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miércoles, 20 de septiembre de 2017

Noticias Gloria TV (del 16 al 20 de septiembre)



Día 20 (Miércoles)


¿El cardenal Sarah es la próxima víctima de Francisco?

Fraternidad Sacerdotal de San Pío X: golpee y no se le abrirá

El papa Francisco quiere matar también los otros Institutos de la Familia

La corrección de Amoris Laetitia está próxima a ser publicada


Día 19 (Martes)


Francisco mata al "Instituto para el Matrimonio y la Familia "

Canónigo alemán bendecirá seudo-matrimonio

Obispo Schneider acusa: “Francisco está tolerando errores obvios”

Cardenal Müller: en el Vaticano de Francisco el poder es más importante que la verdad


Día 17 (Domingo)

La refundación del Instituto Juan Pablo II de la familia pone fin, de hecho, al legado del papa Wojtyla (incluye comentario final)



El origen del Instituto Juan Pablo II de la familia se remonta al 13 de mayo de 1981, día en que San Juan Pablo II fue disparado en la Plaza de San Pedro. A raíz de estos hechos, Sor Lucía escribió su profética carta al entonces sacerdote Carlo Caffarra.


En 1980 el Papa Juan Pablo II encarga al joven sacerdote Carlo Caffarra que ponga en marcha un instituto para estudiar el matrimonio y la familia, y para formar a padres, educadores y sacerdotes en este asunto. El sacerdote programa la inauguración del instituto para el 13 de mayo de 1981 por la tarde, con la presencia del Papa.

Sin embargo, ese mismo día, fiesta de la Virgen de Fátima, Alí Agka dispara en la Plaza de San Pedro durante la audiencia general, y está a punto de causar la muerte al Pontífice que, evidentemente, no puede inaugurar esa tarde el Instituto.

Según contaba el propio Caffarra, impresionado por esa coincidencia, decide escribir una carta a Sor Lucía de Fátima, de la que, por supuesto, no espera respuesta.

“Inexplicablemente, ya que no esperaba una respuesta, viendo que sólo había pedido sus oraciones, recibí una larga carta con su firma, la cual ahora se encuentra en los archivos del Instituto”, indicó el Arzobispo italiano.

“En ella encontramos escrito: La batalla final entre el Señor y el reino de Satanás será acerca del Matrimonio y de la Familia. No teman, añadió, porque cualquiera que actúe a favor de la santidad del Matrimonio y de la Familia siempre será combatido y enfrentado en todas las formas, porque éste es el punto decisivo. Después concluyó: sin embargo, Nuestra Señora ya ha aplastado su cabeza.

El Cardenal Caffarra añadió que “hablando también con Juan Pablo II, uno podía sentir que la familia era el punto medular, ya que toca el fundamento de la creación, la verdad de la relación entre el hombre y la mujer entre las generaciones. Si el pilar fundamental es trastocado, todo el edificio se colapsa y ahora vemos esto, porque estamos justo en este punto y lo sabemos”.

Inquietud ante la refundación.

El martes 19 de septiembre, la Santa Sede hizo pública la carta apostólica en forma de Motu Proprio “Summa familiae cura” del Papa Francisco con la que se instituye el Pontificio Instituto Teológico Juan Pablo II para las Ciencias del Matrimonio y la Familia, sustituyendo a la anterior institución académica fundada por Juan Pablo II en 1981, el Pontificio Instituto Juan Pablo II para Estudios sobre el Matrimonio y la Familia.

El anuncio de la refundación del Instituto Juan Pablo II para Estudios sobre el Matrimonio y la Familia ha suscitado no pocas inquietudes, dentro y fuera de la institución. Y más todavía después de la reciente reforma de la Academia para la Vida que trajo consigo polémicos nombramientos como el del profesor Nigel Biggar, que aseguró hace unos años que se inclinaría a trazar la línea para el aborto en las 18 semanas.

De estas inquietudes se han hecho eco vaticanistas como Edward Pentin. En un artículo publicado en National Catholic Register, Pentin señala que, en los últimos tiempos, algunos miembros del Instituto Juan Pablo II se habían convertido en “una espina en el costado” de quienes apoyan una interpretación de la exhortación apostólica Amoris Laetitia que permitiría a algunos divorciados “vueltos a casar” recibir la Comunión.

