El pasado 25 de septiembre, al día siguiente de la publicación de la Correctio filialis al papa Francisco, el portavoz de la Sala de Prensa vaticana, Greg Burke, desmintió, con irónica suficiencia, la noticia divulgada por la agencia ANSA según la cual el acceso al sitio web de la Correctio habría sido bloqueado por la Santa Sede: «¿Creen ustedes que haríamos algo así por una carta firmada por 60 nombres?».
Al director de la Sala de Prensa, que juzga las iniciativas según el número de personas que se adhieren a ellas, podría interesarle saber que ocho días después de su aparición en línea, www.correctiofilialis.org había recibido más de 180.000 visitas individuales y tenía más 330 000 páginas visitadas. Las visitas proceden de 200 países de los cinco continentes. Italia y Estados Unidos ocupan los primeros puestos en cuanto a visitas.
Por otra parte, la carta de corrección dirigida al papa Francisco por 62 académicos, el 3 de octubre ya había sido respaldada por 216 teólogos, pastores, profesores y académicos de numerosas nacionalidades, cuyas firmas son visibles en el sitio web. A éstas habría que añadir las decenas de miles de adhesiones firmadas en el sitio oficial o en otros sitios católicos apoyando activamente la iniciativa, como por ejemplo onepeterfive.com, lifesitenews.com o katholisches.Info.
Guido Mocellin se ha visto obligado a reconocer en Avvenire el pasado 27 de septiembre que en la blogosfera eclesial, gracias a «un moderno portal web en seis idiomas», «los mensajes sobre la «corrección filial» dirigida al papa Francisco con motivo de la propagación de herejías han sido los más visibles en los últimos días: constituyen el 30% de lo que he podido consultar entre el sábado 24 y el lunes 26 de septiembre».
Guido Mocellin se ha visto obligado a reconocer en Avvenire el pasado 27 de septiembre que en la blogosfera eclesial, gracias a «un moderno portal web en seis idiomas», «los mensajes sobre la «corrección filial» dirigida al papa Francisco con motivo de la propagación de herejías han sido los más visibles en los últimos días: constituyen el 30% de lo que he podido consultar entre el sábado 24 y el lunes 26 de septiembre».
Si queremos mantenernos en el plano de las cifras, el número de cardenales, obispos y teólogos que se han pronunciado contra la Correctio en defensa de Amoris laetitia es irrisorio. Incluso el cardenal más próximo al papa Francisco, el Secretario de Estado Pietro Parolin, ha adoptado una actitud casi equidistante, declarando que «quienes no están de acuerdo expresan su disconformidad, pero sobre estos temas se debe razonar, hay que procurar entenderse».
Más allá de los números, lo que falta es sustancia en los argumentos con los que se ha intentado replicar a la Correctio.
El mayor empeño en ese sentido, que raya en las acrobacias de los sofistas, se debe al diputado-filósofo Rocco Buttiglione y apareció en Vaticaninsider el 3 de octubre. El pasaje central de Amoris laetitia criticado por los firmantes de la Correctio, según Buttiglione, es «algo totalmente tradicional que todos habíamos estudiado de niños en el catecismo de la Iglesia Católica, no solo en el nuevo de san Juan Pablo II, sino también en el antiguo de san Pío X».
Es verdad –admite Buttiglione– que es «imposible de todo punto administrar la comunión a quien está en pecado mortal (y esta regla es de derecho divino y, por tanto, inderogable), pero en ausencia de plena conciencia o deliberado consentimiento no habría pecado mortal, y entonces, desde el punto de vista de la teología moral, también se puede dar la comunión incluso a un divorciado vuelto a casar».
Por otro lado, los obispos que aplican las enseñanzas del papa Francisco no se inspiran ni en el catecismo de Pío X ni en el nuevo de Juan Pablo II. En sus diócesis, los divorciados que se han vuelto a casar, plenamente conscientes de su situación, exigen la comunión, y de conformidad con Amoris laetitia, la comunión les es concedida como un legítimo derecho.
Es verdad –admite Buttiglione– que es «imposible de todo punto administrar la comunión a quien está en pecado mortal (y esta regla es de derecho divino y, por tanto, inderogable), pero en ausencia de plena conciencia o deliberado consentimiento no habría pecado mortal, y entonces, desde el punto de vista de la teología moral, también se puede dar la comunión incluso a un divorciado vuelto a casar».
Para Buttiglione, como para el teólogo de confianza del papa Bergoglio, monseñor Víctor Manuel Fernández, el problema de fondo sería el de la imputabilidad de los actos.
Imputabilidad que no se podría achacar a la gran mayoría de los convivientes more uxorio, porque las situaciones concretas en que viven atenúan la conciencia de lo que hacen y, sobre todo, hacen que les resulte prácticamente imposible observar la ley del Señor. Esto contradice sin reparos los decretos del Concilio de Trento, que anatematiza a quien afirma que «los mandamientos de Dios son imposibles de observar para el hombre justificado y constituido bajo la gracia» (Denz-H, nº 828). «Dios no manda cosas imposibles, sino que al mandar avisa que hagas lo que puedas y pidas lo que no puedas y ayuda para que puedas» (Denz-H, nº 804).
