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domingo, 11 de febrero de 2018

LOURDES, CRONICA DE UN MISTERIO (Capitán Ryder)




Extraído del libro de René Laurentín, “Lourdes, crónica de un misterio”.

Este sería, según este estudioso, el significado de las apariciones.

El mensaje de Lourdes se puede resumir en cuatro puntos que se apoyan en cuatro palabras muy sencillas, y que ordenan la vida de peregrinación.

1– Pobreza

Principalmente reside en la elección de la mensajera, una elección a contracorriente de las consideraciones humanas, que extrañó y, hay que resaltarlo, chocó a la opinión general.

Bernardette Soubirous era sin duda una de las últimas personas a las que la razón humana habría acudido para que transmitiese un mensaje celestial. Todo aquello que se valora en el mundo estaba ausente en su persona. Era pobre en todo: dinero, salud, instrucción. Incluso su formación religiosa dejaba que desear: a los catorce años, “lo ignora todo sobre el misterio de la Trinidad”, y no había recibido su primera comunión.

Uno de los principales ejes del fenómeno de Lourdes se basa en esta frase del Evangelio: “Bienaventurados los pobres” (Mt. 5,3).

La multitud acude a reverenciar a esa chiquilla rechazada. Luego se extrañará del estado de indigencia en el que la sociedad terrenal ha dejado sumida a la elegida del cielo. Bernadette no les permitirá que reparen por la vía fácil ese escándalo que ni siquiera cabía en sus mentes, porque sólo habría solucionado un caso individual, el suyo, dejando los demás en la misma situación, y sólo para satisfacer la buena conciencia general.

Quienes volvían a sus hogares con el dinero que Bernadette había rechazado experimentaban en el acto el choque del mensaje evangélico acerca de la riqueza y la pobreza. El significado general se percibió y formuló de inmediato. Antoinette Tardhivail escribió el 29 de marzo de 1858:

“Sus padres son muy pobres y sin embargo, no aceptan nada…Son pobres, tan pobres como lo era Nuestro Señor en la tierra, y es en esta criatura en quien María ha puesto los ojos con preferencia sobre tantas jóvenes ricas que, en este momento, envidian la suerte de ésa a la que habrían mirado con desprecio, y ahora se consideran afortunadas por poder abrazarla o tocarle la mano”.

La Virgen fue comprendida de inmediato y sin equívocos.

2– Oración

Entre la pequeña Bernadette y la Virgen se establece al principio un contacto silencioso, un contacto por la oración.

Desde el inicio de la primera aparición, Bernadette extrajo un rosario instintivamente e intentó persignarse. Ese gesto ya tenía sentido para ella. Y nos hace comprender mejor por qué fue ella, la pastora insignificante, la escogida. No fue solamente por no ser nada a los ojos del mundo. Fue también por la riqueza de la que estaba dotada a los ojos de Dios, basada en el espíritu. Su oración, de pocas palabras sin duda, pero sentida, le habría permitido asumir, con Dios, la miseria y el sufrimiento, la soledad y las vejaciones.

“Yo pensaba que Dios lo quería. Cuando se piensa que Dios lo permite, uno no se lamenta”.

Esta única confidencia llegada hasta nosotros acerca de la profundidad de las raíces espirituales más profundas de Bernadette dice mucho al respecto.

Sí, si el cielo escoge lo que no tiene valor en este mundo, no es por el gusto gratuito de burlarse del mundo; y no es la nada lo que Él escoge, sino lo que existe de verdad. Los Soubirous, con su infortunio material, su generosidad sin segundas, la autenticidad de su trabajo manual y la sencillez de su corazón, ya existían para Dios antes del 11 de febrero de 1858, más que las familias importantes de Lourdes.

3– Penitencia

El tercer punto está relacionado con el segundo. También posee raíces profundas en la infancia dolorosa y generosa de Bernadette y se inscribe en un marco litúrgico. La quincena de las apariciones coincide con el inicio de la cuaresma. La mañana siguiente al miércoles de ceniza (18 de febrero de 1858) la Virgen declaró: “No le prometo hacerla feliz en este mundo, pero sí en el otro”.

Falta por entender el significado de unas palabras, de unos gestos austeros, que todavía hoy día nos desconciertan.

“Besad el suelo como penitencia por los pecadores…por la conversión de los pecadores…”, dijo la Virgen el 24 de febrero. Y esta frase se repitió los días siguientes.

Aparecen dos términos en esta sentencia: conversión y penitencia, dos palabras rigurosamente idénticas en el vocabulario bíblico.

El hecho de que la Virgen haya revalorizado la palabra penitencia asociándola a su sinónimo bíblico más importante, el de la conversión, no carece de trascendencia.

Conversión es el término que expresa de forma más específica el significado de la peregrinación. Más que una tierra de milagros, Lourdes es una tierra de conversiones. Si las sanaciones corporales son la excepción, la sanación del alama está abierta a todos.

4– “Yo soy la Inmaculada Concepción”

¿Por qué Aquélla que llegó de esta manera para auxilio de los pecadores se presentó concretamente como la Inmaculada Concepción? ¿No es una especie de contradicción? Presentarse a los pecadores como la Virgen sin pecado, ¿no es marcar distancias respecto a aquéllos?

Esta paradoja nos lleva al fondo del mensaje de Lourdes: el significado del pecado y la conversión. Es preciso disipar un error que nos lo oculta. Nosotros pecadores, tenemos tendencia a creer que hay que ser un pecador para “comprender” a los pecadores.

Pues no, no se comprende al pecador mediante el pecado, ya que el pecado no es una técnica positiva, sino que esencialmente es privación, ausencia, vacío; es pecado en la medida exacta en que trunca la bondad del acto realizado. No es por tanto un elemento de comprensión, sino un factor de oscurecimiento.

Más grave todavía, es un factor de oposición, ya que crea división y conflicto en el interior del alama, tanto como en la sociedad. Un pecador no es un amigo para otro pecador. Así podemos entender mejor por qué el Verbo encarnado, aunque lo tomó todo del hombre, incluso la muerte, mantuvo la excepción del pecado.

Por la misma razón, no existe verdadero amor al pecador sin odiar al mismo tiempo su pecado. Nosotros pecadores oscilamos peligrosamente entre la dureza y la complicidad respecto a los demás. O bien condenamos a los que hacen el mal con un desprecio farisaico, o bien, si nos inclinamos a comprenderles, perdemos el sentido del mal: no sólo disculpamos al pecador sino también a su pecado. Lo toleramos, lo aprobamos y, por poco, estamos dispuestos a considerar que era “el pecado más bonito del mundo”.

No, no se comprende al pecador con el pecado, sino con el amor y la misericordia. Aquí estalla la dimensión positiva de la Inmaculada Concepción. La Virgen es Aquélla a la que ningún pecado ha recortado la capacidad de amar.

También es la más dotada de misericordia, ya que se puede ser misericordioso en la media en la que uno se sabe objeto de misericordia. Por eso, en Ella se encuentra la más elevada conciencia de la más elevada misericordia de Dios: la más elevada misericordia porque Dios la ha purificado preservándola del pecado, colmándola desde el principio con una cantidad de gracias; la más elevada conciencia de esta misericordia, ya que su pureza la capacitaba más que a ningún otro ser para expresar ese raro y difícil sentimiento de entre todos: la gratitud.

 Son 4 puntos para meditar hondamente, no escamotear ni rebajar nada del verdadero mensaje evangélico: pobreza, oración, conversión, penitencia. Un escándalo para el mundo actual, en el que cualquier comportamiento tiene que ser aprobado, bendecido y elevado a la categoría de derecho legal.

Capitán Ryder