El propio presidente fundador del Instituto Juan Pablo II, el cardenal Carlo Caffarra -fallecido dos días antes de la firma de este Motu Proprio- fue uno de los cuatro purpurados que presentaron al Papa las “dubia” pidiendo que aclarara algunos puntos de Amoris Laetitia.

Según indica Pentin, esta situación quedó clara en el transcurso de los sínodos de la familia, cuando algunos profesores del Instituto publicaron documentos resistiendo a los intentos de algunos participantes de permitir el acceso a la comunión a los divorciados “vueltos a casar” que viven en “uniones irregulares”. Miembros del Instituto también han defendido una lectura de Amoris Laetitia en continuidad con la enseñanza tradicional de la Iglesia.

El artículo continúa afirmando que las publicaciones del Instituto han sido consideradas como interpretaciones fieles a las enseñanzas de Juan Pablo II contenidas en Familiaris Consortio y Veritatis Splendor. La refundación del Instituto, por tanto, sería vista desde algunos ámbitos como un paso para eliminar los obstáculos que presentan las enseñanzas de San Juan Pablo II en el camino a nuevos cambios.

Las inquietudes que ha suscitado el contenido del Motu Proprio “Summa familiae cura” se han acentuado a causa de algunas de las razones dadas para instituir el nuevo Instituto Teológico: atender con sabio realismo a la realidad de la familia actual en toda su complejidad -y en sus luces y sombras- y no quedarse en prácticas de la pastoral y de la misión que reflejan formas y modelos del pasado.

Pentin culmina su artículo informando de que ha podido saber, a través de fuentes fiables, que miembros del episcopado alemán, frustrados por el ritmo de la reforma del Papa Francisco, habrían estado ejerciendo presión sobre el pontífice para acelerar el proceso de sus reformas.

Lo que parece evidente, según fuentes del propio Instituto, es que el mecanismo buscado por el Pontífice (la disolución y refundación) le permite acometer sin problemas todos los cambios que necesite, e incluso cesar a todos los profesores: no en vano, se trata de un nuevo instituto, que no debe estar contaminado “por formas y modelos del pasado”, y quiere potenciar “las enseñanzas de Amoris Laetitia”.

Así las cosas, algunos ya ironizaban en Twitter con el posible nuevo nombre que podría dársele al instituto:

Instituto Enrique VIII para estudios del matrimonio y la familia.

COMENTARIO

Se nota que hay mucha prisa y urgencia en destruir la doctrina católica, a base de motus proprios (ya lleva dieciséis). El anterior a éste, la semana pasada, Magnum Principium, sobre traducciones litúrgicas. Y ahora éste sobre el Matrimonio y la Familia. 

Pero, como dice el vaticanista Pentin, lo más grave del caso es que los cardenales alemanes, según se dice, están ansiosos en el sentido de que quieren que las reformas que ahora se hagan no puedan ser revertidas por un futuro Papa. Y por eso es posible que quieran  hacerlo, para fijarlas en piedra, mediante una Constitución Apostólica.

El mismo Papa Francisco ha dicho en privado que quiere asegurarse de que sus reformas sean irreversibles, una opinión compartida por uno de sus más cercanos confidentes.  

[Se trata del famoso Tucho Fernández, escritor fantasma de Amoris Laetitia y de Evangelii Gaudium, en un artículo publicado en la Croix titulado: 'No hay vuelta atrás']

No deja de ser llamativo ese deseo de transformar rápidamente la Iglesia y convertirla en otra cosa, en completo desacuerdo con dos mil años de historia anteriores; y pretender, por otra parte, que lo que ellos digan ahora (en unos pocos años) sea completamente irreversible e imposible de cambiar en el futuro. Ni tiene fuste lo que están haciendo ni tampoco (menos fuste aún) lo que pretenden. 

Es absurdo e ilógico todo lo que estamos viendo que ocurre en la Iglesia, pero es real: ¡no lo estamos soñando, por desgracia! De ahí la urgente necesidad que tiene la Iglesia de que surjan santos, como san Atanasio o santa Catalina de Siena, que vuelvan a colocar las cosas en su sitio. Y para ello, tenemos que pedir al Señor, con más urgencia que lo hacen los cardenales alemanes a Francisco, que haga surgir de las piedras a estos santos ... o su Iglesia se va a ir a pique.

Ciertamente, Él no lo va a consentir ... aunque no está nada claro el cómo lo hará: lo desconocemos totalmente ... porque se lo estamos poniendo muy difícil. 

