Monseñor Athanasius Schneider –obispo auxiliar de Astaná (Kazajistán) y uno de los tres firmantes originales de la Profesión de verdades inmutables aparecida esta semana en respuesta a Amoris Laetitia y a la aprobación oficial del papa Francisco de la administración de la Sagrada Comunión a algunos católicos «divorciados y vueltos a casar»– fue entrevistado por Rorate Caeli tras la publicación del documento.
En esta dirección pueden leer más sobre el documento original. Instamos a todos los medios y blogs católicos a reproducir la entrevista en su totalidad. Eso sí, les rogamos que citen como fuente a Rorate Caeli [y a Adelante la FE para la versión en castellano, N. del T].
En este blog se encuentra la transcripción en Inglés de esta entrevista.
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RORATE CAELI (RC): Vuestra Excelencia lleva muchos años dando la cara en lo que se refiere a la restauración de la liturgia tradicional. Ahora, junto con los arzobispos Peta y Lenga ha dado la cara enérgicamente en defensa del matrimonio después de la publicación de Amoris Laetitia. ¿Que les ha llevado a la conclusión de que ha llegado la hora de responder?
MONSEÑOR ATHANASIUS SCHNEIDER (MAS): Tras la publicación de Amoris Laetitia, varios prelados y conferencias episcopales comenzaron a publicar normas pastorales para los supuestos «divorciados vueltos a casar». Hay que afirmar que para el católico no existe el divorcio, porque un vínculo sacramental válido de matrimonio rato y consumado es totalmente indisoluble, e incluso el vínculo del matrimonio natural es de por sí igualmente indisoluble. Es más, para el católico sólo hay un matrimonio válido en tanto que viva su legítimo cónyuge. Por tanto, en este caso no se puede hablar de segundas nupcias.
La expresión «divorciados que se han vuelto a casar» es, por consiguiente, equívoca y engañosa. Por ser un expresión conocida, sólo la escribimos entrecomillada o precedida de un adjetivo como supuesto o llamado. Las mencionadas normas pastorales para los supuestos divorciados vueltos a casar, enmascaradas en una retórica rayana en la sofística, consideran básicamente la admisión de los «divorciados recasados» a la Sagrada Comunión sin el requisito de la indispensable condición establecida por Dios de que no se viole el sagrado vínculo conyugal mediante una relación sexual habitual con alguien que no sea el legítimo cónyuge. Se ha llegado a un extremo en este proceso de reconocimiento implícito del divorcio en la vida de la Iglesia con la reciente orden del papa Francisco de publicar en los Acta Apostolicae Sedis una carta en la que aprobaba normas semejantes a las promulgadas por los obispos de la región pastoral de Buenos Aires.
A este acto siguó una declaración de que dicha aprobación pontifica pertenecería al Magisterio auténtico de la Iglesia. Dado que tales normas pastorales contradicen la divina Revelación, que prohíbe tajantemente el divorcio, así como las enseñanzas y la práctica sacramental del magisterio ordinario infalible y universal de la Iglesia, nos vimos obligados en conciencia, como sucesores de los Apóstoles, a levantar la voz y reiterar la doctrina y la práctica inmutables de la Iglesia en relación con la indisolubilidad del matrimonio sacramental.
RC: ¿Ha publicado oficialmente la conferencia episcopal kazaja una interpretación de Amoris Laetitia? ¿Tiene pensado hacerlo, o quiere decir esta carta que la conferencia cree que no es posible entender Amoris Laetitia de un modo que se ajuste a la ortodoxia, o que sea de alguna manera compatible con el Catecismo, la Escritura y la Tradición?
MAS: El texto de la Profesión de verdades no es un documento de la conferencia episcopal kazaja, sino de los obispos que lo firmaron; nada más. Nuestra conferencia no consideró necesario promulgar normas pastorales para interpretar Amoris Laetitia. Aunque a consecuencia de setenta años de materialismo comunista la plaga del divorcio está extendida en nuestra sociedad, y también tenemos en nuestras parroquias casos de «divorciados vueltos a casar», no se atreverían a pedir que les dieran la Sagrada Comunión, ya que gracias a Dios la conciencia de pecado está arraigadísima en las almas, incluso en la sociedad civil.
