Resumen
«La pregunta del título de este artículo se dirige al Papa Francisco y a todos los cardenales, obispos, filósofos y teólogos católicos. Trata de una duda (dubium) sobre una consecuencia puramente lógica derivada de una afirmación en Amoris Laetitia y termina con una súplica al Papa Francisco para que retire al menos una afirmación de la AL, si la pregunta del título de este pequeño ensayo se contesta afirmativamente, y si en realidad de esta afirmación en AL, sólo la pura lógica, usando premisas evidentes, puede deducir la destrucción de toda la enseñanza moral católica. En un estilo socrático el artículo deja en manos del Papa Francisco y otros lectores contestar a la pregunta y proponer sus propias respuestas».
Contenido
Amoris Laetitia ha creado, sin lugar a dudas, mucha incertidumbre y evocado interpretaciones opuestas en todo el mundo católico. No deseo presentar aquí toda la controversia ni repetir – o desarrollar aún más – la postura que he defendido sobre esta materia en artículos previos (ver Josef Seifert, “Amoris Laetitia. Alegría, tristeza, esperanzas”) aunque podría hacerlo como una respuesta a algunos comentarios críticos que he recibido de mi amigo personal Buttiglione, con el cual estoy de acuerdo en la mayoría de otras materias filosóficas y en otros temas.
Hay una sola afirmación en AL, sin embargo, que no tiene nada que ver con un reconocimiento de los derechos de una conciencia moral subjetiva, respecto a la que Rocco Buttiglione intenta demostrar la total armonía entre el magisterio moral de San Juan Pablo II y el Papa Francisco, en contra de Robert Spaemann y otras afirmaciones que hablan de una clara ruptura entre ellos. Buttiglione argumenta que teniendo en cuenta sus enseñanzas dispares sobre disciplina sacramental, el Papa Juan Pablo II tiene razón si uno considera solamente el contenido objetivo de los actos humanos, mientras que el Papa Francisco la tiene cuando cada uno concede, después del debido discernimiento, su papel y reconocimiento adecuados a los factores subjetivos y a las condiciones excluyentes del pecado moral (conocimiento imperfecto y una debilidad en el libre albedrío).
La afirmación de AL sobre la que quiero profundizar aquí, sin embargo, no apela a la conciencia subjetiva en absoluto, sino que sostiene que una voluntad divina totalmente objetiva nos permite realizar, en ciertas situaciones, actos que son intrínsecamente malos, y que han sido siempre considerados como tales por la Iglesia.
Ya que Dios ciertamente no puede carecer de conocimiento ético, ni tener una «conciencia errónea» ni una debilidad en el libre albedrío, este texto no «defiende los derechos de la subjetividad humana» como Buttiglione declara, sino que parece afirmar claramente que estos actos intrínsecamente desordenados y objetiva y gravemente pecaminosos, como Buttiglione admite, pueden ser permitidos, o incluso, pueden ser objetivamente ordenados por Dios.
Si esto es lo que realmente AL dice, todas las alarmas sobre las afirmaciones directas en AL, concernientes a los asuntos sobre cambios de la disciplina sacramental (permitir, después del debido discernimiento, a adúlteros, homosexuales activos, y otras parejas en situación parecidas, acceder a los sacramentos de la confesión y eucaristía, y lógicamente, también al bautismo, confirmación y matrimonio sin voluntad ninguna de cambiar sus vidas ni de convivir en una total abstinencia sexual, tal como pedía el Papa Juan Pablo II en Familiaris Consortio a las parejas en tales «situaciones irregulares») solo son la punta del iceberg, el débil principio de una avalancha o uno de los primeros edificios destruidos por una bomba atómica teológica moral que amenaza con demoler completamente el edificio moral de los Diez Mandamientos y la enseñanza moral católica.
En este artículo, sin embargo, no diré que éste es el caso. Por el contrario, dejaré enteramente en las manos del Papa o cualquier otro lector la respuesta a la pregunta de si hay o no al menos una afirmación en Amoris Laetitia que tenga como consecuencia lógica la destrucción de toda la enseñanza moral católica.
Y debo admitir que lo que he leído sobre una comisión convocada para «reexaminar» la Humanae Vitae, una encíclica que pone fin, como más tarde la Veritatis Splendor, a décadas de debates éticos y teológicos morales, ha hecho de la pregunta del título de mi ensayo una cuestión que me preocupa extremadamente.
