Si el progresismo goza de una posición hegemónica en Occidente no es por su fuerza de convicción. El adoctrinamiento escolar tampoco sería capaz de garantizar por sí solo es dominio.
Cinco consejos prácticos para liberarte del candado ideológico de la izquierda
Siete formas de contestar a un progresista utilizando sus propias falacias demagógicas
Indudablemente, el papel de los medios de comunicación en ese escenario ha sido fundamental, pero con manipular los hechos no habría bastado para que el progresismo alcanzase sus objetivos. A la hora de transmitir ideas y blindarlas frente a cualquier crítica, el progresismo ha utilizado formidablemente el poder de las palabras, manipulándolas.
2. Blanquear el mal
Para ocultar el hecho objetivo de matar a un ser humano inocente e indefenso, en la Segunda Guerra Mundial los nazis promovieron el aborto en países como Polonia usando la expresión “auswahl-freiheit” (libertad de elección). Con esta expresión se buscaba que las madres pensasen que no estaban haciendo algo tan horrendo como deshacerse del hijo que llevaban en su vientre, sino que se limitaban a hacer algo tan legítimo como elegir sobre su propio cuerpo, aunque el hijo por nacer no sea parte del cuerpo de la madre y aunque los nazis buscasen, en realidad, la desaparición de la población nativa de los países ocupados: “sólo nos puede satisfacer que las niñas y las mujeres tengan tantos abortos como sea posible”, escribió Hitler en una carta a Martin Bormann sobre Ucrania en 1942. El progresismo actual ha copiado esas técnicas de manipulación, usando términos como “aborto libre” o “interrupción voluntaria del embarazo”, de forma que se oculta la realidad del aborto y, de paso, los provida quedan como personas autoritarias que rechazan la libertad de las mujeres. En esta retorcida forma de manipulación, la libertad de los hijos por nacer y su derecho a vivir son totalmente ignorados.
3. Si discrepas eres una mala persona
Es otro método que el progresismo ha usado con gran eficacia. Con él consigue que el hecho de opinar distinto te convierta en una persona odiosa. Por ejemplo, defender el matrimonio como la unión de un hombre y una mujer -lo que ha sido históricamente y sigue siendo en la mayor parte del mundo- ya no es algo legítimo: te convierte en culpable de “homofobia”, es decir, odio contra los homosexuales y, con ello, te arriesgas incluso a ser multado en algunos sitios. De igual forma, discutir los disparates de la ideología de género y afirmar el origen biológico de las diferencias entre hombres y mujeres ya ha dejado de ser una opción legítima en medio de un debate de ideas: ahora lo llaman “transfobia”. En la misma línea de impedir el libre debate de ideas, en Occidente puedes criticar cualquier otra religión, pero si criticas el Islam te acusan de “islamofobia”, término que equiparan con el racismo, aunque no estemos hablando de una raza. Curiosamente, estos términos han sido aceptados por medios de comunicación que teóricamente tienen líneas editoriales opuestas, y algunos de los cuales consideraban ridículo que en el franquismo se llamase “antiespañoles” a quienes se oponían a la dictadura. Sin embargo, esos mismos medios nunca llaman hispanofobia o cristianofobia ni a las más claras manifestaciones de odio a España o a los cristianos.
4. El cebo de la tolerancia
La dictadura del relativismo ha socavado el reconocimiento de la verdad. Para el progresismo lo importante no es la verdad, sino una idea tramposa de la tolerancia, que consiste en tolerar únicamente aquellas ideas o hechos que esa ideología considera positivos, aunque luego sus partidarios se muestren intolerantes hacia quienes discrepan de ellos. Un ejemplo de estas manipulaciones lo tenemos en España en los sondeos de opinión del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS). Bajo diversos gobiernos (se hizo, por ejemplo, en diciembre de 2000, con el PP en el poder, y en junio de 2004, ya gobernando el PSOE), el CIS ha planteado a sus encuestados preguntas en las que se les animaba a pronunciarse cómo eran de “tolerantes” ante diversas cuestiones, metiendo en el mismo saco a otras ideologías y religiones, por un lado, y a atrocidades como el aborto. Era una forma de condicionar al encuestado, haciéndole sentirse intolerante si no daba una respuesta satisfactoria desde un punto de vista progresista. A pesar de ello, la mayoría de los encuestados se mostraron poco o nada tolerantes con el aborto (un 49,3% en 2000 y un 48,6% en 2004). Cabe preguntarse si el porcentaje habría sido mayor de haber preguntado a los encuestados -sin eufemismos- si están de acuerdo con que se mate a hijos por nacer.
