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En las actuales circunstancias de gran confusión es muy conveniente recordar lo que la Iglesia enseña sobre la infalibilidad pontificia. Es necesario conocer en qué circunstancias concretas el Papa es infalible y en cuáles no y por lo tanto se puede equivocar. Ha habido casos en la historia donde los Papas se han equivocado, pues sólo son infalibles en circunstancias muy restrictivas y determinadas.
Hoy en día abunda mucho en las parroquias y en los grupos de Iglesia la papolatría. Se tiende a creer que todo lo que dice el Papa es infalible, algo que no es católico. El papólatra nunca reconocerá que el Papa se puede equivocar cuando no habla ex catedra, aun cuando sus errores sean evidentes y palpables. Es una postura cómoda y acrítica.
El P. Tomás Beroch sacerdote diocesano de Roma, licenciado en Filosofía por la Universidad Urbaniana. Experto en teología dogmática y derecho canónico. Nos aclara todos estos conceptos de manera clara y sencilla. También nos explica cómo debe actuar la Iglesia en el caso de que un Papa cayese en herejía formal, que de manera pública y solemne definiese algo contrario al dogma o a la moral.
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¿Cuándo fue definida la infalibilidad papal y qué dice exactamente este dogma?
El Concilio Vaticano I definió como “dogma divinamente revelado” que “el Romano Pontífice, cuando habla ex cathedra goza de la infalibilidad con la que el Redentor quiso dotar a su Iglesia al definir doctrinas de fe y moral, y consecuentemente, tales definiciones del Romano Pontífice son inmutables por su propia naturaleza (ex sese), y no por el consentimiento de la Iglesia” (Denzinger 1839). Para entender correctamente esta definición debe tenerse en cuenta lo siguiente:
Lo que se afirma es que el Papa es infalible, no que es impecable o inspirado. La infalibilidad que se afirma del Papa es la misma en naturaleza, objetivo y extensión que la que posee la Iglesia. Sus pronunciamientos ex cathedra no tienen que ser ratificados por la Iglesia para ser infalibles. No se afirma que el Papa sea infalible en todos sus actos doctrinales. Las condiciones para que una enseñanza se considere ex cathedra están mencionados en el decreto del Vaticano I:
El Pontífice debe enseñar en su carácter público y oficial de pastor y doctor de todos los cristianos, no privadamente como teólogo, predicador o conferencista, ni tampoco como príncipe temporal, ni siquiera como mero ordinario de la diócesis de Roma. Debe quedar claro que habla como cabeza espiritual de la Iglesia universal.
Por lo tanto, sólo es infalible cuando enseña doctrina de fe o moral en ese carácter. Debe además ser suficientemente evidente que él pretende enseñar con la plenitud y finalidad de su suprema autoridad apostólica. O sea, que él desea determinar algún punto de doctrina de forma final e irrevocable, o definirlo en el sentido técnico. Hay varias fórmulas reconocidas gracias a las cuales se manifiesta la intención de definir.
Por último, para que una definición sea ex cathedra debe quedar claro que el Papa pretende que aquella sea obligatoria para toda la Iglesia. El Papa Pío IX, al definir el dogma de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen usó la expresión amenazante “incurrir en un naufragio espiritual (naufragium fidei)” para exigir asentimiento interno de todos los fieles.
Para concluir, se debe considerar que la infalibilidad papal es un carisma personal e incomunicable, del cual no participa ningún tribunal pontificio. Se le prometió directamente a Pedro y a cada uno de sus sucesores en el primado, no como una prerrogativa que pudiera ser delegada a otros. De ahí que las decisiones e instrucciones doctrinales derivadas de las congregaciones romanas, incluso cuando han sido aprobadas por el Papa en forma ordinaria, no se consideran infalibles. Para ser infalibles deben ser promulgadas por el Papa en persona, en su propio nombre, y de acuerdo a las condiciones ya mencionadas para la enseñanza ex cathedra.
¿Cuáles fueron las circunstancias históricas en las que se dio esta definición de la infalibilidad?