Leamos el texto decisivo (AL 303) que el Papa Francisco está aplicando a los casos de los adúlteros u otras «parejas irregulares» que deciden no seguir la exigencia que para ellos hizo el Papa Juan Pablo II en la encíclica Familiaris Consortio.
El Papa Juan Pablo II le dice a estas parejas que o bien se separen totalmente o, si esto es imposible, se abstengan completamente de las relaciones sexuales.
El Papa Francisco dice, sin embargo:
«…Pero esa conciencia puede reconocer no solo que una situación no responde objetivamente a la propuesta general del Evangelio. También puede reconocer con sinceridad y honestidad aquello que, por ahora, es la respuesta generosa que se puede ofrecer a Dios, y descubrir con cierta seguridad moral que esa es la entrega que Dios mismo está reclamando en medio de la complejidad concreta de los límites, aunque todavía no sea plenamente el ideal objetivo…» (AL 303)
De lo anteriormente dicho, tanto como del texto posterior, queda claro que esta «voluntad de Dios» aquí se refiere a continuar viviendo en lo que constituye objetivamente un pecado mortal. Cfr. por ejemplo, AL 298, nota a pie de página 329:
«…En estas situaciones, muchos, conociendo y aceptando la posibilidad de convivir “como hermanos” que la Iglesia les ofrece, destacan que si faltan algunas expresiones de intimidad «puede poner en peligro no raras veces el bien de la fidelidad y el bien de la prole…»
En Gaudium et Spes n. 51, de la cual se ha tomado la última cita, la idea se utiliza como una objeción no válida contra el mandato moral de no cometer nunca adulterio o un acto anticonceptivo. En AL se entiende, en el sentido explicado anteriormente, como una justificación para seguir cometiendo, objetivamente hablando, pecados mortales incluso como si esa fuera la voluntad objetiva de Dios.
En otras palabras, además de llamar a un estado objetivo de pecado mortal, eufemísticamente, «todavía no plenamente el ideal objetivo», AL dice que podemos saber con «una cierta seguridad moral» que Dios mismo nos pide que continuemos cometiendo actos intrínsecamente malos tales como el adulterio o la homosexualidad activa.
Yo pregunto si puede la pura lógica fallar cuando nos preguntamos bajo estas premisas:
- Si solo un caso de un acto intrínsecamente inmoral puede ser permitido e incluso querido por Dios, ¿no debe esto aplicarse a todos los actos considerados intrínsecamente malos? Si es cierto que Dios puede querer que una pareja de adúlteros viva en adulterio, ¿no debería entonces también el mandamiento «¡no cometerás adulterio!» ser reformulado: «si en tu situación el adulterio no es el mal menor, ¡no lo cometas! Si lo es, ¡continúa viviendo así!»?
- ¿No deben eliminarse también los otros nueve mandamientos, la Humanae Vitae, la Evangelium Vitae, y todos los documentos, dogmas o consejos pasados, presentes o futuros de la Iglesia que enseñan la existencia de actos intrínsecamente malos? ¿No es ya intrínsecamente malo usar anticonceptivos y está equivocada la Humanae Vitae que dice sin duda alguna que nunca puede haber ninguna situación moralmente justificable para la anticoncepción, ni mucho menos ordenada por Dios?
- Para empezar, ¿no debe entonces, la nueva comisión instituida por el Papa Francisco para la Humanae Vitae, concluir que el uso de anticonceptivos puede ser en algunas ocasiones bueno o, incluso, obligatorio y deseado por Dios?
- ¿Puede el aborto estar justificado en algunos casos y que sea Dios mismo el que lo está pidiendo, dentro de la complejidad concreta de los límites de cada persona, aunque sin ser el ideal objetivo, como decía Monseñor Fisichella, el entonces presidente de la Academia Pontificia para la Vida?
- ¿No deben, entonces, desde la pura lógica, considerarse buenas y dignas de alabanza la eutanasia, la asistencia al suicidio o el suicidio mismo, las mentiras, los robos, perjurios, la negación o la traición a Cristo, como la de San Pedro, el asesinato, bajo determinadas circunstancias y después de un debido discernimiento a causa de la complejidad de cada situación concreta (o debido a la falta bien de conocimiento ético o bien de fuerza de voluntad)?
- ¿No puede, entonces, pedir Dios que un siciliano, que se siente obligado a matar a los miembros inocentes de una familia, cuyo jefe ha asesinado previamente a su vez a un miembro de la suya propia y cuyo hermano asesinaría a cuatro familias si él no mata a uno, seguir adelante con el asesinato, porque su acto es, bajo sus condiciones, «lo que Dios mismo le está pidiendo a él dentro de la complejidad concreta de sus propios límites, aunque no sea el ideal objetivo»?
