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No es uno de los cuatro cardenales que en 2016 presentaron al Papa Francisco sus "dubia".
Pero los apoya plenamente cuando dice que "el origen de la confusión es la exhortación postsinodal 'Amoris Laetitia", y añade: "Me gustaría que el Papa hiciera alguna aclaración en mérito, preferiblemente en forma de documento magisterial".
Holandés, 65 años, médico y teólogo experto en bioética, desde 2007 arzobispo de Utrecht y hasta el 2016 presidente de la conferencia episcopal de los Países Bajos, el cardenal Willem Jacobus Eijk no es un hombre al que le guste esconderse.
Siempre ha discutido claramente las tesis favorables a la comunión a los divorciados que se han vuelto a casar: antes, durante y después de los dos sínodos sobre la familia.
Ha sido uno de los once cardenales que, en verano de 2015, se alinearon públicamente en un libro en defensa de la doctrina de siempre.
Ha sido uno de los trece cardenales que, al principio de la segunda sesión del sínodo, escribieron al Papa Francisco la carta que hizo que éste se enfureciera, en defensa de la libertad y corrección de la discusión sinodal.
Y ahora es uno de los críticos más claros de la confusión causada por "Amoris Laetitia", como se puede observar en la entrevista reproducida más abajo, parte final de un coloquio más amplio con Lorenzo Bertocchi, que sale publicado en el número de marzo del mensual "Il Timone".
En otras partes de la larga entrevista el cardenal Eijk describe y denuncia el plano inclinado, "the slippery slope", que en numerosos países, empezando por el suyo, Holanda, lleva a una legalización y aceptación, cada vez mayor, hasta grados extremos, de la eutanasia, los matrimonios homosexuales, la ideología de género, con la Iglesia católica, a su vez, cada vez más invadida por una crisis de fe que la ciega ante el peligro.
Leamos qué opina sobre la crisis originada por "Amoris laetitia", una crisis que "está dividiendo a la Iglesia" sin que llegue, desde la cátedra de Pedro, una palabra aclaratoria.
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P. – Eminencia, ¿qué piensa usted sobre la controvertida cuestión del acceso a los sacramentos para los divorciados que se han vuelto a casar?
R. – La cuestión de si se puede permitir a los llamados divorciados que se han vuelto a casar por lo civil recibir la absolución sacramental y, por lo tanto, la Eucaristía, está dividiendo a la Iglesia. Hay en marcha un debate, a veces bastante vehemente, a todos los niveles, entre cardenales, obispos, sacerdotes y laicos. La fuente de la confusión es la Exhortación postsinodal Amoris Laetitia, escrita por el Papa Francisco como conclusión de los Sínodos sobre la familia de 2014 y 2015.
Esta confusión concierne sobre todo al número 305 de la exhortación. Se observa que algunas conferencias episcopales han introducido directrices pastorales que implican que los divorciados que se han vuelto a casar puedan ser admitidos a la comunión con una serie de condiciones y después de un periodo de discernimiento pastoral por parte del sacerdote que los acompaña. Otras conferencias episcopales, en cambio, lo excluyen. Lo que es verdad en un sitio A no puede ser falso en un sitio B. Estas diferentes interpretaciones de la exhortación, que conciernen a cuestiones doctrinales, causan confusión entre los fieles. Me gustaría mucho que el Papa hiciera algunas aclaraciones en mérito, preferiblemente en forma de documento magisterial.
Yo mismo, al haber participado en ambos Sínodos sobre la familia, he argumentado que no se puede permitir a los divorciados casados de nuevo civilmente recibir la comunión; lo hice en un artículo publicado en un libro que contenía la intervención de once cardenales.
P. – ¿Puede explicar brevemente cuál es su posición?
R. – Jesús mismo dice que el matrimonio es indisoluble (Mateo 5,32; 19,9; Marcos 10,11-12; Lucas 16,18). Jesús, en el Evangelio según Mateo, (19,9; cfr. 5,32), parece admitir una excepción, es decir, que se pueda repudiar a la propia esposa "en caso de unión ilegítima". Sin embargo, el significado de la palabra griega, porneia, traducida aquí con "unión ilegítima" es incierto: significa muy probablemente unión incestuosa a causa de un matrimonio entre grados de parentela prohibidos (cfr. Levítico 18,6-18; cfr. Hechos de los Apóstoles 15,18-28).
El argumento más profundo es que no se puede permitir a los divorciados que se han vuelto a casar recibir la comunión en base a la analogía entre la relación entre marido y mujer y la relación entre Cristo y la Iglesia (Efesios 5,23-32). La relación entre Cristo y la Iglesia es un don mutuo total. La donación total de Cristo a la Iglesia se realiza en la donación de su vida en la cruz. Esta donación total está presente en el sacramento de la Eucaristía.
Quien participa en la Eucaristía debe estar dispuesto a un don total de sí mismo, que forma parte de la donación total de la Iglesia a Cristo. Quien se divorcia y se vuelve a casar por lo civil, mientras el primer matrimonio no ha sido declarado nulo, viola el don mutuo total que este primer matrimonio implica. El segundo matrimonio de rito civil no es un matrimonio propio y verdadero. Violar el don total del primer matrimonio, que aún se considera válido, y la ausencia de la voluntad de abstenerse de este don total, hace que la persona implicada sea indigna de participar en la Eucaristía, que hace presente la entrega total de Cristo a la Iglesia. Esto no es óbice, sin embargo, para que los divorciados que se han vuelto a casar puedan participar en las celebraciones litúrgicas, también en la Eucarística, sin recibir la comunión, y que los sacerdotes les acompañen pastoralmente.
En el caso en que los divorciados vueltos a casar por lo civil no puedan separarse, por ejemplo, cuando tienen obligaciones hacia los hijos de ambos, pueden ser admitidos a la comunión o al sacramento de la penitencia, sólo respondiendo a las condiciones mencionadas en el número 84 de la "Familiaris Consortio" y en el número 29 de la "Sacramentum Caritatis". Una de estas condiciones es que deben comprometerse a vivir como hermano y hermana, es decir, sin tener relaciones sexuales.
Sandro Magister