Tuvimos una de cal con la entrevista de El País, en la que una de las víctimas del sacerdote pedófilo chileno Karadima asegura que el Papa le dijo que “Dios le había hecho gay”, lo que parece chocar con lo que afirma la Iglesia sobre esta condición. Y ahora llega la de arena, como es común en el actual Pontífice.
Porque ha hablado de la condición homosexual en el coloquio que mantuvo con los miembros de la Conferencia Episcopal Italiana, de cuyo discurso inaugural ya informamos ayer.
“En la duda, mejor que no entren”, informa Vatican Insider que ha comentado el Papa, en referencia a los jóvenes que se plantean la vocación sacerdotal y, al mismo tiempo, luchan con la atracción hacia personas del mismo sexo.
Con esto, el Papa no hace sino confirmar las instrucciones que dio en su día su predecesor, quien conminó a los responsables de los seminarios que no admitieran a aspirantes con tendencias homosexuales. Benedicto XVI reafirmaba así un criterio ya asentado, a raíz de la ola de escándalos de pederastia y de encubrimiento de esta por parte de varios obispos, especialmente americanos, que ensombreció los últimos años del pontificado de San Juan Pablo II.
Aunque la prensa hizo, comprensiblemente, hincapié en el hecho del encubrimiento y en la juventud de las víctimas, se pasó por alto que en la abrumadora mayoría de los casos se trataba de varones y no de mujeres, con lo que el uso del escándalo para promover la abolición del celibato sacerdotal -alegando que los abusos eran algo así como una ‘salida’ a impulsos naturales reprimidos- sonaba ciertamente fraudulento.
El reciente comentario de Francisco se produce justo después de la dimisión unánime de los obispos chilenos, convocados a Roma para responder de escándalos similares en su país, escándalos que, una vez más, se refieren a contactos de tipo homosexuales. Y por investigar, en un extraño limbo que nadie se explica demasiado bien, están las acusaciones de abusos contra el obispo auxiliar Pineda, la mano derecha del Cardenal Arzobispo de Tegucigalpa, Óscar Rodríguez Maradiaga, por parte de varios seminaristas.
El Papa, pues, se ha limitado a recordar instrucciones ya vigentes, aunque ha mantenido la ambigüedad de ese “en la duda”, que no se sabe bien si se refiere a las dudas del aspirante sobre su propia homosexualidad o a las dudas del formador.
Que el Santo Padre haya dicho a una víctima de abusos que es homosexual porque “Dios le ha hecho así” y no, como no sería descabellado, como consecuencia de los propios abusos o cualquier otra causa, hace pensar que Francisco, en un asunto sobre el que la ciencia aún no se ha pronunciado con alguna certeza, hace gala de una desconcertante seguridad, similar a la que mantiene con el Cambio Climático, otra cuestión que, en principio, parece caer fuera de sus competencias.
Carlos Esteban