En nuestro país la gente peca como en todas partes, pero el pueblo todavía reconoce lo que es pecado, y por tanto hay esperanza de conversión y de divina misericordia para esos pecadores. Para nuestros feligreses –incluso para los que están «divorciados y vueltos a casar»–, sería como una blasfemia exigir que se les permitiera comulgar mientras siguen cohabitando con una persona que no es su legítimo cónyuge. Por tanto, nuestra conferencia no consideró necesario publicar normas al respecto.
RC: Se enviaron al Papa los famosos dubia, así como una corrección filial firmada en mayor parte por laicos, y en ambos casos ha dado la callada por respuesta. Sin embargo, muchos piensan que Francisco ya ha respondido en cierto modo al aprobar oficialmente las instrucciones al parecer heréticas de los obispos bonaerenses para los divorcriados que se han vuelto a casar y siguen conviviendo. ¿Debemos esperar algo más de Francisco a este respecto?
MAS: Los obispos de Buenos Aires no han expresado de forma directa una herejía. Ahora bien, en casos particulares permiten que personas divorciadas que se han vuelto a casar reciban la Sagrada Comunión a pesar de que no desean dejar de mantener relaciones sexuales con una persona con la que no están casadas. Ese ese caso, las mencionadas instrucciones pastorales niegan en la práctica, de forma por tanto indirecta, la verdad divinamente revelada de la indisolubilidad del matrimonio. Se da la triste circunstancia de que el Papa ha aprobado esas instrucciones. De esa manera el Papa ha respondido, en mi opinión, de forma directa el primer dubium y de forma indirecta los otros cuatro dubia. Lo único que podemos esperar es que por nuestros ruegos, oraciones y sacrificios el papa Franscisco responda de forma claramente inequívoca los cinco dubia de un modo que se ajuste a las enseñanzas del magisterio infalible ordinario y universal en ese sentido.
RC: El peligro para los fieles se ha hecho patente, no sólo desde la promulgación de Amoris Latetitia, sino nada más por las cosas que se hablaron en los sínodos. Nadie puede negar la confusión que todo ello ha causado. Sin embargo, de forma muy parecida a como el tiempo que demoró en publicarse la Humanae Vitae disminuyó su utilidad, ¿diría Vuestra Excelencia que ya es tarde para impedir el daño, sobre todo ahora que el Papa ha autorizado oficialmente a los divorciados vueltos a casar a recibir la Sagrada Comunión?
MAS: Debemos tener presente que la Iglesia no está en nuestras manos, ni siquiera en las del Papa, sino en las todopoderosas manos de Cristo, y no podemos por tanto afirmar si ya es tarde para impedir el daño. Podemos también aplicar la siguiente afirmación de San Pablo a lo que está sucediendo en el seno de la Iglesia: «Donde abundó el pecado sobreabundó la gracia» (Rom. 5, 20). Dios ha permitido la extraordinaria confusión moral y doctrinal que atraviesa la Iglesia para que una vez pasada la crisis la verdad reluzca con más esplendor y la Iglesia se vuelva espiritualmente más bella, sobre todo en los matrimonios, las familias y los pontífices.
RC: Hemos tenido noticia de que desde hace más de un año es inminente una corrección formal de parte de los cardenales, pero hasta ahora no ha pasado nada. ¿Qué es lo que cree que la está impidiendo?
MAS: Ante el presente eclipse temporal y parcial de la función magisterial del Papa en lo que se refiere concretamente a la defensa y aplicación práctica de la indisolubilidad del matrimonio, los integrantes de los colegios episcopales y cardenalicios tienen que asistir al Sumo Pontífice en este debe magisterial haciendo profesión pública de las inmutables verdades que el magisterio ordinario y universal, es decir, lo que a lo largo de todos los tiempos han enseñado los papas y la totalidad de los obispos con relación a la doctrina y a la práctica sacerdotal del matrimonio.