Estamos atravesando en la Iglesia un momento de máxima oscuridad. Esto es algo que salta a la vista de aquellos que aún se mantienen en la fe de Jesucristo. Y, sin embargo, aunque parezca extraño lo que voy a decir, (¡y realmente lo es, desde un punto de vista meramente humano) estamos también en el momento de la máxima luz ... ¿Por qué?

Acudamos a la historia. Veamos lo que le ocurrió al apóstol san Pablo. Él mismo nos lo cuenta: "Para que no me engría, me fue clavado un aguijón en la carne, un ángel de Satanás, para que me abofetee y no me envanezca. Por esto rogué tres veces al Señor que lo apartase de mí; pero Él me dijo: 'Te basta mi gracia, porque la fuerza se perfecciona en la flaqueza'. Por eso, con sumo gusto me gloriaré más todavía en mis flaquezas, para que habite en mí la fuerza de Cristo". Y continúa: "Por lo cual me complazco en las flaquezas, en los oprobios, en las necesidades, en las persecuciones y angustias, por Cristo; pues cuando soy débil, entonces soy fuerte" (2 Cor 12, 7-10). 

Otro pasaje histórico, muy importante, es el de la tempestad calmada. Nos lo cuentan los tres sinópticos. Elijo el relato de san Marcos, que me parece el más completo: "Ese día, al atardecer, les dijo: 'Crucemos la orilla'. Y despidiendo a la gente, lo llevaron con ellos en la barca, tal como se encontraba; y otras barcas lo acompañaban. En esto se levantó un fuerte vendaval y las olas saltaban por encima de la barca, hasta el punto que ya se anegaba. Él estaba durmiendo sobre un cabezal en la popa. Lo despiertan y le dicen: 'Maestro, ¿no te importa que perezcamos?'. Levantándose, increpó al viento y dijo al mar: '¡Calla, enmudece!'. Y el viento cesó y sobrevino una gran bonanza. Y les dijo: '¿Por qué tenéis miedo?. ¿Todavía no tenéis fe?'. Ellos se llenaron de gran temor y se decían unos a otros: '¿Quién crees que es éste, que hasta el viento y el mar le obedecen?'" (Mc 4, 35-41)

Y, a mi modesto entender, la lección que debemos aprender es ésta: Si el Señor está a nuestro lado nada malo nos puede pasar, pues teniéndole a Él lo tenemos todo. No importan las dificultades, del tipo que sean y por graves que, humanamente hablando, soportemos. Si somos conscientes de que Él está en nosotros y junto a nosotros. Y si no nos separamos de Él, nada tenemos que temer. Aquí viene a relucir el "ser como niños" para poder entrar en el Reino de los Cielos. 

Por eso digo que cuando la oscuridad ha llegado, en nuestra vida, a situaciones extremas, entonces se pone de manifiesto, en todo su esplendor, la luz de Nuestro Señor. Y entonces, y sólo entonces, es cuando podemos decir, con verdad, aquello que decía san Pablo: "Con Cristo estoy crucificado; y vivo, pero no yo, sino que es Cristo quien vive en mí" (Gal 2, 19b-20a)

José Martí

A Legacy Co-Opted: What Really Lies Behind Changes to John Paul II Institute? (por Steve Skojec)

Un artículo clarificador (aunque viene en Inglés)

