“No sé qué hacer, siento como si hubieran puesto palabras en mi boca” …
“No puedo evitar sospechar que el documento se escribió hasta el final sin leer siquiera los comentarios online”.
“Ni una sola contribución hacía la menor referencia al papel de las mujeres en la Iglesia que, sin embargo, aparece en el documento; en cambio, la mayoría de las intervenciones se pronunciaban en apoyo de la ética sexual y la moral de la Iglesia, pero el documento parece sugerir lo contrario”
“Lo más horrendo es que la mayoría de los comentarios solicitaban una vuelta a la liturgia tradicional”.
“Me siento como si nos hubieran engañado”.Cuando el Vaticano fichó a Monseñor Viganò para que llevara su comunicación al Siglo XXI y situarla en vanguardia en la era de Internet, pasó aparentemente por alto que una consecuencia de la existencia de las redes es el cumplimiento de esa cita evangélica según la cual “nada hay tan oculto que no haya de ser descubierto o tan escondido que no haya de ser conocido”.
En pocos días la red desmontó el intento de manipulación de una carta de Benedicto XVI a la que Viganò trató de darle el sentido contrario al que tenía, lo que llevó a un ridículo universal y a la dimisión de mentirijillas, parcial, del propio prefecto.
Y ahora nos desayunamos con los primeros indicios y testimonios de que el texto final del pre-sínodo de la juventud, lo que ‘los jóvenes católicos piden al Papa’, estaba parcial o totalmente amañado.
Steve Skojec, en la publicación católica online OnePeterFive, se ha tomado la molestia de investigar e interrogar a algunos de los participantes, tanto del pre-sínodo presencial en Roma, como de los aproximadamente dos mil jóvenes que participaron en discusiones preparatorias online.
El resultado es bastante triste, pero no podemos decir que totalmente inesperado: muchos de los participantes en las apasionadas discusiones no reconocen en absoluto en la redacción del texto final los temas que más se barajaron en las discusiones.
Decimos que no es inesperado porque el texto definitivo refleja ideas repetidas por Francisco y su entorno con una fidelidad cuasi soviética, hasta repetir literalmente frases y coletillas muy del gusto del Pontífice, como la de “la lógica de “esto se ha hecho siempre así”. Uno admite las casualidades, pero cuando se repiten demasiado busca también explicaciones alternativas.
Sobre todo, teniendo presentes los dos sínodos de la familia y la abundancia de indicios y testimonios que apuntan a lo mismo: a dar la apariencia de consenso y colegialidad pero teniendo ya preparadas de antemano las conclusiones a las que se quiere llegar.
Pero, en este caso, creo que se les ha ido la mano y han creado un texto bastante poco verosímil como reflejo de lo que quiere de la Iglesia la juventud católica comprometida.Recogía recientemente Matthew Schmitz en First Things (‘What young Catholics want’) la significativa anécdota de una foto usada por varias diócesis francesas como material promocional. En la imagen, un grupo suficientemente ‘diverso’ de jóvenes -tanto en sexos como en razas- aparecía sonriente rodeando a un sacerdote no mucho mayor. Problema: en la imagen original, el sacerdote en cuestión lleva sotana, una prenda tradicional que muchos jóvenes curas están recuperando, con sus 33 botones que recuerdan los años que pasó Cristo en la Tierra.
Así que, ni cortos ni perezosos, los responsables del folleto en cuestión ‘aggiornaron’ la imagen ‘à la Viganò’, tirando de Photoshop y convirtiendo la parte de abajo de la sotana en unos vaqueros. Bien por Schmitz, porque no se me ocurre mejor anécdota de la confusión que asiste a nuestros provectos prelados sobre lo que es o no ‘moderno’.
Lo que parecen no entender la ‘clique’ de septuagenarios y octogenarios que abandera la ‘renovación’ es que lo que para ellos, por edad, les debe parecer aún una excitante novedad eclesial es, para los menores de 30, la ÚNICA Iglesia que han conocido.De ahí que el documento final del presínodo suene tan grimosamente falso: describe, por contraposición a lo que supuestamente quieren, una Iglesia que, sencillamente, no existe desde hace décadas. Yo, que con 55 años no soy precisamente un joven, no la he conocido, no he conocido esa “Iglesia severa” de la que hablan.
No he oído una sola vez en todas las misas diocesanas a las que he ido en todos esos años una homilía en la que se hable, por poner un ejemplo obvio, del Infierno, una realidad teológica que Cristo menciona casi obsesivamente en el Evangelio. De hecho, la vida más allá de la muerte es prácticamente tabú en los sermones.
De los pecados de la carne, ni hablamos. Tiene que ser una broma pretender que a la Iglesia “le obsesionan”. Nunca, jamás una palabra en ninguna de las misas a las que he ido. Ni mención.
Tanto la Iglesia que describen esos ‘jóvenes’ como la que dicen esperar son, la una, recuerdos deformados de quienes en los años sesenta ‘abrieron las puertas de la Iglesia’ (por la que salió pitando la mayoría en Occidente), y la otra, su fantasía favorita.
No, no me creo que jóvenes católicos comprometidos, con alguna vida interior, puedan desear más de eso; no es verosímil que quieran “eliminar los tabúes que rodean la homosexualidad” cuando nunca se la ha rodeado de más tabúes que ahora, cuando es imposible llamar al pecado en cuestión por su nombre tradicional -sodomía- sin provocar censura y escándalo.
No me creo que, a estas alturas, deseen que la Iglesia imite aún más al Mundo, dándole la razón y confesándose equivocada hasta ahora, porque de esa absurda humillación solo se puede deducir que la Iglesia no es fuente de verdad.
Si la Iglesia se va a limitar a repetir lo que el Mundo ha concluido con décadas de retraso, mejor olvidarse de ella e ir al original, el Mundo. ¿Quién no prefiere el original a la copia?
Carlos Esteban