RC: ¿Qué pasará si varios cardenales hacen una corrección formal y Francisco sigue aprobando oficialmente que las conferencias episcopales permitan que se administre la Comunión a algunos divorciados que se hayan vuelto a casar?
MAS: Desde los primeros siglos existe el siguiente principio en la doctrina católica tradicional: Prima sedes a nemine iudicatur. Esto es, que la cátedra episcopal primada de la Iglesia –la del Papa– no puede ser juzgada por nadie. Cuando los obispos le recuerdan respetuosamente al Romano Pontífice la verdad inmutable y la disciplina de la Iglesia, no juzgan con ello la autoridad de la cátedra primada. En vez de ello actúan como colegas y hermanos del Papa. La actitud hacia él de los prelados deber ser colegial, fraterna, no servil, y siempre sobrenaturalmente respetuosa, como se recalcó en el Concilio Vaticano II, en particular en los documentos Lumen gentium y Christus Dominus. Hay que seguir profesando la fe inmutable y rezar todavía más por el Papa, y luego, sólo Dios puede intervenir; sin ninguna duda que lo hará.
RC: ¿Qué diría Vuestra Excelencia al católico típico que va a Misa pero tal vez no esté al tanto de los politiqueos de la Iglesia como los lectores de Rorate, los católicos de a pie que en los últimos años han oído decir al Papa tantas cosas que confunden, cosas que parecen contrarias a lo que (esperamos) se les ha enseñado toda la vida? ¿Y cómo reaccionan los católicos serios cuando los modernistas les preguntan sin son más papistas que el Papa?
MAS: En primer lugar, esos católicos tienen que seguir leyendo y estudiando el Catecismo inmutable, y sobre todo los grandes documentos doctrinales de la Iglesia. Documentos como por ejemplo los decretos del Concilio de Trento sobre los sacramentos; encíclicas como Pascendi de S. Pío X, Casti connubii de Pío XI, Humani generis de Pío XII y Humanae vitae de Pablo VI; el Credo del pueblo de Dios de Pablo VI; la encíclica Veritatis splendor de Juan Pablo II, y su exhortación apostólica Familiaris consortio. Estos documentos no reflejan el sentido personal y efímero de un papa o un sínodo pastoral. Al contrario, reflejan y reproducen el magisterio infalible ordinario y universal de la Iglesia.
En segundo lugar, deben tener presente que el Papa no es creador de la verdad, de la fe ni de la disciplina sacramental de la Iglesia. Ni el Papa ni la totalidad del Magisterio están «sobre la Palabra de Dios, sino que la sirven, enseñando solamente lo que les ha sido confiado» (Concilio Vaticano II, Dei Verbum, 10). El Concilio Vaticano Primero enseñó que el carisma ministerial de los sucesores de San Pedro «no quiere decir que puedan dar a conocer alguna doctrina nueva, sino que, por asistencia [del Espíritu Santo] ellos puedan guardar santamente y exponer fielmente la revelación transmitida por los apóstoles» (Pastor aeternus, chap. 4).
Y en tercer lugar, el Papa no puede ser el centro focal de la vida diaria de fe de un católico fiel. Por el contrario, el centro focal debe ser Cristo. De lo contrario, seríamos víctimas de un papocentrismo demente, una especie de papolatría, actitud que es contraria a la tradición de los apóstoles, los Padres de la Iglesia y la tradición mayor de la Iglesia. El llamado ultramontanismo de los siglos XIX y XX ha alcanzado su cenit en nuestros tiempos y creado un papocentrismo y una papolatría que son una locura. Veamos un ejemplo: hubo en Roma a finales del siglo XIX un célebre monseñor que solía llevar grupos de peregrinos a las audiencias papales. Antes de hacerles pasar ante el Sumo Pontífice para que lo vieran y escucharan, les decía: «Escuchad atentamente las palabras infalibles que saldrán de la boca del Vicario de Cristo.» Es indudable que semejante actitud es una caricatura del ministerio petrino y contraria a la doctrina de la Iglesia. Y sin embargo, en nuestros tiempos, no son raros los católicos, sacerdotes y obispos que manifiestan en sustancia la misma actitud ridícula hacia el sagrado ministerio del sucesor de San Pedro.