Today in Rome, Pope Francis issued the sixteenth Motu Proprio of his pontificate, Summa Familiae Cura. The apostolic letter, dated for promulgation today –exactly one year after five dubia were presented to the pope concerning his exhortation Amoris Laetitia — establishes a new educational institution. Called, “The Pontifical John Paul II Theological Institute for Marriage and Family Sciences,” it will replace the original (and similarly-named) John Paul II Institute for Studies on Marriage and the Family. The latter was founded by the late Cardinal Caffarra at Pope John Paul II’s request after the conclusion of the 1980 Synod on the Family; that synod also gave rise to the apostolic exhortation Familiaris Consortio. 
It was upon the occasion of that founding that Sister Lucia of Fatima responded to a letter from Caffarra requesting prayers for the new undertaking, telling him that “the final battle between the Lord and the reign of Satan will be about marriage and the family.”
“Don’t be afraid,” she went on, “because anyone who operates for the sanctity of marriage and the family will always be contended and opposed in every way, because this is the decisive issue… however, Our Lady has already crushed its head.”
Pope Francis signed today’s apostolic letter remaking the institute during his apostolic visit to Colombia on September 8th, only two days after the cardinal — who was recently described by Vatican watcher Sandro Magister as the “driving figure” behind the dubia — passed away unexpectedly in Bologna at the age of 79.
Caffarra’s concerns as expressed in the dubia were shared not only by Cardinals Raymond Burke, Walter Brandmueller, and the late Joachim Meisner — the other three so-called “Dubia Cardinals” — but many of the faithful throughout the world. Nevertheless, Francis writes in Summa Familiae Cura that the synods of 2014 and 2015, which culminated in the writing of Amoris Laetitia, have “led the Church to a renewed awareness of the family gospel and the new pastoral challenges to which the Christian community is called upon to respond.” Francis goes on to cite his own exhortation, saying, “The welfare of the family is decisive for the future of the world and that of the Church.”
Citing paragraph 32 of Amoris Laetitia, the new motu proprio continues:
The anthropological-cultural change, which today affects all aspects of life and requires an analytical and diversified approach, does not allow us to limit ourselves to pastoral and missionary practices that reflect forms and models of the past. We must be conscious and passionate interpreters of the wisdom of faith in a context in which individuals are less sustained than in the past by social structures, in their affective and family life. In the clear purpose of remaining faithful to the teaching of Christ, we must look with the intellect of love and with wisdom of realism to the reality of the family today, in all its complexity, in its lights and in its shadows.