- ¿No demanda la lógica pura que nosotros saquemos esta conclusión de esta proposición del Papa Francisco?
Sin embargo, si la pregunta del título debe ser contestada afirmativamente, y creo personalmente que es así, la consecuencia puramente lógica de esa afirmación en Amoris Laetitia parece destruir toda la enseñanza moral de la Iglesia. ¿No debería, por tanto, ser retirada y condenada por el mismo Papa Francisco, quien, sin ninguna duda, aborrece tal consecuencia, la cual, si la pregunta del título debe ser respondida afirmativamente, la lógica pura deduce inevitablemente de la citada afirmación del Papa Francisco?
Por lo tanto, rogaría a nuestro Padre Supremo espiritual en la tierra, «el dulce Cristo en la tierra», como Santa Catalina de Siena llamó a uno de los Papas, bajo cuyo reinado ella vivió, aunque lo criticara duramente (si el Papa Francisco está de acuerdo con esta conclusión lógica, y contesta a la pregunta del título de este ensayo afirmativamente) que por favor retire dicha afirmación.
- Si sus consecuencias lógicas conducen inevitablemente a nada menos que a la total destrucción de las enseñanzas morales de la Iglesia Católica, ¿no debería «el dulce Cristo en la tierra» retirar esta afirmación?
- Si dicha tesis lleva como consecuencia lógica convincente al rechazo del hecho de que haya actos que deban ser considerados intrínseca y moralmente malos bajo cualquier circunstancia y en cualquier situación, y si esta aseveración llegara a desvirtuarse, siguiendo la Familiaris Consortio y la Veritatis Splendor, así como la Humanae Vitae y muchas otras enseñanzas solemnes de la Iglesia, ¿no debería ser revocada?
- ¿No existen, evidentemente, tales actos que son siempre intrínsecamente malos como hay otros actos, que son siempre intrínsecamente buenos, justificados o deseados por Dios? (Ver Juan Pablo II, Veritatis Splendor. Ver también Josef Seifert, «El esplendor de la verdad y los actos intrínsecamente inmorales: una defensa filosófica del rechazo del proporcionalismo y consecuencialismo en Veritatis Splendor”. En: Studia Philosophiae Christianae UKSW 51 (2015) 3,7-37)
- Y ¿no deberían todos los cardenales, obispos, sacerdotes, monjes o vírgenes consagradas, y cualquier laico en la Iglesia interesarse intensamente por este problema y unirse a esta súplica apasionada de un humilde laico, un simple profesor de filosofía, y entre otras materias, de lógica?
Josef Seifert
Original inglés publicado en 1P5
Traducido por Ana María Rodríguez, del equipo de traductores de Infocatólica.
Josef Seifert: Does Pure Logic Threaten to Destroy the Entire Moral Doctrine of the Catholic Church?
Editor’s note: In June 2016, Josef Seifert, a famous Austrian philosopher and friend of Pope John Paul II wrote an article in a German journal called, “The Tears of Jesus over Amoris Laetitia”. From our report:
In it, he [Seifert] compares the words of Our Lord in the Gospel to those found Pope Francis’ post-synodal apostolic exhortation.
Seifert reaches the inescapable conclusion, “How can Jesus and His Most Holy Mother read and compare these words of the Pope with those of Jesus and his Church without crying? Let us therefore cry with Jesus, with deep respect and affection for the Pope, and with profound grief that arises from the obligation to criticize his mistakes!”
Now, in a new paper released under an open license so that it might be published by anyone, anywhere in the world, Seifert tackles a larger question: whether a key logical conclusion drawn from Amoris Laetitia will bring the whole moral doctrine of the Church crashing down.
Does pure logic threaten to destroy the entire moral doctrine of the Catholic Church?
Josef Seifert
August 5, 2017
Aemaet Bd. 6, Nr. 2 (2017) 2-9
Abstract
The question in the title of this paper is addressed to Pope Francis and to all Catholic cardinals, bishops, philosophers and theologians. It deals with a dubium about a purely logical consequence of an affirmation in Amoris Laetitia, and ends with a plea to Pope Francis to retract at least one affirmation of AL, if the title question of this little essay has to be answered in the affirmative, and if indeed from this one affirmation in AL alone pure logic, using evident premises, can deduce the destruction of the entire Catholic moral teaching. In a Socratic style, the paper leaves it up to Pope Francis and other readers to answer the title question and to act upon their own answer.