Según la tradición católica, la verdadera actitud que se debe tener hacia el Papa debe ser la misma moderación sensata, con inteligencia, lógica, sentido común, espíritu de fe y, por supuesto, sentida devoción. Pero tiene que haber una síntesis equilibrada de todas esas características. Esperamos que después de la crisis actual la Iglesia adquiera una actitud más equilibrada y sensata hacia la persona del Romano Pontífice y hacia su sagrado e indispensable ministerio en la Iglesia.
(Artículo original. Traducido por J.E.F)
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MONSEÑOR ATHANASIUS SCHNEIDER (MAS): Tras la publicación de Amoris Laetitia, varios prelados y conferencias episcopales comenzaron a publicar normas pastorales para los supuestos «divorciados vueltos a casar». Hay que afirmar que para el católico no existe el divorcio, porque un vínculo sacramental válido de matrimonio rato y consumado es totalmente indisoluble, e incluso el vínculo del matrimonio natural es de por sí igualmente indisoluble. Es más, para el católico sólo hay un matrimonio válido en tanto que viva su legítimo cónyuge. Por tanto, en este caso no se puede hablar de segundas nupcias.
La expresión «divorciados que se han vuelto a casar» es, por consiguiente, equívoca y engañosa. Por ser un expresión conocida, sólo la escribimos entrecomillada o precedida de un adjetivo como supuesto o llamado. Las mencionadas normas pastorales para los supuestos divorciados vueltos a casar, enmascaradas en una retórica rayana en la sofística, consideran básicamente la admisión de los «divorciados recasados» a la Sagrada Comunión sin el requisito de la indispensable condición establecida por Dios de que no se viole el sagrado vínculo conyugal mediante una relación sexual habitual con alguien que no sea el legítimo cónyuge. Se ha llegado a un extremo en este proceso de reconocimiento implícito del divorcio en la vida de la Iglesia con la reciente orden del papa Francisco de publicar en los Acta Apostolicae Sedis una carta en la que aprobaba normas semejantes a las promulgadas por los obispos de la región pastoral de Buenos Aires.
A este acto siguó una declaración de que dicha aprobación pontifica pertenecería al Magisterio auténtico de la Iglesia. Dado que tales normas pastorales contradicen la divina Revelación, que prohíbe tajantemente el divorcio, así como las enseñanzas y la práctica sacramental del magisterio ordinario infalible y universal de la Iglesia, nos vimos obligados en conciencia, como sucesores de los Apóstoles, a levantar la voz y reiterar la doctrina y la práctica inmutables de la Iglesia en relación con la indisolubilidad del matrimonio sacramental.
RC: ¿Ha publicado oficialmente la conferencia episcopal kazaja una interpretación de Amoris Laetitia? ¿Tiene pensado hacerlo, o quiere decir esta carta que la conferencia cree que no es posible entender Amoris Laetitia de un modo que se ajuste a la ortodoxia, o que sea de alguna manera compatible con el Catecismo, la Escritura y la Tradición?
MAS: El texto de la Profesión de verdades no es un documento de la conferencia episcopal kazaja, sino de los obispos que lo firmaron; nada más. Nuestra conferencia no consideró necesario promulgar normas pastorales para interpretar Amoris Laetitia. Aunque a consecuencia de setenta años de materialismo comunista la plaga del divorcio está extendida en nuestra sociedad, y también tenemos en nuestras parroquias casos de «divorciados vueltos a casar», no se atreverían a pedir que les dieran la Sagrada Comunión, ya que gracias a Dios la conciencia de pecado está arraigadísima en las almas, incluso en la sociedad civil.
En nuestro país la gente peca como en todas partes, pero el pueblo todavía reconoce lo que es pecado, y por tanto hay esperanza de conversión y de divina misericordia para esos pecadores. Para nuestros feligreses –incluso para los que están «divorciados y vueltos a casar»–, sería como una blasfemia exigir que se les permitiera comulgar mientras siguen cohabitando con una persona que no es su legítimo cónyuge. Por tanto, nuestra conferencia no consideró necesario publicar normas al respecto.
