Tal como puede apreciarse por la detallada noticia que se da del acto y del escrito, nos encontramos frente a un nuevo y preocupante panaché de impiedades que podrán degustar leyendo la noticia periodística.
Por mi parte, comentaré aquello más ha llamado comprensiblemente la atención de la prensa, y es lo que el Santo Padre afirma en la página 232 del libro: la 'unión civil' de los homosexuales es posible, y lo explica con estas palabras “El matrimonio es la unión de un hombre con una mujer. Ése es el término preciso. Llamemos a las uniones del mismo sexo 'unión civil’”. Y varios datos hacen sospechar que este tema se encuentra en la agenda del pontífice, pues le habrían dedicado bastante tiempo de la conversación. Afirma Wolton que “"Francisco no ha puesto ninguna condición, no me hizo ninguna censura. Sólo me pidió omitir el nombre de una pareja de homosexuales argentinos para que no se les conociera”.
Lo que a mi entender es más preocupante es esta afirmación que trae el libro:
“¿Cuál es el principal pecado?, le pregunté -escribe Wolton-. Y su respuesta fue 'Todo lo que está debajo de la cintura es lo de menos, y si un sacerdote os pregunta ¿por qué?, ¿con quién?, o ¿cómo? ... que se lleven a ese sacerdote a un psicólogo’”.
Claro que concedemos que los pecados que provienen de lo que está “debajo de la cintura” son menos graves que muchos otros, tales como la soberbia, la herejía o la injusticia, pero eso no significa que no sean graves y merecedores de las penas del infierno, como nos enseña el catecismo.
Pero es inconcebible que el Santo Padre mande al psicólogo al sacerdote que, en confesión, pregunta ¿por qué?, ¿con quién?, o ¿cómo? Cualquier cristiano que conozca los rudimentos de la teología moral sabe que las modalidades de los actos cometidos contra el sexto mandamiento, aumentan o disminuyen su gravedad.
No es lo mismo fornicar con una mujer soltera que con una casada, tampoco es lo mismo hacerlo con una persona del otro sexo que del mismo, y tampoco son lo mismo muchos otros detalles que por modestia mejor nos ahorramos de detallar.
Y esto no es ocurrencia de un curita obsesionado con el sexo; esto es teología católica elemental, porque
si ese curita, al que el papa Francisco presenta como perturbado mental, tiene que ir a hacer terapia al psicólogo, deberán entonces acompañarlo, entre muchísimos otros, Santo Tomás de Aquino y San Alfonso María de Ligorio que son muy claros y precisos sobre estos temas en sus obras.
En síntesis, el papa Francisco está mandando al psicólogo a una buena cantidad de doctores de la Iglesia y maestros de nuestra fe.
La verdad es que da para sospechar acerca de quién es el que efectivamente precisa un psicólogo. O le podríamos pedir al finado Dr. Alfonsín que, como en su campaña electoral de 1983, mandé un psicólogo a su derecha, o a su izquierda.
The Wanderer