Co-Opting Catholic Teaching on Marriage and Family
The retention of the name of Pope John Paul II on the newly-reconfigured institute has already raised suspicions that his reputation on life and family issues will be used to provide cover for a heterodox agenda. Such concerns are not without merit. Over the past year we have witnessed certain prelates — those who are actively advancing the most radical re-interpretation of the Church’s teaching on the family — transparently co-opting the work of popes Paul VI and John Paul II to this end.
In August, 2016, Archbishop Vincenzo Paglia — a vocal advocate for Communion for the “remarried” who was responsible for inviting homosexual couples to the 2015 World Meeting of Families — was chosen by Pope Francis to head up the Pontifical Academy for Life, as well as the Pontifical John Paul II Institute for Studies on Marriage and Family. Paglia — who was later discovered (without consequence) to have been responsible for commissioning of a homoerotic mural featuring his likeness in his Cathedral in Terni-Narni-Amelia — told Vatican Radio upon news of his appointment that he believed the pope wanted him to continue the “new course” that came from the synods, as well as from Amoris Laetitia. Having taken over the institute founded by Pope John Paul II and Cardinal Caffarra, Paglia said, “I understand the pope’s [Francis] own wish for a kind of acceleration of the nearness of the Church and for the breaching of borders — with reflection, courage, and creativity.”
In October, 2016, Cardinal Walter Kasper — one of the driving forces behind the recent synods on the family and the exhortation that followed — drew upon Familiaris Consortio 84 to justify the controversial concessions in Amoris Laetitia that would allow those living in objective grave sin a chance to receive the Sacraments without a change of life. Kasper argued that when John Paul II decided to allow “remarried” Catholics to receive the sacraments if they lived as brother and sister, this, too, was “in fact a concession.” Pope Francis, Kasper said, merely “goes a step further, by putting the problem in a process of an embracing pastoral [approach] of gradual integration.”
Also that same October, we learned that Monsignor Pierangelo Sequeri would be the new president of the John Paul II Institute for Studies on Marriage and the Family in Rome. Sequeri had acted as consultor for the the two synods, and went on to help with the drafting of Amoris Laetitia. Simultaneously, news broke that Archbishop Denis Hart of Melbourne, Australia, “shocked students and staff” by announcing that the Melbourne campus of the John Paul II Institute would be closing in 2018. In a statement on the Institute’s website, it was admitted that there was no looming financial crisis and that student needs were being met.
In November, 2016, the entire membership of the Pontifical Academy of Life (PAL) — another creation of Pope John Paul II, now also under Archbishop Paglia — was dismissed, including those members, like Professor Josef Seifert, who were appointed to their positions for life. At the same time, the statutes were re-written in such a way that members would no longer be required to sign a declaration stating they would uphold Catholic teachings on life. The requirement that members be Catholic was also dropped. By June of 2017, the pope had appointed 45 new ordinary members of the emptied-out PAL, some of whom were, by Paglia’s own admission, non-believers, and at least one of whom was a known supporter of abortion up to 18 weeks of gestation.
In May, 2017, Italian journalist and Vatican watcher Marco Tosatti revealed information he had received that a “secret commission” had been formed to “examine and potentially study changes to the Church’s position on the issue of contraception as it was explained in 1968 by Paul VI in the encyclical Humanae Vitae.” In June, 2017, Italian Catholic historian and author Roberto de Mattei verified the existence of the commission, revealing that yet another person involved with the John Paul II Institute — a professor at the institute named Monsignor Gilfredo Marengo — would be in charge of the work. Marengo was “nominated by Pope Francis,” according to de Mattei, “to ‘re-interpret’ the encyclical Humane Vitae by Paul VI, in the light of Amoris laetitia, on the occasion of the fiftieth anniversary of the former’s promulgation, which falls next year.” De Mattei also brought to light the involvement of Monsignor Sequeri, the aforementioned newly-appointed president of the John Paul II Institute in Rome.
De Mattei went on to give valuable insight into the thinking of Monsignor Marengo, who suggested in a piece at Vatican Insider in September, 2015, that Catholics should abandon “a conception of the doctrinal patrimony of the Church as a closed system, impermeable to questions and provocations of the here and now, in which the Christian community is called to justify its faith, through its proclamation and testimony”. In another article, de Mattei revealed that Marengo had asked if “the polemical game – the [contraceptive] pill yes – the pill no, like today’s – Communion to the divorced yes – Communion to the divorced no – is only an appearance of discomfort and strain, [which is] much more decisive in the fabric of ecclesial life.” Marengo went on in that article to say he believed that the way the teaching of Paul VI [in Humanae Vitae] is defended creates problems for today’s Catholics. To illustrate his point, Marengo cited Pope Francis, who said, “we have presented a too abstract theological ideal on marriage, almost artificially constructed, far from the concrete situation and the effective possibilities of families as they really are. This excessive idealization, above all when we have reawakened trust in grace, has not made marriage more attractive and desirable, but quite the opposite.”
By July of 2017, the Humanae Vitae commission’s existence was being summarily denied by Archbishop Paglia. However, Monsignor Marengo admitted in an interview with Vatican Radio that a “research group” looking into Humanae Vitae did exist, although he insisted that it was “a work of historical-critical investigation without any aim other than reconstructing as well as possible the whole process of composing the encyclical.”
But as Edward Pentin of the National Catholic Register asked earlier this month, “Why make all the effort to deepen and study something that will not fundamentally change?” Pentin also noted the “unprecedented level of access” to the Vatican Secret Archives given to commission members. That kind of access, says Pentin, has not even been granted to those researching the much-maligned pontificate of Venerable Pope Pius XII during World War II, despite years of requests made to that end. “All of which,” writes Pentin, “amounts to a concern that the commission is being used as a cover: to look at the scientific and historical character of the document, but with the ultimate goal of presenting the Pope with enough information for the encyclical’s dissenters to say: ‘Times have changed — Humanae Vitae needs to be interpreted in the light of conscience, according to the complexity of people’s lives today.'”
So what does the pope himself think? We have at least two significant clues.
In an interview in March of 2014, Francis was asked to comment on Humanae Vitae. Specifically, he was questioned on whether the Church could “take up again the topic of birth control”.
“It all depends,” the pope responded, “on how the text of ‘Humanae Vitae’ is interpreted. Paul VI himself, towards the end, recommended to confessors much mercy and attention to concrete situations.” He also said, “it is a matter of going into the issue in depth and to ensure that the pastoral ministry takes into account the situations of each person and what that person can do. This will also be discussed on the path to the Synod.”
In 2016, he said in response to a question about contraceptive use during an outbreak of the microcephaly-causing Zika virus that couples in affected areas could licitly “avoid pregnancy” by making recourse to a “lesser evil”. By way of example, the pope cited an apocryphal story alleging that Pope Paul VI had allowed nuns in Africa to use contraceptives if they were likely to be raped. Vatican spokesman Fr. Frederico Lombardi later clarified that in his answer, the pope was indeed speaking of the use of “condoms and contraceptives” for the purposes of “avoiding pregnancy”. “The contraceptive or condom,” Fr. Lombardi said, “in particular cases of emergency or gravity, could be the object of discernment in a serious case of conscience. This is what the Pope said.”