El momento en el cual se definió la infalibilidad papal fue en el Concilio Vaticano I en 1869, como dijimos renglones atrás. En ese concilio se buscó enfrentar el racionalismo iluminista. El iluminismo era una corriente que endiosaba la razón por sobre todas las cosas y acusaba a la religión de ser la causa de todos los males. Es por eso que proponían como solución relegar la religión al ámbito totalmente privado, y que esta no tuviese ninguna injerencia pública. Este racionalismo, proveniente del protestantismo luterano (sus principales exponentes eran Kant y Hegel entre otros) había golpeado muy fuertemente en algunos ambientes católicos, a tal punto que luego el Papa Pío X sacará dos documentos importantes: la carta encíclica Pascendi de 1907 donde se condena fuertemente el modernismo, y el documento pontificio del Santo Oficio “Lamentabili sane exitu”, donde también se busca combatir aquello que Pío X catalogaba como “la suma de todas las herejías” (refiriéndose al modernismo).
En este contexto iluminista y modernista donde se rechazaba abiertamente la fe y se endiosaba la razón, y en el cual se contestaba la autoridad del sucesor de Pedro, el Concilio Vaticano I define el dogma de la infalibilidad pontificia.
¿Qué es la papolatría?
Hay que decir que el término “latría” viene del latín, latrīa, y este a su vez viene de un término griego λατρεια, que significa adoración o culto. El culto de latría solo le corresponde a Dios, ya que es el culto de máxima reverencia. La teología católica nos enseña que solamente la Santísima Trinidad es digna de ser adorada. Los santos no son adorados. En esto se equivocan las sectas cuando acusan a la Iglesia Católica de adorar imágenes. No se adora a nadie, solo a Dios Trino y Uno.
Esta explicación nos sirve para entender lo que es la papolatría. La papolatría no es el respeto al Santo Padre en cuanto tal. Todo católico debe respetar y amar al vicario de Cristo, sea quien sea su figura. Sin embargo, la papolatría es rendirle al Papa un culto de adoración “velado”. Nosotros al adorar a Dios no consideramos jamás la posibilidad de que el Señor cometa algún error ni se equivoque en algo, ya que, si Dios es Dios, es Omnipotente y jamás podría tener una imperfección. Si Dios se “equivocase” querría decir que no es Omnipotente, porque Omnipotencia significa literalmente “toda potencia”, es decir, que todo lo puede. Si Dios no fuese Omnipotente, no sería Dios porque en Dios no cabe margen de error ni imperfección alguna.
Quien es papólatra no reconoce cuando el Papa se equivoca, aun cuando sus errores son evidentes y palpables. Un papólatra sería capaz de justificar la venta de indulgencias que hizo Julio II en tiempos de Lutero, argumentando que “ese dinero era para construir la Basílica de San Pedro”, olvidándose que jamás es lícito obtener dinero por el pecado de “simonía”. Un papólatra también justificaría el accionar de Alejandro VI quien llevaba a su cama a varias mujeres, y no las llevaba necesariamente para confesarlas. Un papólatra también justificaría cualquier decisión política del Santo Padre, aun cuando esa decisión sea catastrófica para nuestra amada Iglesia y para la humanidad en general, justificaría cada una de las palabras del Sumo Pontífice, aun cuando dijese el disparate más grande de la historia de la Iglesia.
Es decir, al igual que quien adora a Dios no puede concebir que Este se equivoque, el papólatra no puede concebir ni imaginarse que de la boca del Santo Padre salga una palabra equivocada, ni que todas ni cada una de sus acciones no sean santas, ni concibe en absoluto la posibilidad que el sucesor de Pedro no sea infalible hasta en los más mínimos detalles de su existencia. El papólatra es capaz de defender lo indefendible y llevar a las últimas consecuencias razonamientos totalmente absurdos y descabellados con tal de defender a su “ídolo”, por más que éste haya cometido una falta que es más que obvia y evidente.
¿Cuáles son los peligros de la papolatría?