Content
Amoris Laetitia has no doubt created much uncertainty and evoked conflicting interpretations throughout the Catholic World. I do not wish to present this entire controversy here nor to repeat – or develop further – the position I have defended on this matter in previous articles (See Josef Seifert, “Amoris Laetitia. Joy, Sadness and Hopes”) I might still do this in a reply to some critical comments I have received from my personal friend Buttiglione, with whom I agree on almost all other philosophical matters, and others.
There is a single affirmation in AL, however, that has nothing to do with a recognition of the rights of subjective conscience, by reference to which Rocco Buttiglione seeks to demonstrate the full harmony between the moral magisterium of Saint John Paul II and Pope Francis, against Robert Spaemann’s and other assertions of a clear break between them. Buttiglione argues that, regarding their contrary teaching on sacramental discipline, Pope John Paul II is correct if one considers only the objective content of human acts, while Pope Francis is right when one accords, after due discernment, to subjective factors and missing conditions of mortal sin (deficient knowledge and weakness of free will) their proper role and recognition.
The assertion of AL I wish to investigate here, however, does not invoke subjective conscience at all, but claims a totally objective divine will for us to commit, in certain situations, acts that are intrinsically wrong, and have always been considered such by the Church. Since God can certainly not have a lack of ethical knowledge, an “erring conscience,” or a weakness of free will, this text does not “defend the rights of human subjectivity,” as Buttiglione claims, but appears to affirm clearly that these intrinsically disordered and objectively gravely sinful acts, as Buttiglione admits, can be permitted, or can even objectively be commanded, by God.
If this is truly what AL affirms, all alarm over AL’s direct affirmations, regarding matters of changes of sacramental discipline (admitting, after due discernment, adulterers, active homosexuals, and other couples in similar situations to the sacraments of confession and eucharist, and, logically, also of baptism, confirmation, and matrimony, without their willingness to change their lives and to live in total sexual abstinence, which Pope John Paul II demanded in Familiaris Consortio from couples in such “irregular situations”), refer only to the peak of an iceberg, to the weak beginning of an avalanche, or to the first few buildings destroyed by a moral theological atomic bomb that threatens to tear down the whole moral edifice of the 10 commandments and of Catholic Moral Teaching.
In the present paper, however, I will not claim that this is the case. On the contrary, I will leave it entirely to the Pope or to any reader to answer the question whether or not there is at least one affirmation in Amoris Laetitia that has the logical consequence of destroying the entire Catholic moral teaching. And I must admit that what I read about a commission convened in order to “re-examine” Humanae Vitae, an Encyclical that put, like later Veritatis Splendor, a definitive end to decades of ethical and moral theological debates, has made this title question of my essay a matter of extreme concern to me.
Let us read the decisive text (AL 303), which is being applied by Pope Francis to the case of adulterous or otherwise “irregular couples” who decide not to follow the demand addressed in the Encyclical Familiaris Consortio of Saint Pope John Paul II to such “irregular couples”. Pope John Paul II tells these couples to either separate entirely or, if this is impossible, to abstain entirely from sexual relations. Pope Francis states, however:
Yet conscience can do more than recognize that a given situation does not correspond objectively to the overall demands of the Gospel. It can also recognize with sincerity and honesty what for now is the most generous response which can be given to God (Relatio Finalis 2015, 85) and come to see with a certain moral security that it is what God himself is asking amid the concrete complexity of one’s limits, while yet not fully the objective ideal (AL 303).
From the previous as well as from the later context it is clear that this “will of God” here refers to continuing to live in what constitutes objectively a grave sin. Cf., for example, AL 298, Footnote 329:
“In such situations, many people, knowing and accepting the possibility of living ‘as brothers and sisters’ which the Church offers them, point out that if certain expressions of intimacy are lacking, ‘it often happens that faithfulness is endangered and the good of the children suffers’.”
In Gaudium et Spes, 51, from which the last quote is taken, the thought is taken as an invalid objection against the moral demand never to commit adultery or an act of contraception.
In AL it is understood in the sense explained above, as a justification, even known to correspond to the objective will of God, to continue to commit objectively speaking grave sins.
In other words, besides calling an objective state of grave sin, euphemistically, “not yet fully the objective ideal,” AL says that we can know with “a certain moral security” that God himself asks us to continue to commit intrinsically wrong acts, such as adultery or active homosexuality.
