El Papa no le ha dicho en vísperas del Jueves Santo a Eugenio Scalfari, el ateo fundador de La Repubblica, que el infierno no exista o que las almas sean mortales, en una entrevista que nunca existió.
El Papa no ha dicho eso, ni cree eso. Y no por el elusivo desmentido de la Oficina de Prensa vaticana que, después de todo, no dice que no lo haya dicho, sino que no lo ha dicho con las palabras que recoge el nonagenario Scalfari.
No, el Papa no ha dicho eso, ni cree eso, porque es el Papa, y un Papa no puede contradecir, casi de pasada y ante auditorio tan inapropiado, dos mil años de sólida doctrina católica.
Aunque calle, como calla la tumba de Cristo en Sábado Santo, y nos deje así solo con la versión del otro, del único otro de esa conversación informal. Todos los católicos esperamos como agua de mayo conocer su versión o, por mejor decir, oírle confirmándonos en la fe, en este artículo de fe que su amigo Scalfari asegura que contradijo.
Ayer tuvo, al final del Via Crucis en el Coliseo, la ocasión que cualquier pensaría perfecta de sacarnos de este remedo de purgatorio en el que nos ha dejado el malentendido a tantos creyentes. Y habló, pidió perdón a Dios “invadido de vergüenza”.
Pero no. Esa vergüenza la sentía por lo que habían hecho otros; pedía perdón por pecados ajenos, algo que se ha convertido en una insidiosa costumbre en la vida pública estas últimas décadas. Culpas colectivas, sociales, históricas, que se reparten tanto y tanto se extienden que tocamos a muy poco y que es fácil ver en otros, sin nombre ni rostros. Las estructuras…
Al Papa le invadió la vergüenza, puestos a concretar un poco, por mis pecados. Se lo agradezco de todo corazón.
Supongo que la homilía estaba escrita, llevaba tiempo escrita, y no vio conveniente cambiarla para añadir cuatro o cinco palabras que nos quitasen del corazón esta losa, pesada como la del sepulcro de Cristo. Calló, como parece callar hoy todo en este día de silencio y espera.
Y seguimos esperando. No porque pensemos que el Papa dijo lo que dice Scalfari. No pudo decir eso porque es el Papa y porque significaría que la Iglesia ha estado dos mil años engañándonos en algo no menor, y por tanto no es fuente de verdad, y por tanto no es la Iglesia de Cristo, porque significaría que mañana puede decir lo contrario de lo que diga hoy.
No, ya sé que no lo dijo; ya sé que el Santo Padre cree en el infierno y en la inmortalidad del alma. Y no ansío que lo recuerde al mundo, que lo confiese públicamente, porque yo dude de que lo cree, porque piense que dijo a Scalfari que el infierno no existe y las almas que no se arrepienten ‘desaparecen’.
Lo espero porque esa infamia ha salido publicada en todas partes, en todos los periódicos, y el mundo no tiene ninguna razón de peso para no creer al prestigioso periodista.
Lo espero, Su Santidad tiene que entenderlo, porque nos hace aún más difícil que de costumbre a los católicos dar razón de nuestra fe cuando tantos creen que nuestro Santo Padre contradice lo que creemos, que lo que creemos es ‘líquido’, relativo, cambiante. Que basta sentarse a esperar para que lo que hoy es verdad mañana no lo sea.
Espero, en fin, que el Papa hable y que el Papa confiese lo que la Iglesia ha creído siempre -en comunión, en esto, con la mayoría de nuestros hermanos separados- en razón de lo que ha convertido él mismo en eje y pilar de su pontificado. Espero, pues, que tenga misericordia con nosotros.
Carlos Esteban