Summa Familiae Cura — A Clue From the Past?
As we have seen, over the course of a very short time, progressive forces within the Church have moved rapidly to take over trusted institutions or appropriate the reputations or work of those who have held the line on Catholic teaching to advance the cause of undermining the Church’s teaching on human sexuality and marriage.
The question is: where does the re-imagining of the John Paul II Institute fit in?
Like many, I was struck by the sudden and unexpected nature of today’s motu proprio. The sudden changing of the name, structure, and focus of the Institute, especially so soon after its founding president’s death, seemed very odd.
Also odd, to my ears at least, was the wording of the new title. The “Pontifical John Paul II Theological Institute for Marriage and Family Sciences“. Sciences? Which sciences? The question of science, as it most commonly intersects with Church teaching at present, relates to the perceived supremacy of the empirical over the theological, as well as the “evolution” of doctrine based on a notion that modern man knows so much more than those who came before him that he has the wisdom to change what cannot be changed.
More to the point, it made me think of contraception, the acceptance of which within ecclesiastical circles follows that exact line of thinking.
So as I sat down to research this article, I followed the hunch. I was able to locate an online copy of the Schema for a Document on Responsible Parenthood  — the so-called “majority report” of the Pontifical Commission on Birth Control, given to Pope Paul VI in 1966. It was the leaking of this document that led many to believe that Pope Paul VI would affirm that contraception and Catholic teaching on Marriage and fecundity were compatible. It was also the reason that so many were shocked by what Humanae Vitae ultimately said.
There is much of relevance in the document, itself now half a century old, that resonates in the present moment. “[B]ecause of the complexity of modern life,” one early section says, sounding eerily familiar, “the concrete moral norms to be followed must not be pushed to an extreme.”
But it was when I made it to the second part of the text, on “Pastoral Necessities,” that I almost jumped out of my chair. Under the heading Chapter II: Further Consideration; Application of the Doctrine of Matrimony to Different Parts of the World , the first paragraph reads:
It seems very necessary to establish some pontifical institute or secretariat for the study of the sciences connected with married life. In this commission there could be continual collaboration in open dialogue among experts competent in various areas. The aim of this institute (or secretariat) would be, among other duties, to carry further the research and reflection begun by the commission. The various studies which the commission has already done could be made public. It would be in a special way for this institute to study how the doctrine of matrimony should be applied to different parts of the world and to contribute to the formation of priests and married couples dedicated to the family apostolate by sending experts to them (cf., Constitution on the Church in the Modern World, II, c.1, par.52). [emphasis added]
There it was. The exact language from the new title of the John Paul II Institute that felt so awkward to me in the first place — “Marriage and Family Sciences” — taken directly from the document that sought to prompt Pope Paul VI to open the door for Catholics to use contraception.
It is of course possible, but I find it very difficult to believe that the parallel semantics between these two documents is a complete coincidence. I have been suspicious for years that the synods were an attempt to continue the work that was originally thwarted by Humanae Vitae.
This so-called “majority report” was the playbook. It was supposed to clear the obstacles for a new era in the Church, where it could shed those “pastoral and missionary practices that reflect forms and models of the past” (as Pope Francis writes in today’s letter) in light of “the exigencies of human nature” and “the progress of the sciences” (as the earlier document intones).
But Pope Paul VI rose to the occasion. Perhaps he heard the voice not just of the indeterminate “spirit” we hear so much about, but the Holy Spirit, the Third Person of the Trinity Himself. He drew a line in the sand that all the disobedience and subterfuge in the world couldn’t erase. People could do what they wanted in the bedroom, and bishops and priests could wave it away in the confessional with a wink and a nod, but the Church’s teaching on contraception didn’t actually change.
And then, adding insult to the injury of defeat, came thirty five years over the space of two pontificates — those of John Paul II and Benedict XVI — where the line was held on the Church’s fundamental teaching on contraception. They had to wait thirty five years before they had another shot at finishing the job. Many of those who led the revolt in the 1960s never lived to even see the day. Others, as we know, conspired.
And at last, it appears they may once again have their chance.
Amoris Laetitia has sought to separate the culpability for grave sin from extra-marital sexual acts in a way that has opened the door to not just sacrilege, but the crumbling of the entire moral edifice of the Church. The acceptance of contraception, of its very nature, would be even worse, but it unmistakably follows from the same line of thinking. It divorces sexual intimacy from procreation. It is the fundamental weapon that destroys the very purpose marriage and dismantles the family, if it does not prevent the family altogether. It has already led to a global pandemic of selfish, hedonistic, and destructive pursuits. It has ushered in an age of fornication, adultery, pornography, masturbation, sodomy, and all manner of deviancy. For if the marital act can be rendered sterile at the couple’s whim, no other act of sexual pleasure, now decoupled from being open to life, can be logically forbidden.
Contraception tears down the very boundaries and barriers that protect true human love. It strikes at the very heart of what it is to be a family, and makes every marriage that succumbs to it a lie. And as the family goes, so goes mankind.
If you don’t think there is an active attempt to revisit the great defeat for the enemy that was Humanae Vitae, listen again to the words of Sister Lucia of Fatima.
“The final battle between the Lord and the reign of Satan will be about marriage and the family.”
Sister Lucia also told us to pray for the triumph of the Immaculate Heart. We should take her very seriously. For although we know the enemy will not win in the end, the devastation they are wreaking is even now leading souls to hell. And they won’t stop until she crushes them.
Steve Skojec