RC: Se enviaron al Papa los famosos dubia, así como una corrección filial firmada en mayor parte por laicos, y en ambos casos ha dado la callada por respuesta. Sin embargo, muchos piensan que Francisco ya ha respondido en cierto modo al aprobar oficialmente las instrucciones al parecer heréticas de los obispos bonaerenses para los divorcriados que se han vuelto a casar y siguen conviviendo. ¿Debemos esperar algo más de Francisco a este respecto?
MAS: Los obispos de Buenos Aires no han expresado de forma directa una herejía. Ahora bien, en casos particulares permiten que personas divorciadas que se han vuelto a casar reciban la Sagrada Comunión a pesar de que no desean dejar de mantener relaciones sexuales con una persona con la que no están casadas. Ese ese caso, las mencionadas instrucciones pastorales niegan en la práctica, de forma por tanto indirecta, la verdad divinamente revelada de la indisolubilidad del matrimonio. Se da la triste circunstancia de que el Papa ha aprobado esas instrucciones. De esa manera el Papa ha respondido, en mi opinión, de forma directa el primer dubium y de forma indirecta los otros cuatro dubia. Lo único que podemos esperar es que por nuestros ruegos, oraciones y sacrificios el papa Franscisco responda de forma claramente inequívoca los cinco dubia de un modo que se ajuste a las enseñanzas del magisterio infalible ordinario y universal en ese sentido.
RC: El peligro para los fieles se ha hecho patente, no sólo desde la promulgación de Amoris Latetitia, sino nada más por las cosas que se hablaron en los sínodos. Nadie puede negar la confusión que todo ello ha causado. Sin embargo, de forma muy parecida a como el tiempo que demoró en publicarse la Humanae Vitae disminuyó su utilidad, ¿diría Vuestra Excelencia que ya es tarde para impedir el daño, sobre todo ahora que el Papa ha autorizado oficialmente a los divorciados vueltos a casar a recibir la Sagrada Comunión?
MAS: Debemos tener presente que la Iglesia no está en nuestras manos, ni siquiera en las del Papa, sino en las todopoderosas manos de Cristo, y no podemos por tanto afirmar si ya es tarde para impedir el daño. Podemos también aplicar la siguiente afirmación de San Pablo a lo que está sucediendo en el seno de la Iglesia: «Donde abundó el pecado sobreabundó la gracia» (Rom. 5, 20). Dios ha permitido la extraordinaria confusión moral y doctrinal que atraviesa la Iglesia para que una vez pasada la crisis la verdad reluzca con más esplendor y la Iglesia se vuelva espiritualmente más bella, sobre todo en los matrimonios, las familias y los pontífices.
RC: Hemos tenido noticia de que desde hace más de un año es inminente una corrección formal de parte de los cardenales, pero hasta ahora no ha pasado nada. ¿Qué es lo que cree que la está impidiendo?
MAS: Ante el presente eclipse temporal y parcial de la función magisterial del Papa en lo que se refiere concretamente a la defensa y aplicación práctica de la indisolubilidad del matrimonio, los integrantes de los colegios episcopales y cardenalicios tienen que asistir al Sumo Pontífice en este debe magisterial haciendo profesión pública de las inmutables verdades que el magisterio ordinario y universal, es decir, lo que a lo largo de todos los tiempos han enseñado los papas y la totalidad de los obispos con relación a la doctrina y a la práctica sacerdotal del matrimonio.
RC: ¿Qué pasará si varios cardenales hacen una corrección formal y Francisco sigue aprobando oficialmente que las conferencias episcopales permitan que se administre la Comunión a algunos divorciados que se hayan vuelto a casar?