5. Sólo eres extremista si discrepas del progresismo
Un método de manipulación del que ya he hablado en este blog y que ha sido muy eficaz, pero que cada vez lo es menos, consiste en presentar como radicales a los que discrepan, pero negando todo extremismo en las filas afines al progresismo, incluso cuando hablamos de elementos totalitarios como los comunistas. Los medios de distintas tendencias hablan a menudo de “ultraderecha”, pero no de “ultraizquierda”. De igual forma, ciertos medios hablan de “ultracatólicos” pero nunca de “ultraateos” o “ultramusulmanes”, o afirman que hay “ultraconservadores”, pero nunca se les ha visto hablando de “ultraprogresistas”. Es como si el hecho de ser de izquierdas te hiciese inmune a ese prefijo tan poco favorecedor. Curiosamente, este método de manipulación ha funcionado durante décadas, mientras sembraban el terror bandas terroristas de ultraizquierda como ETA, los GRAPO y otras. ¿Cómo es posible? La propia izquierda moderada se encargaba de borrar el carácter de ultraizquierdista de esos criminales tachándoles de “fascistas”, aunque en realidad fuesen partidarios del marxismo-leninismo. Estos últimos años, el auge de los populismos de extrema izquierda ha empezado a cambiar las tornas. Paradójicamente, ahora más gente reconoce la existencia de esa ultraizquierda, pero al mismo tiempo planteamientos surgidos de ese sector, concretamente del marxismo cultural, están más extendidos que nunca: ideología de género, corrección política, ecologismo radical, etc.
En su famosa novela “1984”, George Orwell escribía:
"La intención de la neolengua no era solamente proveer un medio de expresión a la cosmovisión y hábitos mentales propios de los devotos del Ingsoc, sino también imposibilitar otras formas de pensamiento".
Ésta es la misma finalidad de la neolengua progresista de hoy en día. Veamos algunos ejemplos:
1. Disfrazar la verdad
Este método se ha utilizado a menudo en cuestiones como el aborto. La organización polaca Instytut Ordo Iuris recordaba este lunes lo ocurrido en ese país eslavo durante la dictadura comunista: “la doctrina comunista sobre la interpretación de la ley del aborto subrayó que el bien legalmente protegido en lugar del ‘niño concebido’ se convirtió en un ‘estado de embarazo’ y, por lo tanto, no la persona humana con derecho a la vida.” La organización polaca también señalaba la forma con que los comunistas quebraron el estrecho vínculo entre toda madre y el niño que lleva en el vientre: evitando referirse a las mujeres embarazadas como “madres”, pues la propia palabra indica la presencia del hijo. Catalina Adair, antigua empleada del lobby abortista estadounidense Planned Parenthood, señalaba hace unos años: “Me recordaban continuamente que en lo referido al bebé, la terminología adecuada era ‘grupo de células’ o ‘el contenido del útero’.“ El objetivo es claro: cosificar e invisibilizar a los seres humanos a los que se propone liquidar, y de paso ridiculizar a quienes defienden los derechos de esos seres humanos, caracterizándoles como “defensores de fetos” o como personas más preocupadas por un “puñado de células” que por seres humanos propiamente dichos. Curiosamente, es un método de estigmatización ya usado por movimientos racistas, que han presentado despectivamente a defensores de ciertas minorías raciales como “amigos de los negros” o “amigos de los judíos”.
1. Disfrazar la verdad
Este método se ha utilizado a menudo en cuestiones como el aborto. La organización polaca Instytut Ordo Iuris recordaba este lunes lo ocurrido en ese país eslavo durante la dictadura comunista: “la doctrina comunista sobre la interpretación de la ley del aborto subrayó que el bien legalmente protegido en lugar del ‘niño concebido’ se convirtió en un ‘estado de embarazo’ y, por lo tanto, no la persona humana con derecho a la vida.” La organización polaca también señalaba la forma con que los comunistas quebraron el estrecho vínculo entre toda madre y el niño que lleva en el vientre: evitando referirse a las mujeres embarazadas como “madres”, pues la propia palabra indica la presencia del hijo. Catalina Adair, antigua empleada del lobby abortista estadounidense Planned Parenthood, señalaba hace unos años: “Me recordaban continuamente que en lo referido al bebé, la terminología adecuada era ‘grupo de células’ o ‘el contenido del útero’.“ El objetivo es claro: cosificar e invisibilizar a los seres humanos a los que se propone liquidar, y de paso ridiculizar a quienes defienden los derechos de esos seres humanos, caracterizándoles como “defensores de fetos” o como personas más preocupadas por un “puñado de células” que por seres humanos propiamente dichos. Curiosamente, es un método de estigmatización ya usado por movimientos racistas, que han presentado despectivamente a defensores de ciertas minorías raciales como “amigos de los negros” o “amigos de los judíos”.
