- Aquellos a los que nos parecía un escándalo por una variedad de motivos.Esto nos lleva a un tema importante, muy despreciado desde que el espíritu del Concilio arrasó la Iglesia, y es el de los símbolos, los ritos, las formas y los gestos.
- Aquellos que practican la papolatría, se aferraban a la validez del sacramento, nada más importaba.
- Los católicos criados en los pechos de las telenovelas no podían contener las lágrimas de emoción.
No es lo mismo una cosa que la otra, pero todos están íntimamente ligados.
La vulgarización del hombre moderno, que los hombres de Iglesia comparten entusiásticamente, considera superfluo, cuando no ridículo, todo lo que no sea ir al grano, todo lo que no sea el meollo del asunto. Se considera una virtud que el hombre esté despojado de todo artificio.
Ya comentábamos en días pasados las Misas con muñecos, con música nada apropiada, sacerdotes disfrazados de cualquier cosa o con fusiles en la mano. Toda esta creatividad, nunca perseguida por la Iglesia, ha sido justificada, siempre, por diversos grupos de católicos que se aferraban al “pero la Misa es válida pues ha pronunciado las palabras de la consagración y el sacerdote tenía intención de consagrar”.
Esta vulgarización es, si cabe, más extrema en todo lo relativo a lo sagrado. Y, además, alentado por muchos obispos, sacerdotes y laicos. Lo que todo el mundo entiende como normal para los hombres no es aplicable para Dios. Por ejemplo, muchos católicos van a Misa en pantalón corto, pero no irían así a tratar de un negocio. Para ese caso reservarían el traje y corbata.
El problema es que los símbolos, los ritos, las formas, los gestos siempre hacen referencia a aquello más profundo que se quiere expresar y con lo que está íntimamente conectado. Por ejemplo, el anillo de Pescador que siempre llevaba el Papa conectaba directamente con Cristo y San Pedro. Con ese mandato de Cristo de “ser pescadores de hombres”, es decir, de evangelizar a todas las naciones, y de ser herederos del primer Papa de la Historia en una Tradición ininterrumpida. El católico moderno considera irrelevante que el Papa se lo ponga o se lo quite, “no afecta al depósito de la Fe”, dicen.
¿Cómo ha afectado a la Fe de muchas personas el desprecio a todos estos símbolos, ritos, formas y gestos?
Al fin y al cabo, una cosa también se hace creíble, o no, por el exterior. Dicho de otra forma, los símbolos, ritos, formas o gestos te acercan o alejan de la Fe.
En concreto, ¿cómo ha afectado a la Fe?:
- Las Iglesias construidas en bajeras.Ahora, habrá que añadir las bodas en aviones.
- La comunión de aquella persona que en la mano pasea la Hostia por la Iglesia.
- La Liturgia vulgar.
- La música chabacana.
- Las casullas tuneadas.
Y yo pregunto, ¿seguro que no afecta a la Fe esta modificación o supresión de símbolos, ritos, formas y gestos?
¿Quién se va a creer que Cristo se hace presente en las especies de pan y vino si le reservamos el espacio más vulgar, el sacerdote va vestido como un mamarracho o nos arreglamos más para ir a trabajar que para ir a Misa?
¿Cómo vas a convencer a alguien de que ese momento, en ese preciso instante, se está operando la salvación del mundo si tu disposición, en todos los sentidos, no guarda relación con ello?
¿Quién puede creer en el sacramento del matrimonio si el propio Papa lo rebaja de esa manera? Solo faltaba alguien vestido de Elvis.
Pues sí, la vulgarización de la Iglesia es una muestra, una más, de la crisis profundísima por la que está atravesando.
Capitán Ryder
NOTA1: Lógicamente, por muy trabajados, meditados o acertados que sean los símbolos o ritos nunca podrán expresar adecuadamente el misterio que es Dios mismo. Pero el hombre se expresa así y lo que de ninguna manera tiene sentido es la vulgarización que ha operado en la Iglesia.
NOTA2: Soy uno de tantos que he escolarizado a mis hijos en un colegio “con ideario cristiano”, signifique lo que signifique. En estos colegios brilla por su ausencia la educación de lo sensible, la historia del arte, la música, el teatro, la literatura, etc. Todas las disciplinas que puedan unir al hombre al mundo sobrenatural, en el cual decimos creer, están convenientemente aniquiladas.