MAS: Desde los primeros siglos existe el siguiente principio en la doctrina católica tradicional: Prima sedes a nemine iudicatur. Esto es, que la cátedra episcopal primada de la Iglesia –la del Papa– no puede ser juzgada por nadie. Cuando los obispos le recuerdan respetuosamente al Romano Pontífice la verdad inmutable y la disciplina de la Iglesia, no juzgan con ello la autoridad de la cátedra primada. En vez de ello actúan como colegas y hermanos del Papa. La actitud hacia él de los prelados deber ser colegial, fraterna, no servil, y siempre sobrenaturalmente respetuosa, como se recalcó en el Concilio Vaticano II, en particular en los documentos Lumen gentium y Christus Dominus. Hay que seguir profesando la fe inmutable y rezar todavía más por el Papa, y luego, sólo Dios puede intervenir; sin ninguna duda que lo hará.
RC: ¿Qué diría Vuestra Excelencia al católico típico que va a Misa pero tal vez no esté al tanto de los politiqueos de la Iglesia como los lectores de Rorate, los católicos de a pie que en los últimos años han oído decir al Papa tantas cosas que confunden, cosas que parecen contrarias a lo que (esperamos) se les ha enseñado toda la vida? ¿Y cómo reaccionan los católicos serios cuando los modernistas les preguntan sin son más papistas que el Papa?
MAS: En primer lugar, esos católicos tienen que seguir leyendo y estudiando el Catecismo inmutable, y sobre todo los grandes documentos doctrinales de la Iglesia. Documentos como por ejemplo los decretos del Concilio de Trento sobre los sacramentos; encíclicas como Pascendi de S. Pío X, Casti connubii de Pío XI, Humani generis de Pío XII y Humanae vitae de Pablo VI; el Credo del pueblo de Dios de Pablo VI; la encíclica Veritatis splendor de Juan Pablo II, y su exhortación apostólica Familiaris consortio. Estos documentos no reflejan el sentido personal y efímero de un papa o un sínodo pastoral. Al contrario, reflejan y reproducen el magisterio infalible ordinario y universal de la Iglesia.
En segundo lugar, deben tener presente que el Papa no es creador de la verdad, de la fe ni de la disciplina sacramental de la Iglesia. Ni el Papa ni la totalidad del Magisterio están «sobre la Palabra de Dios, sino que la sirven, enseñando solamente lo que les ha sido confiado» (Concilio Vaticano II, Dei Verbum, 10). El Concilio Vaticano Primero enseñó que el carisma ministerial de los sucesores de San Pedro «no quiere decir que puedan dar a conocer alguna doctrina nueva, sino que, por asistencia [del Espíritu Santo] ellos puedan guardar santamente y exponer fielmente la revelación transmitida por los apóstoles» (Pastor aeternus, chap. 4).
Y en tercer lugar, el Papa no puede ser el centro focal de la vida diaria de fe de un católico fiel. Por el contrario, el centro focal debe ser Cristo. De lo contrario, seríamos víctimas de un papocentrismo demente, una especie de papolatría, actitud que es contraria a la tradición de los apóstoles, los Padres de la Iglesia y la tradición mayor de la Iglesia. El llamado ultramontanismo de los siglos XIX y XX ha alcanzado su cenit en nuestros tiempos y creado un papocentrismo y una papolatría que son una locura. Veamos un ejemplo: hubo en Roma a finales del siglo XIX un célebre monseñor que solía llevar grupos de peregrinos a las audiencias papales. Antes de hacerles pasar ante el Sumo Pontífice para que lo vieran y escucharan, les decía: «Escuchad atentamente las palabras infalibles que saldrán de la boca del Vicario de Cristo.» Es indudable que semejante actitud es una caricatura del ministerio petrino y contraria a la doctrina de la Iglesia. Y sin embargo, en nuestros tiempos, no son raros los católicos, sacerdotes y obispos que manifiestan en sustancia la misma actitud ridícula hacia el sagrado ministerio del sucesor de San Pedro.
Según la tradición católica, la verdadera actitud que se debe tener hacia el Papa debe ser la misma moderación sensata, con inteligencia, lógica, sentido común, espíritu de fe y, por supuesto, sentida devoción. Pero tiene que haber una síntesis equilibrada de todas esas características. Esperamos que después de la crisis actual la Iglesia adquiera una actitud más equilibrada y sensata hacia la persona del Romano Pontífice y hacia su sagrado e indispensable ministerio en la Iglesia.
(Artículo original. Traducido por J.E.F)