CARDENAL BRANDMÜLLER |
Todo aquel que insista en promover el sacerdocio femenino -incluyendo la ordenación de diaconisas- “ha abandonado las bases de la fe católica” y “cumple los requisitos de la herejía que tiene, como consecuencia, la exclusión de la Iglesia, es decir, la excomunión”. Así de tajante se ha expresado el cardenal alemán Walter Brandmüller en una entrevista concedida al diario alemán Die Tagespost.
Brandmüller, uno de los dos supervivientes de los cuatro firmantes de los Dubia enviados al Papa sobre aspectos ambiguos de la exhortación Amoris Laetitia (el otro es el Cardenal Raymond Leo Burke), respondía a recientes declaraciones de una política alemana católica favorables a la ordenación femenina. Se trata de Annegret Kramp-Karrenbauer, que el pasado febrero fue nombrada secretaria general de la Unión Demócrata Cristiana (CDU), el partido que gobierna en coalición en Alemania y que está considerada como la ‘heredera natural’ de la canciller Angela Merkel.
Kramp-Karrenbauer señaló en una entrevista concedida al suplemento religioso del diario alemán Die Zeit, que “ojalá llegue la ordenación de las mujeres”. La declaración ha indignado al cardenal, que se asombra “de la obstinación con la que se mantienen deliberadamente vivos determinados temas en el catolicismo alemán”. Son siempre los mismos: el sacerdocio femenino, el celibato sacerdotal, la intercomunión, la situación de los divorciados vueltos a casar…
A estos temas recurrentes se suma ahora la homosexualidad, cuya concepción doctrinal debería cambiar radicalmente para adaptarse al espíritu de los tiempos. El “objetivamente desordenado” con que el Catecismo de la Iglesia Católica define la condición del homosexual es una espinita intolerable, aunque su alteración sería apenas una primera fase antes de pasar a la siguiente: la ‘bendición’ de las actividades homosexuales. Que el propio Papa aparezca en los medios diciéndole a una de las víctimas de abusos en Chile que “Dios le ha hecho homosexual” no ayuda, exactamente, a mantener la postura ortodoxa.
Brandmüller es consciente que estas demandas de cambio se presentan como una “primavera para la Iglesia”, pero recuerda que cada vez que se han aplicado reformas en el sentido de los tiempos para promover una renovación, “el efecto ha sido vaciar las iglesias”.
La Iglesia, apunta Brandmüller, no es una institución humana: está “fundada a través de los sacramentos” y vive según “formas, estructuras y leyes recibidas de su Divino Fundador, que ningún hombre tiene el poder de cambiar, ni siquiera el Papa o un concilio”.
Por lo demás, Juan Pablo II definió el 22 de abril de 1994 en su exhortación apostólica Ordinatio sacerdotalis, añade Su Eminencia, “un dogma que ha sido evidente durante 2.000 años, pero que ahora en los últimos tiempos han disputado las activistas del feminismo”. Y cita las palabras del difunto pontífice:
Brandmüller, uno de los dos supervivientes de los cuatro firmantes de los Dubia enviados al Papa sobre aspectos ambiguos de la exhortación Amoris Laetitia (el otro es el Cardenal Raymond Leo Burke), respondía a recientes declaraciones de una política alemana católica favorables a la ordenación femenina. Se trata de Annegret Kramp-Karrenbauer, que el pasado febrero fue nombrada secretaria general de la Unión Demócrata Cristiana (CDU), el partido que gobierna en coalición en Alemania y que está considerada como la ‘heredera natural’ de la canciller Angela Merkel.
Kramp-Karrenbauer señaló en una entrevista concedida al suplemento religioso del diario alemán Die Zeit, que “ojalá llegue la ordenación de las mujeres”. La declaración ha indignado al cardenal, que se asombra “de la obstinación con la que se mantienen deliberadamente vivos determinados temas en el catolicismo alemán”. Son siempre los mismos: el sacerdocio femenino, el celibato sacerdotal, la intercomunión, la situación de los divorciados vueltos a casar…
A estos temas recurrentes se suma ahora la homosexualidad, cuya concepción doctrinal debería cambiar radicalmente para adaptarse al espíritu de los tiempos. El “objetivamente desordenado” con que el Catecismo de la Iglesia Católica define la condición del homosexual es una espinita intolerable, aunque su alteración sería apenas una primera fase antes de pasar a la siguiente: la ‘bendición’ de las actividades homosexuales. Que el propio Papa aparezca en los medios diciéndole a una de las víctimas de abusos en Chile que “Dios le ha hecho homosexual” no ayuda, exactamente, a mantener la postura ortodoxa.
Brandmüller es consciente que estas demandas de cambio se presentan como una “primavera para la Iglesia”, pero recuerda que cada vez que se han aplicado reformas en el sentido de los tiempos para promover una renovación, “el efecto ha sido vaciar las iglesias”.
La Iglesia, apunta Brandmüller, no es una institución humana: está “fundada a través de los sacramentos” y vive según “formas, estructuras y leyes recibidas de su Divino Fundador, que ningún hombre tiene el poder de cambiar, ni siquiera el Papa o un concilio”.
Por lo demás, Juan Pablo II definió el 22 de abril de 1994 en su exhortación apostólica Ordinatio sacerdotalis, añade Su Eminencia, “un dogma que ha sido evidente durante 2.000 años, pero que ahora en los últimos tiempos han disputado las activistas del feminismo”. Y cita las palabras del difunto pontífice:
“En virtud de mi ministerio de fortalecer en la fe a mis hermanos […] declaro que la Iglesia no tiene autoridad alguna para conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres, y que este juicio debe considerarse definitivo por todos los fieles de la Iglesia”.
Es un pronunciamiento tan tajante y diáfano que lleva al cardenal a decir que quien vuelve a plantear esta cuestión “ha abandonado las bases de la fe católica” y “cumple los requisitos de la herejía que tiene, como consecuencia, la exclusión de la Iglesia, es decir, la excomunión”.
Carlos Esteban