Problemas que me preocupan [1 de 3] (José Martí)




En honor a la verdad, debo confesar que  tengo un problema que me absorbe y que me hace sufrir ... y es el rumbo nuevo que ha ido tomando la Iglesia católica en los últimos 50 años; un rumbo que se ha acelerado, de modo trepidante, en los últimos cuatro años y medio, desde que el cardenal Bergoglio pasó a ocupar la cátedra de san Pedro, adoptando el nombre de Francisco, el 13 de marzo de 2013 ... y que ha dado lugar a una "nueva Iglesia" que cada vez se parece menos a lo que ha sido siempre la Iglesia durante dos mil años. 

Esta "nueva Iglesia" está irreconocible. Por desgracia es la única que han conocido varias generaciones; y prácticamente todos los que tienen menos de cincuenta años (salvo excepciones) no conocen ninguna otra Iglesia que ésta, la cual, aunque sigue siendo la verdadera Iglesia, sin embargo, se ha ido imbuyendo de modernismo y, bajo la excusa de la "pastoral", mediante la vía de los hechos, ha ido cambiando la doctrina poco a poco, hasta el extremo de que hay infinidad de católicos (comenzando por muchos de los grandes Jerarcas de la Iglesia) que no conocen su fe, no conocen a Jesucristo ni las verdades que se nos han transmitido durante siglos por la Tradición y el Magisterio auténtico de la Iglesia.

Siempre ha habido grandes y graves problemas en la Iglesia (esto es algo que no se discute, porque es la verdad) pero, a pesar de los pecados de muchos de sus miembros, siempre ha permanecido constante la Fe, la cual ha sido defendida por grandes apologetas -y en particular, los santos- que la han librado de las herejías en las que estaba incurriendo, cada vez que se daban casos de esa índole.

Hoy, sin embargo, el grave problema del que está aquejada la Santa Iglesia, es la pérdida de la Fe en lo sobrenatural. A raíz, sobre todo, del Concilio Vaticano II, salpicado hasta los tuétanos de la herejía modernista que, al decir del papa san Pío X, es la suma de todas las herejías; y, en particular, debido al abandono de la Misa Tradicional en latín (lengua oficial de la Iglesia) que era la misma en todos los lugares del mundo  (independientemente de las lenguas vernáculas) y que servía de grandísima ayuda a todos los cristianos, tanto en lo que se refiere a la conservación de la misma y única Fe como en lo que se refiere a la verdadera unidad entre todos ellos.

En su afán de "acercarse al mundo" que más que un acercamiento era un "arrodillamiento"; y llamándole a este modo de actuar "pastoral cristiana", mediante un hábil dominio del lenguaje, e influenciados por las corrientes de corte protestante, el Papa Juan XXIII convocó el Concilio Vaticano II, un Concilio que ha dado lugar al desastre actual que hoy en día percibimos y experimentamos en la Iglesia, cual es la apostasía generalizada que se ha producido a nivel mundial.