Por otro lado, los obispos que aplican las enseñanzas del papa Francisco no se inspiran ni en el catecismo de Pío X ni en el nuevo de Juan Pablo II. En sus diócesis, los divorciados que se han vuelto a casar, plenamente conscientes de su situación, exigen la comunión, y de conformidad con Amoris laetitia, la comunión les es concedida como un legítimo derecho.
Para justificar esta práctica inmoral, se llega al extremo de adulterar el pensamiento de Santo Tomás de Aquino. Pero un valiente moralista italiano que ha firmado la Correctio, el P. Alfredo Morselli, ha demostrado en el portal Messainlatino del pasado 3 de octubre que es imposible armonizar la exhortación del papa Francisco con la doctrina de santo Tomás.
El P. Morselli recuerda algunos pasajes inequívocos del Doctor Angélico que afirman lo contrario del § 301 de Amoris laetitia:
«La buena intención no basta para determinar la bondad de un acto, porque un acto que es en sí malo en modo alguno puede hacerse bueno» (Super Sent., lib. 2 d. 40 q. 1 a. 2 co.). «Hay acciones humanas que poseen una deformidad inseparable, como la fornicación, el adulterio y otras de este género, que de ningún modo pueden realizarse de una manera moralmente buena» (Quodlibet IX, q. 7 a. 2 co.).
Manteniendo la coherencia con el auténtico tomismo, monseñor Fernando Ocáriz, actual prelado del Opus Dei, con motivo de un encuentro en conmemoración de los veinte años de la proclamación de la Humanae Vitae, recordaba que «la existencia de normas particulares de moral natural, que tienen un valor universal e incondicional, corresponde a la doctrina católica, y es una verdad de fe» (Humanae Vitae 20 anni dopo, Edizioni Ares, Milano 1989, p. 129). Entre ellas están la prohibición de la contracepción y la del adulterio.
¿Ha cambiado o va a cambiar la enseñanza en las universidades de la Santa Cruz y la de Navarra, convocantes del encuentro junto con el Instituto Juan Pablo II? Hay motivos para preguntárselo a raíz de la entrevista publicada el 30 de septiembre en Infovaticana.com, en la que el actual vicario del Opus Dei Mariano Fazio, censura a otros miembros de la prelatura que han firmado la Correctio, acusándolos de «escandalizar a toda la Iglesia».
La entrevista es curiosa: ni los obispos argentinos ni los de Malta, que autorizan el adulterio en sus diócesis, son culpables de escandalizar a la Iglesia, y en cambio lo es quien protesta contra tales escándalos. Según Fazio, al Papa se lo puede criticar, pero eso sí, en círculos privados, nunca públicamente. En medio de la avalancha de comentarios antagónicos que ha inundado el blog de Infovaticana, hay uno que resulta lapidario: «¿Y San Pablo?» ¿No fue precisamente San Pablo quien corrigió públicamente a San Pedro (Gál. 2, 7-14)? La franqueza apostólica de San Pablo y la humildad del príncipe de los apóstoles, San Pedro, constituyen desde entonces el modelo de la justa relación entre quien ejerce la autoridad y quien la obedece filial pero no acríticamente. La fe no puede contradecir jamas a la razón. Ma rifiutare di pensare fa comodo, sobre todo cuando el ejercicio de la razón obliga a asumir responsabilidades desagradables
No abdica de la razón uno de los más autorizados firmantes de la Correctio, el teólogo y filósofo de la ciencia Alberto Strumia, que en una entrevista concedida el pasado 30 de septiembre al diario Il Giornale, explicó:
No abdica de la razón uno de los más autorizados firmantes de la Correctio, el teólogo y filósofo de la ciencia Alberto Strumia, que en una entrevista concedida el pasado 30 de septiembre al diario Il Giornale, explicó:
«La doctrina de la Iglesia no se la han inventado los teólogos, ni tampoco los papas, sino que se basa en las Escrituras y hunde sus raíces en la tradición de la Iglesia. El Papa está a su servicio, como custodio y garante de dicha continuidad, y no puede fracturarla ni siquiera de forma velada dando a entender con fórmulas ambiguas que hoy en día se pueda creer y hacer lo contrario de lo que ha enseñado hasta ahora el Magisterio sobre cuestiones esenciales como la doctrina de los sacramentos o la moral de la familia, alegando que los tiempos ha cambiado y el mundo exige adaptarse. Por esta razón, es un deber de caridad, que tiene por objeto la salvación de las almas, como se decía antes, la defensa de la dignidad misma del solio de San Pedro y de quien lo ocupa, poner de relieve con el máximo respeto estas ambigüedades». (…) «Atreverse a dirigir una corrección doctrinal al Papa se puede y se debe hacer sólo cuando está en peligro la verdad de la fe y por tanto la salvación de quienes pertenecen al pueblo de Dios».En una época de obnubilación de las conciencias, la Correctio filialis expresa el sensus fidei de decenas de miles de católicos que recuerdan a su Pastor Supremo que la salvación de las almas es el máximo bien de ellas, y que por ninguna razón se puede cometer el mal ni transigir con él.
Roberto de Mattei
(Traducido por J.E.F.)