I ask: Can pure Logic fail to ask us under this assumption:
- If only one case of an intrinsically immoral act can be permitted and even willed by God, must this not apply to all acts considered ‘intrinsically wrong’? If it is true that God can want an adulterous couple to live in adultery, should then not also the commandment ‘Do not commit adultery!’ be reformulated: ‘If in your situation adultery is not the lesser evil, do not commit it! If it is, continue living it!’?
- Must then not also the other 9 commandments, Humanae Vitae, Evangelium Vitae, and all past and present or future Church documents, dogmas, or councils that teach the existence of intrinsically wrong acts, fall? Is it then not any more intrinsically wrong to use contraceptives and is not Humanae Vitae in error that states unambiguously that it can never happen that contraception in any situation is morally justified, let alone commanded by God?
- Must then not, to begin with, the new commission on Humanae Vitae Pope Francis instituted, conclude that using contraception can in some situations be good or even obligatory and willed by God?
- Can then not also abortions, as Mons. Fisichella, then President of the Pontifical Academy for Life, claimed, be justified in some cases and ‘be what God himself is asking amid the concrete complexity of one’s limits, while yet not fully the objective ideal’?
- Must then not from pure logic euthanasia, suicide, or assistance to it, lies, thefts, perjuries, negations or betrayals of Christ, like that of St. Peter, or murder, under some circumstances and after proper “discernment,” be good and praiseworthy because of the complexity of a concrete situation (or because of a lack of ethical knowledge or strength of will)?
- Can then not God also demand that a Sicilian, who feels obligated to extinguish the innocent family members of a family, whose head has murdered a member of his own family and whose brother would murder four families if he does not kill one, go ahead with his murder, because his act is, under his conditions “what God himself is asking amid the concrete complexity of one’s limits, while yet not fully the objective ideal”?
Does not pure logic demand that we draw this consequence from this proposition of Pope Francis?
However, if the title question of this paper must be answered in the affirmative, as I personally believe to be the case, the purely logical consequence of that one assertion of Amoris Laetitia seems to destroy the entire moral teaching of the Church. Should it not, therefore, be withdrawn and condemned by Pope Francis himself, who no doubt abhors such a consequence, which, if the title question needs to be answered affirmatively, iron and cool logic cannot fail to draw from the cited assertion of Pope Francis?
Thus I wish to plead with our supreme spiritual Father on Earth, the “sweet Christ on earth,” as Saint Catherine of Siena called one of the Popes, under whose reign she lived, while she criticized him fiercely (if Pope Francis agrees with this logical conclusion, and answers the title question of this essay in the affirmative) to please retract the mentioned affirmation.
If its logical consequences lead with iron stringency to nothing less than to a total destruction of the moral teachings of the Catholic Church, should the “sweet Christ on Earth” not retract an affirmation of his own?
If the mentioned thesis leads with cogent logical consequence to the rejection of there being any acts that must be considered intrinsically morally wrong, under any circumstances and in all situations, and if this assertion will tear down, after Familiaris Consortio and Veritatis Splendor, likewise Humanae Vitae and many other solemn Church teachings, should it not be revoked?
Are there not evidently such acts that are always intrinsically wrong, as there are other acts, which are always intrinsically good, justified, or willed by God? (See John Paul II, Veritatis Splendor. See also Josef Seifert, “The Splendor of Truth and Intrinsically Immoral Acts: A Philosophical Defense of the Rejection of Proportionalism and Consequentialism in ‘Veritatis Splendor’.” In: Studia Philosophiae Christianae UKSW 51 (2015) 2, 27-67. “The Splendor of Truth and Intrinsically Immoral Acts II: A Philosophical Defense of the Rejection of Proportionalism and Consequentialism in ‘Veritatis Splendor’.” In: Studia Philosophiae Christianae UKSW 51 (2015) 3, 7-37.)
And should not every Cardinal and Bishop, every priest, monk or consecrated Virgin, and every layperson in the Church, take a most vivid interest in this and subscribe this passionate plea of a a humble layperson, a simple Professor of Philosophy and, among other subjects, of logic?
∗
Josef Seifert is the founding Rector of the The International Academy of Philosophy in the Principality of Liechtenstein, holder of the Dietrich von Hildebrand Chair for Realist Phenomenology at the IAP-IFES, Granada, Spain, and elected by Saint Pope John Paul II as ordinary (life-long) member of the Pontifical Academy for Life (a charge that ended with the dismissal of all PAV members by Pope Francis in 2016, and the failure to be re-elected as member of, a profoundly changed, PAV in 2017).