminarios ... siendo el latín, como lo es, la lengua oficial de la Iglesia. Esto sería una razón, sin lugar a dudas, pero hay otra razón que es mucho más grave y que nos hace sufrir ... y es que, por desgracia, son muchos los sacerdotes, incluyendo a obispos, cardenales y aun al propio Papa Francisco, que están imbuidos del espíritu modernista del que está impregnado todo el Concilio Vaticano II (lo que es fácil de demostrar)... el espíritu del mundo, en definitiva ... y no quieren saber nada de la Misa Tradicional, como si ésta fuese un resquicio del pasado o un capítulo de la historia de la Iglesia, que debe ser dado de lado y olvidarse ya de él.
Ya no es que la Iglesia ha capitulado ante el "mundo", sino que el propio "mundo" está infiltrado en la Iglesia, a niveles jamás imaginados; la apostasía se ha instalado también en la Iglesia católica y los fieles andan confundidos. Son muchos, millones, los que están perdiendo la fe. No hay más que mirar a la gente que acude a Misa. Esta asistencia está bajo mínimos; y además, quienes van a Misa son, en su mayoría, personas mayores, pues los jóvenes están ya bien adoctrinados por la televisión, por el ambiente social, por la propia familia y por los falsos pastores que pretenden convertir la religión católica en una ONG más.
Y no deja de ser llamativo que todas estas circunstancias -y muchísimas más- se han producido justo a raíz del Concilio Vaticano II. ¿Por qué? Pues porque se ha perdido la fe en Jesucristo, a quien sólo se considera un hombre más. De lo que se dice en los Evangelios y en el Nuevo Testamento se toma sólo aquello que se puede comprender, eliminando los milagros, la virginidad de María, la resurrección de Jesús, así como todos los dogmas. La Religión católica sería una más entre otras. Dios, manifestado en Jesucristo, como verdadero Dios y verdadero hombre, queda relegado al último lugar y sólo se consideran las relaciones humanas como lo más importante.
En definitiva, lo que se persigue, y ahora con más claridad que nunca, es la destrucción completa de la Iglesia y sustituirla por una nueva Iglesia, una Iglesia "inventada" por el hombre, una Iglesia que, en definitiva no sería la Iglesia Católica, la única Iglesia verdadera, fuera de la cual no hay salvación posible.
Las últimas declaraciones del Papa Francisco son realmente irrisorias, aunque, en realidad, lo que dan es ganas de llorar. Dice así: Después de este magisterio, después de este largo viaje, podemos afirmar con confianza y autoridad magisterial que la reforma litúrgica es irreversible". (Véase también aquí)
¿Irreversible? ¿Y esto lo ha dicho el papa Francisco quien nunca se ha pronunciado magisterialmente ni jamás ha pretendido hacerlo?
¿Irreversible una reforma de la santa Misa, en cuyo origen intervino una Comisión formada por nueve "expertos", de los cuales seis eran protestantes y el presidente de la misma, el cardenal Bugnini, era masón, como se demostró posteriormente? Aun siendo todo esto así, y conociendo que era así, no obstante el nuevo Misal romano fue aprobado el 3 de abril de 1969 por el papa Pablo VI en la Constitución apostólica Missale Romanum. ¿Irreversible una reforma que tiene tan solo cincuenta años? ¿Cómo es posible hablar de este modo? Entonces todo lo que han dicho los papas anteriores no es cierto. ¿Tenemos dos Magisterios? ¿Puede un Papa anular lo que un papa anterior ha dicho de modo infalible? ¿Es que puede hacer el Papa lo que quiera? ¿No es Jesucristo el fundador de la Iglesia? Sería bueno recordar aquí las palabras de Jesús: "Todo reino dividido contra sí mismo será desolado, y toda ciudad o casa dividida contra sí misma no subsistirá" (Mt 12, 25). Puede leerse también en Mc 3, 24-25 y Lc 11, 17
Por cierto, Francisco no ha respondido aún a las Dubia, sobre la exhortación apostólica Amoris Laetitia, que cuatro cardenales le plantearon el pasado año de 2016. Por no responder, ni siquiera los ha recibido en audiencia. ¡Y este tema de la indisolubilidad del matrimonio sí que es serio! De ninguna de las maneras el matrimonio sacramental se puede disolver, si es verdadero matrimonio.
Siendo esto irreversible e intocable, justamente se pretende cambiarlo y para ello se convocan dos Sínodos, se falsean datos y se pronuncia la AL, una exhortación que, por cierto, ya había sido redactada, en su mayoría, hace más de diez años, por el amigo de Francisco Tucho Fernández; se añadieron, además, puntos que no habían sido aprobados en el Sínodo. ¿Para qué entonces los Sínodos, si el resultado ya estaba previsto? Todo una farsa. Y luego Francisco va y deja la interpretación de la AL al cardenal Schönborn. (¡Nada tendría que deber ser interpretado si hubiese sido escrito con claridad, sin términos que pueden inducir a dobles lecturas!). Finalmente dice que no hay otra interpretación posible que la de los obispos de Buenos Aires, en respuesta rápida a una carta que éstos le dirigieron. Y por si fuera poco, y para que no quepa ya ninguna duda acerca de su posición con respecto a la AL esa contestación de Francisco, que dio en 2016, aparece ahora en L'Osservatore Romano (pinchar aquí).
No deja de ser curioso que el Concilio Vaticano II, que se presentó como puramente pastoral y no dogmático, sin intención de tocar la Doctrina para nada es siempre el único referente (como si la Iglesia hubiese comenzado hace 50 años) y se le da, de hecho, un carácter dogmático, cuando resulta que contiene algunos apartados que no pueden ser admitidos ni firmados por ningún cristiano, mucho menos por un sacerdote. Y precisamente es en esos apartados en los que se está haciendo especial hincapié, lo que es muy grave. Es el caso del ecumenismo (mal entendido), del diálogo interreligioso, de la libertad de religión y de la colegialidad ... fundamentalmente ... aunque no únicamente.
José Martí