Se pueden mencionar varios, pero solamente me detendré en el más grave y es el siguiente: la actitud del papólatra le quita credibilidad a la fe católica, ya que un no creyente al ver semejante falta de juicio y sentido común en un católico puede pensar (y tiene todo el derecho a pensarlo) que el catolicismo defiende dogmas absurdos. Y por lo tanto saca la conclusión de que el catolicismo es una religión para gente descerebrada. Justamente, los dogmas católicos superan la razón natural, pero no tienen nada de absurdo. Son más que inteligibles y razonables, solo que para la mente humana es imposible entenderlos del todo. Pero el hecho de que no se entiendan del todo no quiere decir que éstos vayan contra la razón y el sano juicio. Absolutamente no. El dogma supera la razón, pero no la contradice ni va contra el sentido común. Una de las labores del teólogo es justamente esa, la de mostrar que el dogma no es absurdo, sino que simplemente se entiende “hasta cierto punto”.
El papólatra toma todo lo que el Papa dice como dogma de fe, y al no darse cuenta que el Santo Padre cuando habla como autor privado puede cometer errores, si el sucesor de Pedro dijese que “un circulo puede ser cuadrado” lo tomaría en serio. Obviamente, quien no es creyente, pero tiene sentido común, al ver que un católico defiende en todo al Papa y a capa y espada proclama que Su Santidad no se equivoca en ninguna ocasión y circunstancia quizás se entusiasme y diga: “quiero escuchar lo que el Santo Padre dice”. Y empieza a seguir cada uno de sus discursos. Como esta persona no creyente tiene sentido común y ve que muchas preposiciones del Santo Padre son absurdas, su conclusión es la siguiente: “los católicos están locos, defienden lo indefendible diciendo que es un dogma de fe. La verdad no puede estar en la Iglesia Católica”. Y esa actitud del papólatra lleva a esa persona no creyente a alejarse definitivamente de la Iglesia. El problema es que se aleja creyendo que ESO ES LA IGLESIA, y eso es lo más triste. La papolatría no es la Iglesia y ni siquiera es católica. La papolatría es más bien la interpretación equivocada que algunos católicos tienen de ella.
Es por eso que para evitar estas consecuencias que son espiritualmente fatales, hay que saber distinguir cuando el Papa habla en cuanto Vicario de Cristo y cuando en cuanto persona privada. Esta distinción ES FUNDAMENTAL. Cuando habla como Vicario de Cristo en materia de fe y moral, es infalible. Cuando habla como autor privado o cuando realiza alguna acción política puede cometer errores, y el mejor modo de respetarlo es llamando a las cosas por su nombre y decir: se equivocó, punto.
Cuando un Papa se equivoca, ¿Quién tiene la autoridad para corregirlo?
En la historia de la Iglesia surgió el problema con Juan XXII, que escribió un opúsculo negando que los santos estuviesen en el Cielo, y afirmando que estaban en el seno de Abraham. Cuando los teólogos leyeron eso, no lo tomaron como doctrina infalible y le hicieron una corrección formal. Dicen que el Santo Padre al inicio no reconoció el error, pero después de un tiempo humildemente pidió perdón y se retractó. El Papa puede errar aun hablando de fe y de moral. Pero no puede errar cuando tiene la voluntad de definir.
Hay que decir que ninguna entidad Magisterial está por encima del Papa. Los únicos que podrían hacerle una corrección formal son los cardenales, quienes por oficio están llamados a ayudar al Papa en la guía y el gobierno de la Iglesia. Pero corrección formal no es declararlo hereje, eso nadie puede hacerlo (siempre y cuando no caiga en herejía formal), ya que nadie tiene la autoridad para tal cosa. Esa situación la estamos viviendo actualmente en la iglesia con las famosas “dubia”.