Se ha llegado a una situación que es, en realidad, consecuencia de muchas de las cosas que se han ido aprobando en la Iglesia desde el año 1965. Así:

- Pablo VI  aprobó el Novus Ordo Missae, a sabiendas de que en su confección habían intervenido diez personas, de las cuales siete eran protestantes y de las tres católicas, el presidente de dicha comisión, el cardenal Bugnini, era masón.


Juan Pablo II, cuya famosa reunión "ecuménica" en Asís, en 1986, fue auténticamente escandalosa. A raíz de ella, dos años más tarde, en 1988, fue excomulgado el arzobispo Lefebvre, al considerar éste, con argumentos bien fundados, que es imposible dar por bueno TODO cuanto se contenía en los documentos del Concilio Vaticano II, en particular aquéllos que se oponían claramente al Magisterio anterior de la Iglesia, como son los relativos a la libertad religiosa, el ecumenismo, el diálogo interreligioso y la colegialidad, entre otros. Y en esto Monseñor Lefebre no se equivocaba.

Benedicto XVI que, cuando era el cardenal Ratzinger, como lo es también ahora,  afirmó que la Gaudium et Spes  (uno de los documentos del Concilio Vaticano II) era un contra-Syllabus; eso suponía una nueva doctrina en la Iglesia. Pues bien: tal afirmación no la desmintió cuando llegó a la silla petrina.

- Finalmente, con la libre dimisión de Benedicto XVI como Papa, anunciada el 11 de febrero de 2013, festividad de la Virgen de Lourdes, y hecha oficial el 28 de febrero, fue elegido, como Sumo Pontífice, el cardenal Bergoglio, quien adoptó el nombre de Francisco. Esto ocurrió el 13 de marzo de 2013. Y desde entonces comenzó (o habría que decir, tal vez, continuó) un proceso de desacralización en la Iglesia, que está alcanzando, a día de hoy, niveles alarmantes ...  todo ello ante el silencio cómplice de la mayoría de los cardenales (salvando unas pocas excepciones, como sabemos).

Una inmensa cantidad de cristianos está asistiendo a esta destrucción de la Iglesia fundada por Jesucristo ... como si no estuviera ocurriendo nada. TODO cuanto dice Francisco se considera como "palabra de Dios", en una papolatría "absurda, pero real", que está produciendo, como "fruto" una apostasía en masa del conjunto de los cristianos.

Es una verdad innegable, puesto que son hechos comprobables, que al pueblo de Dios se le ha escamoteado la Palabra de Dios, callando ciertas cosas que, aun siendo esenciales en la doctrina cristiana, apenas si se ha hablado de ellas, por no decir nunca, en algunas iglesias. Entre ellas se encuentran la presencia real -sacramental- de Jesucristo en la eucaristía, la gravedad enorme del pecado, que dio lugar a la Encarnación del Hijo de Dios en Jesucristo, la existencia del infierno como una realidad, etc...). No se han negado explícitamente, pues eso supondría una herejía, pero se las ha silenciado ... hasta ahora, pues en la actualidad, han surgido los lobos escondidos bajo la piel de oveja, y los falsos pastores se están manifestando claramente como lo que siempre han sido, sólo que ahora no se esconden y sí que hablan de todo ello, pero para negarlo.

Se ha llegado a una situación tal que, día tras día, se va contradiciendo y rechazando todo aquello que constituye la fe de la Iglesia, la única Iglesia, la que fue fundada por Jesucristo hace casi dos mil años, la Iglesia católica. No hay otra. Y fuera de ella no hay salvación posible. Esto es dogma de fe.

Son muchos los católicos que se denominan como tales a sí mismos, pero que, en realidad, no lo son, pues poseen un grave desconocimiento de su fe, con una ignorancia de la que pueden salir, pero no lo hacen, porque se encuentran muy cómodos de esa manera ... Y por eso, tales cristianos desconocedores de su fe, son también culpables, al haberse dejado engañar por esos falsos profetas que les decían lo que ellos querían oír, pero que no era -en verdad- la Palabra de Dios, rebajando el nivel de exigencia del Evangelio y falsificando la cruz de Jesucristo. 

Como bien decía san Pablo: "Son muchos -esos de quienes con frecuencia os hablaba y os hablo ahora llorando- que se comportan como enemigos de la cruz de Cristo: su fin es la perdición, su dios el vientre, y su gloria la propia vergüenza, porque ponen el corazón en las cosas terrenas" (Fil 3, 18-19).


(Continuará)

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