Podríamos decir que durante estos últimos años se nos ha intentado transmitir que la disciplina no sirve para nada, la disciplina ha sido totalmente desbancada de la mentalidad católica, como algo rígido y contraproducente .
Así en las familias, los padres se hacen amigos de los hijos, los profesores también quieren ser amigos de sus alumnos y por supuesto los obispos quieren ser amigos de sus feligreses. Pero no en el sentido cristiano del aspecto de la amistad, sino en el sentido de igualitarismo, en el que parece que todos debemos ser iguales, y desde nuestra igualdad, ya nadie tiene autoridad para marcar unas reglas, ni un orden y ni por supuesto una disciplina.
Se nos ha querido demostrar que la disciplina estaba reñida con la amabilidad y con la misericordia y así después del Concilio la disciplina casi desapareció, al menos en lo que concernía a salvaguardar la fe.
Podríamos poner cientos de ejemplos en los que quiso imponerse una cara amable de la Iglesia, una medicina de la misericordia, como dijo Juan XXIII en su discurso inaugural del CVII .
Así un ejemplo muy gráfico de esta falta de disciplina fue el caso de la Humane Vitae y como se llevó el caso por el arzobispo de Washington.
«Tras varios avisos, el arzobispo local, el cardenal Patrick O´Boyle, sancionó a diecinueve sacerdotes. Las penas impuestas por el cardenal O´Boyle variaron de sacerdote a sacerdote, pero incluían la suspensión del ministerio en varios casos».Los sacerdotes apelan a Roma, y la Congregación del Clero, en abril de 1971, recomienda «urgentemente» al arzobispo de Washington que levante las aludidas sanciones, sin exigir de los sancionados una previa retractación o adhesión pública a la doctrina católica enseñada por la encíclica. Esta decisión, inmediatamente aplicada, fue precedida de largas negociaciones entre el Cardenal O´Boyle y la Congregación romana.
«Según los recuerdos de algunos testigos presenciales, todos los implicados [en la negociación] entendían que Pablo VI quería que el “caso Washington” se zanjase sin retractación pública de los disidentes, pues el papa temía que insistir en ese punto llevara al cisma, a una fractura formal en la Iglesia de Washington, y quizá en todo Estados Unidos. El papa, evidentemente, estaba dispuesto a tolerar la disidencia sobre un tema respecto al que había hecho unas declaraciones solemnes y autorizadas, con la esperanza de que llegase el día en que, en una atmósfera cultural y eclesiástica más calmada, la verdadera enseñanza pudiera ser apreciada».De esta manera tenemos un cardenal valiente que, haciendo uso de su autoridad y disciplina, pone en marcha la defensa de la fe, pero que sin embargo es totalmente desautorizado desde Roma.
Podríamos poner cientos de ejemplos de sacerdotes disidentes enseñando en universidades católicas, laicos católicos que formando parte de partidos políticos defienden en su ideario el aborto y la ideología de género, pero que nadie se atreve a disciplinar .Esta falta de disciplina se refleja en un da lo mismo. Si desde la misma Iglesia nadie se atreve a reafirmar las verdades de fe, ni a corregir , a todo aquel que disienta ¿ dónde está la coherencia?
Al final la fe desaparece.
Ahora mismo tenemos una confusa exhortación apostólica, la AL, que ha dado lugar a interpretaciones contradictorias en materias esenciales de fe y de moral. Pero la Iglesia, en su línea de huir de la disciplina, por ahora es incapaz de acallar con la Autoridad que le ha sido otorgada todas esas voces disidentes que hacen tanto daño a la Iglesia de Cristo.
Desde luego la mayor víctima de esta falta de disciplina es la VERDAD DE CRISTO. Pidamos a la Virgen de Fátima vencedora de todas las herejías que asista a su Iglesia. ¡ Que arda tu corazón!
Un católico