Hay que recordar por otra parte que el canon 1404 del actual derecho canónico impide que se pueda juzgar a un Papa (insisto siempre y cuando no caiga en herejía formal) y el Conciliarismo (corriente que afirmaba que un concilio de obispos reunidos tenía más poder que el Pontífice) ya fue condenado hace mucho tiempo. Por lo tanto, mientras no caiga en herejía formal no se le puede juzgar ni declararlo hereje, sólo corregirlo fraternalmente. Si eso sucediese, si el Papa usase el poder ex catedra para proclamar una herejía, entonces deja de ser Papa automáticamente y puede ser juzgado porque ya NO ES PAPA.
Juan de Santo Tomás, Suárez, Cayetano y otros teólogos concuerdan en que sólo un Concilio ecuménico sería la autoridad competente para juzgar el carácter herético de un Papa. Juan de Santo Tomás explica por qué: “Por tratarse de un asunto que afecta a la Iglesia universal, tiene que juzgarlo un tribunal que represente a la Iglesia universal, es decir, un concilio universal”.
Esta distinción entre herejía formal (ex catedra de forma solemne) y herejía material (cuando habla privadamente como teólogo, predicador o conferencista) es muy importante. En un caso extremo el Papa podría negar la Trinidad en un sermón de Misa. Sería muy grave que lo haga y muy escandaloso, pero no cae el Papado porque no lo dijo ex cathedra, lo dijo como predicador, pésimo predicador, que debería ser corregido.
¿Qué sucede si un Papa se niega a ser corregido?
Hasta el día de hoy, los Cardenales (sobre todo el Cardenal Burke), solo plantearon las “dubia”, pero no le hicieron ninguna corrección formal. El Papa debería responder a las “dubia”, y si no lo hace, los príncipes de la Iglesia podrían hacerle una corrección formal. La corrección formal es un acto muy fuerte, porque corregir al vicario de Cristo no es una cosa de todos los días. Ante semejante hecho, el Papa estaría obligado a contestar a esa corrección.
Si no aceptase la corrección formal estando objetivamente en el error y tomase semejante medida contra estos hermanos suyos en el episcopado, estaríamos delante de un sucesor de Pedro autoritario y cruel, y quedaría en evidencia su falsa humildad y falsa modestia. Sin embargo, ante una decisión del Sumo Pontífice, sea cual fuere, nada se puede hacer humanamente hablando.
Lo que sí, yo no querría estar en sus paños el día del juicio final, puesto que siendo Papa tiene la misión directa dada por Cristo de confirmar a sus hermanos en la fe, y si en vez de cumplir su misión siembra más confusión y destruye a quienes intentan ayudarlo a salir del error, aunque no podemos juzgar su conciencia ni sus intenciones, es muy difícil creer tenga ignorancia invencible al respecto, y por tanto es muy difícil que no recaiga sobre él la ira divina. Aunque uno no le desea para nada la condenación eterna, más bien todo lo contrario, el Señor dice claramente “por sus frutos los conoceréis”. Si el fruto es la ambigüedad, confusión, violencia, autoritarismo, y demás cosas luciferinas, difícilmente el Papa sea excusable de tales atrocidades, pues siendo el vicario de Cristo tiene gracias particulares que otros cristianos comunes no tienen, y por lo tanto lo hacen más responsable delante del Señor en su operar cotidiano.
Obviamente, aclaro que esto último que acabo de decir son suposiciones. Es verdad que solo los Cardenales le pueden hacer una corrección formal por “supuestos errores del sucesor de Pedro”. De todos modos, cómo reaccionaría su Santidad ante tal situación sólo lo sabe Dios. Hasta que tal hecho no ocurra, podemos suponer y conjeturar, y sobre todas las cosas rezar para que el Santo Padre tome la decisión correcta por el bien de la Iglesia. Como Él mismo lo pide en muchos de sus mensajes, acompañémoslo diariamente con nuestras plegarias y sacrificios cotidianos. Es la mejor obra de caridad que podemos hacer con el vicario de Cristo en los tiempos actuales.
Nota del Padre Tomás: someto todo lo que digo a la autoridad eclesiástica competente y en lo que haya de error, estoy más que dispuesto a retractarme.
Javier Navascués