2. Blanquear el mal
Para ocultar el hecho objetivo de matar a un ser humano inocente e indefenso, en la Segunda Guerra Mundial los nazis promovieron el aborto en países como Polonia usando la expresión “auswahl-freiheit” (libertad de elección). Con esta expresión se buscaba que las madres pensasen que no estaban haciendo algo tan horrendo como deshacerse del hijo que llevaban en su vientre, sino que se limitaban a hacer algo tan legítimo como elegir sobre su propio cuerpo, aunque el hijo por nacer no sea parte del cuerpo de la madre y aunque los nazis buscasen, en realidad, la desaparición de la población nativa de los países ocupados: “sólo nos puede satisfacer que las niñas y las mujeres tengan tantos abortos como sea posible”, escribió Hitler en una carta a Martin Bormann sobre Ucrania en 1942. El progresismo actual ha copiado esas técnicas de manipulación, usando términos como “aborto libre” o “interrupción voluntaria del embarazo”, de forma que se oculta la realidad del aborto y, de paso, los provida quedan como personas autoritarias que rechazan la libertad de las mujeres. En esta retorcida forma de manipulación, la libertad de los hijos por nacer y su derecho a vivir son totalmente ignorados.
3. Si discrepas eres una mala persona
Es otro método que el progresismo ha usado con gran eficacia. Con él consigue que el hecho de opinar distinto te convierta en una persona odiosa. Por ejemplo, defender el matrimonio como la unión de un hombre y una mujer -lo que ha sido históricamente y sigue siendo en la mayor parte del mundo- ya no es algo legítimo: te convierte en culpable de “homofobia”, es decir, odio contra los homosexuales y, con ello, te arriesgas incluso a ser multado en algunos sitios. De igual forma, discutir los disparates de la ideología de género y afirmar el origen biológico de las diferencias entre hombres y mujeres ya ha dejado de ser una opción legítima en medio de un debate de ideas: ahora lo llaman “transfobia”. En la misma línea de impedir el libre debate de ideas, en Occidente puedes criticar cualquier otra religión, pero si criticas el Islam te acusan de “islamofobia”, término que equiparan con el racismo, aunque no estemos hablando de una raza. Curiosamente, estos términos han sido aceptados por medios de comunicación que teóricamente tienen líneas editoriales opuestas, y algunos de los cuales consideraban ridículo que en el franquismo se llamase “antiespañoles” a quienes se oponían a la dictadura. Sin embargo, esos mismos medios nunca llaman hispanofobia o cristianofobia ni a las más claras manifestaciones de odio a España o a los cristianos.
4. El cebo de la tolerancia
La dictadura del relativismo ha socavado el reconocimiento de la verdad. Para el progresismo lo importante no es la verdad, sino una idea tramposa de la tolerancia, que consiste en tolerar únicamente aquellas ideas o hechos que esa ideología considera positivos, aunque luego sus partidarios se muestren intolerantes hacia quienes discrepan de ellos. Un ejemplo de estas manipulaciones lo tenemos en España en los sondeos de opinión del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS). Bajo diversos gobiernos (se hizo, por ejemplo, en diciembre de 2000, con el PP en el poder, y en junio de 2004, ya gobernando el PSOE), el CIS ha planteado a sus encuestados preguntas en las que se les animaba a pronunciarse cómo eran de “tolerantes” ante diversas cuestiones, metiendo en el mismo saco a otras ideologías y religiones, por un lado, y a atrocidades como el aborto. Era una forma de condicionar al encuestado, haciéndole sentirse intolerante si no daba una respuesta satisfactoria desde un punto de vista progresista. A pesar de ello, la mayoría de los encuestados se mostraron poco o nada tolerantes con el aborto (un 49,3% en 2000 y un 48,6% en 2004). Cabe preguntarse si el porcentaje habría sido mayor de haber preguntado a los encuestados -sin eufemismos- si están de acuerdo con que se mate a hijos por nacer.
5. Sólo eres extremista si discrepas del progresismo
Un método de manipulación del que ya he hablado en este blog y que ha sido muy eficaz, pero que cada vez lo es menos, consiste en presentar como radicales a los que discrepan, pero negando todo extremismo en las filas afines al progresismo, incluso cuando hablamos de elementos totalitarios como los comunistas. Los medios de distintas tendencias hablan a menudo de “ultraderecha”, pero no de “ultraizquierda”. De igual forma, ciertos medios hablan de “ultracatólicos” pero nunca de “ultraateos” o “ultramusulmanes”, o afirman que hay “ultraconservadores”, pero nunca se les ha visto hablando de “ultraprogresistas”. Es como si el hecho de ser de izquierdas te hiciese inmune a ese prefijo tan poco favorecedor. Curiosamente, este método de manipulación ha funcionado durante décadas, mientras sembraban el terror bandas terroristas de ultraizquierda como ETA, los GRAPO y otras. ¿Cómo es posible? La propia izquierda moderada se encargaba de borrar el carácter de ultraizquierdista de esos criminales tachándoles de “fascistas”, aunque en realidad fuesen partidarios del marxismo-leninismo. Estos últimos años, el auge de los populismos de extrema izquierda ha empezado a cambiar las tornas. Paradójicamente, ahora más gente reconoce la existencia de esa ultraizquierda, pero al mismo tiempo planteamientos surgidos de ese sector, concretamente del marxismo cultural, están más extendidos que nunca: ideología de género, corrección política, ecologismo radical, etc.
ELENTIR